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Renacionalización y autogestión obrera de Pemex

Fuentes: Editorial de Unidad Socialista

Los voraces grupos dominantes económicos y políticos están ansiosos por culminar con la privatización furtiva que ha venido carcomiendo desde hace tres décadas a la industria más lucrativa del país, la energética: integrada por Pemex y la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Tanto en su rama eléctrica y principalmente en la petrolera, esta industria es […]

Los voraces grupos dominantes económicos y políticos están ansiosos por culminar con la privatización furtiva que ha venido carcomiendo desde hace tres décadas a la industria más lucrativa del país, la energética: integrada por Pemex y la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Tanto en su rama eléctrica y principalmente en la petrolera, esta industria es la fuente de multimillonarias ganancias que el capital está deseoso de acumular lo más pronto posible sólo para él mismo.

La renta petrolera es, de lejos, al nivel mundial el origen de las riquezas más fabulosas del sistema capitalista. El petróleo es la sangre misma del sistema, la mercancía de mercancías por antonomasia que lo mueve. Los monopolios petroleros imperialistas -Exxon-Mobil, BP (antes British Petroleum), Shell, Chevron, Total, Repsol YPF, las compañías perforadoras como Halliburton y Schulumberger- constituyen las compañías más ricas y poderosas del mundo. Y son las descendientes de las mismas compañías que en 1938 fueron expropiadas por el gobierno de Lázaro Cárdenas y que desde ese momento no han cesado de presionar a los sucesores de éste en Los Pinos, priistas y panistas por igual, para que revoquen las leyes nacionalizadoras de entonces.

Mucho han logrado en las décadas subsiguientes con una privatización furtiva que se aceleró a partir de la llegada de los gobiernos crudamente neoliberales en los 80’s, en un proceso que Peña Nieto está dispuesto a culminar con sus leyes que representan la completa reprivatización de la industria petrolera, convirtiendo a Pemex en una simple oficina de permisos de explotación sin control fundamental de la producción. Con la (contra) reforma de Peña el gran capital trasnacional podrá explotar ya sin cortapisas legales los yacimientos del subsuelo, comercializar la gasolina de las refinerías, dominar por completo la petroquímica y, como cereza del pastel, exportar también hidrocarburos y sus derivados.

Desde 1938, Pemex se convirtió y sigue siendo por mucho la compañía más importante del país, ocupando en la jerarquía mundial el séptimo lugar entre las petroleras. Ha sido el pilar fundamental donde se ha apoyado el crecimiento económico logrado hasta hoy, ciertamente a un costo altísimo pues los moldes capitalistas que han determinado su condición de compañía sometida a la ordeña sin medida de sus recursos para abaratar la energía a la industria y ahorrarle miles de millones de impuestos a los burgueses nacionales e imperialistas (40 por ciento del presupuesto federal es financiado con los petropesos), la han descapitalizado.

Pero la voracidad y la codicia burguesas no han sido saciadas, el gran Kapital está ansioso por eliminar toda restricción a su intervención directa en la industria, de ello es muestra el coro ensordecedor de todos los medios de comunicación en su poder, nacionales y extranjeros, que derraman alabanzas y pintan de color de rosa las perspectivas de la privatización en marcha. «La gasolina no será cara, la electricidad igualmente será más barata, habrá más empleos, la vida también será más barata». Pero la realidad es más terca: la privatización de Teléfonos de México no abarató el servició y sí creó al hombre más rico no sólo de México sino del mundo, los bancos en su mayoría en manos de extranjeros son el emporio de multimillonarias ganancias que se van del país a costa de prestar dinero a intereses altísimos. Es un crimen decir y pretender engañar al pueblo con la cantaleta absolutamente mentirosa de que la privatización petrolera significará mayor bienestar para el pueblo de México. Exactamente lo contrario es el caso.

Reto al pueblo

Peña Nieto, el PRI y el PAN, con el PRD como su cómplice vergonzante, en colaboración estrecha con la casta de los jueces de los tribunales, comenzando por los de la Suprema Corte de Justicia, expresan sin mediaciones los intereses económicos antes mencionados y están echando toda la carne al asador para conseguir la reforma que abrirá de par en par la explotación energética a los inversionistas privados nacionales y extranjeros.

¿Qué hacer ante tamaño desafío? La prueba fundamental que está representando la total desnudez del sistema político nacional, representante sin tapujos del gran capital nacional e internacional frente a la población, obliga a definiciones esenciales.

La «oposición» burguesa representada por el PAN a la derecha y por el PRD a la izquierda, ambos partidos cuyo caudal de votos en las elecciones presidenciales del 2012 fue mayor al caudal del PRI, ha demostrado que no está operando como representante nacional de esos intereses populares mayoritarios. El PAN, de hecho es el aliado estratégico de Peña Nieto, su postura es de franca y total subordinación al capital imperialista. El PRD, el cómplice de izquierda vergonzante de Peña Nieto en el Pacto por México, está sacudido por una crisis al verse desgarrado cada vez más fuertemente con respecto a sus masivos apoyos populares. La exigencia de López Obrador (AMLO) a la dirección perredista conciliadora de romper su compromiso con el Pacto por México es una clara demostración de ese desgarramiento existente entre las bases populares perredistas, hoy divididas entre los chuchos y Morena.

Cuauhtémoc Cárdenas ha surgido como un potencial posible unificador de las dos corrientes principales del perredismo. Pero su postura de demandar la suspensión de las reformas hasta el 2015 y de convocar a un plebiscito nacional para decidir sobre ellas, inmediatamente la han hecho suya los chuchos conciliadores. Ellos tampoco tienen prisa.

Por su parte AMLO ha convocado para el 8 de septiembre a una movilización en el Zócalo de la ciudad de México, en la cual expondrá sus posiciones, contrarias a las propuestas de Peña, pero sin proponer todavía una salida realmente viable de acuerdo con la urgencia de la situación y el gran calado que conlleva la apuesta de Peña. AMLO a su modo también se está viendo desbordado por la situación, mostrando que su alternativa, básicamente electoral, es por completo insuficiente.

Alternativa revolucionaria

La alternativa verdaderamente revolucionaria, la única posible de detener la ofensiva del gran capital sólo puede venir de una movilización popular democrática e independiente, cuyo eje fundamental sean los trabajadores, en primer lugar los petroleros y sus aliados naturales, los trabajadores de la industria eléctrica, también en la mira privatizadora de Peña.

Los sindicatos petrolero (STPRM) y electricista (SUTERM) maniatados por las poderosas jerarquías burocráticas de los charros, parecen impotentes ante la situación. Pero su base se mueve, los trabajadores de estas industrias tienen en sus manos la llave de la solución favorable para los intereses nacionales: evitar la vuelta de las petroleras imperialistas, a la situación anterior a 1938, evitar la total reprivatización. Su acción que reivindicaría su protagonismo como actores esenciales en el conflicto potencial, romperá los esquemas y los planes gubernamentales. Su organización autónoma, democrática e independiente pondrá en jaque a los charros y se proyectará en una lucha que no puede sino encaminarse a la huelga.

Los trabajadores petroleros en 1937-38 con sus huelgas y movilizaciones fueron quienes determinaron finalmente la decisión del gobierno de Cárdenas de expropiar a las compañías inglesas y estadounidenses. Más de 70 años después la situación de la lucha nacional y proletaria también está convocando al protagonismo clave de los trabajadores petroleros, electricistas y de sus aliados en general, el proletariado mexicano.

No es sensato pensar que la crisis de Pemex se resolverá dejándola en las manos corruptas y mafiosas de los funcionarios y los burócratas sindicales que la han conducido a su situación actual de mala administración y de ordeña impune. Sólo el surgimiento combativo de los trabajadores de las industrias energéticas nacionalizadas, la eléctrica y la petrolera, podrá ser capaz de detener los planes de Peña y convocar a los trabajadores y al pueblo de México a luchar por mantener Pemex y la CFE nacionalizadas bajo el control de sus trabajadores y sus usuarios que es el pueblo mismo.

La lucha de los socialistas, de los verdaderos revolucionarios, de los sectores consecuentemente democráticos de México se debe encauzar hacia ese objetivo central: lograr el ascenso de los trabajadores de las industrias energéticas para que encabecen la movilización popular que detenga y eche para atrás la privatización de Pemex y la CFE.

Más que nunca lo que acontece actualmente en nuestro país plantea la necesidad impostergable de avanzar en la construcción de la organización socialista revolucionaria que tanto urge para garantizar la victoria de los próximos combates de los trabajadores y sus aliados populares. Pongamos todo nuestro esfuerzo en hacerla surgir lo más pronto posible.

Fuente: Editorial de Unidad Socialista, órgano de la Liga de Unidad Socialista (LUS), núm 55, agosto-septiembre 2013.