Una de las primeras cosas que uno escucha por ahí en la política radical es algo así como que «en su lucha, los participantes aprenden.» Sin embargo, uno se pregunta si esto es verdad cuando, desde hace décadas, las protestas en México repiten una y otra vez: «¡Zapata vive y vive, la lucha sigue y […]
Una de las primeras cosas que uno escucha por ahí en la política radical es algo así como que «en su lucha, los participantes aprenden.» Sin embargo, uno se pregunta si esto es verdad cuando, desde hace décadas, las protestas en México repiten una y otra vez: «¡Zapata vive y vive, la lucha sigue y sigue!» ¿Qué aprendizaje hay ahí? Uno está tentado a preguntarse si «la lucha» no se trata entonces de un movimiento eterno hacia un paraíso tan ambiguo como inalcanzable.
En efecto, toda protesta está condenada a ser un signo de malestar sin consecuencias para el capitalismo… a menos que postule una cura. ¿Pero cómo?
Lo que ocurre en Europa es aleccionador: hay un agrietamiento de la confianza en el capitalismo que coexiste con una brutal dificultad para la emergencia de alternativas a la crisis. Aquí el contraste Inglaterra-Grecia es relevante: en el primer caso ocurrió en 2011 una loca irrupción de consumidores excluidos robando a diestra y siniestra por Londres; en el otro, emergió desde los grupos movilizados la alternativa anti-capitalista de Syriza que ya ha estado cerca de ganar elecciones. Como «modelos», estos dos países representan los casos extremos, y el resto de las naciones europeas están en algún punto intermedio.
(O tal vez lo que sí han emergido son «contra-alternativas», con el ascenso de partidos nacionalistas: un «antisemitismo sin judíos» dirigido ahora a inmigrantes africanos principalmente. También aquí el caso griego refleja la tremenda polarización. Los únicos países de Europa Occidental que traen una dinámica distinta son Alemania, con un capitalismo aún estable y sostenedor del euro; e Italia, aún intentando recuperarse de la resaca post-Berlusconi.)
En una escala más general, no deja de sorprender el imparable declive geopolítico de Europa (iniciado luego de la segunda guerra mundial). Comparable tal vez con el descenso de la antigua Grecia a manos de Roma. Sólo que ahora no es claro si el equivalente contemporáneo de la antigua metrópolis está en Washington… o en Beijing. Y ninguno de ellos es mejor: ambos son peor.
En pocas palabras, la crisis financiera inaugurada en 2008 ha abierto un nuevo campo de batalla político. Una nueva era de disputas ha comenzado y serán durísimas. Y no hay ninguna «ley histórica» que nos anticipe como triunfadores. Peor aún: si una idea debemos sepultar es la de que la historia está de nuestro lado. Ninguna oleada de protestas por bella que sea, hará el trabajo. Ni nadie.
Aquí, en este punto decisivo, es donde Lenin es crucial.
Un reportero hizo la siguiente pregunta al intelectual radical Tariq Ali: «¿Llevarán a una nueva era económica más allá del capitalismo la ocupación de Wall Street y las manifestaciones en toda Europa?»
Su respuesta:
Lenin dijo muchas cosas que la gente ha olvidado, una de ellas es muy importante. Dijo que nunca habrá una crisis final del capitalismo a menos que haya una alternativa. Y pienso que es absolutamente verdad. El capitalismo ya ha pasado antes por numerosas crisis y las resuelve, bueno, a la mala, con represión. Pero pasará por ellas a menos que emerja una alternativa en el ámbito nacional y global.i
La grandeza de Lenin consistió, en palabras de Georg Lucáks, en que el líder bolchevique era «un teórico de la práctica, un práctico de la teoría», y justo por esta razón, «el más grande pensador desde Marx.»ii El énfasis que imprimió Lenin a la tradición socialista consiste (veamos un pasaje en palabras suyas) en haber captado que «el análisis concreto de la situación concreta no es lo opuesto de la teoría «pura», sino que es (al contrario) la culminación de la teoría genuina, su consumación: el punto donde irrumpe como práctica.»iii No se trata, entonces, de ser únicamente «críticos» al sistema. El riesgo de quedarse sólo en este nivel es terminar haciendo política parasitaria: esperar a que el Otro (el Estado, la élite empresarial, etc.) haga «algo» para que podamos emprender nuestra crítica incesante (e impotente). Por lo tanto, debemos llevar la crítica al sistema a «irrumpir como práctica.» Es decir, conviene insistir, emprender la construcción de una alternativa al capitalismo.
¿Esto cómo se traduce en la situación actual?
Uno de los discursos que hay que recordar de Occupy Wall Street, es el de la activista y académica Naomi Klein. Ella fue ganada a la política radical durante la oleada de protestas que iniciaron en Seattle en 1999 contra los organismos financieros internacionales y que se repetían en cada nueva cumbre. Fue cuando surgió el término «globalifóbicos». Las lecciones que extrajo son poderosas:
Aparecíamos, llegábamos a los titulares mundiales, y luego desapareceríamos. […] [Pero] sólo cuando te mantienes fijo puedes echar raíces. Esto es crucial. Es un hecho, en la era de la información, que demasiados movimientos brotan, como hermosas flores, pero rápidamente mueren. Es porque no tienen raíces. Y no tienen planes de largo plazo de cómo se van a sostener. Cuando llegan las tormentas, el agua se las lleva.iv
¿Cuál es el consejo político de Klein para la nueva generación de activistas?
Ser horizontal y profundamente democrático es maravilloso. Estos principios son compatibles con el duro trabajo de construir estructuras e instituciones que sean lo suficientemente robustas para que puedan sobrellevar las tormentas que vienen.v
Este tipo de lecciones también son válidas para movimientos en México como #YoSoy132, donde una nueva generación se alzó ante la monarquía capitalista en los medios de comunicación. (En efecto, ¿cuál es el mérito de Azcárraga para dirigir la principal televisora del país? ¿es acaso el más indicado para administrar la información a los hogares mexicanos? Simplemente, es «el heredero», como en cualquier reinado digno de ser decapitado.) Tal vez uno de los problemas de este movimiento mexicano es que es anti-capitalista… pero no se enteró: ¿no es acaso su aparición una denuncia de la propiedad privada sobre aquello que, por ser del interés común, no debería pertenecer a un individuo?
Por eso, las palabras que Slavoj Žižek dirigió en 2011 a Occuppy Wall Street, también deben ser escuchadas con atención por el #YoSoy132:
Hay un peligro. No se enamoren de ustedes mismos. La hemos pasado bien aquí. Pero recuerden, los carnavales son baratijas. Lo que importa es el día después, cuando tendremos que regresar a nuestras vidas normales. ¿Habrán cambios entonces? No quiero que recuerden estos días, ya saben, así como «Oh, éramos jóvenes y fue hermoso.» Recuerden que nuestro mensaje básico es: «Está permitido pensar en alternativas.» Si rompemos el tabú, ya no se podrá decir que vivimos en el mejor mundo posible. Pero hay un largo camino adelante. Hay preguntas verdaderamente difíciles que confrontar. Sabemos lo que no queremos. ¿Pero qué queremos? ¿Qué organización social puede reemplazar el capitalismo? ¿Qué tipo de nuevos líderes queremos?vi
Žižek propone rescatar la idea comunista. Aunque advierte: «No somos comunistas si comunismo significa el sistema que colapsó en 1990. […] Ése comunismo fracasó, pero el problema de «los comunes» persiste.»vii Se refiere a las entidades comunes a todos los seres humanos, como «la naturaleza», «la propiedad intelectual hoy privatizada», «la biogenética». Todas ellas en riesgo bajo un capitalismo que si no detenemos nos llevará a la catástrofe.
¿Por qué el PRI regresó al poder? Porque han mantenido su presencia con las clases populares, su especialidad de toda la vida. Sus estructuras de control corporativo (sindicatos, organizaciones barriales y campesinas…), aunque averiadas, siguen siendo efectivas. Y tanto PAN como PRD y sus satélites han intentado todo por copiar el modelo del maestro priísta. Por ello el capitalismo mexicano tiene en el PRI a su guardián más experimentado y confiable.
La lección que tal vez debiéramos extraer es que al PRI hay que derrotarlo en su terreno: con «la gente». De nada sirve un IFE perfecto si al final sólo va a contar votos que han sido obtenidos con vales de Soriana. Y tampoco de nada sirve cargar en hombros al ex priísta mesiánico de López Obrador cuyo discurso inflamado sólo sirve para esconder su irrelevante programa político: un utópico neoliberalismo «con rostro humano».
Urge levantar una alternativa distinta. De otro modo, luchar es inútil. Si lo logramos, tal vez las protestas canten otras cosas. Algo como: «¡Zapata vive y vive… y así lo vamos a llevar a la práctica!».
Notas:
i Firas Khatib, «Tariq Ali: 21st Century Challenges of Revolt and Dissent,» Alakhbar English(2011), http://bit.ly/Rsb8Q8.
ii Georg Lukács, Lenin: A Study on the Unity of His Thought, Radical Thinkers, pp. 10, 95. (London: Verso, 2009).
iii Op cit., pp. 89.
iv Naomi Klein, «La Cosa Más Importante Del Mundo,» Granma, 4 November 2011.
v Op cit.
vi Sarahana to The Parallax, 2011, http://bit.ly/pFkotX.
vii Op cit.
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