Según el libro del general José Antonio Gil, fragmentos del cuerpo incinerado y mutilado del líder socialista se encuentran bajo el asfalto de la avenida de Los Leones. La familia pide a los jueces que investigan su desaparición tomar en cuenta esta nueva versión Al día siguiente de su asesinato durante el golpe del 17 […]
Según el libro del general José Antonio Gil, fragmentos del cuerpo incinerado y mutilado del líder socialista se encuentran bajo el asfalto de la avenida de Los Leones. La familia pide a los jueces que investigan su desaparición tomar en cuenta esta nueva versión
Al día siguiente de su asesinato durante el golpe del 17 de julio de 1980, los restos del líder y tribuno socialista Marcelo Quiroga Santa Cruz habrían sido calcinados, cercenados y luego enterrados en varios fragmentos dispersos sobre una vía que une los barrios de Miraflores y Obrajes, la cual fue posteriormente asfaltada por órdenes del alcalde paceño Raúl Salmón y bautizada como la avenida de Los Leones, razón por la que el rescate o recuperación de los restos de Marcelo resultaría prácticamente imposible según revela el general José Antonio Gil Quiroga, ex comandante de la Séptima División de Ejército.
Tal revelación se halla contenida en un relato novelado publicado recientemente por Plural Editores. Un episodio del libro «Con la llanta pinchada» (que recoge el testimonio de Gil Quiroga sobre entretelones de la «guerra del agua» suscitada en abril del 2000), incluye pormenores acerca de la forma en que los restos de Marcelo Quiroga Santa Cruz habrían desaparecido a manos de una patrulla encargada de cumplir la orden de incinerarlo sobre un paraje a trasmano del Cuartel de Miraflores, para luego mutilarlo en varios fragmentos a fin de facilitar la calcinación.
Una orden macabra
Según el relato de un testigo presencial que Gil Quiroga conoció en 1983, la madrugada del 18 de julio de 1980 (un día después del golpe) un grupo de soldados al mando de un paramilitar protegido por el entonces ministro del Interior Luis Arce Gómez, extrajo por la puerta trasera de las caballerizas del Regimiento Ingavi un cuerpo, que según había admitido el jefe paramilitar de ese grupo, era «del guerrillero Quiroga Santa Cruz». El cuerpo, envuelto en una manta, fue rociado con gasolina y luego incinerado a fuego lento debido a las bajas temperaturas registradas a esa hora de la madrugada paceña. El testigo, que realizaba un patrullaje de control como subteniente al mando, luego de discutir con el paramilitar sobre aquella extraña y macabra situación, vio que el cuerpo dejó de arder, sólo humeaba, y «como es de suponer despedía un olor muy fuerte a carne chamuscada».
Uno de los soldados que integraba ese grupo se disponía a rociar nuevamente gasolina sobre el cuerpo quemado y el responsable paramilitar lo detuvo diciendo: «creo que este cojudo no se podrá quemar así, es muy duro el pendejo éste, mejor lo cortamos en pedacitos para quemarlo más fácilmente». Luego ordenó a la patrulla del testigo se retire del lugar, exigiéndole guardar el secreto porque se trataba de «una medida de seguridad nacional» ordenada directamente por Arce Gómez y García Meza.
Cuando el testigo y su patrulla se retiraban, pudieron ver que los fragmentos eran esparcidos en un radio de varios metros sobre aquella vía, en la parte trasera del Gran Cuartel, que al poco tiempo fue asfaltada durante la gestión edil del alcalde Raúl Salmón y que hoy se conoce como la avenida de Los Leones.
Veracidad del hecho
José Antonio Gil Quiroga asegura que el testimonio que difunde en su libro le merece absoluta credibilidad, y que lo único ficticio en el relato transcrito es la identidad del testigo. «Incluso 14 años después de conocer aquella versión cuando el testigo y yo compartíamos un destino en Sanandita, ya en grado de coronel en 1997, le pedí a ese oficial me ratifique su testimonio y lo hizo al pie de la letra, sin variar un sólo detalle, pidiéndome mantenga en reserva su identidad para proteger su estabilidad laboral y su seguridad física», declaró a esta redacción.
Según el testimonio, una vez que el cuerpo de Marcelo fue «cortado en pedacitos» para facilitar su incineración, el jefe paramilitar del grupo que ejecutaba esa «operación» a la intemperie, ordenó que la patrulla del subteniente se aleje del lugar y mientras el testigo abandonaba dicho sitio, según el relato, se produjo lo siguiente:
«Nos pusimos a observar el macabro trabajo de cortar un cadáver en pedazos, no se cuántos, pero después de una hora aproximadamente, esparcieron los trozos cortados, mezclados con leña y retazos de arbustos así como con bosta de caballo, en un radio de dos metros. Le echaron nuevamente gasolina y le prendieron fuego. Eso duró mucho tiempo. Casi al medio día y sin lograr su cometido -ya que la temperatura era muy baja para calcinar los huesos-, empezaron a enterrar los restos que todavía quedaban en diferentes lugares de lo que hoy es la avenida de los Leones y en algunas partes menos empinadas del cerro, especialmente en la parte de abajo, hasta hacer desaparecer las evidencias. Todo esto prácticamente me lo tragué y lo tenía atragantado hasta el día de hoy. No hice informe alguno ya que estoy seguro que mi Comandante sabía de lo que ocurrió ese día y por otra parte nunca me pidió que hiciera el reporte; igual, me aterraba tener que hacerlo. Al día siguiente di parte verbal del hecho presenciado; pero mi Comandante me recomendó que, por mi bien, mantenga ese episodio como un acontecimiento que nunca hubiera sucedido porque sólo así, decía él, podría estar protegido si en el futuro se armaba algún lío al respecto».
Con esta revelación el misterio sobre la desaparición de Marcelo Quiroga Santa Cruz podría tener un giro inesperado. Si resulta evidente tal información, el rescate y recuperación de los restos del malogrado líder político e intelectual socialista resultaría prácticamente imposible, salvo una eventual destrucción de la pasta asfáltica que cubre la avenida de Los Leones.
Reacciona la familia
Profundamente impactado por la crudeza del relato, don Alfonso Quiroga Santa Cruz, hermano del desaparecido líder socialista, opina que las autoridades judiciales en cuyas manos se halla la investigación sobre el paradero de los restos de Marcelo, deberían invitar al ex comandante de la Séptima División para que confirme esa versión y brinde todos los elementos necesarios para emprender una posible investigación oficial en ese sentido.
Por su parte José Antonio Gil, a tiempo de aclarar que aún se encuentra en la «letra A» como efectivo a disposición de las FF.AA., considera que es la institución castrense la que debe asumir responsabilidad del hecho narrado en su libro, brindando todas las garantías del caso, ya que él simplemente recogió el testimonio de un oficial que, en grado de subteniente, tuvo ocasión de presenciar la quema y el descuartizamiento de un cuerpo, la madrugada del 18 de julio de 1980, en la parte posterior de las caballerizas del Cuartel General de Miraflores. Quienes se encontraban en ese momento -además del subteniente: dos tenientes, un sargento y un paramilitar con rango de capitán entre otros- habrían mencionado el nombre de Quiroga Santa Cruz como la víctima que era sometida a semejante y macabro procedimiento. El principal testigo, cuya identidad es protegida por el general Gil, se encuentra aún en servicio activo con rango de coronel. El autor del libro aclara también que esta versión fue debidamente comunicada al Ministro de Defensa de Banzer, Fernando Kieffer, y al propio general Arredondo, Ministro de Defensa en el actual gobierno de Carlos Mesa.