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¿Revolución o Guerra?

Fuentes: Rebelión

«Más que nunca creo que la lucha en pro del socialismo latinoamericano debe enfrentar el horror cotidiano con la única actitud que un día le dará la victoria: cuidando preciosamente, celosamente, la capacidad de vivir tal como la queremos para ese futuro, con todo lo que supone de amor, de juego y de alegría» Julio […]

«Más que nunca creo que la lucha en pro del socialismo latinoamericano debe enfrentar el horror cotidiano con la única actitud que un día le dará la victoria: cuidando preciosamente, celosamente, la capacidad de vivir tal como la queremos para ese futuro, con todo lo que supone de amor, de juego y de alegría»

Julio Cortázar, de «Libro de Manuel»

Advertencia

Bolivia es difícil de entender, definitivamente. Este artículo intentará dar una serie de nociones básicas para acercarse a la problemática de dicho país, mencionando algunas cuestiones pero sin profundizar en ninguna de ellas. La idea es plantear un marco general sobre la cuestión y, en el mejor de los casos, fomentar el interés y la necesidad de seguir investigando. Seguramente en estas líneas se pecará de simplismo, lo cual es un riesgo bastante lógico y comprensible dado que, después de todo, simplificar lo complejo no es tan sencillo como decirlo. En última instancia creo que este texto deberá juzgarse sabiendo que su intención primera es presentar a Bolivia a los lectores menos avisados en el tema. Aquellos ya inmersos en la problemática del país vecino no hallarán en este artículo nada nuevo; pueden abandonarlo aquí con la seguridad de que no se pierden absolutamente nada porque, en parte, esa es la idea.

Ama qhilla, ama llulla, ama suwa

Al dar una noticia los medios de comunicación suelen comenzar su redacción con «Bolivia, el país del altiplano, tal cosa» o simplemente «En el país del altiplano, tal otra». Por muy menor que pueda parecer la cuestión, esa visión recortada de la realidad tiene relación con ciertos problemas actuales que hoy afronta Bolivia y que tienen que ver fundamentalmente con dos puntos: los centros de desarrollos económicos internos del país y los regionalismos que existen desde siempre pero hoy se usan para fomentar los enfrentamientos y las divisiones.

Desde el exterior es necesario que empecemos a comprender que Bolivia nunca fue sólo el altiplano y la Cholita vestida con sus ropas pintorescas (es decir que esto no ha cambiado ahora por los flujos migratorios internos dirigidos hacia el oriente[1], sino que Bolivia nunca fue sólo quechua o aymará); una enorme diversidad geográfica y étnica existe allí desde antes de la formación del país, sólo que hoy se hace más patente debido al particular momento histórico que se atraviesa.

Entonces, para aproximarnos al conflicto es necesario mencionar que en este país conviven más de treinta etnias y treinta y cinco lenguas esparcidas a lo largo y ancho de su territorio, que por otra parte también posee valles (que bordean los deptos de Potosí, La Paz y Chuquisaca), zona amazónica y preamazónica (deptos de Beni y Pando), una extensa llanura (de Moxos y Chiquitos, en los deptos de Cochabamba, Santa Cruz y Beni) y su parte chaqueña (en Chuquisaca y Tarija fundamentalmente, límites con paraguay y parte de argentina).

Ahicito nomás pues

Se dice que para muestra sobra un botón; y en este sentido Bolivia quizás sea la mejor muestra de América Latina, una tierra donde la llegada del hombre blanco y la marginación caminan de la mano. Potosí, corazón del saqueo de plata durante los primeros siglos de la conquista[2], fue el punto inicial de aquella relación que marcaría al futuro pueblo Boliviano para con el otro, el extranjero, el explotador y dueño de todo aquello que podía robarse y venderse en Europa.

Pero Bolivia no sólo fue robada por la Corona española. Luego de su independencia lograda al calor de las luchas guerrilleras que van de 1809 a 1825, y que serían coronadas por Bolívar (de allí su nombre) y Sucre, Bolivia perdió más de la mitad de su territorio en las Guerras del Pacifico (con Chile, 1879), del Acre (con Brasil, 1903) del Chaco (con Paraguay, 1938)[3] y en los conflictos diplomáticos que van de 1866 a 1930[4]. Bolivia, el hijo castigado por sus padres españoles y maltratado por sus hermanos latinoamericanos, perdió en estos conflictos su salida al mar y una riqueza invaluable en minerales, caucho, petróleo, maderas, flora y fauna. Poseía, cuando se definieron sus fronteras, 2.363.769 km2; hoy tiene a-penas 1.098.769 km2.

Finalmente a fines del siglo 19 Bolivia afrontaría una nueva guerra, pero esta vez interna y de suma importancia para el presente: la Guerra Federal, aquella que enfrentaría a las elites de La Paz y Potosí/Sucre y a las de la plata con las del estaño en auge. Una guerra que acabaría imponiendo el Poder Ejecutivo y Legislativo en la ciudad de La Paz. Hoy Sucre es la capital de Bolivia, pero allí sólo se halla la sede del Poder Judicial.

Los muertos son de nosotros, los recursos son ajenos

Los pueblos latinoamericanos nos reconocemos en nuestra lejana historia colonial (?) y nos hermanamos en nuestra reciente historia de subdesarrollados: al igual que Argentina, durante el siglo veinte Bolivia estuvo entrecortada por gobiernos constitucionales y de facto[5]; desarrolló sus sindicatos en los años treinta y los fortaleció en los cincuenta[6], posteriormente tuvo sus intentos armados y dictaduras militares pro-occidentales; en los ochenta se retornó a una democracia cargada de hiperinflación que luego tomó su matiz neoliberal más brutal y, siguiendo los buenos consejos del Banco Mundial y la política internacional, se privatizaron los ferrocarriles, teléfonos, líneas aéreas, minas de bauxita, agua, etc. Como si la «coincidencia» fuera poca a principios del siglo veintiuno ambos países tuvieron sus revueltas y en ambos pasaron cinco presidentes en cuatro años.

Resulta significativo mencionar, aunque sea por arriba, que el punto donde hoy se encuentra Bolivia es la desembocadura de algunos conflictos fundamentales que comenzaron en los noventa, a saber: las primeras marchas por tierra y territorio protagonizadas por los pueblos indígenas de las tierras bajas, la Guerra de la Coca (donde se luchó por la no penalización del cultivo y la no intromisión de las políticas intervencionistas estadounidenses, argumentando básicamente que la hoja de coca no es cocaína y que forma parte fundamental de las culturas de los pueblos originarios de Bolivia), la Guerra del Agua (librada en Cochabamba a principios del año 2000 contra la privatización de ese recurso puesto irresponsablemente en manos de la transnacional Bechtel – «Aguas del Tunari» en su nombre local – que pretendía hacerse de las reservas comunitarias y privadas imponiendo tarifas excesivas en nombre de la modernización) y la Guerra del Gas (una lucha en la que básicamente se comenzó exigiendo la no exportación de gas vía Chile[7], pero que creció durante el mes de octubre de 2003 y acabó echando al presidente Sánchez de Lozada e imponiendo claramente la necesidad de nacionalización de los hidrocarburos.)[8]

En fin, los muertos no son de ahora. Los enfrentamientos de este nuevo proceso se vienen agudizando desde hace una década o más, según desde donde se empiece; de allí hasta aquí se libraron fuertes y diversas luchas en las que se logró derrotar en el discurso y en las calles varias de las ambiciones neoliberales; Un proyecto que estaba dirigido por un conglomerado de derechas absurdo y rapaz que incluso de dio el lujo de imponer democráticamente al ex dictador Hugo Bánzer. Pero no sólo eso; más tarde ese proyecto neoliberal también fue derrotado en las urnas, en primera vuelta, con un 54% histórico y aplastante a favor del MAS.[9]

La democracia de los límites

Ahora bien, hay algunas cuestiones que señalar al respecto. Para empezar: ningún pueblo hace la revolución votando (ni siquiera la «Revolución democrática» que propone el MAS). Puede que las urnas sean «un paso hacia» la revolución, pero esta se construye caminando y luchando en cada rincón donde los poderosos se atrincheran para defender sus intereses mezquinos.

Por otra parte la democracia como mecanismo de toma de decisiones del sistema capitalista no sólo tiene sus claros límites, sino que además dentro de ellos resulta engañosa. A ver; el MAS ganó con el 54 %: histórico, increíble, ni el mismo MAS se lo esperaba. Ahora, la derecha puede ser mezquina, pero no es ingenua; sabe cuáles son sus intereses de clase y comprende que dentro de este proceso se hallan en riesgo. Ante el temor, gran parte de todo aquello que no es el 54% del MAS (y que en su momento aparecía dividido) hoy se encuentra formando bloque y representa «la» oposición. En la superficie aparecen con diferentes nombres, pero en la realidad actúan de conjunto. Estos sectores se atrincheran básicamente en el gobierno de seis de las nueve prefecturas que tiene Bolivia[10], en cinco de los nueve Comités Cívicos, en el «Comité Interinstitucional» de Sucre, en algunas organizaciones universitarias, en el PODEMOS y en la nueva «Junta Democrática de Bolivia». Tienen, además, mayoría en la Cámara de Senadores[11]. Fundamentalmente desde estos puntos mencionados (y con el enorme aporte de los medios masivos de comunicación) es que se generan y se incitan las violentas y turbias olas de manifestaciones.

Como si fuera poco, aquel 54% con que el MAS ganó las elecciones hoy se ha transformado en algo no tan cierto; el partido de Morales consiguió esa cantidad de votos en plena convulsión social, con lo cual supo recaudar cierto «voto bronca» que es básicamente golondrina y que hoy sigue siendo «voto bronca», pero en contra. Ahora, más allá de esto, el fin de los que mueven la marioneta de la oposición es claro: frenar el incómodo proceso de cambio que se vive en Bolivia: si esto se logra pidiendo la autonomía departamental, el retorno de la capitalidad plena para Sucre o parando la redistribución del Impuesto Directo a los Hidrocarburos, es exactamente lo mismo. Si en ese intento egoísta caen jóvenes estudiantes, campesinos, indígenas o vecinos de las grandes urbes, da igual. La derecha nunca tuvo ni tendrá mucho problema en socavar o imponer un proyecto que cueste sangre, y esto los latinoamericanos lo sabemos de sobra.

Velocidad sin frenos

Hay algo bien interesante en este proceso boliviano: los movimientos sociales, gremiales, campesinos y vecinales poseen una fuerza comunal que va más allá de sus representantes. Uno podría llegar a pensar que el MAS, ante las dificultades que se le presentan para llevar adelante las consignas con las cuales ganó las elecciones, puede echarse atrás y convertirse en un partido más, burocratizarse, modificar algo para no cambiar nada como hizo Lula, kirchner, Bachellet y la lista es larga.

Pero no, definitivamente no. Más de un cocalero del chapare ha dicho que «Evo hay muchos; si no cumple lo echamos». Y crease que es verdad. El campesinado boliviano puede parecer tranquilo a los ojos de más de un occidental y cristiano, y quizás lo es; hasta que deja de serlo. El pueblo boliviano en general ha tomado desde hace algunos años las riendas de su propio destino; por lo que se ve no piensa largarlas. Y esto no tiene que ver simplemente con una metáfora idealista, sino que encierra un par de cuestiones fundamentales que hay que comprender en este proceso: por un lado es cierto que el MAS es un movimiento popular de los pueblos indígenas[12], pero no es «el» movimiento indigenista y campesino; éste tiene sus metas y lógicas propias, el MAS es sólo el «instrumento político» que campesinos y pueblos originarios han sabido construir para sus fines, y que mientras responda a ellos podrá seguir siendo su representante institucional.

Por otro lado es necesario recalcar que aunque el MAS haya ganado las elecciones sus bases aún no son «el» poder. Lo siguen construyendo y luchando día a día, y en este sentido haber obtenido la presidencia del país implica un avance en esa construcción y lucha, pero definitivamente ese no es el fin. Por el contrario, puede significar la etapa más dura en este proceso. En fin, lo cierto es que algo nuevo (que no sabemos bien qué es o será) ha comenzado en Bolivia y trasciende ampliamente las fronteras del MAS y los límites de la presidencia, las prefecturas o las alcaldías.

Para graficar

Para graficar un poco el asunto: el 21/11 varios sectores se movilizaron hasta la Plaza Murillo de La Paz para exigirle al Senado (en realidad, a la parte del Senado que no es del MAS) que apruebe los proyectos de ley que el gobierno impulsa (entre ellos la Renta Dignidad). Forcejearon con la policía media hora. Llegó el Viceministro de Coordinación con los Movimientos Sociales (es decir, alguien que está del mismo lado que los manifestantes) para calmar los ánimos. Los manifestantes le dijeron que no se meta, que no él no era su representante para mediar en las protestas. Y le aclararon: «el pueblo somos nosotros». Si algo se está prendiendo fuego en Bolivia definitivamente lo está haciendo de adentro hacia fuera y será por lo tanto inextinguible durante un buen tiempo; muy buen tiempo.

Entonces, lo que intentamos decir es que puede que la burguesía y los terratenientes de Bolivia acaben con el MAS, que lo fragmenten, que lo ahoguen en los vaivenes políticos institucionales. ¿Pero qué van a hacer con el movimiento campesino y los pueblos originarios? ¿Los van a matar a todos? En caso de que pudieran ¿después quién va a trabajar? ¿Sus hijos racistas y mimados de las universidades? ¿Quién va a generar los excedentes del que esos mismos poderosos se benefician[13]?

Bolivia, cada día más, se presenta como un callejón sin salida pacífica. En la última semana la Asamblea Constituyente avanzó «en grande» con la asistencia de poco más de la mitad de los constituyentes y sesionando en un Liceo Militar, seis prefecturas desconocieron el texto y llamaron al paro[14], Sucre ardió durante tres días y dejó tres muertos y centenares de heridos, algunos de ellos bastante graves. Como contrapartida, campesinos, indígenas, organizaciones sociales, mineros y vecinos de El Alto se mandaron una tremenda marcha al centro de La Paz en apoyo al MAS y la nueva Constitución; agredieron a periodistas de medios masivos de comunicación advirtiéndoles que «dejen de mentir» y manifestaron que se quedarían en la Plaza de Armas hasta que el Senado apruebe las «leyes del cambio» que tiene frenadas.

Ahora bien, se sabe que la violencia es intrínseca a la derecha, haga ésta de aquella un uso explícito o implícito, lo cierto es que la necesita como el agua. Un sistema que se basa sobre la injusticia sólo puede mantenerse violentamente; la derecha representa la prolongación de ese sistema y por tanto la necesidad de dicha violencia. Esto lo tenemos claro. Ahora ¿qué pasa con el MAS? ¿No ha querido o realmente no ha podido evitar este nivel de enfrentamiento? Las últimas declaraciones del vicepresidente García Linera sobre la «medición de fuerzas» generan más dudas que certezas al respecto y, al fin y al cabo, en Bolivia ya no sé sabe qué puede ocurrir. Hoy por hoy no se descarta ninguna posibilidad.

Medios, realidad y cambios

Hay muchas formas de engañar: mentir, no decir todo lo que se debería, decir aquello que no se debería, quitar de contexto y cambiar el sentido, decir muchas cosas al respecto pero que no vienen al caso, mostrar algo importante entre «noticias» de escasa importancia quitándole espesor a la primera, y así hay varias más.

Una de las formas de mentir que tienen los medios en Bolivia es decir «seis de las nueve regiones van al paro contra Morales»[15] ¿Pero quien va al paro? ¿La mayoría de cada uno de esos 6 departamentos? ¿Los indígenas y campesinos? ¿El pueblo pobre y cagado por los gobernantes desde siempre? ¡No! Los que llaman al paro son sus prefectos, los partidos de derecha y los empresarios y latifundistas vestidos de cívicos. Una minoría bien clara e identificable.

Lo mismo ocurre en Sucre. Los diarios dicen «Chuquisaca pide la capitalidad» ¿Chuquisaca o el Comité Interdisciplinario manijeado desde Santa Cruz? «El pueblo chuquisaqueño marcha por las calles de sucre…» ¿El pueblo o algunos estudiantes y citadinos? ¿Por qué no se ve un solo indígena o campesino en las marchas? ¿Por qué las marchas en Santa Cruz están llenas de blancos bien vestidos? ¿A quiénes representan esta gente? ¿Al colla que se rompe el lomo para juntar las papas? ¿Al Camba que no tiene tierras? ¿A los guaraníes del Chaco chuquisaqueño que trabajan en relación de servidumbre? ¿A los millones de analfabetos bolivianos y a los pibes que lustran zapatos en las plazas principales de Sucre o Potosí? ¿A los miles de viejos que no tienen jubilación y les quieren frenar la Renta Dignidad[16]? ¿A los pequeños que andan en pata en el Beni o Pando? ¿A quiénes representan estos discursos envejecidos de neoliberalismo que lanzan los mimados del capital?

¡Hace cincuenta años que con sus matices y leves intermitencias los poderosos de siempre gobiernan Bolivia! ¿Y qué han hecho? Privatizar el país a sabiendas de que eso mortificaría aún más a su pueblo. ¿Y ahora que se viene un cambio estructural importante salen a hablar de democracia? ¿Esta manga de útiles cipayos que se enriqueció mientras el pueblo se hundía en la más terrible desesperación se cree en el derecho de hablar de democracia? Sólo alguien que crea en los grandes medios de comunicación puede pensar que estos tipos luchan por la democracia y el bienestar popular. Los que se hallan a salvo de tales embustes saben que quizás el MAS ha cometido sus errores y Morales no sea tan buen presidente como dirigente cocalero. Pero definitivamente también saben que ni el MAS ni Morales son sus enemigos. Los enemigos son los mismos de siempre, sólo que hoy se encuentran en otra parte, en otro lugar. Un lugar extraño y tambaleante en el que evidentemente se siente mucho temor. Por eso gritan.

NOTAS

[1] La migración interna de Bolivia ya no se dirige como otrora hacia Potosí, Oruro o La Paz (ubicadas en el altiplano) sino hacia Santa Cruz (ubicada en la planicie oriental). No obstante sí hay una ciudad de altura que sigue recibiendo buena parte del flujo migratorio interno: El Alto, asentada justo encima de La Paz, a unos 4000 m.s.n.m. Esto quiere decir que etnias y pueblos originarios se hallan, en medida considerable, mezclados entre sí.

[2] Para darnos una leve idea: Durante 1592, como si fuera una bendición por el cumplimiento del centenario de la conquista, las exportaciones de plata a España tocaron su pico máximo: 220 toneladas (Peter Bakewell, «Mineros de la montaña roja») Hoy la plata vale unos 550 dólares el Kg. Es decir que en 1592 navegaron hacia España el proporcional de unos 121.000.000 de dólares; sólo de Potosí y sólo en un año. Y sin tomar en cuenta la plata no contabilizada en los registros, es decir del tráfico que se desviaba hacia otros partes del mundo (Eduardo Galeano, Las Venas Abiertas de América Latina).

[3] «El pozo», cuento metafórico de uno de los escritores bolivianos más reconocidos, Augusto Céspedes, puede darnos una noción bastante clara del dolor y el absurdo que el pueblo boliviano siente respecto de esta guerra (Augusto Céspedes, «Sangre de mestizos»)

[4] Con Argentina, Perú, Brasil y Chile.

[5] Durante el siglo veinte Bolivia vivió 50 gobiernos, un promedio de uno cada dos años. 27 de ellos fueron de facto.

[6] Es necesario aclarar que Argentina tiene una fuerte y pujante tradición sindical que data de mucho antes de los años treinta.

[7] Y la abrogación del decreto 24806, que decía que la empresa contratista extranjera adquiría el derecho de propiedad de la producción que se obtuviera en Boca de Pozo, es decir que el gas boliviano cuando salía a la superficie ya no era boliviano, sino de la empresa que lo explotaba.

[8] La agudización de la Guerra del Gas duró 9 días, dejó más de 80 muertos y centenares de heridos; a partir de allí la historia sufrió un punto de inflexión; es el precedente cercano más importante de lo que el pueblo boliviano en las calles puede lograr.

[9] Ya en el 2002 el MAS había sido la segunda fuerza electoral con el 20,94 % de los votos, menos de 2 puntos más abajo que el MNR que fue la primera fuerza. En las elecciones del 2006 el MAS obtuvo el 53,74 %, mientras que la segunda fuerza – el PODEMOS – logró el 28,59 %, poco más de la mitad (Comisión Nacional Electoral). Un dato: algunas «encuestas» antes de las elecciones daban al MAS un posible 37 %…

[10] En las elecciones del 2005 se eligieron por primera vez los prefectos de manera directa (antes los designaba el presidente).

[11] En realidad el MAS tiene 12 escaños de 27. Pero los 15 restantes, aunque no pertenecen a un mismo partido, suelen funcionar de conjunto; un ejemplo institucional de lo que se viene argumentando.

[12] Hasta qué punto es «socialista» como lo indica su sigla es justamente lo que está por verse.

[13] A diferencia de otros países latinoamericanos en Bolivia los excedentes no se generan masivamente de modo directo (patrón – asalariado) sino que existe un porcentaje importante de economía de autoconsumo, otro tema fundamental y extenso para analizar.

[14] Digo esto a pesar de Chuquisaca; en este departamento el prefecto es del MAS, pero en las jornadas violentas de Sucre incendiaron su casa, pidieron su renuncia y el hombre desapareció. No obstante, dadas las acciones del «Comité Interinstitucional» y otros sectores de Sucre, en la práctica Chuquisaca funciona como un departamento más que se suma a los otros cinco.

[15] Paros en los que, dicho sea de paso, se recurre a la amedrentación y la violencia física para que tengan éxito. El 28 de noviembre se pudo ver en las calles de Cochabamba a uno de los Canela (que son los dueños de los periódicos «Los Tiempos» y «Gente») bloqueando el paso y cuestionando el accionar de la gente que no se adhería al bloqueo. Además la oposición salió en motos por la ciudad atemorizando a aquellos que no acataban el paro. Nada de esto – evidente a la vista de cualquier Cochabambino – salió en los medios masivos de comunicación.

[16] Es un renta que impulsa el MAS para dotar anualmente de unos 2.500 pesos bolivianos a los mayores de 60 años.