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Cronopiando

Roberto Madrazo y su medalla

Fuentes: Rebelión

          Roberto Madrazo, a sus casi 60 años, resume de manera perfecta las características más emblemáticas de todo gran corrupto. Es el «político» por antonomasia. La referencia «democrática» que se pide a Cuba tenga presente cuando se decida por abrirse al mundo. El político mexicano, candidato a la presidencia por el […]

 

 

 

 

 

Roberto Madrazo, a sus casi 60 años, resume de manera perfecta las características más emblemáticas de todo gran corrupto. Es el «político» por antonomasia. La referencia «democrática» que se pide a Cuba tenga presente cuando se decida por abrirse al mundo.

El político mexicano, candidato a la presidencia por el PRI en las elecciones del 2006 resultó derrotado por la abstención, cada vez mayor en México; por el virtual triunfador, López Obrador; y por alguien, Calderón, tal vez no tan corrupto como Madrazo pero sí más inteligente y que, a la postre, hizo posible el fraude ciñéndose la banda presidencial.

Y es que Madrazo podrá tener menos escrúpulos que nadie a la hora de usurpar la voluntad popular, asociarse con el crimen y practicar la delincuencia, pero su infinita torpeza siempre acaba por ponerlo en evidencia con más premura de la aconsejada, en su afán de seguir haciendo carrera política.

De hecho, debió limitarse a ella y no querer extender sus facultades, incluso, a la carrera olímpica, donde los fraudes son más detectables, especialmente en Berlín, plaza en la que no se le suponen las influencias de que goza en la sociedad mexicana.

Madrazo ganó en septiembre la Maratón de Berlín, para mayores de 55 años, en un tiempo verdaderamente insólito y, sobre todo, sin despeinarse. Sin embargo, no fueron los cuatro minutos de adelanto que sacó al segundo, lo que motivó las primeras sospechas de los jueces, sino su propia imagen de triunfador que levanta los brazos cuando cruza la meta como si acabara de salir de la tintorería, él y su indumentaria, sus deportivos pantalones largos y negros, su fino impermeable deportivo rojo, a juego con la gorra, su pañuelo alrededor del cuello para protegerse del frío alemán, su euforia tan poco fatigada, fue lo que llamó la atención del fotógrafo Víctor Sailer, encargado de registrar para la posteridad la hazaña. A diferencia de los restantes desfallecidos competidores que no sólo llegaron mucho más tarde a la meta, sino que fueron dejando su ropa por el camino, el esforzado atleta mexicano, al concluir su maratón, ofrecía un inmejorable aspecto, digno de una pasarela de moda deportiva. Presumo que hasta hizo ademán de seguir corriendo algunos kilómetros más.

Alertados los organizadores de la competencia, descubrieron que el dispositivo electrónico que registraba el tiempo y la trayectoria de Madrazo no mostró su paso por varios puestos de control de la carrera. Madrazo se había «comido» 20 kilómetros de trayecto.

Si Madrazo, como José María Aznar, se hubiera limitado a comprar con dinero público la ansiada medalla o a alardear de marcas deportivas, asegurando ser capaz, por ejemplo, de batir el record de la maratón de Berlín, siempre habría podido tener a mano la disculpa o hasta la razonable duda de algún creyente iluso. Lo que no es admisible es que, para disipar posibles dudas sobre sus hazañas deportivas, se decidiese por participar personalmente en la maratón berlinesa poniendo en práctica sus conocidas habilidades como «político» mexicano. El fraude de su gesta deportiva ha quedado al descubierto y a Madrazo se le exige ahora la devolución de la medalla. Si en lugar de ganar una maratón su fraude hubiera servido para hacerse con la presidencia de México, a estas horas seguiría tomando el fresco en el palacio de gobierno y nadie le estaría reclamando desde Europa la devolución al pueblo mexicano de su usurpada voluntad, pero hasta para ser facineroso se requiere algún grado de sapiencia y, Madrazo, de semejante condición, siempre ha andado muy escaso.

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