Los grupos gobernantes que condujeron la economía desde 1982 tuvieron como uno de sus argumentos para mantener congelados y hasta a la baja a los salarios mínimos profesionales, que el mínimo pelón sólo era un referente pues en México prácticamente nadie lo ganaba porque no se podía vivir con ese ingreso. Los efectos inflacionarios era […]
Los grupos gobernantes que condujeron la economía desde 1982 tuvieron como uno de sus argumentos para mantener congelados y hasta a la baja a los salarios mínimos profesionales, que el mínimo pelón sólo era un referente pues en México prácticamente nadie lo ganaba porque no se podía vivir con ese ingreso. Los efectos inflacionarios era otro dogma sagrado.
El grupo de amigos y empleados de Carlos Salinas y Ernesto Zedillo que hacía posible el diario El Economista, lo repetía con machacona insistencia en informaciones y análisis.
Resulta que México «es el único país de la región donde el valor del salario mínimo es inferior al umbral de la pobreza per cápita», si nos atenemos al juicio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe. 14 por ciento de los asalariados recibe un ingreso inferior al salario mínimo, en el Distrito Federal son 9 por ciento, mientras que alrededor 5 millones ganan el mínimo.
La pobreza extrema o miseria tiene entre otra de sus causas, además de la falta de empleo, una política salarial sostenida y perfeccionada por los gobiernos autodenominados modernizadores de los últimos 33 años y de «crecimiento mediocre» de la economía (Luis Videgaray dixit), pero superior al aún más mediocre crecimiento de los últimos 20 meses.
El titular del Ejecutivo capitalino auspicia desde el 1 mayo «construir una política pública de salario mínimo bien pensada, estructurada y con toda responsabilidad» en beneficio de quienes más lo necesitan.
La iniciativa parte de que los salarios mínimos perdieron a partir de 1979 el 77 por ciento de su poder adquisitivo, es decir, ahora sólo se puede adquirir con ellos el 23 por ciento de lo que se podía comprar hace siete lustros.
La propuesta de Miguel Ángel Mancera es trascendente porque va en dirección opuesta al modelo económico maquilador que abarata la fuerza de trabajo para impulsar la inversión extranjera y nacional, precarizando al trabajo, y promueve las más altas ganancias a la par que concentra más aún la riqueza en pocas manos. Es una fábrica de pobres y por más cruzadas contra el hambre que se emprendan servirán para amortiguar los efectos más devastadores de un modelo excluyente en lo social y político, depredador en términos medioambientales.
Ni con los salarios miserables y la generalización de los trabajadores propineros – a los que pagan el salario los consumidores y no los voraces empresarios de Walmart, gasolineras, restaurantes y otros – , crece la inversión extranjera directa, tampoco la productividad que sigue a la baja y el consumo interno está bajo. Mientras que Costa Rica tiene un minisalario que triplica el ingreso equivalente al umbral de la pobreza, un mercado interno robusto y avances en productividad. Los países de Latinoamérica que «más incrementaron los salarios fueron los que más incrementaron la productividad laboral en términos anuales», sostiene la Cepal.
L a propuesta del Gobierno del Distrito Federal es para materializarse previo amplio consenso y en forma gradual: un primer incremento de al menos 20 pesos, para que el salario mínimo en 2015 alcance un valor de entre 87 y 100 pesos, con incrementos graduales a 10 años con el objetivo de equipararlo con la canasta básica. Además de homologar el salario mínimo en todo el país, que hoy es de 67.29 pesos diarios para el área geográfica A, en donde se ubica el DF, y 63.77 pesos para la B. Existe la idea de que el GDF no contrate los servicios de empresas que paguen menos del salario mínimo.
El salario mínimo mexicano es inferior al de Uruguay, Colombia, Venezuela y Haití. Además de Estonia, Hungría, República Checa y Turquía.
Fuente original: www.forumenlinea.com