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Saqueos: Esbozos de una hoja de ruta del caos

Fuentes: Indymedia Argentina

En Rosario, ciudad argentina que crece en tamaño y desigualdades, el consumismo del mes de diciembre fue la última gota para el principio de una ola de saqueos que evidencia los problemas sociales hasta ahora ocultados: falta de infraestructura, marginación, prevaricación laboral, para citar algunos. Durante jueves 20 y viernes 21 de diciembre, diversas zonas […]

En Rosario, ciudad argentina que crece en tamaño y desigualdades, el consumismo del mes de diciembre fue la última gota para el principio de una ola de saqueos que evidencia los problemas sociales hasta ahora ocultados: falta de infraestructura, marginación, prevaricación laboral, para citar algunos.

Durante jueves 20 y viernes 21 de diciembre, diversas zonas del país se sumieron en un clima de tensión y violencia que tuvo como rasgo distintivo una complejidad que dificultó análisis que osaran explicar qué era «lo que estaba pasando». Y lo que estaba pasando no puede pensarse en singular. Lo que se puede hacer es juntar verdades fragmentarias, visiones y pareceres que se sumarán a un relato un tanto desordenado, pero concatenado entre sus partes.

En Rosario y alrededores, la tormenta funcionó como detonante del malestar, mostrando nuevamente la precariedad en la que viven amplios sectores, la furia, la violencia y los múltiples intereses que se disputan en el marco del caos. A nivel provincial y local, la amenaza de saqueos arrancó antes del temporal. En la tarde del 14 de diciembre se desató una psicosis entre los comerciantes de la céntrica calle San Luis tras el ingreso de diez pibes a un negocio, que arrebataron mercadería en percheros y la cargaron en un colectivo de línea. Minutos después, una recorrida policial dio «aviso» de que se venían robos masivos. Nada costó sembrar el pánico de los dueños de los negocios que, con colaboración mediática, no tardaron en vincular los hechos sucedidos con el acampe que desarrollaba la Corriente Clasista y Combativa (CCC) en Rioja y Sarmiento. Usuarios de las redes sociales se sumaron al fogoneo de un clima enrarecido.

Y llegó el miércoles 19 de diciembre. Un temporal inédito que mostró la cara más cruda de la incoherencia entre los discursos progresistas de todos los niveles de gobierno y las políticas de Estado efectivamente llevadas adelante. Más allá de la severidad de la tormenta y los milímetros caídos, la lluvia dejó al desnudo la falta de infraestructura de una ciudad que crece vertiginosamente, tendiendo a acentuar desigualdades entre zonas favorecidas y los barrios marginados, las deudas que el modelo de la posconvertibilidad no resolvió. Ante los temporales de este tipo, se visualizan socialmente realidades de precariedad y abandono del Estado: las de aquellos sectores que se enteraron por la tele de la virtuosa curva económica de la última década. Los pedidos de asistencia social se sumaron al malestar expresado en diversas movilizaciones de noviembre a esta parte, las reivindicaciones de sectores obreros relativas al impuesto a las ganancias y la precarización laboral, trifulcas mediáticas y protestas sectoriales de todos los colores, los cortes de luz que llevan días en algunas zonas de Rosario generando por derivación la falta de agua.

A los sectores con menos ingresos o desocupados, además, la cercanía de las fiestas les marca la imposibilidad de acudir al llamado al consumo y el disfrute de cosas a las que no tienen acceso y, en los sectores ocupados con ingresos medios se sufre el ajuste reflejado en el salario que no sube, la inflación que no baja y el cinturón paritario que no cede. Ahora bien, cabe irse más atrás en el tiempo. Casi exactamente un año atrás. El primero de enero de 2012, la ciudad amanecía con el asesinato de los militantes de Villa Moreno. Jere, Mono y Patón, acribillados en una canchita de fútbol de zona sur por narcos del lugar, mostraron con crudeza cómo el terreno abandonado por el Estado no quedó vacante.

Pese a la tarea de innumerables organizaciones sociales y políticas que con sus diferencias y matices militan, es innegable que en diversos barrios de la ciudad las bandas delictivas, vinculadas principalmente al narcotráfico, han ocupado esos lugares en los que el Estado figura, sólo o principalmente, mediante sus fuerzas de (in) seguridad. Por más buena voluntad y conciencia que tengan quienes se embarran las patas en las zonas marginadas, la realidad es que los policías que se dedican al narcotráfico y los narcos protegidos por la cana y el poder político y judicial, primerearon la cancha. Y eso ha cambiado toda una idiosincrasia, el concepto de pertenencia de personas que no conocen qué es eso del trabajo digno, la forma de interrelacionarse en esas complejas estructuras de poderes territoriales, siendo necesario desentrañar el cotidiano desafío que significa sobrevivir en ellas.

Y volvemos al día de hoy, con esa trama cargada de oscuridad. El mencionado malestar social estalla en el siempre conflictivo diciembre, con la desigualdad como la mayor generadora de violencia económica, política, simbólica y física. Pese al esfuerzo mediático por hablar de robos y no de saqueos para no levantar al fantasma de 2001, lo central es que esa diálectica periodística que machacó 24 horas con las imágenes del caos pero se cuidaba de usar el término antes mencionado, descartó del relato el malestar de diversos sectores que existe y que al negarlo, se profundiza. Por eso es necesario decirlo claramente. Hay descontento en sectores varios, hubo inundados y evacuados que piden colchones y zapatos para sus hijos, hubo saqueos organizados, agitados, en los que hubo personas que dirigían y también advenedizos que se sumaron a la volteada. Mientras las grandes cadenas de supermercados fueron celosamente fortificadas por las fuerzas de seguridad, los locales medianos y pequeños fueron, en la gran mayoría de los casos, abandonados a su suerte. Así, los supermercados chinos fueron los más afectados por los saqueos. No sería aventurado considerar que este dato se enmarca en el complejo entramado del manejo del territorio, del comercio, de la caja negra que la policía tiene en concepto de ‘protección’.

También hay que plantear que se vieron espeluznantes enfrentamientos de pobres contra pobres, vecinos y comerciantes armados hasta los dientes, con palos, rifles y cuchillas. Y al ver eso, uno entiende que el escenario propiciado por la desidia y la negación del Estado de los problemas de los sectores populares es utilizado para dirimir internas de todo tipo: los narcos entre ellos, la policía con el gobierno provincial, las internas de y entre partidos políticos. Una gran bola de mierda y confusión que como siempre deja muertos del lado de los mismos violentados por el hambre, la desocupación, el empleo precarizado y la falta de infraestructura para el acceso saludable a recursos naturales básicos, como el agua.

En Villa Banana, por ejemplo, explotaron los inodoros. Y no es una metáfora. También se cortó la luz. Luego de una noche entera anegados en agua inmunda, con los niños empapados y en la oscuridad, los vecinos salieron a pedir asistencia, mientras los dueños de los negocios se armaban y la policía custodiaba. En eso apareció un grupo a promover los saqueos. Y esas mismas personas con las casas inundadas, los pibes en patas, la pobreza crónica, no dieron pie a la hecatombe y se desactivó la intentona. En zona oeste un periodista de Radio Dos podría haber muerto. No es joda. Le pegaron un tiro en el parabrisas. Fue un hecho confuso, pero los que protestaban en el piquete que se desarrollaba en avenida Perón y Provincias Unidas afirmaron que llegaron desconocidos en un auto que generaron una especie de clima de riña que tuvo esa culminación violenta. Eso se puede empalmar con las declaraciones del Ministro de Seguridad Provincial, Raúl Lamberto, que en rueda de prensa afirmó tener identificados autos y motos que aparecieron en diversos saqueos, manejados por presuntos instigadores. Desde Villa Gobernador Gálvez llegó otro relato: ¿algún policía dejando la puerta abierta a la toma de la comisaría por parte de familiares de los detenidos en los saqueos? ¿Zonas liberadas o imposibilidad de acción ante el tumulto?

Es necesario ver y ubicar esos pedacitos de verdad como en un rompecabezas, porque después vienen los que pretenden dibujar con tiza el resto de la imagen. Qué fue si no la bochornosa acusación del Jefe de Gabinete Nacional, Juan Abal Medina y del impresentable subsecretario de Inseguridad Sergio Berni, acerca de que los saqueos eran instigados por el sindicalismo opositor. Del fantasma del Partido Obrero pasan en vuelo raso a magnificar la capacidad operativa de Hugo Moyano y Pablo Micheli, referentes de la Confederación General del Trabajo de la República Argentina (CGT) y la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA), respectivamente. El oficialismo pasó de negarles su capacidad de movilización el 19, a responsabilizarlos de un complot nacional el 21. No puede dejar nada bueno que un funcionario de primera línea del gobierno nacional acuse directamente a los referentes de las organizaciones que, le pese a quien le pese, de alguna manera le ganaron la calle a un kirchnerismo lleno en sus cúpulas y máximos cargos políticos de tecnócratas, oportunistas y pocos militantes que conozcan el paño y hayan alguna vez pisado piso de tierra -que los tienen, pero no son los que juegan en primera fila-. Claro que no puede dejar nada positivo intentar vincular a un afiliado de ATE accidentado en Neuquén y a un barrabrava presuntamente vinculado a Camioneros, con una decisión orgánica de la dirigencia de esos sectores sindicales de organizar el caos. No es serio, es inverosímil, no se entiende cómo piensa Abal Medina que capitalizarían Moyano y Michelli con la hecatombe, no se entiende cómo sale tan livianamente a hacer una denuncia de gravedad con tan pocos argumentos.

Porque esto no viene descolgado: sin ánimos de caer en el discurso de autoproclamación heroica de Moyano, hay una ley antiterrorista sancionada por este mismo gobierno que sale a señalar a un sindicalismo que con sus contradicciones, déficits y tramoyas, es crítico y sale con reivindicaciones justas que marcan las contradicciones del modelo por izquierda. Con todo lo expuesto no hace falta decir que esto no es 2001 y toda esa caravana de advertencias inútiles que buscan reafirmar la diferencia del hoy con el entonces.

Lo que no hay dudas es que la economía ha crecido desde 2003, pero no ha inflado los bolsillos con equidad. No hay dudas que se han desplegado con limitaciones medidas harto exigidas desde sectores populares, como la asignación universal por hijo, pero hay que decir que no basta para dar pan y dignidad. No hay dudas que Santa Fe, que Rosario ha crecido de la mano del excedente sojero depositado en el negocio de la construcción, pero hay que decir que no se han hecho los cambios de infraestructura pertinentes para garantizar el acceso a recursos básicos, ni para sostener la demanda en aumento de los diversos servicios.

Así las cosas el mapa está abierto. Es una frase hecha. pero no por eso poco cierta. La complejidad del momento exige mesura, pero no ocultamiento. Si no se ven todos estos pedazos de realidad y la mayoría que faltan aquí retratar, si no se discute, si no se resuelve sobre ellos, será difícil impedir que situaciones como estas no se repitan a mediano plazo. La desigualdad genera violencia. Los daños materiales de la desigualdad generan violencia. La negación de la desigualdad genera más violencia. Y una vez que ésta se desata, la dirigen otros, la usan para dirimir internas y ya es demasiado tarde: sólo resta contar muertos.

Fuente: http://argentina.indymedia.org/news/2012/12/828133.php