El nuevo rector de la UNAM ha sido designado por los grupos de poder, enquistados en la Junta de Gobierno. Como se había augurado, y para sorpresa de nadie, José Narro estará al frente de la rectoría, al menos, durante los próximos 4 años, a pesar de las voces de cientos de universitarios, […]
El nuevo rector de la UNAM ha sido designado por los grupos de poder, enquistados en la Junta de Gobierno.
Como se había augurado, y para sorpresa de nadie, José Narro estará al frente de la rectoría, al menos, durante los próximos 4 años, a pesar de las voces de cientos de universitarios, estudiantes, profesores y trabajadores, que en este proceso antidemocrático se pronunciaron por la razón, en contra de la imposición y por la transformación democrática de la Universidad.
Antes designada por cuestiones «divinas», después por el dedo presidencial, hoy la rectoría es heredada, como si se tratara de un coto privado, sin la menor intervención de la comunidad. La constante sigue siendo la imposición.
Sin embargo, hay cosas que sí cambiaron:
Por primera vez en la historia de nuestra universidad, un candidato independiente irrumpió en la escena, para hacer escuchar la voz de los miles de Universitarios excluidos de este proceso.
Antes, todo les iba bien a las autoridades. Los candidatos se mostraban sonrientes ante los medios, y todos se encontraban convencidos de que la decisión de la Junta de Gobierno sería «la correcta». Unos y otros decían tener proyectos distintos para la UNAM, pero cuando se trataba de enfrentar ideas, a lo más que llegaban era a cubrir de elogios a sus otros falsos contrincantes. Se trataba de un proceso aterciopelado, cubierto con las mantas de los medios de comunicación. Hubo incluso voces, y no precisamente de las más reaccionarias, que se atrevieron a declarar que esta sería una sucesión democrática. ¡Vaya confusión la de estos personajes!
Venido de las luchas más justas de nuestro pueblo, catedrático de excelencia y siempre fiel a sus convicciones democráticas, Luis Javier Garrido aceptó ser el abanderado de un sector importante de universitarios, para penetrar con la fuerza del movimiento en este proceso antiacadémico y antidemocrático. Para asaltar la tribuna y poner las cosas en su justo lugar.
En adelante podremos ir haciendo mejor la evaluación de los alcances de esta iniciativa, de los errores y los aciertos que cometimos durante las semanas intensas de trabajo que han transcurrido. Pero desde ya podemos asegurar que el objetivo principal fue alcanzado: irrumpimos en este proceso para denunciarlo y decirle a los candidatos oficiales en su cara lo tramposos y déspotas que son.
Sin esta candidatura pudimos hacer mucho, como en años pasados, con la movilización, la propaganda, el saloneo, pero con la candidatura logramos mucho más. Nos acercamos a miles de universitarios en foros y auditorios llenos. El compañero dio excelentes entrevistas para medios de comunicación nacionales y extranjeros. Casi a diario supimos de actos en contra de la imposición, en defensa de la UNAM como una institución pública y gratuita, donde la comunidad se expresaba por la democratización de nuestra máxima casa de estudios, o donde se desnudaba la hipocresía de De la Fuente y de los entonces candidatos a la rectoría, que hoy se dicen demócratas y defensores de la educación, cuando hace 8 años, estos mismos personajes metieron a los militares de la PFP a la UNAM y encarcelaron a más de mil universitarios, de esos aguerridos y valientes que sí defendieron la gratuidad de nuestra institución, con hechos y razones, no con falsa palabrería.
Hasta a un debate entre candidatos a la rectoría se convocó. Sorprendidos por el atrevimiento de llamar a discutir ideas, desnudaron su verdadero ser, se negaron arguyendo que «este no es una elección sino una designación de la Junta de Gobierno… no estamos queriendo ganar voto… no hay para qué ir con la comunidad, pues ella no tiene el poder de decisión, que la junta siga con las entrevistas». Estas y otras barbaridades fueron capaces de decir. Al fin que ellos no están para debatir ideas, sino imponerlas por la fuerza.
Estamos convencidos de que, con el compañero Garrido al frente, hemos logrado mucho. Se trató de principio a fin de una campaña, no para enaltecer las cualidades de un personaje, sino para patear por debajo de la mesa este proceso, denunciarlo y avanzar con más fuerza.
Ahora ya hay un nuevo rector en la UNAM, sin embargo, aun cuando la farsa esté consumada y las mafias que tienen secuestrada a la UNAM desde hace más de medio siglo festejen, no es ocioso que nosotros nos encontremos aquí.
No es ocios porque, de hecho, ahora la defensa de la educación como un derecho irrenunciable, y su carácter público y gratuito, toman una relevancia particular.
No ha llegado a la rectoría un «médico» de renombre, ni un científico reconocido por sus méritos académicos. Tampoco ha llegado por ser un hombre «respetado» por su «honorabilidad», ni mucho menos. José Narro Robles ha sido designado por la Junta de Gobierno gracias a sus años de experiencia en combatir al movimiento estudiantil, popular y democrático, dentro y fuera de la UNAM; por ser un burócrata fiel, y seguro servidor de las mafias que se sirven del presupuesto universitario, en lo que es una verdadera burla para el pueblo de México, que con su esfuerzo paga esta Universidad.
Frente a la hipocresía, hace falta la memoria histórica:
En estos días, José Narro no se ha cansado de decir que él se encargará de mantener a la Universidad, como una institución pública, gratuita, laica y autónoma.
¿Cómo creer que defenderá la autonomía? Si fue él quien, de la mano de su padrino Juan Ramón De la Fuente, metió 4 veces a los militares de la PFP a las instalaciones universitarias en febrero y abril del año 2000. A pesar del repudio generalizado de la comunidad por tal descomunal acción.
¿Cómo creer que va a garantizar la gratuidad? Si fue cómplice y artífice del encarcelamiento de más de mil universitarios, que con su huelga de hace 8 años defendieron esta Universidad de las garras de la privatización, ordenada desde el Banco Mundial. Esos estudiantes estuvieron hasta 4 meses tras las rejas por defender el carácter gratuito de la UNAM, mientras el hoy rector, José Narro, se congratulaba y disfrutaba de su nuevo puesto en la «coordinación para la reforma universitaria». Cuatro años estuvo este sujeto en la dirección de la Facultad de Medicina, y cualquiera de nosotros puede ir, en este momento, a preguntarle a cualquier estudiante de esa Facultad cuánto paga al semestre por mantenerse en la carrera, cuántos cobros ilegales existen, por trámites, por servicios, por materiales, por cursos extracurriculares, cobros que se multiplican por diez si se tratan de estudios de postgrado. Este falso defensor de la gratuidad, ha mostrado en los hechos lo que en realidad es: un hipócrita, enemigo de la educación. Eso y no otra cosa, es lo que tendremos en la rectoría de la Universidad en el siguiente periodo.
Por todo ello, es de suma importancia dejar claro que nosotros, los universitarios de abajo, los que construimos con nuestro trabajo cotidiano esta gran institución, no bajaremos la guardia, no dejaremos de luchar por la Universidad que la sociedad mexicana nos demanda: una Universidad que sirva al pueblo, para resolver los grandes problemas nacionales. No la elitista y al servicio del gran capital, que en los hechos ha ido avanzando en todas y cada una de nuestras escuelas y facultades, a pesar del falso discurso del señor De la Fuente, al que por cierto, poco vamos a extrañar en la UNAM.
La comunidad universitaria, tiene tareas por delante.
Debemos centrar ejes de acción para darle fuerza a nuestro movimiento, es por eso que ponemos a discusión de todos tres ejes básicos, tres puntos que han de ser nuestra bandera de lucha en las semanas, meses y años venideros:
En primer lugar, ya que José Narro se dice ser garante de la educación pública y gratuita, debe eliminar de inmediato toda la serie de cobros ilegales que existen en esta Universidad, y abrogar el reglamento general de pagos; y además, las reformas aprobadas por Barnés en 1997, que fueron suspendidas gracias a la huelga del CGH, deben ser derogadas, pues aun cuando no se estén aplicando con fuerza, las reformas están ahí, aprobadas, esperando el momento para expulsar de la UNAM a miles de estudiantes de abajo que, por diversas cuestiones, no pueden seguir los ritmos de estudio que las autoridades exigen.
El segundo punto urgente es la ampliación de la matrícula en la Universidad. Ocupar la basta infraestructura ya construida, pero desperdiciada. Miles de profesores buscando enseñar, cientos de miles de estudiantes buscando un cupo en la UNAM, y aquí, salones vacíos, todo el día, todos los días, en todas nuestras escuelas. ¡Qué absurdo!
Y en tercer lugar, la necesaria transformación democrática de la Universidad. Que no sean 15 desconocidos quienes decidan el destino de más de 350 mil universitarios. Antes conquistamos en la lucha la gratuidad de la UNAM, pues sólo será así, luchando, que conquistaremos también la democracia, que la comunidad elija a sus autoridades, que desaparezca la Junta de Gobierno y el inquisidor Tribunal Universitario.
Estas, consideramos, son tareas urgentes que debemos poner todos en nuestra agenda.
Tareas que harán de esta, una Universidad mejor.