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Se fue la primera, con sorpresas y final abierto

Fuentes: Rebelión

Finalmente luego de un largo año electoral llegó el día, y hubo sorpresas. No por el balotaje que era esperado y promocionado por muchos analistas, sino porque los resultados agregaron una fuerte incertidumbre. La gobernabilidad está en juego. Un temblor de proporciones, con epicentro en la Provincia de Buenos Aires, sacudió las urnas e impactó […]

Finalmente luego de un largo año electoral llegó el día, y hubo sorpresas. No por el balotaje que era esperado y promocionado por muchos analistas, sino porque los resultados agregaron una fuerte incertidumbre. La gobernabilidad está en juego.

Un temblor de proporciones, con epicentro en la Provincia de Buenos Aires, sacudió las urnas e impactó fuertemente en los resultados generales. El giro conservador, señalado ya desde esta columna, que expresaban los tres candidatos con posibilidades se verificó una vez más, pero lo que no estaba en los cálculos de nadie es que encumbrara a la derecha empresarial con muchas posibilidades de ganar la segunda vuelta. Los resultados instalan una fuerte crisis política, particularmente al interior del movimiento peronista.

Es la política

Seguramente un análisis más detallado permitirá mejores conclusiones sobre los resultados, pero hay que dejar en claro al menos una cuestión. El resultado articula con el ascenso de la derecha regional y el llamado fin de ciclo de los gobiernos «progresistas» (Brasil, Uruguay, Ecuador) y es funcional a la política internacional que está desplegando EEUU. No es solo el acercamiento a los mercados y la vuelta al endeudamiento externo, garantías a las grandes corporaciones y protección de sus tasas de ganancia. Es también la liberalización de los mercados y el poner fin a los devaneos neo-desarrollistas de las fracciones pequeño-burguesas (alfonsinismo-kirchnerismo) que se asumen como la representación política de un capital nacional casi inexistente.

Del ensayo general a la elección definitiva

El tiempo transcurrido entre el 9 de agosto y la noche del pasado domingo 25 estuvo cargado de incertidumbre. De la veintena de encuestadoras reconocidas solo dos daban ganador en primera vuelta al FPV, el resto no mostraba mayores diferencias con los resultados de la PASO. En los sondeos previos la anunciada polarización no se concretaba pero tampoco el sprint final que hiciera superar el 40 por ciento al FPV y colocara en el podio a Scioli. Por el contrario UNA (Massa) se recuperaba y como contrapartida evitaba que Cambiemos (Macri) incrementara su caudal y forzara el balotaje. En el otro extremo el FIT (Del Caño) aspiraba a superar el 4 por ciento y sobre todo a incrementar su bancada legislativa.

Según las consultoras una semana atrás ya el 70 por ciento de los votantes tenía definido su voto, un 10 estaba indeciso y otro 17, que ya había elegido su candidato, podría cambiar su voto a último momento. Se inventó entonces la categoría de «voto frágil». Así en la última semana los candidatos se lanzaron a buscar votos entre los 8.0 millones de abstenidos en las PASO, entre el 1.5 millón que votaron en blanco o entre los 3.5 millones que eligieron candidatos que no pasaron las primarias.

El día esperado llegó con una economía estancada que acumula fuertes desequilibrios pero con buenos niveles de consumo y empleo. La anunciada crisis no se produjo, lo que no niega que haya tendencias a la crisis. Así los llamados al voto útil -aquel que hace que se vote a uno para que no gane el otro- se antepusieron a las propuestas y programas de gobierno. El FIT rechazó ese llamado recurriendo a lo que podríamos llamar el Teorema Dilma. En Brasil se pedía el voto a Dilma Roussef para que no ganara la derecha, hoy es Dilma quién que está aplicando el programa de la derecha…

Las corporaciones

Acompañando la campaña tanto empresarios como sindicalistas buscaban recomponer sus relaciones internas para definir como pararse frente al nuevo ciclo. Las distintas vertientes de las direcciones sindicales históricas hicieron su propia fumata, provisoria porque la definitiva será dentro de un año. Definieron un pliego de reivindicaciones nada original -paritarias, obras sociales, preservación del modelo sindical. Por su parte los grandes capitalistas -en las elecciones en la UIA, en el coloquio de IDEA, en reuniones en la Bolsa de Comercio- analizaban la situación económica -poniendo énfasis en el tipo de cambio, la necesidad de inversiones, control de la inflación- y las perspectivas electorales -se sienten más cómodos con Macri (al final es uno de ellos) pero Scioli les da mayores garantías de gobernabilidad- pero sobre todo buscan recomponer el comando del bloque de las clases dominantes, para actuar unificadamente en el próximo período.

Punto más o menos los grandes capitalistas, y también los asesores y economistas de los principales candidatos, reconocen que con los desequilibrios macroeconómicos que acumula la economía algún ajuste se impone… dependiendo de en qué tiempo se consigan dólares del exterior, mientras están pendientes de las propuestas de la Convención de la UIA el 14 de diciembre próximo. Por su parte los dirigentes sindicales ofrecen a cambio de sus demandas la contención del conflicto social… Saque el lector sus propias conclusiones.

Panorama antes de la definición

Finalmente hubo una doble polarización, tenue a nivel presidencial y mayor en la disputa por la gobernación de la Provincia de Buenos Aires. La participación fue alta, más del 79 por ciento, el voto en blanco fue bajo ,2.3, y el voto útil dio resultados y dejó descolocados a todas las consultoras y analistas. El FPV obtuvo el 36.3 por ciento de los votos; Cambiemos el 34.8 y el FR el 21.3. El FIT, 3.3, superando levemente la votación de las PASO y se ubicó como cuarta fuerza nacional, en tanto que el centro izquierdismo se desbarrancó, Progresistas obtuvo el 2.6. Este desbarranque se verificó también para el sector K más progresista en la Ciudad de Buenos Aires.

Pensando en el balotaje del 22 de noviembre próximo conviene registrar que en relación a las PASO Cambiemos creció 4.2 por ciento, especialmente en las provincias Buenos Aires y Córdoba, en tanto que el FPV perdió 1.5, concentrados en los históricos bastiones peronistas del Conurbano bonaerense y las provincias del Norte y el Sur del país.

La gobernabilidad en cuestión

El ciclo abierto en el 2003 ha concluido, lo que no significa que el kirchnerismo no perdure como corriente política. El país ingresa en otra etapa en la que el próximo gobierno, cualquiera sea, se enfrentará a una situación política muy distinta a la actual.

Desde el punto de vista institucional no controlará al poder legislativo. En Senadores el FPV tendrá mayoría simple pero no en Diputados, donde será primera minoría. Las otras fuerzas con representación parlamentaria han aumentado sus representantes. Cambiemos no controlará ninguna de las dos cámaras. Cualquiera de las dos fuerzas que van al balotaje necesita rápidamente trabar acuerdos con el FR, no solo para ganar las elecciones.

En síntesis, quien asuma la administración de los asuntos del Estado será un gobierno partido, que necesitará de negociaciones, acuerdos y componendas permanentes. Este acuerdismo será complejo ya que las principales fuerzas son producto de coaliciones, constituidas más por necesidades electorales que por acuerdos programáticos y no es seguro voten en bloque.

Es entonces de prever un gobierno más débil que los anteriores que deberá implementar una política de ajuste con la lógica resistencia de los trabajadores y sectores populares, que están mejor posicionados que en el 2002, que pondrá a prueba la capacidad para arbitrar el previsible conflicto social.

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32 millones de argentinos fueron convocados a participar de las elecciones generales para elegir al presidente de la Nación entre las seis fórmulas que lograron superar las elecciones primarias de agosto pasado. En un mismo acto se renovaron la mitad de las bancas de diputados (130) y un tercio de las de senadores (24), se eligieron también representantes al Parlasur así como gobernadores y diversos cargos provinciales y municipales en 11 provincias.

El FPV en Diputados perdió 26 escaños y llegará a 107 (20 kirchneristas), Cambiemos ganó 29 y alcanzará 91(54 UCR), mientras que el FR gana 9 y llega a 36 (es un bloque muy heterogéneo). Progresistas perdió 8 y quedan con 5, mientras que el FIT ganó 1 y llega a 4 diputados. En senadores el FPV con aliados ganó 3 escaños y tendrá mayoría simple propia.

Eduardo Lucita. integrante del colectivo EDI – Economistas de Izquierda

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.