El neoliberalismo es un fracaso económico. La derrota de los símbolos neoliberales en el continente (Goni, Menem, etc.) al calor de levantamientos populares traducen ese fracaso. Sin embargo, ideológica y políticamente se mantienen vigentes, porque sigue arraigada la idea simple de que nos hay alternativas para sus principios, y que, tanto la oposición como el […]
El neoliberalismo es un fracaso económico. La derrota de los símbolos neoliberales en el continente (Goni, Menem, etc.) al calor de levantamientos populares traducen ese fracaso. Sin embargo, ideológica y políticamente se mantienen vigentes, porque sigue arraigada la idea simple de que nos hay alternativas para sus principios, y que, tanto la oposición como el oficialismo tienen que adaptarse a sus normas. El mercado es el que dicta las normas.
Este «sentido común» es el mecanismo mediante el cual la clase dominante impone su particular forma de ver las cosas al resto de la sociedad. Los medios de comunicación constituyen un poderoso instrumento para consolidar, difundir y machacar esa simple idea. Por ejemplo, la consigna «seamos soñadores, pidamos la posible», acuñada por el padre Gramunt, a título de oponerla a otra, la del Mayo Francés «seamos realistas, pidamos lo imposible», a la que califica de «simpática estupidez», es un perfecto ejemplo de lo señalado. No es un mero juego de palabras, estas consignas implican diferentes concepciones del mundo.
El razonamiento subyacente de la consigna «seamos soñadores, pidamos lo posible», es un extremismo del pensamiento cartesiano. Si descartes, sostuvo que la verdad debe buscarse antes que en el sueño, en la realidad de la vida y por la evidencia de la razón. El autor de la consigna señala, implícitamente, que lo posible, sea el fundamento de los sueños. Pide, casi cándidamente, que el pueblo deje de imaginar fantasías, esperanzas y probabilidades.
¿Qué es lo posible?
Lo real y necesario. Un encadenamiento de causa y efecto, en sentido determinista.
Un ejemplo de ello: No se les puede cambiar las reglas del juego a las petroleras, a riesgo de cometer «pecado de lesa globalización»(ocurrencia de algún otro «ingenioso» periodista), en consecuencia lo único posible es vender gas, a como de lugar y en cualquier condición, como efectivamente acontece con el reciente acuerdo de venta de gas a la Argentina, a cambio de… aviones. Los mismos que sirven para bombardear al pueblo, como pasó en 1980 en contra de los distritos mineros y otros hechos históricos similares. El corolario de lo posible, el referéndum, la perfecta ambigüedad para decirnos que la nacionalización no se puede. Conclusión: Conformismo y resignación.
En cambio, la imposibilidad a la que alude la consigna «seamos realistas, pidamos lo imposible», que es una paradoja, lo contrario a la opinión recibida, en sentido de que trata de restablecer una «verdad profunda» frente a «meras verdades» de la opinión común. De paso digamos, este graffiti esta inspirado en Napoleón que habría señalado «Lo posible ya esta hecho, hagamos lo imposible», que por supuesto no era un imbécil, sino un gran político y estratega militar.
Lo fundamental es que esa y otras consignas, en formas de graffitis pintadas en las paredes de la Universidad durante el Mayo Francés, lo que expresaban era un profundo malestar en contra la cultura y el sistema capitalista. Una crítica a esas sociedades del capitalismo avanzado que mostraban el rostro de la abundancia, de la tolerancia y la libertad, ocultando su verdadera realidad que es la de dominio social y conformismo.
En importante hacer notar que ese malestar se manifiesta con diferentes grados de radicalidad en el mundo entero, porque esa ruptura con el orden establecido y profunda crítica al capitalismo era global y no solamente un fenómeno francés. Así, el estudiantado francés es menos radical que el estudiantado alemán, mucho más radicalizado, con vínculos con la revolución cubana e identificado con la lucha del pueblo vietnamita, para no hablar ya de lo que pasaba en el tercer mundo y sus luchas de liberación y descolonización, a punto tal, que cientos de estudiantes mexicanos fueron masacrados por expresar lo mismo que esos estudiantes del Mayo Francés.
Es decir, que lo del Mayo Francés fue algo más que una mera estudiantina. Generó movimientos revolucionarios. Lo contrario al posibilismo con el que quieren maniatarnos, que podríamos denominar también, la tesis del «idiota feliz e integrado», expresión de Abel prieto, Ministro de Educación de Cuba, que explicaba que un símbolo de la cultura norteamericana contemporánea es Forrest Gump. El mensaje que se trasmite a través de su personaje central es que, aún, un perfecto idiota, sin sueños, si se integra a su sociedad y no genera conflictos, logra la felicidad.
Pese a estos sutiles mecanismos, en determinadas coyunturas, este «sentido común» es cuestionado y roto. Son momentos excepcionales de acumulación contra hegemónica. Ejemplos de ello son El Enero del 2000, Febrero y Octubre del 2003, donde el pueblo irrumpió violentamente para imponer su sentido. En términos gramcianos, una concepción de necesidad que da su propio actuar. Este buen sentido merece ser desarrollado y hacérselo coherente y unitario. Así, la lucha del pueblo no solo es por derrotar un modelo económico sino por construir su propia cultura.
En enero del 2000, era imposible pensar en echar a una transnacional que pretendía enriquecerse a costa del agua de los cochabambinos. Se fue. El distrito minero de Huanuni también devuelto a la COMIBOL y ese camino sigue el distrito de Caracoles hoy. Lo imposible fue posible gracias a la lucha. No hay un receta mágica.
Meza, sus aliados de derecha y cierta izquierda «progre», se reclaman como sensatos, racionales y apóstoles de lo posible. El pueblo, con toda su carga de lucha, dolor y esperanza, pugna por destruir el inmovilismo y conformismo. Para demostrar que otra Bolivia, es posible.
Buenos aires, 3 de Junio del 2004