América aprende a mirarse en el espejo… América Latina está viviendo momentos de transformación revolucionaria. Nunca antes se habían sumado las condiciones revolucionarias para hacer posible un cambio histórico-estructural en nuestros países. Décadas de lucha revolucionaria de nuestros pueblos han permitido este momento histórico en el que varios países latinoamericanos han votado en el marco […]
América aprende a mirarse en el espejo…
América Latina está viviendo momentos de transformación revolucionaria. Nunca antes se habían sumado las condiciones revolucionarias para hacer posible un cambio histórico-estructural en nuestros países. Décadas de lucha revolucionaria de nuestros pueblos han permitido este momento histórico en el que varios países latinoamericanos han votado en el marco de la democracia formal, por un proceso de cambio que tome en cuenta a las mayorías siempre olvidadas y vilipendiadas por los grupos de poder y la historia construida por ellos.
Bolivia, con más razones que muchos ha tomado este camino. Desde el reconocimiento de su diversidad y la reivindicación de su dignidad ha empezado el camino de la transformación desde un liderazgo que representa a los millones de rostro indio que pueblan esta porción de América, interpelando a la historia oficial la condición de ciudadanía negada que ha construido una democracia excluyente y colonial.
Estos procesos de cambio estructural aún en el marco de la democracia formal, hacen pensar a los detentadores imperiales y locales del poder en un proceso revolucionario; y lo es, aunque la revolución del cambio consiste simplemente en construir una democracia con identidad propia que incluya a los siempre excluidos. Sin embargo los enfrentamientos para lograr este cometido se han dado a lo largo de toda nuestra historia a veces como resistencia silenciosa y por momentos en intensos levantamientos e insurrecciones; ahora, cuando la mayoría ha logrado el gobierno, la confrontación se torna en permanente y en una lectura neoliberal que entiende la democracia como ausencia de conflictos, vivimos un proceso creciente de inseguridad local y continental.
Sin embargo, esta construcción democrática como forma de organizar los conflictos y construir una cultura de paz, inclusión y participación entre los diversos, están transformando los términos de la comprensión de la convivencia en las sociedades pluriculturales que somos y también en nuestra relación entre países, donde el mercado no puede ser el único parámetro de las relaciones entre los países. Más aún entre países que han tenido una historia común de lucha anticolonial y de pueblos indígenas que han sido los originarios y hoy siguen siendo una identidad fundamental para entendernos.
La inseguridad de la sumisión colonial…
Es evidente que desde los términos de la dominación colonial e imperial, vivimos hoy un proceso de inseguridad regional que pone en tela de juicio las formas de dominación-subordinación en las que históricamente se han desenvuelto nuestras relaciones. Es cierto que el fenómeno imperial y capitalista continúa siendo el modo de producción dominante y que ha condicionado nuestra forma de ser como países en el contexto internacional, siendo relegados a ser imitadores y subordinados de los países del primer mundo. Así históricamente funcionó el orden imperial de la convivencia, a través de los grupos de poder que simplemente reprodujeron esquemas y políticas que no tenían que ver con nosotros y sí con los intereses mezquinos y particulares de pequeños grupos de poder locales y «nacionales» que se enriquecieron subastando nuestros recursos naturales y explotando nuestra fuerza de trabajo.
La lógica comercial, de explotación intensiva de nuestros recursos y de compra-venta de los mismos fue la pauta fundamental de relación impuesta, y desde la colonia hasta la actual época republicana, se buscó desintegrarnos y enfrentarnos en los espacios del mercado dependiente creado por el imperio capitalista para amarrar de mejor manera nuestros recursos y posibilidades a sus intereses. Nunca tomaron en cuenta los lazos estructurales que nuestro pueblos poseen entre sí y que los han reproducido una y otra vez a lo largo de la historia de los pueblos, en las «no fronteras» que tenemos con los vecinos, que en realidad son la continuidad de una misma identidad, cortada y obligada a la diferenciación «nacional» por sobre la identidad del ser indio de nuestros pueblos. Incluso la república, en los sueños de sus precursores tenía el proyecto continental de la unidad y de la reconstitución de una nueva identidad con la diversidad que somos; sin embargo esos sueños perecieron bajo los intereses y las armas de los grupos de poder que se repartieron los países y definieron las fronteras que nos separan.
Esta lógica confrontacional existente en la construcción histórica del Estado Nacional en el continente, buscaba justificar los intereses «supremos» de los grupos de poder locales que se repartieron la tierra y los recursos naturales por sobre los pueblos originarios e indígenas. Algunos países optaron por el exterminio de millones de indígenas que en el continente reclamaban el derecho a ser tomados en cuenta para un nuevo tiempo. Otros que no podían substraerse a su mayoritaria identidad indígena, heredera de pueblos que ya eran naciones en el momento de la colonización fueron sometidos a una explotación intensiva de su fuerza de trabajo y a la exclusión histórica de toda participación política, con un tinte racista que buscaba justificar la superioridad colonial sobre los vencidos.
De esta manera, nuestros países se construyeron de espaldas a los intereses y sueños de la mayoría, y les hicieron creer que la única forma de ser y de vivir es la de la indignidad de la subordinación y la limosna, viviendo siempre el complejo de no ser parecidos a los colonizadores que vinieron a decirnos como debemos imitarlos sin parecernos.
Los conflictos bélicos y de seguridad en el continente han tenido que ver con los intereses mezquinos y de poder que los grupos elitarios de cada país ha desenvuelto para construir una identidad nacional que les permitiera asentar su estrategia de dominación hegemónica que basada en el reconocimiento del mestizaje como ciudadanía pudiera dejar de lado las diferencias étnicas y raciales para dar paso a las relaciones de mercado. En este camino, los conflictos bélicos en nuestra América, han tenido que ver con la necesidad de resolver los problemas estructurales en la constitución de los países, que sin el apoyo popular, en múltiples situaciones históricas tuvieron que acudir a la construcción del enemigo externo como factor de diferenciación para lograr la unidad nacional..
Bolivia y la colonialidad estatal…
Bolivia a lo largo de toda su historia ha vivido múltiples ejemplos de confrontación bélica que sin excepción han terminado en derrotas frente a países vecinos que terminaron apropiándose de parte de su territorio. Es que Bolivia nació como república de espaldas a su realidad plurinacional, negando esta realidad para que los grupos de poder hicieran una característica nacional el de la exclusión; así, hasta el año 52, formalmente sólo entre el 2 y el 5% de los bolivianos contaban con los derechos de ciudadanía y luego a pesar de su reconocimiento en el voto universal, las formas y contenidos de la convivencia societal jamás dejaron de ser excluyentes y racistas.
La seguridad regional en esos términos tenía una lectura basada en la inseguridad permanente respecto a la territorialidad, con el trauma histórico de haber sido desmembrados como país en diversas ocasiones históricas, con el permanente ingreso de ciudadanos vecinos que libremente procedieron a la explotación de nuestros recursos naturales en fronteras abandonadas por el Estado, para organizar su presencia material en las ciudades donde el ejercito y las fuerzas de seguridad se concentraban para enfrentar a los movimientos populares que no cesaban de demandar al Estado la inclusión en las políticas públicas.
Los momentos de tensión vividos con países vecinos, tuvieron como componente central aspectos que tuvieron que ver con la imposibilidad histórica del Estado boliviano para la constitución hegemónica de la territorialidad, que se basaba más en intereses económicos de mercado que a más de permitir el ingreso de los vecinos con una clara intención expoliadora, creó un puente de corrupción institucionalizada en las autoridades fronterizas que buscaron provecho económico personal, siendo expresión de un Estado incapaz de sentar presencia institucional, dejando a grupos y oligarquías locales el usufructúo del territorio nacional como patrimonio familiar.
Los gobiernos militares y también los democráticos hicieron uso de las tensiones con los vecinos, principalmente Chile, para llamar a una cruzada nacional permanente en torno a una bolivianidad que construyera la identidad y borrara las diferencias, sin darse cuenta que los conflictos y la confrontación interna habían generado una interpelación permanente a la forma de existencia del Estado boliviano que sostenía un doble discurso moral, pues mientras llamaba a la recuperación histórica de nuestros recursos territoriales y marítimos perdidos, en el marco del mercado propugnaba el libre intercambio económico en beneficio de los declarados enemigos.
En definitiva, la presencia de un Estado como monopolio de la fuerza y de la represión para la sostenibilidad de modelos económicos de mercado excluyentes, era al propio tiempo un no-Estado en los procesos de inclusión y construcción de ciudadanía. En esta situación es comprensible entender el comportamiento político de los sectores dominantes que en una lógica de guerra buscaron históricamente someter y no convencer ni incluir a la mayoría, en un horizonte de país que estructuralmente no podía generar sino la confrontación permanente.
La seguridad a partir del «vivir bien»…
Evo Morales como reivindicación histórica del liderazgo indígena, representa el quiebre histórico de esta lógica estatal, que presa de sus contradicciones no pudo resolverlas en el marco de la confrontación y fue vencida en la lógica de la democracia formal que le dio el triunfo contundente y mayoritario por primera vez en la historia del país.
El tema de seguridad es abordado desde el principio desde una nueva perspectiva, la que permita a la población mayoritaria el acceso a mejores condiciones de vida, la de permeabilizar el Estado a ser un reflejo y una construcción de la mayoría plurinacional del pueblo boliviano. Había de negar en la práctica política de la transformación del Estado, a la seguridad como ajena a la vida del pueblo y como excusa para la represión o la posibilidad de la confrontación.
El vivir bien como filosofía del nuevo Estado es la posibilidad de construcción de la equidad y de la inclusión ciudadana y donde el Estado es puntal central en el proceso de redistribución y de inclusión ciudadana a los derechos fundamentales. Las nacionalizaciones y la transformación paulatina de las condiciones sociales de la mayoría expresan precisamente este gran cambio respecto al Estado neoliberal donde la seguridad jurídica a la inversión y las empresas era el centro de la acción estatal, para dar paso al Estado plurinacional que prioriza la transformación social y la garantía de seguridad de una mejor vida para las mayorías.
El ejército del proceso de cambio…
El actual gobierno, a decir del Vicepresidente del Estado Plurinacional, ha definido un papel estratégico de las FFAA en Democracia como no había ocurrido antes. Desde la vuelta a la Democracia, las FFAA habían sido abandonadas a una especie de crisis existencial institucional, pues ya no eran la institución que reclutaba a dictadores de turno, y además habían sido obligados a convertirse en garantes de una soberanía que era ofertaba por los neoliberales en los mercados internacionales. En el nuevo contexto, la nacionalización de las empresas y el control del excedente económico por el Estado le dan una base técnica-material a la soberanía relativa del Estado y por tanto su estabilización que es principio organizador de las FFAA en cualquier país. Esto dio lugar a un ensamble histórico entre las fuerzas sociales indígenas campesinas populares y las fuerzas armadas, que a diferencia de lo que ocurrió antes en el país, bajo tutelaje militar, ahora tiene el liderazgo moral e intelectual de sectores indígena populares, representados en el presidente Evo Morales.
De esta manera, los viejos puntales de la lógica estatal colonial se encuentran en proceso de transformación a partir de nuevas condiciones y renovadas funciones que permitan un proceso de cambio en Democracia. El viejo ejercito represor, cuya última acción costó la vida de más de 70 ciudadanos en la ciudad de El Alto para que el presidente neoliberal Gonzalo Sánchez de Lozada pudiera escapar del país, hoy transcurre por un proceso de cambio interno que ha implicado su deselitización, permitiendo que en el colegio militar, eje de la formación militar de las élites y de su relación formativa con el imperio, hoy exista un cupo de participación obligatoria de los pueblos indígenas.
De la misma forma su papel estatal se ha transformado a lo largo de estos 4 años, por cuanto el excedente producto de la nacionalización gasífera, convertidos en bonos para niños, ancianos y mujeres, son gestionados y entregados por los militares a lo largo del territorio nacional, generando una relación diferente con la ciudadanía y transformando su papel para convertirse en la imagen del nuevo Estado. En el papel propiamente de seguridad fronteriza, el ejército ha desplazado la mayor parte de sus efectivos a las fronteras y está construyendo nuevos cuarteles en ellas, en la perspectiva de sentar soberanía, y al propio tiempo participar en la lucha contra el contrabando y el narcotráfico.
La Política gubernamental impulsa un reequipamiento bélico, que no se renueva desde los años 70 (bajo la dictadura de Banzer) y para ello negoció un crédito de más de 100 millones de dólares con la Federación Rusa, para compra de armas, aviones y helicópteros, estos últimos para la lucha antinarcótico.
También existe una nueva relación con el Alto Mando, que se reúnen una vez por semana con el presidente, a quien reconocen plenamente como su comandante general, y bajo su mando han soportado las arremetidas de los grupos paramilitares y cívicos que han tomado instituciones públicas y han humillado a los soldados en la espera de una respuesta represiva que nunca llegó y agotó la lógica de la violencia hasta la masacre realizada en el departamento de Pando, donde paramilitares prefecturales de oposición masacraron a cerca de 40 indígenas y campesinos, obligando al Estado a actuar a través del ejército, interviniendo el departamento y capturando a los culpables.
Sin embargo de esta actitud fundamental que hace a los rasgos del nuevo nacionalismo en el país, donde militares y pueblo son parte de los mismos actos, donde ambos se reconocen como pueblo, no habrá que perder de vista de que en su estructura fundamental es el mismo ejercito que en su jerarquía, ha sido formada por la Escuela de las Américas en su gran mayoría, que siguiendo órdenes o por iniciativa propia han sido parte de las masacres sufridas por los bolivianos en el último tiempo y que en los avatares del terrorismo cívico separatista fracasado se ha detectado la presencia de militares de rango tanto en servicio activo como pasivo como parte del plan subversivo.
También en el último tiempo, los militares han asumido algunas actitudes que no condicen con el marco democrático en construcción; así a pesar de las órdenes de la Fiscalía y del propio gobierno, para entregar los archivos de los 80 para ubicar los restos de varios desaparecidos, aún se encuentra bloqueado por el Alto Mando. Extrañamente en los últimos días también Policías Militares han salido a bloquear un puente en construcción por parte de la Alcaldía de La Paz, para obligar dicen ellos a las autoridades ediles a construir unas aulas comprometidas para la escuela militar.
Policía: viejas tareas con nueva visión?…
En el caso de la Policía Nacional, guardián de la seguridad ciudadana en el contexto del viejo Estado, los esfuerzos por su transformación han sido infructuosos en su mayoría. Sin embargo, se ha logrado, al igual que en el ejército, deselitizar la escuela del Alto mando policial, para facilitar el ingreso de representantes indígenas al estudio de la carrera policial, y en perspectiva también lograr que también la democracia interna permita una mejor representatividad en los cuerpos policiales. En todo el país se ha incrementado de forma sustancial la infraestructura otorgada a la policía para la mejora de su accionar.
Los cuerpos especializados de lucha contra el narcotráfico, han visto incrementado su accionar, desde que el gobierno boliviano decidió expulsar a la DEA del país, por cuanto se detectó no sólo que tenían un doble papel en la lucha antinarcóticos (denuncias que se remiten a casos como el de Huanchaca donde según investigaciones en ese gigantesco laboratorio, protegido por la DEA, se obtenían fondos para las luchas de desestabilización de gobiernos como el de Nicaragua en apoyo a los contras).
Desde que salió del país esta institución norteamericana, los logros de incautación y represión al narcotráfico, se han duplicado a pesar de la permanente migración de los carteles que bajo el efecto «globo», cuando la represión se incrementa en Colombia o Perú, se incrementan las fábricas en Bolivia, y también en el otro sentido.
Es cierto que no existen los recursos tecnológicos necesarios, con los que contaba la DEA, pero el gobierno en un principio de soberanía decidió que la lucha contra el narcotráfico debía ser comandada por los propios bolivianos, consiguiendo recursos y comprando tecnología que permita la desarticulación de los carteles de la droga que actúan en nuestro territorio.
Aún somos una economía frágil, en la que el tema de la coca sigue siendo un importante ingreso para gran cantidad de familias en el trópico boliviano; se ha buscado a través de políticas de conciliación y acuerdos la disminución de las plantaciones de coca en los márgenes legales, lográndose importantes éxitos que incluyen la erradicación voluntaria de las organizaciones sindicales para acompañar de forma comprometida los objetivos que el gobierno se ha propuesto.
Inseguridad ciudadana y linchamientos…
La inseguridad ciudadana en Bolivia, no contempla las cifras escandalosas que tienen los países vecinos, sin embargo el narcotráfico y su internacionalización ha permitido que los márgenes de violencia se incrementen, ligando los delitos violentos con el tráfico de drogas y la existencia de bandas internacionales que han generado la demanda ciudadana de una mayor policialización como política de seguridad ciudadana.
En muchos casos son los pobres del campo y las ciudades los que han sufrido las consecuencias de la delincuencia, pero también tanto de la ineficiencia policial, como de jueces que incapaces de cumplir con los plazos de ley para el cumplimiento acusatorio, se han dado a la tarea de desprestigiar la norma legal por su flexibilidad, así como de esconder en este argumento los altos niveles de corrupción existentes en el órgano judicial.
Esta condición ha dado lugar al incremento de los casos de linchamiento principalmente en los márgenes de las ciudades, donde la población organizada ha tomado la justicia por mano propia. Para las autoridades judiciales y los medios de comunicación, opositores en su gran mayoría al gobierno, ha significado la posibilidad de atacar al reconocimiento de la justicia indígena y comunitaria, que arbitrariamente y bajo una intencionalidad política es confundida con los linchamientos.
Golpes cívicos, terrorismo y acción policial…
También la policía ha tenido un importante papel en los procesos de levantamiento y subversión ocurridos contra el gobierno de Evo Morales. El golpe cívico-prefectural en curso ocurrido el pasado año, tuvo a la policía como guardiana y no como represora para evitar el proceso de victimización de los agresores, muchos policías incluida la jerarquía fueron golpeados y humillados en el cumplimiento de su papel. Luego el proceso investigativo de la labor delincuencial en esos hechos que dañaron el erario nacional contaron con culpables identificados, que no pudieron ser apresados o enjuiciados en su gran mayoría por contar con la complicidad del poder judicial opositor al gobierno.
La labor de inteligencia desarrollada por la policía nacional, dio como resultado en los meses pasados la desarticulación de un grupo terrorista separatista, que contratado por los grupos cívicos prefecturales buscaba desatar una guerra civil en Bolivia. Su eliminación, trajo consigo, la desarticulación política del grupo opositor, pero sin embargo, buscaron camuflar a los culpables y financiadores, acusando al gobierno y a la policía de «violación a los derechos Humanos» en la acción y posterior persecución de los culpables. Uno de ellos, hoy refugiado en EUA, es el ex presidente en Bolivia de «American Watch» una institución norteamericana, «veedora del respeto a los derechos humanos», y que financiaba con recursos y cobertura a las acciones del grupo terrorista.
Esta eficacia institucional en casos y en otros la falta de institucionalidad, se complementa con el alto nivel de corrupción que existe en los niveles jerárquicos y de base de la policía nacional, que la han hecho una de las instituciones menos confiables para la ciudadanía boliviana.
Nueva institucionalidad en el Estado Plurinacional…
Como podemos ver, estos factores institucionales determinantes en el marco de la comprensión de la seguridad nacional del Estado colonial y republicano, como son el ejército y la policía, si bien conservan su papel institucional, existen factores que están permitiendo su transformación en el marco del nuevo Estado y como complemento necesario de la nueva comprensión de seguridad que el Estado Plurinacional busca construir. Sus roles institucionales se conservan, en el marco de la nueva CPE que ha mantenido la redacción de la anterior Constitución referida al tema, para evitar además fricciones institucionales entre ambas fuerzas.
Sin embargo la misma CPE subraya como un principio fundamental en su art. 10 el que Bolivia es un Estado pacifista que rechaza las guerras de agresión y prohíbe la instalación de bases extranjeras en su territorio. Asumiendo que frente al pasado colonial de la confrontación y de ocultar bajo la sombra del agresor externo los verdaderos conflictos que vive la población, es necesario entender junto a los otros principios que hoy guían la Constitución, de que el auto reconocimiento de nuestra plurinacionalidad y la necesidad de la construcción de la equidad y la justicia social, son el mejor camino para construir la seguridad nacional y regional.
Construyendo la seguridad regional desde el bienestar de los pueblos…
Así lo han comprendido los procesos de transformación social hoy en marcha en América Latina y que organizados en el ALBA han asumido que los procesos de revolución que hoy vivimos en cada uno de nuestros países, cada uno con sus propias características y procesos históricos acumulados, sin embargo guardan como fundamento común la construcción de una identidad latinoamericana propia a partir de nuestra identidad múltiple, acompañada de los procesos de hermandad que manden sobre los designios del mercado para construir redes sustentables de solidaridad que desechen la confrontación.
Importantes caminos se han abierto a partir de este acercamiento continental, así a más de planes macroeconómicos continentales sin la participación del imperio, se han dado señales históricas nunca antes asumidas: En el caso Boliviano, es el acercamiento y la solidaridad mutua con países con los que viejos rencores fueron atizados por entre los grupos de poder locales, así países con los que tuvimos enfrentamientos bélicos importantes que dejaron heridas y pérdidas territoriales, como Chile y Paraguay, hoy se tienen planes conjuntos importantes de apoyo; mientras los viejos temas del pasado buscan ser abordados con la seriedad necesaria sin pasar por los rencores atizados en el alma de los pueblos.
Esta diplomacia directa asumida en la hermandad de nuestros pueblos, sin embargo tiene sus bemoles en gobiernos que han apostado francamente a favor del imperio y se han convertido en sus portavoces en el continente, a cambio de la otorgación de preferencias e intereses comerciales. Es el caso de Colombia que con la aceptación de la instalación de 7 bases militares norteamericanas en su territorio, ha cargado el ambiente continental de belicosidad, en la comprensión de que el imperio está dispuesto a saldar cuentas con quienes se alejan de la servidumbre y subordinación a sus proyectos continentales de dominación.
En el caso del Perú, país hermano de Bolivia por razones históricas y de identidad conjunta, con el que siempre se ha tenido una cercanía más allá de los gobiernos; hoy se vive un proceso de conflicto diplomático, pues las opciones políticas distintas en el continente no dejan de afectar las relaciones entre los países; es decir que el importante derecho a la autodeterminación, debe ser pensado también en la clave de la convivencia que hoy nos afecta a todos los países. Sin embargo los conflictos e intercambios de palabras presidenciales no podrán ir más lejos, pues en el caso boliviano, encontramos que el tema de asumirnos como estado pacifista es un tema de principio, que a veces puede contrastar con la diplomacia sin adornos que Evo Morales ha desarrollado como una nueva característica del representante popular en el gobierno.
Bolivia, a través del liderazgo continental de Evo Morales, ha concitado la plena identificación y apoyo de los pueblos originarios e indígenas a lo largo del continente; ellos se ven reivindicados ante la historia por la figura del presidente indio, que expresa simbólicamente que ha llegado el tiempo de los pueblos indígenas. Nuevas luchas y reivindicaciones en curso, hoy se atizan en el continente ante sus respectivos gobiernos, demandando participación política y territorio como reivindicación histórica.
El tema indígena y el de la construcción de sociedades más justas y equitativas, deben ser parte de la agenda política latinoamericana y por decisión de los mismos pueblos; ello provoca de que las estructuras establecidas de dominación y exclusión se vean interpeladas, generando inseguridad regional en las viejas formas de organizar el poder; pero al mismo tiempo provocando una nueva forma de entender, crear y participar en democracia, donde nadie pueda ser excluido y la seguridad fundamental se encuentre en la capacidad de los estados para comprometerse a mejorar la calidad de vida de sus poblaciones, en el marco de su participación y desde las identidades originarias e interculturales que son el sustento de nuestro ser latinoamericano.
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