Después de muchos años de escribir, militar y polemizar sobre cuestiones políticas, sorprendentemente me encuentro ahora en duda acerca de lo que significa «ser progresista». En países como el nuestro, donde existe una larga historia de intromisión del capital extranjero y donde la cuestión nacional adquiere importancia fundamental, entendí siempre que la incomprensión de este […]
Después de muchos años de escribir, militar y polemizar sobre cuestiones políticas, sorprendentemente me encuentro ahora en duda acerca de lo que significa «ser progresista».
En países como el nuestro, donde existe una larga historia de intromisión del capital extranjero y donde la cuestión nacional adquiere importancia fundamental, entendí siempre que la incomprensión de este hecho era uno de los flancos débiles del llamado «progresismo» pero, a pesar de ello, estimé que su defensa de los Derechos Humanos, de las leyes de mejoramiento social, del rechazo al oscurantismo (por ejemplo, apoyo al aborto gratuito, al divorcio, etcétera), su abominación del franquismo, el fascismo y el nazismo, podrían llevarlo, en algunas ocasiones, a acompañar a las mayorías de los sectores económicamente postergados en su lucha por el ascenso social.
A pesar de las experiencias del 45 y del 55 -y de tantas otras veces- mi buena voluntad me llevó a suponer que en determinadas ocasiones podían ser aliados circunstanciales de las mayorías populares, aunque fuera para alejarse del mundo de los privilegiados. Ponía también mi esperanza en que generalmente son sectores politizados y sopesan bien las consecuencias de su voto cuando están en el cuarto oscuro. Pero frente a las próximas elecciones estoy perplejo. En nombre del progresismo y ante la disyuntiva Scioli-Macri, sectores autodenominados «progresistas» sostienen que votarán en blanco o se abstendrán pues no advierten diferencia alguna entre ambos candidatos.
Por esta razón -y para que no incurran en un error del cual luego se lamentarán- considero conveniente recordarles algunas cosas.
Dejando por ahora las cuestiones nacionales, ¿Olvidan quienes son los amigos de Mauricio en el campo internacional? Se los recuerdo: en 2008, se reunieron los integrantes de la Fundación Libertad y según Pagina/12 (24 de febrero) fueron: «Un agente de la CIA, un egresado de las Escuela de las Américas, buena parte de los expresidentes de derecha de Sudamérica de los últimos 20 años incluido el mejicano Vicente Fox, un grupo de intelectuales liberales, anticastristas y antichavistas, el halcón Roger Noriega, el ex mandatario de la derecha española José María Aznar y por la derecha vernácula, Mauricio Macri.» Se juntaron con motivo de ser el aniversario de la fundación Libertad y el encuentro «tuvo por objetivo aglutinar a los partidos de derecha ante lo que consideran un avance de los gobiernos populistas de la región». Además, participaron tres intelectuales, también de derecha: Rosendo Fraga, Marcos Aguinis y Mario Vargas Llosa, y un periodista clave del diario La Nación: Claudio Escribano.
Poco después, de regreso en Buenos Aires, Macri condecoró a José María Aznar, que junto con Mariano Rajoy, ha hundido a España en la desgraciada situación que sufre hoy.
Otra reunión semejante se dio en octubre de 2010 en Buenos Aires, organizada por la fundación para el «Análisis y los Estudios Sociales», presidida por el mismo Aznar, en conjunto con la «Fundación Pensar» de Mauricio Macri. Allí participó el antichavista venezolano Ledesma Díaz quien declaró entusiasta: «Queremos defender el derecho de propiedad.» Y también participó el representante de la derecha chilena Sebastián Piñera, quien sostuvo que en la región hay dos modelos: uno es el bolivariano y otro, el de la libertad.
En ese encuentro también estuvo Laura Alonso, quien a su vez, es asidua visitante de la embajada de Estados Unidos en la Argentina, cuya fundación recibe financiación de Paul Singer, uno de los multimillonarios buitres que acosa a la Argentina, por su deuda externa. Un periódico comentó que «todas estas entidades tienen el apoyo y han recibido donaciones de la poderosa Fundación Nacional por la Democracia que concentra todos los fondos del congreso estadounidense y apoya la línea del Departamento de Estado» (17/10/2012). Otros participantes de ese cónclave fueron Iván Petrella, de la fundación «Pensar», del PRO, quien sostuvo la necesidad de terminar con la gratuidad de la enseñanza universitaria y Vicente Massot, un troglodita de La Nueva Provincia de Bahía Blanca, hombre tan audaz que, en otra oportunidad, llegó a sostener la necesidad de aplicar torturas a los detenidos.
En la misma época, visitaron a Macri, en Buenos Aires, los chilenos Jovino Novoa y Felipe Salaberry, pinochetistas, quienes le trajeron el aplauso de la UDI (Unión Democrática Internacional), considerada como la organización de partidos de centro derecha -lo de «centro» es sólo un decir- con más de 80 países miembros. Un periódico los definió como «herederos del Plan Cóndor, de Pinochet a Unión-Pro» (Sur, 13/10/2009).
No sería extraño que en estas reuniones donde concurrió el PRO gozosamente, hubiese concurrido también el candidato a concejal por el macrismo de la localidad santafesina de Gálvez, el veterinario Julio Fornari quien tuvo amables referencias para las villas cercanas a su casa, según informó Clarín el 3/9/2009: «Hay que ir y prenderles fuego para evitar que crezcan por que son como las ratas, tienen cría todos los días. Y las autoridades permiten que viva esa montonera de ratas… La única solución es juntarnos 100 vecinos, y prenderles fuego. Quemarlos.»
Esta suposición mía no es aventurada porque seguramente las mismas inclinaciones alentaron las acciones de la UCEP (Unidad de Control del Espacio Público) inventadas por Mauricio para resolver los problemas sociales en la Ciudad de Buenos Aires.
Esto sería suficiente para que un verdadero progresista, después de revisar minuciosamente los archivos de Scioli, comprendiese que los dos candidatos no son lo mismo y que votar en blanco implica apoyar concretamente a Macri junto a todos estos personajes.
Entonces, ¿De qué progresismo hablan? ¿En qué consiste el «progresismo» de Victoria Donda, capaz de pasearse por las playas marplatenses de la manito de Prat- Gay, asesor del grupo Loma Negra (Fortabat) y detectado por haber facilitado la salida de divisas del país, después de haber sido funcionario del FMI? ¿Se trata de un «progresismo yanqui» que hasta sería capaz de acompañar en su campaña eleccionaria a Donald Trump, junto al Tea Party y lo más reaccionario de Estados Unidos, quien fue socio de Macri en el negocio de Lincoln West, en Manhattan?
¡Como para no estar perplejo!