Ya han pasado más de 15 días desde el atentado a Cristina. Como las olas del mar cuando llegan a la orilla, el impacto del acontecimiento disminuye. Pero aumenta la dimensión del problema que éste encierra.
Una multiplicidad de “ruidos”, todavía no nos permiten saber cómo se llegó hasta ese punto y hasta dónde pueden llegar las complicidades por tal acontecimiento.
En estas dos semanas la centralidad de Cristina ocupó el escenario político. Algunos muy importantes situaciones quedaron opacadas por ese intento de magnicidio, con sus investigaciones en marcha y las versiones –de todo tipo- que están circulando. Progresivamente, sin olvidar el significado del atentado, van recuperando su presencia dominante los hechos vinculados a la situación económico social.
Entre esos hechos se destacan: La profundización del “Ajuste” y del extractivismo minero, para seguir cumpliendo los compromisos con el FMI; la inflación, que carcome la vida, mantiene su vitalidad; el largo viaje de Massa a la potencia americana y el llamativo rol de un embajador de esa potencia que se ha transformado, para la dirigencia kirchnerista, en el Tom Hagen, el leal “consigliere” (consejero) de Vito Corleone, en “El Padrino”.
La profundización del «ajuste» y del extractivismo minero
Los mayores objetivos de Sergio Massa son profundizar el ajuste para reducir el déficit fiscal y conseguir los dólares para aumentar las reservas que “tranquilicen” a los grandes operadores mundiales. Supone que ese “Programa económico” puede ser el sustento político que le permita “llegar” en condiciones aceptables al 2023 y si las cosas dan… ¿porqué no? animarse a la Presidencia.
Con esos objetivos fue a la capital del poder occidental. Después de hacer todos sus deberes, culminó su gira con la visita a Kristalina Georgieva, mandamás del FMI. Allí, como en las viejas libretas de calificaciones, Georgieva estampó: ¡Felicitaciones, continúe así! y agregó: “Celebro los esfuerzos para estabilizar la economía y asegurar un crecimiento sostenible e inclusivo, bajo los principios del orden fiscal y la mejora de la cobertura de reservas”.
Los “esfuerzos” los pusieron las grandes mayorías con los conocidos recortes (en salud, vivienda, educación) y el “orden fiscal” son los tarifazos (en agua, energía y gas) en pleno desarrollo. A todo eso hay que agregarle nuestros bienes comunes (mal llamados recursos naturales) que estamos entregando, como el vendedor de baratijas “a precio de remate”. Para allegar recursos, no solo pretendemos seguir endeudándonos sino que –de ese modo- consolidamos las condiciones de entrega de nuestros minerales, particularmente el litio.
Como un testimonio de lo que nos cuesta cumplir con los objetivos del FMI, en este caso aumentando las reservas del Banco Central, es bueno recordar que los recursos que el Estado deja en manos sojeras son superiores a los “ahorros” que significaron los recortes presupuestarios producidos hasta ahora y son equivalentes a 7 meses del bono de $ 7 mil, para jubilados, que está anunciando el gobierno.
La continuidad de la inflación, que carcome la vida
El miércoles se anunció la inflación de agosto. La cifra, del 7%, fue apenas inferior a la de julio (7,4%), pero algo superior a las estimaciones de las consultoras. Si –a los datos oficiales- agregamos que los precios en los negocios de cercanía- tienen valores superiores a los que tienen los grandes supermercados, tendremos que la inflación para los sectores mayoritarios es aun superior.
La inflación de agosto fue del 7% y acumuló 78,5% para los últimos 12 meses y 56,4% para los primeros 8 meses de este 2022. Si la inflación sigue subiendo a un ritmo del 6% mensual, para fin año tendríamos alrededor del 95% de inflación para este 2022.
Según la reciente medición del INDEC, si observamos la inflación por regiones, el mayor incremento mensual fue en las provincias del NEA y NOA con el 7,6% y el menor en la Patagonia, con el 6,4%.
Viaje al centro imperial y desamanos al «embajador consejero»
El Presidente viajó al centro del poder financiero internacional. Allí el embajador de nuestro país –Jorge Argüello- le preparó una agenda de calidad. Cuatro reuniones fueron las más significativas. Se iniciaron con lobistas de organizaciones judías, continuaron con 30 empresarios y la Reserva Federal, para culminar terminando con la reunión con el FMI.
Las primeras reuniones de Sergio Massa en EEUU fueron con el Comité Judío Norteamericano (AJC), integrado por legisladores judíos y con el Comité de Asuntos Públicos EEUU/Israel (AIPAC), el mayor lobista de la política exterior de los EEUU, integrado por judíos evangélicos sionistas. Esa fue una puerta de acceso a la política grande de los EEUU, allí Massa se comprometió a que el próximo Congreso Judío Mundial, a realizarse este año, deliberaría en el edificio del Parlamento Argentino.
Le siguió una reunión con los directivos de más de 30 empresas norteamericanas que tienen inversiones en nuestro país, a quienes dio a conocer las ideas macroeconómicas que guían su acción de gobierno.
Antes de culminar sus gestiones no podía faltar la reunión con Janet Yellen, quien está al frente del Tesoro de los EEUU, institución en la cual los “fondos buitre” de Black Rock tienen la máxima influencia y es el paso obligado para negociar con el FMI.
A pocos metros de las oficinas del Tesoro de los EEUU se encuentra el despacho de Kristalina Georgieva, autoridad del FMI. Allí le hicieron saber que el Informe de setiembre estaba aprobado, solo faltaba la formalidad de las firmas. La Argentina tendría los recursos para cumplir sus pagos con ese organismo y ahora, hasta diciembre, tenía para retozar y preparar las condiciones para ese próximo examen.
En esta gira Massa tuvo la sensación que estaba “tocando el cielo con las manos”, no le llegaba la sensación que el país seguía descendiendo a los “infiernos” tan temidos.
A la par de lo que ocurría en oficinas de Washington aquí se viven tiempos más que llamativos. En el predio palermitano de la Embajada de los EEUU eran recibidas, como si fueran viejos amigos, inesperadas visitas.
Formales fotos dejaron testimonios de las mismas. Esos “invitados”, porque evidentemente lo eran, no provenían del PRO, tampoco del viejo radicalismo o los más noveles libertarios, ¡No! Al fin y al cabo, en esos casos, esas visitas no serían “inesperadas”. Éstas provenían del corazón del peronismo. Eran representantes o “avanzadas” de los tradicionales aparatos sindicales. Esta semana hubo otra visita y por primera vez fue recibida en la embajada una delegación de la central alternativa a la CGT, se trata de la ultrakirchnerista CTA de los Trabajadores. En nombre de la misma participaron los docentes Hugo Yasky, secretario general de esa CTA, y su adjunto, el bonaerense Roberto Baradel.
Como ratificando que el sindicalismo acompañaba los nuevos aires del gobierno, el “combativo” Pablo Moyano -en declaraciones periodísticas- manifestó su embeleso con motivo de su reciente visita a la Embajada y lo puso en palabras diciendo: “nos sorprendió Marc Stanley. Es mucho más peronista que muchos de los nuestros”.
Con estos datos en la mano da la impresión que para esa dirigencia hay grandes cambios en el peronismo, como titulara un medio de prensa: Del “Braden o Perón” a “Stanley es Perón”.
Paradoja argentina (ahora cooregida); crecía el consumo mientras perdían los salarios
Argentina, un país lleno de paradojas, algunas se van corrigiendo (para bien o para mal) mientras otras continúan vivitas y coleando. Son muchos y variados los ejemplos. La riqueza pampeana, que no puede ocultar la miseria que domina en los territorios de las provincias del NOA y NEA es uno de ellas. Ella fortalece la paradoja existente entre la europeizada Buenos Aires y su puerto respecto a lo que pasa en el llamado “interior”.
Otra manifestación es el profundo endeudamiento que tenemos como país mientras la plata de los argentinos está a buen resguardo en el exterior; ella se corresponde a la distancia que separa una riqueza exuberante que parece imposible ante los ojos de una miseria que espanta.
Choca, en la memoria colectiva, la historia de la “movilidad ascendente” de una multitud de argentinos –en tiempos pasados- respecto a la “movilidad descendente” o empobrecimiento actual de buena parte de sus herederos.
De la propuesta belgraniana de un Rey Inca y con capital en el Cuzco a esta realidad massista de una vergonzosa dependencia imperial, con una capital por donde se va nuestra producción y viene la cultura de quienes nos dominan.
Del FMI considerado un enemigo de la humanidad devenido en un ente considerado el principal aliado de un gobierno que nació del voto peronista.
O la paradoja del “Negro Falucho” (Antonio Ruiz), luego “corregida” por el pensamiento supremacista de los blancos europeos. Se trataba de un afrodescendiente cuya estatua tuvo en el año 1897 un lugar privilegiado en las proximidades del monumento a San Martín (en la plaza del mismo nombre) y que después -con la avalancha de la inmigración europea- cediera a la realidad del racismo imperante, deambulando por diferentes sitios (entre 1910 y 1930) hasta perder notoriedad.
Todas estas paradojas son antecedentes de una, muy importante, que tuvo vigencia hasta tiempos muy recientes: “Crecía el consumo” pero al mismo tiempo, contrariando las expectativas y el sentido común de los economistas, caían los ingresos salariales.
Pero la realidad y los datos del mes de agosto corrigieron esta “anomalía argentina”. Los datos del primer semestre de este año convalidaban esa extraña tendencia que tenía nuestra economía. Los salarios habían perdido el 1,9% respecto a la inflación, pero el consumo había aumentado el 4,4%.
Esa importante diferencia tiene una causa muy contundente. El común de los argentinos consumía todo lo que podía, no había ninguna razón para ahorrar un dinero que se estaba desvalorizando rápidamente.
Pero las cosas fueron cambiando en los meses de julio y agosto. Esa voracidad consumista encontró su freno forzoso. La inflación del 7,4% en Julio y del 7% en agosto, le pusieron límites. Durante Julio el consumo tuvo una brutal caída del 7,3% y la pérdida salarial fue del 3,5%. En agosto los datos fueron parecidos, el consumo volvió a retroceder otro 7,3%, mientras que el incremento de los salarios quedó por debajo de esa cifra, aunque todavía no se cuente con cifras oficiales al respecto, el estimado conocido evalúa que éstos crecieron alrededor de un 6%, es decir 1,3% por debajo de la inflación.
Ahora sí las cosas vuelven a su lugar. El gobierno “festeja” sus 1000 días de gobierno, para algarabía del poder real, pero -de este lado del mostrador-, donde están los millones, ya no hay plata para mantener el consumo por encima de la decadencia de los ingresos. En consecuencia, pierden los salarios y cae el consumo. Esta situación merece un aviso: ¡Bienvenidos a la Argentina real!
Juan Guahán. Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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