El año 2021 fue bravo para la Argentina y, tal como pinta, este 2022 no le va a ir a la zaga. Las cuestiones centrales que tienen que ver con la complejidad del año que acaba de terminar las podemos sintetizar en algunos temas claves.
Del mismo modo las consideraciones sobre las perspectivas del año naciente serán indicadas como desafíos a los que habrá que dar respuesta.
Todo ello acontece en el marco de una realidad de Nuestra América que vive cierta euforia ante el regreso de corrientes progresistas y en medio de los peligros de una realidad mundial marcada por conflictos que tienen como principales protagonistas a China, EEUU y Rusia.
Los temas que caracterizaron al 2021 argentino
En medio de la COVID y la crisis económica el gobierno afrontó las elecciones y es posible que sean estas características las que van dejando una sensación que contradice los propios resultados. El gobierno logró, con bastante éxito, transformar en fortalezas sus propias debilidades. La oposición, enamorada de su triunfo electoral, ya piensa en el reparto de poderes.
Confiados que esa victoria es preludio del 2023 exhiben a propios, amigos y adversarios sus apresuradas apetencias por volver a los sillones que tuvieron que dejar en medio del desastre del 2001. Da la impresión que el “Programa” son los sillones. Los festejos, manotazos y zancadillas demuestran la calidad del futuro que preparan. La disputa por la candidatura presidencial y la ausencia de una conducción aceptada son cuestiones no resueltas, que afectan sus ilusiones de volver.
Datos positivos de la economía no llegan al pueblo. La “fábrica de pobres”
Tal como se esperaba el crecimiento económico de este año prácticamente igualó la baja que tuvimos en el 2020 y volvemos al mismo lugar que estábamos antes de la pandemia.
Lo que sí creció es la desigualdad, por eso los avances no se sintieron en el bolsillo de los sectores populares. Los mejores datos macroeconómicos tienen que ver con los mayores ingresos por la suba de los precios internacionales y la recuperación económica después de la caída del 2020. Esos factores positivos fueron al bolsillo de los más ricos, poderosos y concentrados.
La inflación, como consecuencia que el Estado pone plata para tapar agujeros y no para promover la producción, es una muestra del creciente empobrecimiento de las mayorías y de cómo ese recurso sólo conviene al Estado -para que sus deudas sean más pagaderas- y al poder económico que promueve y usa la inflación para beneficiarse.
Que la pobreza haya crecido en la franja de niños y adolescentes muestra la insensatez de las políticas de este Estado decadente.
Los desafíos del 2022
Además de terminar con el COVID 19, como un protagonista fundamental de la vida cotidiana, para este 2022 habrá que poner el ojo en cuestiones como el modelo económico vigente y el no respeto a la naturaleza,
Primero, es imprescindible cambiar el modelo económico, ante la evidencia su reiterado fracaso. Los datos positivos y negativos del 2021 muestran que no tenemos salida en los marcos del sistema vigente. Los sectores más reaccionarios siguen haciendo su agosto en desmedro de las mayorías. aprovechan el escudo que le proporciona esta versión de un peronismo gobernante que no parece tener otra idea que el mantenimiento de un asistencialismo que se está demostrando que es insuficiente.
El modelo productivo centrado en un capitalismo caduco, que solo busca la mayor ganancia, facilita la mencionada concentración. Todo ello va de la mano de una degradación ambiental, el cambio climático, que explota por los cuatro costados. Por diferentes lugares de nuestra geografía brotan los incendios forestales que son el botón de muestra de lo dicho.
La ineficacia de todo el espectro político, que gobernó estos 38 años de vida “democrática”, es vergonzante. Es llamativo que para los grandes temas que garantizan la continuidad del actual sistema: la profundización del sometimiento y una mayor miseria para nuestras grandes mayorías, la mentada “grieta” prácticamente se diluye.
Claro que no son lo mismo, en muchos aspectos, las políticas de la oposición neoliberal con las del peronismo. Pero al no haber un cambio valiente y sustancial, se va imponiendo la continuidad de políticas que afectan al pueblo y debilitan a la Nación.
El no respeto a la naturaleza: otra de las causantes de estos problemas
La deforestación, la destrucción de los humedales y glaciares, el avance de la peor minería, la concentración económica y los cultivos transgénicos, son símbolos de lo que nos pasa. En estos temas, detrás del griterío y las chicanas que rigen la relación entre oficialismo y oposición, no se ven grandes diferencias.
Sus debates se parecen más al berrinche de chicos malcriados, por el juguete que más les gusta -gobernar sacándole jugo a la crisis- en lugar de buscar el bien común, la justicia social y la soberanía que se debe tener como Nación. En el seno del pueblo y de sus organizaciones tampoco se le asigna la importancia que realmente tienen.
Algunos ejemplos iluminan lo dicho.En materia forestal en el año 2007 se aprobó la Ley de Bosques, por iniciativa del diputado Miguel Bonasso. Recién se la reglamentó dos años después y realmente no se aplicó nunca. Ello motivó que Bonasso abandonara al kirchnerismo y se refugiara en una especie de ostracismo político.
En la misma línea, la Provincia del Chaco aprobó en noviembre del 2020 una Ley que prohibía los desmontes. La realidad es que esa provincia, junto a Santiago del Estero y Formosa, siguen a la cabeza de los desmontes. La hipocresía cotiza en Bolsa, paga bien y siga… siga!
Es un país que está patas arriba. Los humedales representan el 21% de la superficie del país y allí –fundado en su falta de cuidado u otros intereses, menos involuntarios- se desarrollan constantes incendios que se agravan en el delta del Paraná.
Algo semejante pasa con los glaciares cordilleranos, cuyo futuro está cuestionado por las explotaciones mineras, las que fueron –en estas semanas- el símbolo de un país que su dirigencia no ama, no quiere. Las heroicas puebladas de Chubut pudieron contener una agresión, pero es difícil saber hasta cuándo resistirán las trampas que esa misma dirigencia seguirá ensayando.
El ejemplo de un cultivo tradicional como el triguero, siguiendo el mismo camino sojero es digno de mencionar. En octubre del 2020 se aprobó el cultivo del primer trigo transgénico del mundo. Contra las leyes de la naturaleza, Roberto Salvarezza, el Ministro de Ciencia y Tecnología, dijo (sin sentir vergüenza) que eso era una “herramienta importante para la economía”.
Las diferentes formas del extractivismo, en beneficio de potencias extranjeras y el gran capital, es una política de Estado que oficialismo y oposición respetan a rajatabla.
Otra “perlita” que nos habla de nuestra inviabilidad, si no se producen cambios profundos. A pesar de ser un país agroexportador, que vive de la riqueza de su tierra, tenemos una población rural que sólo alcanza al 7% del total. La concentración de la producción agraria vació de campesinos al campo. La población “sobrante” se sigue hacinando en la periferia de las grandes ciudades. Allí sobrevive con los planes sociales pero sin producción, ni futuro, para ellos y sus hijos.
Estos son algunos indicadores de porqué el país está como estás. Mientras oficialismo y oposición sostienen –como si estuvieran de acuerdo- estas nefastas políticas, la sociedad se acerca a sus puntos más críticos. No estalla –por ahora- porque un insostenible asistencialismo permite una supervivencia cuya continuidad nadie puede asegurar.
Hay un concepto que sintetiza estos desafíos que están allí y que el 2022 debería ser un tiempo para asumirlos y generar caminos para superarlos. Se trata de la relación entre el respeto a la naturaleza y los agronegocios, una síntesis imposible.
Para los agronegocios -con sus fertilizantes sintéticos y los pesticidas químicos- con la mayor ganancia como meta, la tierra no es la casa donde vivimos sino la infraestructura para su mayor ganancia. El producto no son alimentos para reproducir la vida, sino una parte del negocio regido por las conveniencias del mercado.
La deuda externa y el Fondo Monetario Internacional son otras consecuencias de este modelo sin destino, que la dirigencia sostiene y sobre el cual muchos sectores populares debaten poco y nada, sirviendo –sin quererlo- al juego propuesto por el sistema. Si se quiere tener futuro, ha llegado el tiempo de darle atención a estos problemas, no solo por los argentinos de hoy sino por el porvenir que dejamos.
Juan Guahán. Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.