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Javier Sicilia: “Estamos dando los primeros pasos de esta gran cruzada para dignificar el país”

Si el crimen está organizado ¿por qué nosotros no?

Fuentes: Narco News

Antes de la Caravana del Consuelo, muchas de las familias que habían perdido a los suyos durante la guerra contra las drogas les recordaban en la intimidad de los salones de sus casas. Vivian bajo el yugo del miedo impuesto por la criminalización de las víctimas por parte del gobierno y no se atrevían a […]

Antes de la Caravana del Consuelo, muchas de las familias que habían perdido a los suyos durante la guerra contra las drogas les recordaban en la intimidad de los salones de sus casas. Vivian bajo el yugo del miedo impuesto por la criminalización de las víctimas por parte del gobierno y no se atrevían a levantar la voz del llanto para pedir justicia. Ahora, como resultado de la caravana, muchos se conocen y se reconocen entre ellos, se atreven a salir a la calle y a decir que su hijo, hija, marido, esposa, padre, madre, no era un criminal. Familias que no se conocían empezaron a compartir el dolor, abrazándose entre si, en la calle, para pedir paz, justicia y dignidad.

El reconocimiento de unos con otros, el compartir historias de vida y de muerte, el dolor, el consuelo, el amor, las ganas de que se haga justicia, de dignificar el nombre de sus familiares, amigos y vecinos. Esto es lo que une a María Elena Herrera Magdalena de Morelia, que tiene 4 hijos desaparecidos con los padres de Juan Martín Ayala y de Sarahy Méndez Salazar asesinados en San Luís Potosí. Esto une en abrazo y consuelo a María América Nava de Ecatepec (estado de México), a quien le asesinaron a su hermano, un luchador social, con Nepomuceno Moreno, venido desde Sonora y que subió a la caravana para seguir pidiendo justicia para su hijo. Estela Ángeles Mondragón, indígena rarámuri, (tarahumara) comparte con ellos el constante peregrinar en su caso, desde la sierra a los tribunales, para reclamar justicia para su hija que fue baleada y por su marido asesinado.

Gloria Aguilar Hernández salió para denunciar la desaparición de su marido y sus hijos y se abraza con Melchor Flores Landa, padre del joven asesinado conocido como el Vaquero Galáctico, que quería ir a Barcelona a trabajar como estatua callejera en Las Ramblas bajo su atuendo de vaquero plateado. El padre de la universitaria de Monterrey, Gabi Pineda comparte el dolor con Soledad Marina, de Ciudad Juárez, a la que le mataron a su hijo grafitero. Todas las víctimas que han alzado su voz durante la Caravana se unen a ellos en este constante «hacer camino», como dijo Estela en tarahumara «bohuerasa». Todos alzaron su voz y a ellos se unieron, con pancartas, fotografías de rostros inocentes, nombres, lágrimas, abrazos, los familiares de las víctimas de esta guerra.

Como un Sol que atrae hacia su órbita planetas enteros de familias que se habían quedado aislados y destruidos por la militarización de la guerra contra las drogas desde 2006, Sicilia ha congregado a las voces de más al norte de Chihuahua, como Julián Julián LeBaron y Olga Reyes, del sur de Cancún, Quintana Roo, como Teresa Carmona, madre de Joaquín, estudiante de arquitectura en la Universidad nacional, asesinado en su apartamento en Ciudad de México el año pasado.

Durante esta Caravana del Consuelo que, en palabras de Sicilia significa «estar con la soledad del otro» no solamente se han roto silencios, se ha roto con el miedo a salir a la calle provocado por la criminalización de las víctimas que llevó a la atomización y a la fracturación de la sociedad mexicana. Este es el primer gran paso de esta Caravana.

Visibilizar, organizar, actuar

Como dijo Artemisa Ibarra, que denunció en Chihuahua la desaparición de su hermano Aristófanes Ibarra Rodríguez «Nuestro México está despertando de esta apatía por el dolor ajeno, por la injusticia, de esta apatía que ha permitido que la violencia creciera a estos niveles»

El primer paso: visibilizar, conocerse, ver quien está ahí, poner nombre y apellido a todos y todas los que están sufriendo la violencia indiscriminada en su cotidianidad, para que vean que no están solos, para que se empiecen a tejer redes de solidaridad, y a exigir al gobierno, sin miedo, porque no son ni uno ni dos, son todas las familias y conocidos de 40.000 muertos. Se acabó con la apatía.

En este sentido, como dijo Javier Sicilia el pasado sábado, al finalizar la caravana, «el gobierno tiene que ver que la gente salió a la calle, que visualizamos su dolor. Simplemente estamos haciendo lo que el gobierno no hace. La gente saliendo al paso de las carreteras para evitar ser víctimas que va a borrar el sistema.»

Organizarse para ser agentes del cambio

El pasado sábado, finalizó la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad que partió de Cuernavaca (Morelos) el 4 de junio y que recorrió la «geografía del dolor» durante ocho días hasta llegar a Ciudad Juárez (Chihuahua). Después de atravesar 11 estados mexicanos parte de la comitiva cruzó la frontera con Estados Unidos para reunirse, en El Paso (Texas), con más víctimas de la guerra contra las drogas, exiliados políticos y mexicanos y mexicanas que dejaron su país de origen porque, como dijo Sicilia durante el Acto Público en la Plaza Lagarto de este estado norteamericano, «el suyo no les daba lo que necesitaban.»

Echando la vista atrás, recordamos los momentos de los actos públicos en las ciudades que definieron «la ruta del dolor», siempre atentos a la posibilidad que alguien desvelara, aunque fuera entre líneas, alguna estrategia o táctica inicial para dar forma y continuidad al movimiento después de la caravana. Nos dieron algunas pistas, a veces entrelíneas.

Claramente, los protagonistas de la nueva historia mexicana serán los que se unan para organizarse bajo el lema del ¡Ya Basta!, los que decidan, como dijo LeBaron durante su discurso en Chihuahua, ser agentes del cambio y trabajar activamente en sus comunidades:

«Hoy me bajo del autobús de las víctimas. Así debe ser.

«No puedo viajar en él toda mi vida. Es tiempo de ser agentes del cambio y trabajar activamente en comunidad para que los que todavía no nacen aspiren a un futuro de Paz»

En San Luís Potosí se comenzó a hablar de la necesidad y la responsabilidad de los ciudadanos de organizarse para combatir la violencia. Cuando Julián LeBaron dijo: «La violencia está en nosotros. Las instituciones, gobierno, ejército y policía también son ciudadanos no son cosas, ajenas a lo humano. Cada uno de nosotros tiene su responsabilidad en esta lucha». Este fue sin duda, un punto de inflexión. A partir de este momento, los discursos más apelativos llamaban a la organización comunitaria y al compromiso colectivo.

La intervención de LeBaron en Zacatecas, invocaba a lo indispensable, al paso numero uno, que es conocer a nuestros vecinos para luego identificar lo que cada uno puede aportar para construir un movimiento que, desde la base, sirva para trazar una red de ciudadanos que refuercen el tejido social y participen, que ocupen sus lugares de decisión, que se apoderen de sus calles para que finalmente puedan transitar libremente por ellas, gente dispuesta a luchar por una democracia real.

«Comenzaron a organizarse en cada cuadra de las colonias donde viven. Me platicaron que los vecinos se juntaban e iban tocando, puerta por puerta, casa por casa y se presentaban entre ellos con nombre y ocupación:

– Buenos días, me llamo Julián, construyo casas.

– Yo soy María, soy maestra.

– Somos vecinos, usted como se llama y a qué se dedica Queremos conocernos mejor y crear una comunidad en esta cuadra…

«Dicen que al día siguiente de hacer esto, algunas personas desaparecían, dejaban de vivir en esa cuadra. Seguramente se dedicaban a algo deshonesto. Qué pasaría si todas las cuadras de una colonia hicieran esto y después todas las colonias de una ciudad, y después todas las ciudades de un estado y después todos los estados del país. ¿En dónde se esconderían los criminales de México?»

Y fue precisamente en Chihuahua, durante la marcha hacia el zócalo, donde leímos el lema de una pancarta que reclamaba la necesidad de conocerse, de saber el uno del otro, de organizarse: «Si el crimen está organizado, porqué nosotros no?» La ciudadanía esta dispuesta a hacer el paso.

«Volver a Gandhi, volver a King»

En menos de 3 meses, desde el asesinato de Juan Francisco Sicilia, se ha caminado, y mucho. Y se ha caminado porque des del inicio fue la ciudadanía quien quiso caminar y quien siguió y apoyó las acciones de resistencia civil que se fueron llevando a cabo. Acciones que, como recordó Sicilia en rueda de prensa en El Paso, se han llevado a cabo en distintos momentos: desde que organizaron el plantón en la Ciudad de Cuernavaca y llenaron el zócalo de placas con los nombres de las víctimas de esta guerra, también con la marcha noviolenta que partió desde esta ciudad a México, y sobre todo a través de la misma Caravana que recorrió la ruta del dolor, mostrando que lo que el pueblo quiere, que es poder transitar tranquilamente por sus calles. La visita al procurador en Monterrey la madrugada del día 7 de junio durante la parada de la caravana en dicha ciudad en la que se le exigió, junto a la presión ciudadana, que se movieran 9 casos emblemáticos que estaban atascados para que en un mes den noticias de los avances fue otra acción de resistencia civil. También lo fue la propuesta de poner las placas de los asesinados y desaparecidos en las entradas de los palacios municipales de gobierno allí donde paraba la caravana que, con su caminar y su destino a Juárez.

En definitiva, Sicilia llamó a la acción noviolenta y a la resistencia civil en varios momentos de la caravana recordando siempre que, a su modo de ver «La resistencia civil es inventiva pura hacia los problemas» y alegando que «hay que volver a la era Gandhi, hay que volver a la era Luther King».

Fue en Juárez, el «epicentro del dolor» donde se firmó el Pacto Ciudadano basado en los 6 puntos que se leyeron en el Zócalo de la Ciudad de México el día 8 de Mayo. Durante la mañana del día 10 de Junio se organizaron mesas de trabajo entorno a temas clave (verdad y justicia, fin de la estrategia de guerra, seguridad ciudadana, corrupción, juventud, recuperación del tejido social, democracia participativa y representativa, derechos y cultura indígena). De estas mesas salieron muchos puntos que hay que seguir trabajando o incluso empezar a trabajar, pero para continuar caminando, según Sicilia, habrá que hacerlo bajo un acuerdo de mínimos y no «empezar con cien demandas» cuando la base aun no es sólida. (ver nota de Al Giordano, Un Movimiento Mexicano en la encrucijada: Un Pacto de papel o una comunidad organizada? Narco News, 16 de Junio, 2011)

Después de la lectura de cada una de las relatorías de las mesas de trabajo Sicilia reconoció que lo que se hizo forma parte del proceso, de este ejercicio democrático «Yo siempre he creído que la democracia es un horizonte que a veces aparece, nunca está plena. La democracia ha aparecido en cada marcha en cada momento en que hemos caminado y que hemos visibilizado a las victimas y nos hemos arropado, consolado, alimentado, allí ha estado la democracia, emergiendo, para volver otra vez a sumir en las profundidades de los procesos y volver otra vez a emerger y mantenerse como un horizonte. Creo que ha sido un gran ejercicio» y terminó con las palabras de un discípulo de Gandhi: «no importa tanto el fruto del árbol cuanto haber caminado hacia él» (bohuerasa).

«Estamos en marcha y seguimos en marcha y en cada momento y a cada paso de esa marcha emerge un momento la democracia para mostrarles a quienes no la quieren, a los señores del poder, a los señores de la muerte que México sigue siendo tremendamente democrático y va a pelear por su paz, su justicia y su dignidad»

Y es que como dice Eudardo Galeano, la utopía sirve para caminar «La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Para eso, sirve para caminar»

«Formemos ejércitos no violentos»

Nadie debe esperar, con razón, que un poeta, padre de Juan Francisco, asesinado fruto de la guerra a las drogas, en tan solo diez semanas, tenga todas las respuestas a las preguntas que se refieren a cómo cambiar una nación. Sin embargo, Sicilia ha respondido ya a algunas de las preguntas correctas: que el camino para poner fin a la violencia debe ser el de la noviolencia, que los nombres y los rostros de los 40.000 muertos de esta guerra deben ser visibilizados y que sus familiares y los supervivientes de la guerra constituyen una base social de gran alcance y compromiso para iniciar un movimiento nacional para dignificar a su país.

Julián LeBaron, durante la Caravana del Consuelo, ha dado ejemplos de organización comunitaria a través de mensajes cotidianos que apelan a una nueva generación de mexicanos y mexicanas dispuesta a trabajar para el cambio. A todos ellos los convocó de nuevo en El Paso para, como dijo en su discurso, «formar un ejército noviolento y defender a nuestro país en contra de la violencia». Habló de «una nueva raza mexicana que ya no inclina su cabeza ante las amenzas, la política o cualquiera que ataque a otro mexicano (…) que esta creando un nuevo país, un país que tiene dignidad, orgullo y honor»

En palabras de LeBaron, «el reloj avanza mientras la mano del crimen aprieta el corazón de nuestro país en un puño sangriento»

Los próximos pasos para que el movimiento obtenga los frutos de estas semillas plantadas en medio del desierto del Norte mexicano que recorrió la caravana durante ocho intensos días, que consiguió romper con la apatía de muchos y con el miedo de otros, está pronta para construir ejércitos noviolentos. Porque como bien dijo Sicilia, «El dolor convoca a la unidad, y el dolor no tiene ideología»; la base existe, se está trabajando. La capacitación de estas células ciudadanas noviolentas a lo largo y ancho del país y la organización comunitaria, son los próximos pasos y la respuesta al cómo.