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Si el Sindicato de Electricistas pierde, pierde la clase obrera

Fuentes: Rebelión

Es argumentación del gobierno federal, de los teólogos del mercado y de las rimbombantes plumas del Estado que la organización sindical es un lastre para el desarrollo social y el crecimiento de la economía. Al no sujetarse la organización de los trabajadores a los nuevos parámetros de productividad y flexibilidad laboral, a las reestructuraciones del […]

Es argumentación del gobierno federal, de los teólogos del mercado y de las rimbombantes plumas del Estado que la organización sindical es un lastre para el desarrollo social y el crecimiento de la economía. Al no sujetarse la organización de los trabajadores a los nuevos parámetros de productividad y flexibilidad laboral, a las reestructuraciones del capital ante la competencia internacional y la inversión extranjera, y sumidos en la gran crisis económica mundial, las orientaciones de los neoliberales es que el sindicalismo pase a la historia pues los nuevos estándares de productividad y desarrollo económico prescinden totalmente de él.

Si bien el sindicalismo representó para nuestra nación la palanca organizacional de la producción que permitió el empuje de la industrialización y el desarrollo de la misma en el tercer tercio del siglo pasado, asentando la concentración de la mas calificada mano de obra en todos sus niveles para la mas eficiente consolidación de la planta industrial nacional, no solo de eso se encargó el sindicalismo.

El sindicalismo no tuvo sólo por tarea brindar para ese desarrollo industrial una clase obrera cuantiosa y calificada, organizada e ideologizada para el desarrollo nacional, contó también con la tarea, y digamos que fue la principal, de abrigar en su seno a los trabajadores de rubros y gremios diversos que en su enfrentar cotidiano con el capital requerían de la unidad, organización y fuerza para anteponer en el mercado una mejor cotización de su fuerza de trabajo.

A partir de condiciones precarias como la migración campesina enorme de principios de siglo y su insipiente cualificación ante la exigencia de una industrialización galopante mundial, la agrupación gremial y la formación de los sindicatos grandes fue la salida necesaria para la clase obrera y por supuesto para el proceso de acumulación de capital esto fue fructífero.

Entonces el sindicalismo a pesar de ser funcional para el capitalismo no surge como parte de la estructura social definida por los capitalistas ni se desarrolla como una parte alícuota del proceso de acumulación capitalista y su organización social. Aunque es la gran división del trabajo sobre la que se define la base de la organización sindical, son las necesidades de los trabajadores, de defender su gremio de los capitalistas y de otros trabajadores, de proteger la integridad del rubro o gremio ante los cambios en la producción, así como la lucha y la organización de la defensa salarial ante la fluctuación de la demanda y oferta de la fuerza de trabajo en esa lucha capital-trabajo.

Las tendencias ideológicas que han dirigido el sindicalismo, el charrismo entre ellas, forman parte de la superestructura sindical, han buscado enfilar a la organización de los trabajadores hacia la supeditación al proceso de acumulación y de sus vaivenes en el mercado (charrismo); otras posiciones intermedias han hecho de la organización laboral la fuerza tenzante para mejorar o al menos no dejar caer las condiciones de seguridad laboral ante los patrones, y en su caso, aunque en un grado menor, las posiciones de los socialistas y comunistas que buscaron empujar la lucha de clases y hacer del sindicalismo un instrumento de conciencia y lucha por el socialismo como tarea principal.

En cualquiera de los tres casos no cambia en nada la base material sobre la cual se desarrolló el sindicalismo en nuestro país y el mundo entero: la agrupación gremial de los trabajadores para la defensa de su clase ante el capital.

Los neoliberales argumentan no necesitar de los sindicatos y lo atribuyen a que el muevo modelo de producción y de mercado así lo demandan, queriendo hacernos creer que esto es cuestión de interés nacional. Para los trabajadores el sindicalismo hoy es nuestra fundamental herramienta para la coalición laboral en desventaja ante la crisis actual del capitalismo y para la preservación del trabajo y de nuestra clase, no podemos compartir esa idea.

El ataque a la organización sindical del SME es hoy, entendido por lo anterior, un ataque a toda la clase trabajadora y a su organización, es buscar dejar al grueso general de los trabajadores ante la indefensión total. No es cuestión de exageración, esto se puede afirmar pues el SME representa la parte mas avanzada en valorización de la fuerza de trabajo (que insuficiente aún ante el grado de desarrollo de la productividad nacional), la parte de la clase mas politizada en la lucha ante los neoliberales, más organizada para enfrentarlos y más combativa en los escenarios de lucha, en las calles y en su labor diaria.

Si la lucha del SME es derrotada será derrotada toda la clase obrera. Para empezar descompensará esa lucha entre el capital y el trabajo, esa lucha que reside en tironear la mayor apropiación de la riqueza social (plusvalía social) por la clase de los burgueses o por la clase de los trabajadores, acumulación para los primeros, salarios para los segundos; es una lucha, que dicho sea de paso para argumentar nuestra posición, la estamos perdiendo los trabajadores y que es necesario señalar es por una riqueza nacional que sólo nuestra clase produce en su labor cotidiana.

También el golpe permitirá avanzar la reaccionaria reforma laboral que pretende desaparecer los Contratos Colectivos de Trabajo, pactos entre los obreros y los patrones donde en la trinchera se define el valor de la fuerza de trabajo por arriba de la valorización que el mercado da al salario general. Es decir, que sin el CCT de los grandes sindicatos el desplome del valor recaerá a la simple fórmula de cuanta clase obrera están los burgueses dispuestos a contratar y a que precio la quieren pagar.

Obviamente que es la forma organizacional y de lucha la que está en juego. Esa defensa de los salarios esta sustentada en la organización de los obreros, en sus sindicatos principalmente. Si el SME pierde esta batalla será entonces una derrota de la clase obrera de nuestro país, su indefensión será una constante y la disgregación de la clase trabajadora, cada vez más presa de la explotación capitalista.

Hoy el llamado debe ser a toda la clase, un paro general y una huelga nacional pueden ser los únicos instrumentos de acción factibles para este periodo, se trata entonces de acuerpar a toda la clase por su reagrupación organizacional y de combate. El desarrollo ideológico de la salida a la crisis capitalista y al fascismo que instrumenta la burguesía se dará en las trincheras de combate, por la simple defensa de la clase ante el capital en este modo de producción o por el socialismo será el debate, mas la tarea hoy es unir a la clase trabajadora.