Durante 36 años de neoliberalismo, el sector secundario (industria y manufactura) fue perdiendo participación en el mentado Producto Interno Bruto: millones de obreros dejaron el casco y el overol para ponerse el traje de mesero o la guayabera del botones de hotel (sin que por eso dejaran de ser proletarios).
Este viraje del llamado “modelo de sustitución de importaciones” (reducción del número de importaciones, imposición de impuestos a productos de origen extranjero, incremento de la producción de mercancías dentro del país para fortalecer la industria y el mercado interno) a lo que algunos llaman “modelo de sustitución de exportaciones” (entrada indiscriminada de mercancías extranjeras, desindustrialización y subordinación a la industria transnacional) nos colocó como un país que compra la mayor cantidad de los productos que consume y, por tanto, está subordinado a los intereses imperialistas. Nos explicamos.
En la vida cotidiana utilizamos una amplia diversidad de productos: papel de baño, cepillos de dientes, transporte, ropa… además, claro, de la comida y los servicios como el agua, el gas, la energía eléctrica. Todos estos productos satisfacen necesidades y para que nosotros logremos obtenerlos tenemos que comprarlos mediante el uso del dinero. Esas mercancías que utilizamos para satisfacer una necesidad deben ser producidas por alguien en algún lado y luego ser colocadas en tiendas o mercados de donde las obtenemos.
Pongamos algunos ejemplos: en cuanto a la producción de los alimentos, México es el décimo país con mayor producción agroindustrial; sin embargo, no se producen aquí 75% de los alimentos que consumimos, cifra que da la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) como mínimo para tener autosuficiencia alimentaria.
En cuanto al vestido, se calculaba en 2016 que 60% de la ropa que se vendía en nuestro país era importada tanto de manera legal como ilegal, esto a pesar de que nuestro país es el quinto exportador de textiles a nivel mundial.
Cemex, empresa “mexicana”, es la tercer cementera más grande del mundo, mientras en nuestro país se calcula que hay 14 millones de personas sin hogar.
Esta gigantesca disparidad entre lo que se produce y los productos que estamos consumiendo en nuestro país se debe en gran parte a la lógica que privó en el neoliberalismo, en la que las mercancías que se producen en México no son para los mexicanos sino para exportarse y, además, esos productos en su mayoría van para las grandes empresas transnacionales.
El 60% de la inversión extranjera se ubica en el sector industrial, principalmente en la manufactura, concentrándose 75% de esta inversión en 10 estados de la región norte del país, pues el principal receptor de productos nacionales es, como pudieron adivinar, Estados Unidos.
Sin embargo, esto tampoco ha significado que se desarrolle una industria nacional, ya que, al menos desde el año 2011, los productos que se exportan… ¡se importan! ¿Cómo es esto posible? Resulta que en México lo que más se hace es armado, es decir, llegan las piezas de otros países como Estados Unidos, se arman en México y se devuelven a Estados Unidos o España o Canadá e, incluso, para nuestra sorpresa, a Australia, país que está entre los primeros 10 con inversiones en México (cuarto lugar en 2018).
Todo esto vuelve a nuestro país un destino de inversión donde no se requiere inyectar mucho dinero en capital constante (maquinaria, infraestructura), y las grandes facilidades que da la flexibilidad laboral hacen que tampoco se invierta tanto en capital variable (salarios) y como se cuenta con una posición geográfica estratégica para el comercio entre Europa, América, Oceanía y Asia, nos convertimos en un excelente punto para invertir. Todo esto fortalecido por los distintos tratados de libre comercio que México ha firmado y ratificado con los años (incluido el actual gobierno).
Así, vemos que las determinaciones de la industria han colocado a nuestro país bajo la lógica de la subordinación, a ser un país sin industria, donde es necesario para el capital transnacional crear vías de comunicación terrestres, aéreas, marítimas y de ferrocarriles para continuar con el ciclo de la producción y la circulación de mercancías, pero también limitan que podamos ser un país que produzca sus propios alimentos, vestido, vivienda.
Por eso mismo, la industria tiene que ver con la soberanía. Incluso el gobierno federal lo menciona cuando habla de la producción nacional de ventiladores para luchar contra los estragos del Covid-19 o la distribuidora nacional de medicinas. Esto es un paso importante y, evidentemente, va en contra de la lógica neoliberal; por eso hay tantos opositores nacionales y extranjeros que dicen que estas propuestas no sólo no sirven para mejorar la vida del pueblo, sino que son perjudiciales… porque ellos no son los que ganan.
Nosotros debemos ser más analíticos en la necesidad de industria, el pueblo mexicano debepelear por generar sus propias mercancías para así ser materialmente soberanos y no sólo luchar desde el nacionalismo de oropel.
Debemos luchar porque, en principio, se devuelvan al pueblo organizado todas las industrias que eran públicas y fueron privatizadas en la época neoliberal. No basta con devolver 200 millones de dólares o que los empresarios paguen impuestos, juzgar al neoliberalismo y acabar con él tiene que ver con que regresen lo robado y pase a ser del pueblo. También se tiene que modificar todo el marco legal que ha limitado la creación de industria pública y hacer una diferencia bien clara: para nosotros la industria nacional no es la que tiene dueños mexicanos, pues ellos sólo sirven a su clase burguesa. Para nosotros, la industria nacional es la que está en manos del pueblo, la que sirve para mejorar la vida del pueblo, que genera productos de primera necesidad y que satisface también la vida social y cultural de las masas.
No existen burgueses “honestos”, pues todos ellos viven del trabajo ajeno. Para nosotros lo necesario y urgente es la creación de industria estatal en manos del pueblo y que los productos y las ganancias sirvan para mejorar las condiciones materiales de la nación. Todo esto es posible aún en el capitalismo y sólo se logrará con la organización del pueblo, pero también debe ser una lucha que nos dé la capacidad material para destruir al neoliberalismo, para liberarnos de las cadenas del capitalismo y construir la democracia popular y el socialismo, la única forma como tendremos bienestar material sin violencia ni explotación. Esto es lo que exponemos en el punto dos de nuestro Programa Mínimo de Lucha, una de las razones por las cual nos movilizamos y por la que te invitamos a organizarte con nosotros. No más subordinación a los intereses del capital transnacional.
¡Contra el neoliberalismo y el imperialismo; soberanía, democracia popular y socialismo!
NOTA: Este artículo fue publicado como parte de la Editorial del No. 56 de FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), agosto, 2020.