Cuando hablo en mis conferencias sobre Soberanía Tecnológica lo primero que todo el mundo piensa es que voy a hablar de bits, de computadoras, de lo digital, de las mal llamadas «nuevas tecnologías», … aunque realmente lo que hago es hablar de republicanismo cívico. Como define Philip Pettit, el republicanismo cívico moderno se centra en […]
Cuando hablo en mis conferencias sobre Soberanía Tecnológica lo primero que todo el mundo piensa es que voy a hablar de bits, de computadoras, de lo digital, de las mal llamadas «nuevas tecnologías», … aunque realmente lo que hago es hablar de republicanismo cívico. Como define Philip Pettit, el republicanismo cívico moderno se centra en la idea de libertad basada en el principio de no dominación, por resumirlo en pocas palabras. Y en esa línea también fue mi intervención en el pasado Beers & Politics celebrado en Málaga, de la mano de dos grandes profesionales del sector como son Ángela Paloma y Antonio Guzmán.
En ese sentido, ya he escrito en algunas ocasiones: La soberanía tecnológica es el resultado de la libertad
La soberanía tecnológica es el resultado de la libertad, entendida como no dominación, de los estados frente a los poderes tecnológicos (ostentados por corporaciones tecnológicas privadas).
La base de la soberanía tecnológica es la garantía de la ciudadanía en libertad, sólo posible mediante la educación (en sentido amplio y en concreto la educación tecnológica) y la investigación (la Universidad).
Pero lo que realmente quiero en este post es centrarme en la parte política, en el más amplio sentido de la palabra, y así, hablar del concepto de la dominación o no dominación de cualquier poder externo, y como ejemplo más explícito en estos últimos años en Europa: LA TROIKA, sobre los intereses colectivos.
En este sentido es el que el artículo de Antonio Estella en El Diario: ¿Qué fue del republicanismo cívico? y su subtitular me enamora:
Políticamente, el problema no se encuentra tanto en cómo limitar a los gobiernos, sino en cómo hacerlos más eficaces frente a otro tipo de poderes, sobre todo económicos
Porque no nos damos cuenta que la soberanía tecnológica, como casi todo en esta vida, es un concepto político, social, no técnico. Y porque además, como define el propio Estella, es hacer eficaces a los gobiernos, o lo que es lo mismo, usar los recursos públicos de la forma más eficientemente posible, primando los intereses de la ciudadanía frente a los de las transnacionales.
Es importante reivindicar la co-responsabilidad de la ciudadanía si no reclama el uso eficiente de los recursos públicos, si no denuncia el despilfarro del dinero público, la esclavitud tecnológica, … y en esa misma línea, siguiendo la base ideológica del republicanismo cívico, también nos exige de una ciudadanía activa, reivindicativa.
Durante el pasado Beers & Politics hablamos mucho de ello, igual que hablamos mucho que la tecnología no puede ser el fin, ni tampoco la que provoque el cambio por el simple hecho de estar ahí.
La tecnología ha de ser la fuerza motriz del cambio, pero su dirección y sentido ha de ser resultado de un proceso político, con una profunda raíz cívica y republicana.