Bolivia está inmersa en un escenario político de conflicto expresado en la Asamblea Constituyente y, también, en las calles. La atrincherada discusión sobre la modalidad de votación de los artículos en grande, en detalle y en revisión de la nueva Constituyente que se vaya a elaborar, se ha trancado en el enfrentamiento entre la propuesta […]
Bolivia está inmersa en un escenario político de conflicto expresado en la Asamblea Constituyente y, también, en las calles. La atrincherada discusión sobre la modalidad de votación de los artículos en grande, en detalle y en revisión de la nueva Constituyente que se vaya a elaborar, se ha trancado en el enfrentamiento entre la propuesta de los dos tercios (de la oposición) y la proposición de votación mixta del MAS, basada, sobre todo, en la mayoría absoluta, pero no únicamente en esta. Éste panorama ha llevado a la gente a salir a las calles. Por un lado, están las clases medias y altas que reclaman los dos tercios y, por otro, están las clases populares, campesinos e indígenas, quienes defienden su derecho a la mayoría absoluta. No obstante, evidentemente, hay algunas salvedades en cada uno de los dos casos, las cuáles son varas en el pajar, por lo tanto no cambian el flujo socio-político-cultural-jurídico que estamos viviendo. Estamos, ciertamente, ante el perpetuo proces o de enfrentamiento ideológico que ha existido desde la colonia. La pugna entre clases y entre culturas (la Occidental y la Originaria(1)) se evidencia, a pesar de los incesantes esfuerzos por el discurso de la inter-culturalidad de ocultar la colonialidad del poder, debajo de un disfraz de diálogo y pluralismo.
El mundo globalizado difunde, con creciente eficacia, los paradigmas convenientes al propósito de conservar el sistema imperial, obviamente. Así como los medios de comunicación están en manos de clases sociales privilegiadas, el conocimiento y los medios que los difunden (las universidades) están también en manos de grupos hegemónicos en todo el mundo. Por otro lado, las corrientes ideológicas que emanan, en gran parte, de los nuevos marcos conceptuales y metodológicos que se van difundiendo a gran escala, se adaptan constantemente a los intereses del sistema capitalista, que ahora recrudece sus estrategias re-colonizadoras en un contexto de guerra inter-imperialista entre Estados Unidos, Europa, y algunos países asiáticos que están cobrando fuerza. Latinoamérica, como un importante reservorio de tierras, territorios, recursos naturales y recursos humanos, es un punto estratégico para solventar dicho enfrentamiento.
Bolivia es parte de este panorama, los discursos que rigen la relación intercultural son producto de los paradigmas del posmodernismo y, en este marco, el nuevo léxico defiende el diálogo, como un medio para superar la dialéctica de la lucha de clases. El diálogo supone la complementación de los opuestos, sin recurrir a la lucha. Es lo que se ha venido a denominar «dialógica»(2) como contrapropuesta a la dialéctica.
Si bien la modernidad y su discurso de la igualdad estaba asociada con el proyecto económico neoliberal, la posmodernidad y su nuevo glosario que supone el respeto y tolerancia a la diferencia, la pluralidad y el diálogo (consenso), entre otros, es compatible con el neo-neoliberalismo que corre a partir del 11 de septiembre del 2001(3). «Esta ideología posmoderna es funcional a los intereses imperialistas que se contextualizan hoy, en América Latina, en una coyuntura de agudización de las luchas o guerras de clases, combinadamente con una profundización de la contradicción entre naciones originarias y el modelo re-colonizador neoliberal, en el que los niveles de poder locales e internacionales temen la acumulación de fuerzas de las bases populares y originarias»(4).
Con el discurso de la otredad y el pluralismo, o tolerancia en la heterogeneidad, se pretende reducir el tema de la inter-culturalidad al ámbito cultural de las relaciones de convivencia entre diferentes. La colonialidad del poder es sobrepasada con una delgada membrana de invitaciones a generar un espacio de comunicación inter-cultural que permita comprender-tolerando los sistemas de valores que rigen el comportamiento del otro. Gracias a esto se permite, por lo menos por un tiempo, distender el verdadero problema que está sumergido en la multidimensionalidad política, económica, jurídica, científica, tecnológica e ideológica, que pretende ser invisibilizada bajo el mando de una única propuesta que es, obviamente, de corte occidental(5).
Pongamos atención en la estricta correlación entre el análisis que acabamos de presentar y la realidad boliviana. Dentro de la Asamblea Constituyente, especialmente, encontramos que los constituyentes de la derecha, especialmente los de PODEMOS, quienes demuestran con mucha eficacia su habilidad de defender su discursos en base a remachar constantemente sus ideas principales, han construido un bloque ideológico con ayuda, además, de los medios de comunicación, «cooperación» con la que el MAS no cuenta en la misma medida. Recordemos que el MAS surge del movimiento popular y, por ende, no detenta los medios de comunicación, así como tampoco el gran capital nacional e internacional.
El discurso de la derecha es asombrosamente posmoderno. Las constantes alusiones al pluralismo, el diálogo consensuado, la democracia, etc., resuenan, una y otra vez, en los ambientes del Teatro Mariscal de la ciudad de Sucre. Asimismo, incursionando aún más en el léxico posmoderno, critican al discurso oficialista por estar basado en la opresión y en los 500 años de colonialismo. Con esto, siguen como buenos alumnos los legados del discurso inter-cultural, que intenta ocultar la esencia política de las relaciones interculturales(6).
En este contexto, la derecha defiende también, la legalidad y la institucionalidad. Es decir, intenta someter hasta el fondo toda tentativa de transformación real del estado. Mientras, por un lado, se despoja de la desidia de tener que involucrarse con disertaciones que consideren la asimetría en las relaciones interculturales; por otro, se desentiende de una verdadera transformación de las leyes(7). Este marco discursivo, muy bien defendido y fundamentado, es extremadamente paradójico con la verdadera razón por la que los movimientos sociales demandaron la Asamblea Constituyente. Es la ilegitimidad de la ley, entre otras cosas, lo que ha movilizado a la gente del campo, a la gente popular, y hasta a las clases medias. No es una casualidad que las clases privilegiadas no hayan luchado a la par con las movilizaciones sociales, pues son ellas las que se encuentran reflejadas en la ley, es más, fueron ellas las que edificaron las leyes de acuerdo a sus intereses; para las clases altas, la ley sí es legítima. Esto es paradójico debido a que no se puede defender con tanto ahínco una ley que se quiere transformar, precisamente por su ilegitimidad, porque no refleja la realidad de las mayorías. Una ley, a nuestro juicio, solamente puede ser legal cuando es legítima. Aunque bien sabemos que las leyes han sobrepasado, muy artificiosamente, la exigencia de legitimidad. Pero, por otra parte, no es tan paradójico que se ampare tan vehementemente el marco legal e institucional, si consideramos que la derecha tiene intereses que están reflejados por dicha ley. El hecho es que tal situación es ocultada por un discurso que no refleja la realidad.
El argumento de la oposición es que, si no se respeta la Constitución vigente, entonces cómo se espera que se respete la nueva Constitución Política del Estado que se pretende redactar. Esta manifestación no es válida. La Constitución que defienden, por ahora, hasta redactar la nueva, es la expresión de la colonialidad del poder. Es la red de conceptos que ha permitido al estado mantener por varias vías, incluso a pesar de las reformas que se han realizado para lograr lo contrario, las relaciones asimétricas, colonizadoras, neo-colonizadoras y re-colonizadoras que se impulsan desde proyectos de hegemonía imperialista. Es, además, una ley que no incluye, no es plural. Se edifica únicamente desde los preceptos occidentales, postrando otros paradigmas, enfoques y modos de existencia en el olvido. Además, es una ley que ha perdido legitimidad, y eso significa que no se le puede pedir, a la mayoría del pueblo, que la respete, si no cree en ella.
Por ejemplo, tomemos el caso de la reforma a la Ley INRA que fue aprobada con suplentes de la oposición, ya que los titulares, varios de los cuales son, precisamente, terratenientes, optaron por ausentarse en el momento del debate correspondiente para otorgar legalidad a tales reformas, planteadas por el MAS. El hecho es que los suplentes actuaron en contra del mandato de sus partidos, que era inviabilizar la aprobación de la ley en cuestión. De no ser por esta contracorriente interna, la promulgación de la Ley INRA reformada, no hubiera sido posible debido a que la oposición tiene la mayoría de senadores. Este hecho nos muestra que la concepción de legalidad que tiene la oposición se encierra dentro de los limitados marcos legalistas vigentes con todas sus limitaciones que los hacen ilegítimos por su verticalismo y falta de participación directa de la población. Es decir, a la oposición no le interesa desestructurar el régimen legal liberal que ha devenido en una situación d e crisis, solo pretende defender la ley, caduca, por que socapa sus intereses. No pretende generar beneficio social, a través de una mejor distribución de las tierras, sino mantener sus privilegios en este rubro(8). Su concepción de legalidad es conservadora, no se remite al cambio, a pesar de que su discurso diga lo contrario. Consideramos que esta concepción de legalidad es muy mezquina. Defender la legalidad ilegítima es una forma de imponerle, a la mayoría de la población, de una ley en la que no se siente representada y, por ende, la imposición de un régimen económico, ideológico, educativo, político y social, que sustentado en los discursos democráticos, ha generado mayor desigualdad. En este sentido, se muerden la cola, ya que son tan excluyentes como dicen que es el MAS con su propuesta de mayoría absoluta (aunque en realidad ‘olvidan’ que es mixta).
La derecha pide, casi ruega, que se la incluya como minoría que es ahora; demanda la pluralidad, la igualdad de derecho a la participación en la elaboración de la ley; demanda los dos tercios. Entonces, por qué no cuestiona la ley que tanto defiende, en tanto la misma es totalmente excluyente. Cuando realizan este tipo de demanda de respeto a la ley, están mostrando expresamente su aferramiento a una filosofía hegemónica, que niega la existencia de otras formas de concebir la ley y la norma, que no están precisamente escritas, y que no están reflejadas, ni de lejos, en la Constitución. La derecha niega rotundamente, en cada una de sus intervenciones, el derecho que tienen otras visiones de ley que existen, pero que no están en la Constitución, a ser respetadas también al momento de realizar el Reglamento General de la Asamblea Constituyente. ¿Por qué no luchan por usar algunos marcos normativos no occidentales que puedan aportar al curso de la Asamblea? Si son tan defensores de la inclusión, la democracia, el pluralismo, el consenso, deberían hacerlo. Su discurso es totalmente contradictorio.
En este sentido, no es adecuado que utilicen un discurso que aclama la inclusión y la convivencia igualitaria de distintas visiones de mundo o pluralismo, ya que el mismo contiene en sí mismo su contrario: el olvido y falta de respeto a la sabiduría originaria, que es parte muy importante de este país. Podrían defender la ley porque se ven reflejados en ella, pero no deberían aclamar el respeto al otro, con su respectiva visión de norma y ley, como parte de su ideología y sus intereses.
Por otra parte, el oficialismo tampoco defiende, por lo menos claramente y arremetidamente, la urgencia de generar un marco ideológico basado en nuevos paradigmas que posibiliten la complementación de la filosofía originaria de unidad con la realidad, y la filosofía occidental de no unidad con la realidad(9). Es decir, el discurso posmoderno de respeto y tolerancia a la diferencia y la convivencia de los diferentes antagónicos en complementación, está corriendo en Bolivia. Evidentemente, también está dando resultados, en tanto se está permitiendo que se olvide la importancia de desenvolver la filosofía, los paradigmas, enfoques y modos de existencia de lo originario, los cuáles deben ser constitutivos de la ley misma, desde su conformación misma, y no como una parte incluida dentro de los parámetros fundamentales de la ley que son, por cierto, de corte occidental. Si esta visión es incluida como un apéndice, únicamente, y no así plasmada en equilibrio con la occidental, ento nces le ley seguirá siendo ilegítima para una mayoría de la población.
El oficialismo recurre constantemente a discursos que defiendan el derecho de los oprimidos y desplazados a ser, por una vez primera, los edificadores de la Constitución. Es una petición totalmente legítima y se materializaría, solamente, si la oposición logra dar el lugar que le toca a la mayoría, anteriormente desconocida, el rol de guiar la Asamblea Constituyente. De todos modos, aunque esto se diera, lo cuál es prácticamente imposible, la mayoría quedaría enmudecida una vez más, por que no se está planteando una re-evolución filosófica que se proponga, frente a occidente y todos sus paradigmas, como algo verdaderamente nuevo. A pesar de que las leyes sean constituidas únicamente por la mayoría, no cambiarán la esencia de exclusión y dominación, debido a que las leyes son la expresión de estas dos realidades. La nueva Constitución, necesitaría un cambio de esquemas en general para superar el antagonismo. Puede que cambien de lugar algunos privilegios, pero siempre habrán m ayorías en desventaja, ya que el modelo de acumulación de capital se desenvuelve con un norte: la ampliación de la brecha entre ricos y pobres. Y cambiar la ley, «incluyendo» otras visiones, pero manteniendo su esencia ideológica capitalista, no es un cambio verdadero, es la propuesta de una nueva forma, nada más.
En síntesis, el posmodernismo con su discurso de pluralismo y respeto a la otredad, y con la intención de dejar anquilosado el verdadero problema de asimetría de las relaciones interculturales, expresada en la Ley Fundamental, está siguiendo su curso satisfactoriamente. Primero, la exacerbación de la lucha de clases se está desenvolviendo con éxito en nuestro país. Segundo, se está dando la profundización de la contradicción entre las naciones originarias y el modelo neo-neo liberal. Y, tercero, se están dando las posibilidades para que este conflicto concluya en lo que el modelo neo-neo liberal requiere: que las diferencias y conflictos culturales que ponen en peligro al capitalismo y a las multinacionales en su búsqueda de instalarse en todas partes, se diluyan mediante la integración de las identidades conflictivas al mundo globalizado(10). Mientras no se apunte a proponer una Constitución que desestructure, previamente, el estado y sus tres poderes, que son los cuales est ablecen la posibilidad del centralismo y la asimetría intercultural, entonces los cambios serán integradores, al modo como el proyecto re-colonizador lo necesita.
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(1)Ver «Algunas reflexiones en torno a los nombres ‘indígena’ y ‘originario’. Aporte a la Visión de País», www.rebelión.org. fecha: 05/12/2006, para profundizar en nuestro planteamiento de dos civilizaciones: la Occidental y la Originaria, y no así la concepción de lo originario como un conjunto de varias civilizaciones.
(2)»El pensamiento complejo propone la dialógica como complementación de opuestos cuya contradicción no ha de resolverse en una síntesis dialéctica. Mientras la dialéctica supone la superación de la contradicción a través de la lucha de opuestos, la dialógica insiste en que la contradicción es insuperable y los opuestos deben convivir complementándose» (Graciela Mazorco, Filosofía, Ciencia y Saber Andino. Bases ontológicas, gnoseológicas y epistemológicas de la inter e intra-culturalidad, página 5, a ser editado en los próximos meses).
(3)Tenemos cuatro etapas de colonización hasta ahora: la colonización que se dio con el descubrimiento de América, el neocolonialismo inglés y la evangelización (desde 1826 hasta la segunda Guerra Mundial), la neocolonización norteamericana y la evangelización (desde 1945 hasta la década de 1970-80), y la actual re-colonización por norteamericanos, europeos y asiáticos unidos a la re-evangelización (Rivera/Arispe. La democracia. Artículo publicado en www.constituyente.bo, en fecha: 13/10/2006.
(4)Graciela Mazorco Irureta. Filosofía, Ciencia y Saber Andino. Bases ontológicas, gnoseológicas y epistemológicas de la inter e intra-culturalidad, a ser editado en los próximos meses).
(5)Ibid.
(6)Evidentemente, el MAS también comparte varios de los marcos discursivos que usa la derecha; defiende, por ejemplo, el diálogo, el respeto a la pluralidad y la democracia. Pero a diferencia de la oposición, el partido oficialista no olvida que en las relaciones interculturales subyace la colonialidad del poder, hecho que hace imprescindible hablar de descolonización del aparato estatal. Por el contrario, la derecha olvida la importancia de esta realidad, lo que la convierte en mejor seguidora del discurso posmoderno, como iremos viendo.
(7)Ninguna declaración sustantiva del bloque opositor ha podido justificar y demostrar las vías legales de la adquisición de las masivas extensiones de tierra detentada por muchos miembros del conjunto opositor. Es evidente, entonces que la verdadera intención no es defender la legalidad, sino más bien mantener la posición política, mediática-ideológica, económica.
(8)Varios políticos han argumentado que una redistribución de tierras, al estilo del 52, es una trampa que ahondaría el proceso de crisis, así como sucedió anteriormente. El hecho es que a parte de estos argumentos, no se han molestado por realizar propuestas de viabilización de políticas de estado coherentes con la pluralidad económica y cultural que caracteriza a Bolivia. No se han realizado propuestas complementarias a la de reforma de la Ley INRA del MAS, que posibiliten la pluralidad y la democracia que tanto defiende la oposición. Es evidente que la situación de tierra, en la actualidad, no va a permitir que se generen políticas coherentes con la exigencia de construcción de una economía plural que refleje la realidad nacional y la realidad Latinoamericana. Tampoco la oposición ha lanzado sugerencias que complementen la propuesta del TCP o del ALBA, o inclusive la del TLC. Es obvio que no hay una actitud de propuestas de cambio, sino de estrategias conservadoras, aunq ue su discurso diga lo contrario.
(9)Ver: Gonzáles/Illescas. Acerca de la Ontología, Gnoseología y Epistemología de lo Humano Integral. Santa Cruz-Bolivia; Ediciones Tukuy Riqch´arina, 2002. Ver también: Mazorco Graciela. Educación y Saber Andino: Una mirada a la educación superior desde el sentimiento de la Unidad; Cochabamba-Bolivia; PROMEC-UMSS, 2003.
(10)Graciela Mazorco Irureta. Filosofía, Ciencia y Saber Andino. Bases ontológicas, gnoseológicas y epistemológicas de la inter e intra-culturalidad, a ser editado en los próximos meses.