SU TAN ESPERADA LLEGADA sufrió diversos cambios a lo largo de los años, todo esto con la intención de superar las limitaciones del viejo tratado. Aun con la llegada del Covid-19 no se vio “limitado” y siguió en marcha su aprobación, con la promesa de mejorar la economía en ciertos sectores de la industria y algunas regulaciones sobre el comercio. El Tratado México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), puesto en marcha el primero de julio de 2020, fue la solución al viejo Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Con las reformas implementadas se busca mantener las fuerzas productivas y, a su vez, mejorar la capacidad productiva, “incrementando” salarios, como en la industria automotriz, a 16 dólares la hora; se busca crear más trabajos en la minería; regulaciones para mejorar el trabajo en el campo y la protección a los derechos de autor. Todo esto parecería ser “bueno”, pero la realidad es que no lo es, pues no se trata más que de los caprichos imperialistas por tener su mercado asegurado.
China, uno de los monstruos de la economía mundial, es el principal exportador de materias primas, artículos electrónicos, alimentos, entre otras cosas. Enfrentará parte de las cláusulas del T-MEC que ahora impiden a México la creación de automóviles con más del 25% de aluminio chino (tan sólo en enero y marzo del 2019 entraron 53 mil 833.6 toneladas de aluminio, 25.6% más que en el 2018), lo que será un nuevo reto para el sector minero mexicano, el cual produce de 16 mil a 18 mil toneladas al mes (datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía[Inegi]).
Por lo que industrias privadas y algunas extranjeras son las que recibirán el mayor beneficio de la implementación del T-MEC. Ensambladoras como: Fiat, Volkswagen, Ford, General Motors, entre otras, verán beneficios económicos, al igual que las mineras como Grupo México, Industrias Peñoles, Panamerican Silver Coop, entre otras.
En la agroindustria se buscó regular el trabajo agrícola; una de las cláusulas es la “estacionalidad”, que consiste en el cultivo por temporada de determinada fruta y verdura, impidiendo mantener la producción de los principales productos de exportación que representan 10.5% de la economía mexicana. Esta medida beneficia a Estados Unidos (EU), pues gracias al T-MEC se reducirán las exportaciones de productos agrícolas de origen chino.
También presumen sus cláusulas que el trabajo forzado e infantil ya no será permitido; eso significaría que antes estaba permitido, ¿no? Desafortunadamente, en México la explotación infantil es algo que se vive, pero eso al parecer no había sido un problema, sino hasta ahora con el T-MEC que ya es cosa seria. Lo único que demuestra esto es que los intereses económicos y el quedar bien con el imperio importa más que la propia Constitución Mexicana en sus artículos 123 y 32.
En materia de los derechos de autor, si bien México es característico por el masivo tráfico de piratería y por no respetar muchas veces los derechos de autor, lo que se consigue con esta reforma pudiera ser bueno, pero nuevamente el proteccionismo imperialista sale a poner sus intereses respecto a la macroindustria, que siempre buscará tener en sus manos el mercado de la tecnología, poniendo limitaciones a los técnicos que trabajan en la reparación de artículos electrónicos, como los celulares o tablets, pues las nuevas cláusulas obligan al consumidor a ir directamente con el proveedor del equipo. Esto obliga también a reducir la producción de piezas electrónicas y de importación chinas, pues la competencia electrónica siempre ha mantenido un conflicto entre los EU y China. Con esta reforma también se restringe el acceso a la información, pues se necesitarán licencias que permitan el uso de información de cualquier carácter y, por si fuera poco, la ambigüedad de las reformas entorpece el derecho a la expresión.
Todo esto para incrementar las ganancias de los grandes monopolios de capital transnacional, principalmente norteamericano, ya que EU y Canadá representan 21.6% de propiedad intelectual en el mundo y tanto sólo a EU le genera esto una ganancia de 1.761 millones de dólares.
Esto no compensa la carga de trabajo que vendrá, pues la explotación será mayor y la desigualdad en el reparto del salario se hará notar más; y también está el problema de la subcontratación como forma de negar los derechos laborales al trabajador. Ahora se pueden dar el lujo de volver aún más míseras las condiciones laborales, pues la falta de empleos genera la competencia de la que los empresarios se aprovechan.
El T-MEC es una política proteccionista del comercio, a los EU no le conviene perder su obra de mano “barata” y que se ve en la necesidad de inmigrar en busca de mejores condiciones de trabajo porque en México no las encuentra. El Consejo Nacional de Población (Conapo) registró tan sólo en el 2019 un total de un millón 60 mil 707 inmigrantes.
La explotación laboral no va parar mientras el interés de la acumulación capitalista predomine. Necesitamos terminar el mal de raíz y dar fin al capitalismo e instaurar la democracia popular y el socialismo, y para eso debemos de organizarnos y luchar por condiciones de vida realmente favorables para el pueblo trabajador y explotado.
¡Contra el despojo, la explotación y la opresión; organización, resistencia y lucha por el socialismo!
NOTA: Este artículo fue publicado como parte de la sección Análisis del No. 56 de FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), agosto, 2020.