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Circo, que pan ya tenemos

Tecnópolis

Fuentes: Rebelión

Esta exposición expresa, como los festejos del Segundo Centenario y otras realizaciones, un momento largamente esperado y ansiado por argentinos, de «vacas gordas», «coyuntura favorable», de una Argentina superavitaria. En términos históricos, Argentina ha vivido las últimas décadas en un bucle bastante permanente con momentos de enorme dispendiosidad y otros de formidable quiebre de expectativas […]

Esta exposición expresa, como los festejos del Segundo Centenario y otras realizaciones, un momento largamente esperado y ansiado por argentinos, de «vacas gordas», «coyuntura favorable», de una Argentina superavitaria.

En términos históricos, Argentina ha vivido las últimas décadas en un bucle bastante permanente con momentos de enorme dispendiosidad y otros de formidable quiebre de expectativas e ingresos.

El colapso de 2001, sin embargo, permitió visualizar lo que se estaba incubando; un nuevo momento económico totalmente opuesto al experimentado entonces, con el goteo irritante de dinero bancarizado por Cavallo y Menem.

Se habló entonces de quiebre del país, de riesgo de su disolución económica y política, pero era el momento en que una nueva camada de productores rurales que habían unido gozosamente su destino empresario con la neocolonización monsantiana, ingresando técnicas de ingeniería genética para la producción de plantas (y animales; recordemos el episodio de Azul, con dos jóvenes trabajadores muertos, 1987), empezaban a recoger formidables ingresos por la soja transgénica (cuya producción se había iniciado, tímidamente, en 1996).

En el 2001, el país, a través del bolsillo de tales productores, empezaba a recibir altísimas tasas de rendimiento. Fueron esos beneficios, sin precedentes, los que fueron permitiendo a los sucesivos gobiernos gravar con las debatidas «retenciones» las siempre crecientes exportaciones.

Esas «gotas de dólares» se han ido haciendo aguacero (no sólo provenientes del cultivo de soja, aunque el mismo es básico y principal, pero el país ha ido acumulando otros saldos exportables, por ejemplo con otros cultivos transgénicos, como maíz o algodón, con petróleo, con maquinaria para la agroindustria, etcétera).

Y el gobierno K, desde 2003 no ha escatimado el distribucionismo. Que explica la asignación universal, la jubilación de manzaneras, la de gente con la edad como para jubilarse pero careciente de aportes suficientes (y a veces de aporte alguno). Jubilar sin contraprestación es algo casi inédito en la historia de las jubilaciones del mundo entero (de la parte del mundo donde existen), pero ha cuajado al día de hoy en Argentina. Gracias a las dimensiones más que apreciables del superávit fiscal.

El gobierno actual, está haciendo todo lo posible para «pasar a la historia» como momento cumbre de la sociedad argentina. Cumpliendo así un rasgo muy peronista: y la población, agradecida, retribuye (como acaba de verse en «las primarias»).

Para lo cual, Tecnópolis es más que una exposición sobre técnica o lo tecnosocial, una exposición sobre el uso de la técnica por el actual gobierno. El enorme pabellón de la Historia del trabajo (en Argentina) lo atestigua: todas las estadísticas y los cuadros allí presentados ponen de base la Argentina de 2003 o 2001 y a continuación los datos y estadísticas hasta hoy. ¿Pero, es que acaso no había trabajo en Argentina en 1975 o 1950, o en 1920 o en el siglo XIX? ¿O es que sencillamente la historia argentina anterior a la era K no importa?

Tecnópolis, hecho político: afirmación de un imaginario social

Tecnópolis [en adelante, T.] está caracterizada por la espectacularidad. Es propiamente, un espectáculo, pero política, ideológicamente orientado. Y esto es lo que le da fuerza y lo vertebra dentro de un proyecto político. Le da «sentido», claro que instrumental.

Realizaciones como T. y los fastos del Segundo Centenario en la Av. 9 de Julio revelan algo importante, significativo, «la marca» de la era Ka. A diferencia de sucesivos gobiernos empeñados sólo en continuar o robar o flotar o gestionar (o hacer que) o reprimir y castigar, los Kirchner han acometido una tarea «histórica»; advirtiendo las vacas gordas del momento, lo que algunos ahora llaman «el viento de cola», han reeditado la experiencia redistribucionista de la primera presidencia de Juan D. Perón.

Y han hecho una buena inferencia: aquel momento de vacas gordas, en la posguerra, en el segundo lustro de los ’40, basado en el cual Perón acometió la inmensa tarea de actualizar el país, castigar el estilo medieval o aristocrático de sus capas empresarias y capitalistas, luchar por el respeto a los trabajadores, autocalificándose Perón de «el primer trabajador», proyectando un capitalismo al sur americano reflejo del norteamericano, con similar voluntad expansiva, le significó que muchos privilegiados confundieran al peronismo con un movimiento subversivo, tomaran a Perón por «comunista», sin darse cuenta que se trataba de una modernización del estilo político, mucho más rendidora para afianzar privilegios, precisamente.1 Y simétricamente, le significó el apego incondicional de grandes masas de laburantes que dio forma al polimorfo «movimiento peronista», incluido sus alfiles, «los capos» cegetistas, polea de transmisión entre «el líder» y «sus» descamisados…

El gobierno K ha dado lugar al renacimiento de tales antinomias, que tuvo su apogeo en 2008. El arrasamiento electoral de CFK en 2011 muestra el repliegue del reeditado polo «gorila» y el pasaje, tenue o precipitado, de muchos de sus «referentes» a las filas K.

En tierras de ciegos, el tuerto es rey

T. es, entre otros, uno de los frutos de semejante pujanza política. Ante la pertinaz falta de ideas de la llamada «clase política» argentina (porque me permito no calificar como ideas la expresión alica-alicate, los globitos de colores, las imágenes parentales, etcétera), el proyecto K luce una, una idea, que procuramos resumir. Basada en una filosofía, en una concepción ideológica, a la cual se ha abrazado con fuerza: la modernización, la hipertecnificación, particularmente articulada sobre una rama básica de la economía argentina (actual): la biotecnología.

Ésa es su fuerza. La que revela, empero, la condición periférica, absolutamente dependiente del proyecto K.

Estamos en pleno despegue, financiero, de los poderes coloniales o imperiales, que tienen a su vez, simultáneamente, una crisis insoslayable encima. Pero al mismo tiempo, en un momento de plena colonización mental, de identidad cada vez más absoluta con «el mundo metropolitano».

Apogeo del optimismo tecnológico

En el mismo momento que en el muy a menos venido Primer Mundo se debate vigorosamente sobre el sentido de la crisis de la expansión económica, en que campea una crítica creciente al concepto mismo de expansión económica, en que hay materia gris dedicada a la crítica del consumismo (que sigue siendo, por cierto, la pauta dominante), que en Canadá, en Francia, en Alemania, incluso en EE.UU., surgen intelectuales que enfrentan las políticas dominantes, con punzantes reflexiones respecto del decrecimiento, que incursionan en la temible cuestión de la creciente contaminación planetaria, aquí en Argentina el principal caudal intelectual del país adhiere acrítica o apenas críticamente a la modernización capitalista de la administración K, ensalzándola como si fuera algo relacionado con los sueños socialistas, anticapitalistas, antiburgueses que muchos de esos intelectuales tuvieran décadas atrás o incluso hasta 2003 o 2004…2

Al respecto, merece advertirse que una renovación del proyecto K, de la pareja de los Kirchner, respecto de la pareja peronista primigenia, es haber hecho un sustancial cambio de alfiles, o, mejor dicho una ampliación: junto a aquel brazo «sindical» de otrora, tenemos ahora otro, intelectual (y tendencialmente mediático).

Los 5 continentes o los 5 elementos de T.

Para ilustrar porqué califico a T. de proyecto neocolonial, cargando un optimismo tecnológico que fue el motto de la sociedad occidental y burguesa hasta hace unas décadas, pero que hoy, al menos en muchos sitios considerados capitales en el mundo, está en crisis, voy a transcribir las punzantes observaciones de una nota-e de Guillermo Torres:3

Por su calidad, citaré in extenso:

«III. DE LOS RELATOS DE TECNÓPOLIS.

A cada uno de los cinco continentes en que estará dividido Tecnópolis corresponderá una construcción icónica: Tierra, Agua, Aire, Fuego e Imaginación.

Tierra: a través de un cubo de 1.400 metros cuadrados se desplegarán paseos temáticos.

¿Se les mostrará a los niños como la tierra esta siendo vaciada de toda vida, por los plaguicidas, hijos dilectos de Tecnópolis?

¿Se les mostrará a través de un microscopio como va dejando de ser un sustrato vivo, y se va convirtiendo en polvo?

¿Se les mostrará el paso de la infinita variedad vegetal, a los feroces monocultivos?

Agua: estará representada por un edificio octaedro, con un témpano que emula a los hielos continentales y reproduce las extremas temperaturas de la Antártida.

¿Se les mostrará a los niños, como el mar y los ríos están muriéndose por acidificación, falta de oxígeno, calentamiento y sobrepesca desaforada?» Aquí agregaría, como preocupante causa de muerte oceánica, la plastificación, que agrega otro factor a los ya tan didácticamente enumerados.

Más abajo, nuestro corresponsal sigue planteando preguntas pertinentes, las que faltan en este gran circo, pero que lógicamente no se pueden plantear en circos de este tipo. Porque se trata de un paseo para «pasarla bien» y no de una instancia de sacudimiento existencial para afirmar (o rechazar) un estilo de vida (que por otra parte es «el normal» en el planeta… ¿cómo vas a preferir laburar en lugar de consumir, o andar en tren en lugar de tener auto?: ¿estás del tomate?). Por ejemplo:

«¿Se les mostrara a los niños la ausencia de controles químicos del agua que consumen directa o indirectamente y sus efectos potenciales?¿Se les mostrará cómo las plantas potabilizadoras, sólo se ocupan, en el mejor de los casos, de eliminar bacterias mediante cloro, mientras todo el arsenal químico volcado por «el agro» y la industria, y por toda la vida urbana, no es filtrado porque no hay cómo?

[…] ¿Se le dirá a los niños que el aire está surcado de ondas electromagnéticas que no se ven, pero que dañan su salud y amenazan su vida y que, por ejemplo, como frutilla del postre, el wifi que están instalando en los colegios primarios van a freírlos en ondas….y que a nadie le importa?»

Electromagnetismo: un buen ejemplo de centro y periferia

El último ejemplo de nuestro pluricitado Torres permite mostrar en blanco sobre negro esa diferencia que procuré explicar entre las sociedades que ya modernizadas están percibiendo el rebote de muchos de sus maravillosos adelantos y las que, como la argentina, están más que contentas arribando a una modernidad, cuanto más plena mejor.

En China y en Argentina, acaban de hacerse sendas promesas: Shangai, la segunda ciudad china, megalópolis con varios millones de habitantes, será wifi próximamente, como toda la provincia de San Luis, según similar promesa y proyecto en Argentina. Promesas 2011. Este mismo año, algunas ciudades alemanas están restringiendo… el wifi. El parlamento de Baviera recomendó cambiar la conexión wifi a Internet en escuelas, a favor del cable. Por ley, obsérvese.

Y en la ciudad de Colonia (Köln) se está cableando en estos mismos momentos toda la ciudad con fibra óptima para descartar todo wifi brindando una alternativa que se considera aceptable (datos extraídos de una larga lista en Internet).

El gobierno federal alemán exhorta a restringir el uso de wifi al mínimo posible. Es que dados los ensanches progresivos de las áreas wifi, se vio que primero bares y bibliotecas, luego edificios, campus universitarios, más tarde barrios, ciudades enteras iban camino a quedar wifi. Es decir, áreas enormes con una intensidad permanente de ondas electromagnéticas.

La bioquímica M.-W. Ho, desde Londres ha comentado: «Aumentan las pruebas de que los peligros para la salud asociados a las microondas inalámbricas son al menos comparables, si no peores, que los asociados al tabaquismo. Pero a diferencia del tabaquismo, la exposición pasiva a las microondas será difícil de evitar si el wifi llega a estar en todas partes.» 4

No es de extrañar que diversos centros de enseñanza como el de Prebendal, en Inglaterra, desconfíen del wifi y se decidan a «cambiarlo por un de cable convencional».

En Canadá, en la Universidad de Lakehead, Ontario, su rector ha decidido aplicar el principio de precaución en beneficio de sus alumnos y ha ordenado retirar el wifi garantizando a la vez el acceso a la red mediante fibra óptica.

Observe el paciente lector que en casi todos los casos se trata de «dar marcha atrás». Porque el wifi había hecho su entrada por «el arco de triunfo tecnológico», y han sido ciertas investigaciones y reiteradas advertencias las que han decidido a cada vez más habitantes «primermundianos» a abandonar esa comodidad.

Avanzando, ¿pero hacia dónde?, ¿hacia atrás?

Afirmarnos en el optimismo tecnológico, del cual T. es un testimonio franco, directo, efectista, nos pone, en rigor, y pese a las apariencias, unas cuantas décadas atrás.

Quimiquización de los campos

Veamos, por ejemplo, la exaltadísima agroindustria. Estamos promoviendo la quimiquización de los campos, que ha avanzado incontenible con la mal llamada «Revolución Verde» de los ’60 que fue -como magistralmente la ha definido Carmelo Ruiz Marrero- «la exportación al Tercer Mundo del modelo industrializado y mecanizado de la agricultura de EE.UU.» 5, pero sobre todo con el ingreso a saco de Monsanto en el país a mediados de los ’90 con la soja transgénica.

Ese culto se constituye en el monólogo del poder en el mismo momento en que, desde 2010 se ha iniciado un movimiento de «médicos de los pueblos fumigados» que están advir-tiendo del fenómeno de bola de nieve de las enfermedades producidas con agrotóxicos. Porque la pujanza de la agricultura de exportación argentina descansa cada vez más en venenos.

Mientras tales médicos presentan informes de que se ha triplicado la frecuencia de cánceres en regiones de monocultivo (de soja o arroz, y seguramente de tabaco o algodón), y que las malformaciones congénitas se han quintuplicado -repare el lector la magnitud de lo que estamos hablando-, los presupuestos del Plan Estratégico Agroalimentario ignoran sistemáticamente esa cara oculta de la luna y anuncian sin remilgos ni tapujos extender la frontera agropecuaria y afianzar el modelo… me permito ser muy escéptico respecto de las promesas de agricultura familiar o tradicional, sin agrotóxicos, a la vieja usanza, «del pasado» para INTA o Monsanto…

Energía nuclear: expansión y reafirmación

Este llamativo andar a contramano adquiere rasgos más estremecedores, si cabe, en la energía nuclear. Después del descalabro de Fukushima, que vino a ser como lo irrepetible que se repitíó después de Chernobyl, nos hemos enterado que en el ínterin los accidentes nucleares han sido centenares en apenas dos o tres décadas; sólo en Japón, una treintena.

Tras lo atrozmente vivido en Japón, situación que dista por cierto de estar resuelta, el país enteró «desenchufó» dos tercios de sus usinas nucleares, que constituían su principal fuente energética (de 54 dejaron operando a 17).

Tras la catástrofe de Chernobyl, en 1986, se produjo un congelamiento de la expansión nuclear en el mundo entero. Con dos excepciones entonces: Francia y Japón.

Con lo acontecido este año, ha quedado únicamente Francia de aquellos dos «tercos». Pero se la ha sumado otro estado, que considera igualmente que Fukushima no trastorna en absoluto ningún plan de expansión nuclear: Argentina.

En T. se lo puede ver manifiesto. Y eso que Argentina tiene su principal establecimiento nuclear a apenas 114 km de una megalópolis con 14 millones de habitantes, es decir un centro poblado inevacuable…

En general, en el mundo, la reacción, ha sido de enorme retracción, lo cual ha llenado de preocupación al lobby nuclear, un lobby de alcance planetario muy entrelazado y con enorme influencia en los sectores «decisivos», que se esforzó por superar y hacer olvidar el descalabro de Chernobyl, que había avanzado muchísimas posiciones desde el cambio de siglo, «gracias» a la conciencia creciente de la escasez energética de otras fuentes, como el rumor, cada vez más insoslayable del «Peak oil»,6 algo que había llevado incluso a «ambientalistas» a elegir lo nuclear como «mal menor» (o tal vez, ya como panacea, por esas curiosas metamorfosis del alma humana).

Como resultado de Fukushima, sin embargo, muchos países que habían apostado fuerte a lo nuclear, se han replegado. En primer lugar, Alemania que ratificó por boca de su premier, Angela Merkel, el abandono a medio plazo de tal energía en medio de manifestaciones de decenas de miles de refractarios. Otros, como Italia o Austria , que jamás ingresaran a semejante «club», han ratificado su negativa a embarcarse en energía nuclear. Movimientos similares hubo en México, España, Inglaterra, Suecia, pero no en Argentina. Carecemos de noticias de cómo han barajado Fukushima países que habían apostado fuerte al desarrollo nuclear; Rusia, India y particularmente China (que tenía, cuando la hecatombe de Fukushima, 27 usinas nucleares en construcción).

Hasta en Uruguay hubo cierta reacción. Un país sin energía nuclear, que en 1997 adoptó por ley el rechazo a tal tipo de energía, durante la primera presidencia frenteamplista su presidente buscó remover esa prohibición. Tabaré Vázquez intentó la asociación con Israel para desarrollar energía nuclear en el país. El sacudón de Fukushima le ha quitado aire a semejante proyecto y voces antinucleares se hicieron sentir.

La ingeniería genética en ristre

Otro buen ejemplo de la apuesta cientificista dura del actual gobierno argentino, y tenderíamos a decir, del actual régimen político argentino, porque tenemos la impresión que esta huella va más allá de una o dos presidencias, es la apuesta a la mal llamada biotecnología que es, en rigor, ingeniería genética.7

Ya cuando los alimentos transgénicos ingresan al mercado y a la sociedad argentina, lo hicieron con escasísima resistencia (que sin embargo, existió). Sólo dos estados conoce quien esto escribe, donde los transgénicos ingresaron sin mayores problemas: EE.UU. y Argentina.

En otros países, México, Brasil, Paraguay, Inglaterra, Italia, Noruega, Francia, India, Zambia, Zimbabwe, hubo fuertes polémicas y el resultado no siempre fue el mismo: en algunos países ingresaron en toda la línea, en otros únicamente como alimento pero no como semilla y en otros no ingresaron de modo alguno. Estamos hablando de «la primera época» que va desde mediados de los ’90 hasta los primeros años del siglo XXI.

Sin embargo, las investigaciones prosiguieron año tras año, y en 2006 G.-E. Seralini en Francia, en 2010 Andrés Carrasco aquí en Argentina, y varios luchadores de la primera época reagrupados en 2011; Michael Antoniou, Mohammad Mostafa Habib, Vyvyan Thomas y John Fagan salen otra vez a la palestra, ahora con el fruto de renovadas investigaciones que no hacen sino confirmar lo que ya se había planteado a fines del s. XX: los transgénicos no son sa-ludables, son en rigor cajas de Pandora que pueden ser inocuos o por el contrario disparar una serie de trastornos que sus fabricantes ni vislumbran. Concretamente, los cuatro últimos cita-dos han publicado un trabajo «Round Up and Birth Defects» (El herbicida Round Up y defectos congénitos) en el cual exponen pruebas de que Monsanto ya sabía de tales peligros en la déca-da de los ’80, antes de la llegada al mercado de los alimentos transgénicos. Y que las autorida-des sanitarias de la UE entraron en conocimiento de tal problemática nada menos que en 2002.

Mientras se va desatando esta renovada resistencia contra la generalización de los alimentos transgénicos en algunos sitios, en Argentina sigue el amorío entre el agro y la producción hightech. Se trata de un amor compartido por el gobierno K y la Mesa de Enlace más o menos ex. Basta echar una ojeada a Clarín Rural para verificar su implante ininterrumpido en el país desde hace quince años… Como lo titula, con cuantitativo acierto: «El boom de los transgénicos» (16/4/2011), citando Clive James, fundador de ISAAA.8 James anuncia en la misma nota el objetivo de llegar al trigo transgénico, algo que la industria Biotech no pudo lograr en su primera década, ni con el trigo ni con el arroz.

O escuchar al ministro Lino Barañao explicando que el glifosato es como agua con sal…9

Vacunitis

Algo por el estilo pasa con algunos desarrollos médicos que más que médicos parecen ser o provenir de los laboratorios. Por ejemplo, la difusión de algunas vacunas. Como el tan debatido Tamiflu de una empresa de Donald Rumsfeld, quien precisamente logró colocar millones de unidades de su vacuna durante sus funciones ministeriales o militares (difícil distinguirlas). Y de muy discutida eficacia. O temible patogenicidad.

En el país, acaba de publicitarse con bombos y platillos una vacuna argentina contra la Hepatitis B, enfermedad que registra una mortalidad de aproximadamente el medio por mil (0,5 o/oo), donde cabe preguntarse qué significado tiene una vacuna ante un «agente patógeno» tan poco mortífero que apenas puede matar a uno cada dos mil afectados. Con lo cual, la pregunta sobre cómo superar su patogenicidad hay que pasarla del agente patógeno a la situación del afectado, aquel que sucumbe en medio de tantos que resisten.10 Más que de vacunas, el asunto pasa por cuidar a los expuestos, mejorar su calidad inmunitaria, y no «malgastar» en riesgosas vacunas para tantos candidatos que en rigor no la necesitan.

 

Sin hacer futurología

Con todos los peligros de incursionar en lo futuro, algo indeterminado por definición, e indeterminable, arriesgamos a señalar que Argentina tiene un futuro bifronte: avanzan todos los índices de «desarrollo» económico y material (expansión de las ventas de artículos de consumo, aumento de unidades cibernéticas o automovilísticas) pero a la vez aumenta la desertificación, el arrebato de tierras a pobladores «tradicionales» para engrosar el agro Hightech, con lo cual nos tememos que también aumenta el precipicio que separa a los que más tienen de los que menos tienen, y aumentan las secuelas de la contaminación de muy diversa procedencia, como lo vemos con la sensación que tenemos muchos, de que los cánceres se han convertido en el mal de nuestro tiempo.

Y muchos entendemos que se trata de una plaga, no bíblica, sino tecnológica.

Luis E. Sabini Fernández integra el equipo docente de la Cátedra Libre de Derechos Humanos, Facultad de Filosofìa y Letras, Universidad de Buenos Aires. Es periodista, editor de la revista futuros, .

Notas:

1 Hasta el escudo peronista expresa esto prístinamente, fijando la desigualdad.

2 Imagino entre ellos a unos cuantos de mentalidad «menchevique» arguyendo que «ahora» es el momento del desarrollo desde la pureza virginal y natural, del subdesarrollo y que cuando tengamos la modernidad bien asentada, como en Europa Occidental o en EE.UU., ya nos llegará el momento de preocuparnos por «la ecología»…

Cero en geografía… y en historia. El mundo es hoy más uno que nunca. Y un agrotóxico ideado en Saint Louis, Missouri, es fabricado en Shen.-Shen, China y nos arrasa pampas argentinas o selvas bolivianas…

3 «Tecnópolis 2011, ciencia y tecnología en Villa Martelli».

4 ISIS, «Drowning in a Sea of Microwaves» [Ahogándonos en un mar de microondas], I-SIS, 11/5/2007.

5 «El gran debate de la agricultura mundial», http://www.ecoportal.net/content/view/full/99790.

6 La referencia en inglés, «Pico del petróleo» se refiere al momento en el cual la producción, en este caso de petróleo, la principal fuente energética mundial del presente, empieza a menguar. Se discute si ya no lo está siendo. Porque ya se registran muchos lugares petrolíferos con mengua sostenida de extracción, como podría ser la misma Argentina.

7 Los grandes emporios de tal actividad, con Monsanto a la cabeza, fueron los primeros en autocalificarse como de ingeniería genética. Advirtiendo, empero, el escaso atractivo de tal nombre aplicado a alimentos, en algún momento iniciaron la campaña para rebautizar a los alimentos genéticamente modificados o transgénicos como bio-tecnológicos. En rigor, biotecnología es una técnica milenaria que la humanidad ha aplicado para elaborar fermentos, por ejemplo (yogures, quesos, bebidas alcohólicas, panes). La ingeniería genética es también una biotecnología pero, por lo que acabamos de enumerar, no toda biotecnología es ingeniería genética.

8 Ente actualmente internacional de origen danés dedicado a promover los OGMs.

9 Declaraciones radiales en el programa de Madres de Plaza de Mayo, «Pariendo sueños», 15 agosto 2011.

10 Véase mi nota «Laboratorios ‘investigando’, el estado argentino ‘supervisando’ ¿qué es peor el soneto o la enmienda?», difundida en www.revistafuturos.com.ar, www.rebelion.org, http://www.kaosenlared.net/ y otros sitios-e.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.