El neoliberalismo no se acabará por decreto, sólo por declarar que éste será el último sexenio de una política económica que nos ha desangrado y saqueado como pueblo trabajador y explotado en la ciudad y en el campo. Para terminar definitivamente con el neoliberalismo tendríamos que destruir o barrer con sus pilares fundamentales: 1. La […]
El neoliberalismo no se acabará por decreto, sólo por declarar que éste será el último sexenio de una política económica que nos ha desangrado y saqueado como pueblo trabajador y explotado en la ciudad y en el campo. Para terminar definitivamente con el neoliberalismo tendríamos que destruir o barrer con sus pilares fundamentales:
1. La política de privatización, despojo y sobreexplotación que impulsa la burguesía. 2. El terrorismo de Estado, cuya ejecución es realizada por las fuerzas armadas, policiacas y paramilitares, verdugos del pueblo. 3. La alta burocracia que como parásito ha vivido del dinero que se le arranca al pueblo vía impuestos y que trabaja entre altos puestos en el gobierno y en las empresas privadas. 4. Los integrantes del Poder Judicial, principalmente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), quienes nunca cuestionaron todas las reformas neoliberales que violaban la Constitución y que legalizaron la privatización, la sobreexplotación, la represión y la impunidad para los autores de esa política neoliberal tan dañina.
Para que el neoliberalismo no continúe predominando como política económica debemos organizar y movilizar al pueblo para derribar estos cuatro pilares y explicar, todas las veces que sea necesario, que no basta ni la buena voluntad ni los cambios a medias; porque la burguesía y sus fuerzas armadas y paramilitares hoy se pueden «portar bien» (hasta cierto punto) y hacer concesiones mínimas, como el alza de 14 pesos al salario mínimo, para no ceder en lo fundamental y esperar así seis años para después regresar e imponer su venganza a todo el pueblo, otra vez.
Sería necio de nuestra parte no reconocer que ciertas medidas tomadas por el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) han tocado ciertos intereses de esos cuatro pilares. Como ejemplo podemos tener la medida de que ningún funcionario público gane más que el presidente y la rebelión inmediata de los ministros de la SCJN, quienes se niegan a dejar de ganar casi 600 mil pesos mensuales y a dejar de ser un grupo de parásitos vividores del erario público. Ahí en la SCJN se ha atrincherado la posición más neoliberal por parte de quienes supuesta- mente vigilan que no se viole la Constitución por otros poderes del Estado; invocan a la división de poderes, a evitar su centralización; mientras varios analistas al servicio de la burguesía presentan esta rebelión como una batalla por el control político de la SCJN, cuyo verdadero fin es la imposición de una dictadura personal de AMLO.
Hasta el día de hoy hay 15 mil amparos de personas que no desean ganar menos que el presidente: los vividores se defienden y se aferran como garrapatas a la carne que las alimenta hasta reventar.
Esta medida también hizo evidente que no sólo los ministros de la corte ganan esa enorme cantidad de dinero, sino que los rectores de varias universidades (UNAM, IPN, UAM, entre otras) también ganaban cerca de 200 mil pesos al mes (y eso es lo que se sabe públicamente). Pero ellos, antes de que la rebelión de estudiantes, profesores y trabajadores de las instituciones tomara forma y se cuestionara cómo gestionan y malversan los fondos públicos, decidieron, como tocados por el rayo de la honradez, bajarse sus sueldos.
Y esto es sólo acerca de lo que se sabe, porque en el IMSS, en el ISSSTE, en Pemex existen altos funcionarios cuyo sueldo es secreto, pues de echo se le llama nómina secreta y así está establecida legalmente.
Pero también estaríamos ciegos si no viéramos que la rebelión de la alta burocracia no significa que se haya tocado el nervio de la burguesía, de esa minoría rapaz sin «llenadera» que, por el momento «muy bien portada», ataca al actual gobierno desde sus medios de comunicación y sus periodistas a sueldo y hace mínimas concesiones como para congraciarse ante el pueblo por el enojo de éste al conocer el tamaño de la desgracia nacional y la magnitud del horror en que han sumido a la mayoría del pueblo.
El combate a la corrupción y la política de austeridad republicana no han alcanzado ni a la burguesía ni a las fuerzas armadas. Ese hecho es importante señalarlo, porque la impunidad lejos de alcanzar el deseo irrealizable de la conciliación entre las clases sociales, fortalece a los empresarios parásitos y verdugos al mismo tiempo y a la columna vertebral de la injusticia: las fuerzas armadas y paramilitares.
En tan poco tiempo de ejercicio del nuevo gobierno puede parecer aventurado afirmar que no será éste quien se atreva a socavar los pilares del neoliberalismo hasta sus últimas consecuencias, pues eso significaría socavar los pilares del sistema económico y social capitalista y porque el mismo AMLO jamás ha declarado luchar contra el capitalismo. Sin embargo, así lo pensamos, y pensamos también que la tarea de socavar los pilares del neoliberalismo hasta las últimas consecuencias y por la vía de los hechos es tarea de quienes tienen por objetivo también superar el modelo capitalista de sociedad que se nos ha impuesto, es decir, de los socialistas y comunistas.
Esta complicada y hasta contradictoria realidad nos impone tener la capacidad, la iniciativa, la creatividad y la audacia para no separar la lucha por nuestro programa mínimo de lucha de aquella por alcanzar nuestro programa máximo.
El programa mínimo son las medidas económicas y políticas realizables dentro del capitalismo para mejorar las condiciones materiales de vida del pueblo. Para enarbolar y luchar por un programa mínimo debemos primero adecuarlo a las nuevas circunstancias económicas y políticas que la realidad nos impone, ya que el programa mínimo intenta expresar las necesidades más sentidas del pueblo en todos los terrenos y al mismo tiempo liga estas necesidades inmediatas a la necesidad histórica de superar el capitalismo y construir el socialismo, que es el programa máximo.
No debemos confundir la necesidad de socavar los pilares del neoliberalismo hasta sus últimas consecuencias, el cual sería un punto del programa mínimo, con la toma de los grandes medios de producción en manos de la burguesía financiera trasnacional, que sería un punto del programa máximo; pero tampoco debemos entender estas medidas como separadas, sin relación, o aplicables de forma mecánica: o la una o la otra, porque el programa mínimo, aunque no rebasa el marco del capitalismo, crea las condiciones económicas y políticas para transitar al socialismo!
¡Contra la explotación, el despojo y la represión; resistencia, organización y lucha por el socialismo!
¡Destruir el neoliberalismo; construir el socialismo!
Nota:
Este artículo fue publicado como parte de la sección EDITORIAL del No. 39 de FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), Enero-Febrero 2019.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.