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Siguen los coletazos de la crisis internacional

¿Tiene el movimiento obrero una dirección sindical que lo defienda de los despidos?

Fuentes: La Arena

Para responder ese interrogante hay que analizar qué está haciendo Hugo Moyano, titular de la CGT y del poderoso gremio de Camioneros. Como mínimo hay que decir que no está en una política de resistencia.

Las informaciones son contundentes e incontrastables: los trabajadores han comenzado a sufrir las consecuencias de la crisis financiera y económica parida por Wall Street.

Ya se sabía que las automotrices habían picado en punta en eso de despedir, suspender, reducir turnos y adelantar vacaciones. La primera fue Renault, que anunció 600 cesantías para posteriormente acordar con la cúpula del SMATA cordobés una reducción a la mitad de esa cifra. General Motors de Rosario dictó sin inmutarse 500 telegramas de cese de actividad; por ahora no se concretaron porque se abrió una instancia de conciliación obligatoria. Le siguió Fiat Auto con la suspensión del segundo turno que iba a comenzar a operar en octubre; la misma firma italiana, pero en su planta de camiones IVECO, también impuso suspensiones.

El lote de rezagados está integrado por Volkswagen, que suspendió a 230 contratados que trabajan los fines de semana y los feriados fabricando autopartes para la exportación. Peugeot-Citroen suprimió una hora por turno desde hace un mes, en tanto Mercedes Benz redujo los turnos de tres a dos, con suspensiones alternativas hasta fines del año que viene.

A quienes pierden el empleo, sobrevolados por el fantasma de la crisis de 2001 comenzada con la recesión de 1998, les resulta indigerible el optimismo que quiere trasuntar Cristina Fernández. En la ampliación de una planta de hamburguesas que exporta a Europa, ella manifestó que el desempleo había caído dos décimas respecto a la última medición. Ahora estaría supuestamente en 7,5 por ciento de la población económicamente activa.

Pero incluso los mecánicos que conserven el empleo, pierden mucho dinero con las suspensiones porque perciben sólo el 75 por ciento del salario bruto. Al 25 por ciento restante hay que añadirles premios y otros incentivos que ahora no corren.

Lo llamativo es que las terminales automotrices nucleadas en Adefa han tenido varios años excepcionales de fabricación, ventas y exportación. Comparando 2007 con 2006, la líder Volkswagen había vendido 32 por ciento más, Ford 21,8 por ciento, Peugeot-Citroen 37,3 por ciento, General Motors 60,4 por ciento y Renault 70,3 por ciento (Revista Mercado, junio de 2008).

En 2008 siguió esa tendencia a romper todos los récords y se estima que en total se habrán fabricado y vendido 620.000 unidades. Esto ha dejado chiquito el llamado «boom automotriz» de Carlos Menem y Domingo Cavallo, en 1994, cuando la cifra llegó a 400.000.

Pero confirmando que «las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas» del inmortal Atahualpa Yupanqui, esas patronales extranjeras no vacilaron en adoptar un paquete de medidas contra los trabajadores.

¿Qué hace el gremio mecánico conducido desde 1973 por José Rodríguez, o sea hace treinta y cinco años? Nada, o nada bueno, porque se limita a aconsejar a las terminales que suavicen la carnicería, que los tormentos sean rotativos y que en vez del 75 por ciento paguen algo más. Pero no tiene una propuesta alternativa para superar la crisis como podría ser la prohibición legal de despidos y que las casas matrices (no el Estado argentino) aporten capital y créditos a sus subsidiarias.

El camionero

Se supone que una CGT, ante el advenimiento de una crisis que golpeará a sus sindicatos confederados, debía tener con tiempo suficiente un planteo de advertencia y resistencia. Había que cavar con antelación «las trincheras» para evitar que pasaran las ofensivas patronales, para decirlo con términos bélicos.

En esa antesala del conflicto había que informar a los afiliados, hacer asambleas, evaluar las distintas propuestas y fundamentarlas sólidamente para que al producirse la tormenta económico-social finalmente no quedara el tendal de víctimas.

¿Alguien se enteró de que Moyano haya convocado a una reunión amplia de los sindicatos? No parece que haya realizado siquiera una convocatoria al Consejo Directivo de Azopardo 802 y menos aún a un Comité Central Confederal, donde se podrían colar algunas voces díscolas. Asambleas de base, directamente están prohibidas por los jerarcas sindicales que, eso sí, tuvieron tiempo de reclamar a la justicia que considere crimen de lesa humanidad la muerte de José I. Rucci supuestamente ejecutado por Montoneros.

Cualquier dirigente gremial y aún simple activista sabe la diferencia entre esos crímenes, masivos y cometidos al amparo del aparato estatal, con la muerte de determinadas personas a manos de organizaciones irregulares. Moyano también lo sabía. Pero políticamente le convenía aparecer recogiendo una bandera que cree le dará popularidad entre sus pares, aún a riesgo de engordar los pobres argumentos de Cecilia Pando y demás defensores del terrorismo de Estado, y los de la derecha que cultiva la tesis de «los dos demonios».

Se sabe que hasta ahora la crisis pegó más duro en la industria automotriz,  la construcción, la metalúrgica y la textil. ¿Los miembros del Consejo Directivo de la CGT no tendrían que haber acudido a zonas donde están radicadas esas empresas para escuchar en vivo y en directo la voz de los afectados?

No lo han hecho por tres razones: no es su estilo burocrático; no quieren compromisos con esas bases; y no tienen nada que ofrecer a los despedidos y suspendidos, que seguramente están molestos y pueden abuchearlos.

Y con una dirección gremial ausente, desmovilizada, cómplice de la situación, en este caso la CGT nacional y sus regionales, con alguna excepción, es muy difícil encarar una oposición seria a los coletazos de la crisis.

Hace un mes que las terminales empezaron a despedir. Pero Moyano aún no concretó su pedido al gobierno nacional de un decreto o ley disponiendo la doble indemnización por cesantías. No sería solución sino un paliativo. Pero ni eso…

 Negocios y alianzas con empresarios

¿Toda la atención de Moyano estará puesta en presionar a distintas municipalidades del país para forzar los convenios de la basura con Benito Roggio, Covelia y otras recolectoras?

También puede ser que el secretario de la CGT esté un poco disperso en la atención de los asuntos sindicales debido a la ardua negociación que se abrió con el gobierno y empresas que eran concesionarias del ramal Belgrano Cargas. Junto con una firma que antes pertenecía al grupo Macri, otra china y Emepa, el sindicato de Camioneros tenía un cinco por ciento de acciones en ese consorcio. Ahora el ramal fue reestatizado y se abre una puja para saber si permanecerá en la órbita estatal o si habrá una adjudicación privada ulterior.

Hablando de los gremios ferroviarios, tanto la Unión Ferroviaria (José Pedraza) como la Fraternidad (Omar Maturano) tienen esos dirigentes que son obstáculos absolutos para todo lo que significa movilización en defensa de las fuentes de trabajo. Si durante el menemismo fueron cómplices de la privatización y levantamiento de ramales de trenes, al punto que de 95.000 empleados quedaron sólo 14.000, ¿qué puede sorprender de su pasividad de estos días?

Ejemplos extremos de colaboración con sus patronales son los de Gerónimo Venegas, de UATRE, y Adolfo Silvio Etchehun, de la Carne. Durante el último lock out agropecuario Venegas trabajó para la Mesa de Enlace Rural y los monopolios que los bancaban (Cargill y Monsanto). Hasta mantuvo su stand en la Exposición Rural. Y Etchehun directamente movilizó a sus afiliados en apoyo a los frigoríficos extranjeros, agrupados en la cámara ABC (los que exportan a Europa los cortes más caros de la Cuota Hilton). En esas marchas, en vez de cuestionar a los frigoríficos Swift y otros, se ponía de blanco a Ricardo Echegaray, de la oficina de control comercial ONCCA.

La conclusión parece simple de enunciar y, claro está, es difícil de llevar a la práctica: si se quiere salvar al mundo del trabajo de los ajustes que se están produciendo al calor de la crisis, hace falta democratizar y movilizar los gremios. También en esto el gobierno tiene que rendir cuentas pues hace años que -coludido con Moyano- demora y niega la personería gremial a la Central de Trabajadores Argentinos (CTA).