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La teoría conspirativa contra la izquierda ya fue utilizada por los Kirchner en 2005

Tócala de nuevo, Aníbal

Fuentes: Crítica

Un tapicero pasó dos años preso, despues de una violenta protesta de usuarios en la estación Haedo. El ministro Fernández habló de «hecho planificado», apuntó a la izquierda. Igual que ahora. Hace tres años también sobrevoló por los andenes el fantasma de la conspiración. Ocurrió, igual que el jueves, en la línea Sarmiento. Aunque en […]

Un tapicero pasó dos años preso, despues de una violenta protesta de usuarios en la estación Haedo. El ministro Fernández habló de «hecho planificado», apuntó a la izquierda. Igual que ahora.

Hace tres años también sobrevoló por los andenes el fantasma de la conspiración. Ocurrió, igual que el jueves, en la línea Sarmiento. Aunque en otra estación: Haedo. Los vagones ardieron. Aníbal Fernández, entonces ministro del Interior, sentado al lado de Ricardo Jaime, se hizo cargo de la palabra oficial: «Fue un hecho armado y planificado». La teoría del sabotaje: «Notamos la presencia de gente perteneciente a grupos de izquierda y la agrupación Quebracho». Pero un año después el único detenido por los incidentes era Roberto Canteros, un tapicero que tomaba el tren todos los días para ir a su trabajo. Canteros recuperó su libertad casi dos años después y sigue procesado. Del complot sólo quedaron los fantasmas.

El 1º de noviembre, Cantero no tenía idea de que George W. Bush se encontraba en Mar del Plata por la Cumbre de las Américas. Había salido temprano de su casa, donde vivía con esposa y cinco hijos, hacia la mueblería de sus tíos, donde trabajaba. Todos los días lo mismo: tren en Moreno, combinación en Haedo, llegada a Lomas de Zamora. Pero ese día los 45 minutos de viaje se le hicieron eternos.

«Esa mañana -recordó después- los trenes andaban peor que nunca. Dejé pasar algunos y me subí al que pude. La formación en la que yo viajaba se quedó en Castelar media hora, en Morón también estuvo detenida y después paró antes de llegar a Haedo, donde ya había dos trenes. La gente empezó a bajar en medio de las vías. Había una calentura bárbara».

Canteros no se hizo muchos problemas. Iba colgado del estribo, así que saltó y caminó por el costado de las vías para tomarse el otro ramal que lo llevaría, si todo salía bien, a Lomas de Zamora. Vio, de costado, algunos incidentes. Entonces, preguntó en una boletería si el servicio funcionaba. Sí, señor, le dijeron. Pero en ese momento explotó todo. «Tiraban piedras, había fuego y apareció gente con palos y piedras. Después empezaron a saquear. Hasta que llegó la policía», reconstruyó Cantero cuando aún estaba preso en el penal de Ezeiza.

El servicio, ahí sí, se suspendió. Y entonces Canteros, que esperaba el tren en el andén, enfiló para la avenida Rivadavia: volvía a su casa. Y allí se produjo algo que no olvidó nunca más: «Una camioneta de la Policía Bonaerense se puso a mi lado. Se bajaron unos tipos al grito de ‘¡ahí hay uno más!’, me llevaron y siguieron levantando más gente». Sólo cuando se sentó frente al juez Germán Castelli, Canteros supo que lo acusaban de haberle robado el arma a una policía.

Ese día, Aníbal Fernández apareció por los canales de noticias: «Estuvo todo preparado para que (el tren) se detenga», denunció con vehemencia. Y en un análisis exprés de los hechos, dijo: «No se trató de la reacción justificada de un vecino por un servicio inadecuado». Tres años después, como ministro de Justicia, Seguridad y Derechos, sacó el mismo manual.

A los pocos días, la»conspiración marxista-leninista», el complot izquierdista, se fue desvaneciendo. El 12 de mayo de 2006, la cámara de apelaciones liberó a seis de los siete detenidos. Sólo quedó preso Canteros. Su mujer, María, empezó un peregrinaje por los laberintos judiciales. Él decidió entregarse a la fe en el Gauchito Gil. El año pasado quedó en libertad. Nunca había escuchado hablar de Quebracho. Apenas conocía de revestimiento de sillones: demasiado poco como para querer llevarse puesto un gobierno.