El caso de infiltración de la United States Agency for Internacional Development (USAID) en las organizaciones sociales bolivianas puede analizarse desde diferentes perspectivas. Que la USAID es un instrumento utilizado para operar políticamente en todos los países está fuera de discusión, que la CIA está detrás de muchas de sus operaciones también está demostrado a […]
El caso de infiltración de la United States Agency for Internacional Development (USAID) en las organizaciones sociales bolivianas puede analizarse desde diferentes perspectivas. Que la USAID es un instrumento utilizado para operar políticamente en todos los países está fuera de discusión, que la CIA está detrás de muchas de sus operaciones también está demostrado a sobremanera.
Otro punto que hay que destacar es que para los países de más bajos recursos librarse de «agencias de cooperación» como estas no es nada simple, en la USAID no son tontos y los proyectos utilizados como tapadera para realizar labores de inteligencia o desestabilización son millonarios, tienen una importante inserción social y terminan generando dependencia en el marco de estados empobrecidos.
Ahora bien, el gobierno de Evo Morales ha incluido en la lista de organizaciones financiadas por la USAID, y que por lo tanto manejan una agenda desestabilizadora, a entidades que 2 años atrás se han jugado su pellejo por el proceso de cambio.
Esto complica la situación, porque identificar a la derecha golpista con una política subversiva impulsada por Washington es simple, pero hacerlo con sectores que hasta hace muy poco se enfrentaron físicamente a la derecha que intento dar un golpe de estado, es más complejo -y las pruebas no han sido contundentes-.
En la ida y vuelta de estas acusaciones hubo un caso que me pareció emblemático, el periódico estatal Cambio publicó una caricatura que ligaba a la USAID con dos de las organizaciones que siempre defendieron al proceso de cambio pero que ahora tienen reclamos puntuales.
Pocos días después el periódico pidió disculpas públicamente mediante una sub editorial, destacando justamente que esas organizaciones tienen una tradición bien ganada como defensoras de los derechos de las mayorías.
La contradicción es evidente y no proviene del delirio de un caricaturista, sino de la interpretación coherente de los dichos de las principales autoridades gubernamentales.
Todas estas denuncias deben manejarse con mucho cuidado, pues de otra manera puede caerse en viejos vicios que ya hemos visto dentro de otros procesos revolucionarios y que pueden llevarnos a condenar cualquier crítica, provenga de donde provenga, bajo el argumento de que ese cuestionamiento o reclamo responde a intereses imperialistas, cosa que no siempre es verdad.
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