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Trabajo, derechos humanos y movimientos sociales

Fuentes: Argenpress

Reflexiones sobre la precarización en el mundo del trabajo y la exclusión social provocadas por las políticas neoliberales en Argentina, desde la perspectiva de salud comunitaria.

El presente trabajo aborda la cuestión de las condiciones de vida emergentes en nuestras sociedades latinoamericanas a partir de la implantación de las políticas neoliberales y los cambios operados en el mundo del trabajo, a partir de la precarización laboral, junto a la situación de desempleo y ambas, estrechamente ligadas a la condición de exclusión social.

«¿Quién se salva del terror a la desocupación? ¿Quién no teme ser un náufrago de las nuevas tecnologías, de la globalización, o de cualquier otro de los muchos mares picados del mundo actual? Los oleajes, furiosos, golpean…»
Eduardo Galeano (Patas arriba)

Introducción

Las transformaciones económicas, políticas y sociales vividas en nuestros países en las últimas décadas, con la acentuación de las inequidades sociales, han tenido graves consecuencias sobre el conjunto de la ciudadanía, con un alto impacto en los sectores más populares. Entiendo que los derechos humanos, además de ser el sostén de los derechos civiles y políticos, se constituyen desde la posibilidad de ejercer los económicos, los culturales, los sociales.

Derechos en fin, que acompañan y ensanchan a los otros, y que se tornan tan imprescindibles como los anteriores para practicar una ciudadanía plena ,pero cuyo ejercicio se encuentra particularmente dificultado por la descomunal y desigual acumulación capitalista.

Este trabajo intentará dar cuenta de la práctica con la que se fue conformando desde una Organización No Gubernamental, un Programa de Promoción y Prevención en Salud Mental Comunitaria, trabajando sobre los efectos en la subjetividad de la Precarización Laboral y el Desempleo

A partir de mediados de los noventa, un grupo de trabajadores de la Salud Mental nucleados alrededor de la ONG CEDIS (Centro de Estudios y Desarrollos para la Inclusión Social) comenzamos a reunirnos para re-trabajar lo que por separado advertíamos en nuestros diferentes ámbitos, esto es, que la precarización de las relaciones de empleo y/o su falta, se traducía en una precarización de las relaciones sociales, deteriorando el sentido de ciudadanía de los sectores más vulnerables y exponiéndolos cada vez más a conflictivas situaciones en nuestros campos de intervenciones.

Decidimos así, comenzar a operar a través de espacios gratuitos de carácter preventivo y comunitario dirigido a Jefes/Jefas de Hogar sin empleo , en el marco de una situación sanitaria donde predomina un fuerte incremento en demandas hacia los servicios de Salud Mental estatales, debido a la emergencia de situaciones de crisis y a la creciente pauperización social

Así estuvimos más de dos años con un dispositivo de atención semanal en la sede de la CTA (Central de Trabajadores Argentinos), en el gremio de los Docentes Universitarios, en Vecinales, en el Distrito Descentralizado Municipal de Villa Hortensia, y en diversas vecinales y centros de salud de nuestra ciudad.

Plantea Alicia Stolkiner que toda práctica en Salud Mental tiene que tender de alguna manera a antagonizar con la tendencia a la fragmentación social y a la ruptura de los vínculos sociales. Apunta a procurar la transformación en sujetos activos de aquellos que pasivamente están situados en un lugar de sometimiento a las circunstancias y esto, naturalmente, debe empezar por nosotros mismos.

Desde allí nos convocamos.

Algunos recorridos…

Para dar cuenta de complejas situaciones articuladas alrededor del tema de la precarización laboral y el desempleo daré un rodeo que empieza sobre la cuestión del trabajo en relación al sujeto y a lo social.

El trabajo es para el hombre una necesidad profundamente social, que lo nombra como trabajador, adquiriendo un rol con el que se identifica y por el cual obtiene reconocimientos y retribuciones de diversa índole, constituyendo un marco referencial en el entramado psíquico, desde donde se posiciona, tanto hacia adentro como hacia fuera, insertándose y participando activamente en las posibilidades de producción y reproducción social.

Freudianamente podemos decir que la relación del sujeto con el trabajo es una relación libidinal, con una importancia central en la constitución subjetiva, donde interviene en la producción y regulación de la economía psíquica, incorporando al sujeto a la realidad y a la comunidad humana.

Si la cuestión del trabajo, en el universo cultural, no remite sólo a la producción de bienes, sino que también habla de un espacio de relaciones, de constitución y afirmación de identidades, de comunicación, de campo de conflicto y de cultura…

Si el trabajo es la práctica que pone en juego al lugar de pertenencia, de autoestima y de reconocimiento social…

¿Qué se pierde del sujeto, entonces, cuando es despojado del trabajo?

Cuando el trabajador sin empleo, queda atrapado por un presente apremiante, se enfrenta al no lugar para sus proyectos existenciales, a la dificultad de imaginar, a la degradación de un futuro desocupado.

La flexibilización de la Organización del Trabajo, de sus relaciones contractuales y salariales, articulado al desempleo estructural y al proceso de exclusión social, con sus omnipresencias extorsivas, constituyen sin duda situaciones experienciales plenas de incertidumbre, angustia y sensación de pérdida para el trabajador, ese ser humano que a la vez enfrenta la presión de un discurso hegemónico para que descarte antiguos valores y saberes que han sido declarados obsoletos y en desuso y se adapte rápidamente a los nuevos modelos de producción subjetivos.

Desde todos lados le llegan verdaderos «manuales» de cómo deben ser sus nuevas relaciones con el trabajo, con la familia, con el placer, con los compañeros, en fin, con la sociedad, siguiendo una lógica «natural» de la competencia, bajo el peso de la culpabilizante amenaza, que señala que de no cumplirlo, deberá hacerse cargo individualmente de la responsabilidad por el fracaso.

«No podemos perder el tren» decían algunos hace unos años, mientras a oscuras entregaban los ferrocarriles….

De no lograr las metas de la «reconversión» exitosa el único escenario posible será el de los desechos, de los descartables, de hombres y mujeres que desde el vacío mismo llegan a la consulta con profundas dificultades, aún para pedir ayuda, producto de la humillación, del dolor, de la sensación de «ya no ser»

Condenados al no lugar, habitarán espacios de anonimato y soledad que los hunden aún más hacia adentro, cada vez más lejos de su derecho a la integración social.

Con el derrumbamiento del ciclo expansionista del Capital, que llega hasta mediados de los setenta, con la crisis del modelo fordista de producción, se abre una nueva fase de acumulación, con la mundialización de capitales, la retirada del estado de bienestar y el predominio del mercado en la regulación de las relaciones sociales y que a partir de la implementación del desempleo estructural y la precarización hacen sentir sus efectos en los modos de subjetivación de esta época.

No son necesariamente los síntomas de patologías clásicas los que se presentan, sino expresiones que implican una fuerte articulación con lo social y que constituyen nuevas demandas en salud mental, nuevas formas en que se manifiesta el sufrimiento subjetivo.

Asistimos a situaciones plenas de desesperación, tristeza, dolor interno, soledades, desbordes de angustia junto a otras expresiones en las que siempre están presentes las rupturas con los lazos sociales.

Por ello cada vez más estamos frente a verdaderas catástrofes narcisísticas, donde la devastación de la autoestima y la auto-imagen empujan por la cornisa a un yo fragmentado y a la deriva que peligrosamente puede querer aferrarse a diversas soluciones mágicas o a la identificación con figuras fuertes que de distintos modos respondan a lo inmediato, sin lugar para procesar el pasado y el presente, para analizar el proceso histórico e imaginar un futuro.

Aparecen alrededor del tema del desempleo, por supuesto, problemáticas vinculadas a la violencia familiar, a la xenofobia, a la explotación infantil, a la segregación, al alcoholismo, adicciones, etc .

Es necesario asimismo, examinar las condiciones en la que se produce la situación de desempleo, para desmitificar esta versión acerca de su inevitabilidad y la falsa afirmación que en todos lados es igual.

Obviamente que su implantación no va a ser igual en un territorio ya devastado, que en uno con fuerte cultura solidaria, con memoria o con su falta y todo ello se va a expresar en las diferentes estrategias subjetivas-individuales o grupales – que puedan trazarse para resistir.

Y diciendo esto, ya estamos hablando de los efectos del Terrorismo de Estado y la fundamental importancia que el trabajo por los derechos humanos tiene por delante.

La realidad del trabajo cotidiano, hoy está construido, desde ese soporte de disciplinamiento social que constituye el desempleo, la precarización y la exclusión social.

De los abordajes que llevamos a cabo se desprende con claridad que a través de la ruptura de los espacios colectivos, la fragmentación y el sometimiento se busca lograr sujetos que pasivamente acepten los dictados del Pensamiento Único, transformando la vida cotidiana de los colectivos trabajadores, creando mutaciones a partir de la continua desvalorización, de la puesta en duda sobre la historia del trabajador, de sus conocimientos, de la cultura del trabajo en sí.

Quiero señalar desde este aspecto que a la toma de ganancias efectuada por el Capital, se le suma diariamente una enorme expropiación simbólica, que está intentando desarticular una manera de vivir, de ubicarse, de proyectar la vida porque en definitiva, apunta a crear un modelo de trabajador más dócil, más adaptado a sus requerimientos

El desempleo, como la exclusión involucran a la sociedad de manera global y se constituyen en analizadores desde donde repensar las profundas desigualdades de las actuales transformaciones, donde sólo importan los logros de la adaptación a los requerimientos del modelo imperante.

Obviamente, no hay sociedad que posea un 40% de su población apenas subsistiendo y además sin brújula identitaria que se mantenga, sin que implosione, dando expresión a otras formas del malestar cultural

Retornos…

He dejado para el final un tema que atraviesa permanentemente esta cuestión de la precarización y el desempleo y es la presencia permanente de indicios del Terror, de aquello no metabolizado, que reaparece en el cuerpo social.

Pasados muchas décadas de la implementación del siniestro y sistemático Plan de la Dictadura , al Terror de Estado Genocida le siguió el Terror Económico que aquél pudo implantar y cuyas manifestaciones, de profundo efecto subjetivo, hemos ido encontrando a lo largo de esta práctica y que ligan las siniestras sombras de las «Fuerzas de tarea» con los hechos de la hiperinflación y la posterior hiper-desocupación como la continuación del genocidio por otros medios y que requirió de la perversa base de sustentación alcanzada a través de la sistemática desaparición forzada de personas . Y todo ello permanece oculto, tras la naturalización del desempleo. Es que la operatoria del terror tiene un alcance mucho más vasto que el del tiempo de su aplicación y cubierto con la fachada de la indiferencia o de la aceptación acrítica opera siniestramente en las subjetividades y en diversos dispositivos institucionales.

De allí la necesidad de rescatar aquello que hace al proceso histórico, tanto individual como social, y que ha quedado tapado por el terror y la fragmentación y que parecen hechos aislados, inconexos pero que sin embargo tienen tanta fuerza como para actuar sobre el aparato psíquico, desbordándolo traumáticamente.

Estos trabajadores sin empleo, los desaparecidos sociales de hoy, son como sufrientes exiliados que deambulan erráticamente en sus propios territorios sin poder ser reconocidos y portan como ayer la condena del miedo. Los «y algo habrán hecho», «por algo será» se han transformado hoy en «no se capacitó», en » es un vago, al que nunca le gustó el trabajo» o peor aún en » él se lo buscó» que se constituyen en verdaderos recursos discursivos que sirven para escaparse de un espejo que refleja una imagen siniestra que nadie quiere ver.

Los genocidas practicaban la tortura también cuando recluían prolongadamente a los secuestrados y para desestructurarlos psíquicamente se les impedía de la posibilidad de la mirada y la escucha de otro en el que sostenerse.

Verdadera demolición psíquica que también hoy sufren los trabajadores sin trabajo, cuando no son vistos ni escuchados socialmente, sin posibilidad entonces de establecer lazos libidinales.

Fernando Ulloa con su amplia práctica en el campo grupal, nos aporta claridad, cuando dice «la encerrona trágica es un concepto que extraje de mi quehacer en el campo de los derechos humanos, principalmente referido a la tortura como situación límite. En ella la víctima está a merced de algo que rechaza con todas sus fuerzas, circunstancia que se da cada vez que alguien depende para vivir de algo o alguien que lo maltrata o simplemente lo «distraía», negándolo como sujeto. No hay allí sino dos lugares, dominado y dominador, marginado y marginador sin tercero que represente la ley»

Conceptos de Ulloa, que parecerían haber estado presentes cuando un asistente a nuestros talleres explicaba que con sus cuarenta años de edad y sus veinte de ferroviario le habían hecho «saber» que ya no tenía edad para otro trabajo, que lo que conocía no servía y que estaba «fuera de todo.»

El terror a la exclusión social, emerge como malestar presente en las nuevas demandas instaladas en la cultura actual, formando parte de las dinámicas subjetivas de esta cotidianeidad.

Sobre esto es válido recorrer la cita de León Rozitchner «parecería que el terror sólo está presente, cuando está presente la amenaza del poder represivo. Pero el terror tiene una vida subterránea mucho más honda y duradera. Permanece profundamente en la sociedad, aún mucho años después de ser ejercido, sólo que no se nota. El efecto fundamental del terror consiste en que no accede a la conciencia .La angustia que produce al aterrarnos nos escinde, penetra en la profundidad del cuerpo y la conciencia queda anulada en su capacidad de crítica y de pensamiento»

Hoy, desde la problemática del desempleo y otras formas de desvalimiento, continuamos asistiendo a efectos de la demolición subjetiva que posibilitan la destrucción yoica y su entramado simbólico reeditando antiguos mecanismos de culpabilización de la víctima, que dirigiéndose al sí mismo lo impotentizan y le hacen cargar una sanción punitiva, dirigida al sujeto, pero que a la vez es sanción disciplinaria, que se muestra al conjunto de la sociedad.

Las situaciones límites desbordan el aparato psíquico, lo desorganizan ante la imposibilidad de elaborar las situaciones traumáticas. Por ello, como equipo interdisciplinario de salud, propusimos un espacio grupal donde asistir e intervenir ante el efecto y las transformaciones de todo tipo que desde el desempleo y la precarización laboral impactan sobre las condiciones subjetivas, familiares y sociales de los trabajadores asistentes y también nos ubicamos a nosotros mismos desde nuestras propias prácticas precarizadas y devaluadas, en el marco de un país periférico y en las condiciones de la actual globalización imperante.

Enfrentamos así diferentes trastornos de las actividades y funciones ligadas al narcisismo, agigantadas por el vacío y la soledad, paso previo a la ruptura de todos los lazos sociales y quedando en lugar de los perdidos proyectos de vida, sólo la urgencia por sobrevivir, a veces a cualquier costo.

Señalaba Freud que las catástrofes naturales solidarizan el cuerpo social, en tanto que las catástrofes sociales lo desagregan y dividen.

Estas últimas situaciones empujan a quien las padece a estados de angustia, a veces incontrolable, que lo retrotraen a experiencias pretéritas de desamparo y desvalimiento, cuando desde su prematurez infantil requería de los cuidados de otro que pueda protegerlo.

Y cuando esto no ocurre se resiente cada vez más la convivencia en la trama social.

Volviendo a otro concepto de Ulloa «en el empobrecimiento subjetivo, que constituye el rasgo mayor de la Cultura de la Mortificación la valentía deja paso a la resignación acobardada y se produce una merma del accionar crítico. La queja no se recibe de protesta y la infracción nunca llega a cobrar valor de trasgresión y además la referencia a la muerte y lo mortecino afecta al cuerpo, que se muestra agobiado por la fatiga.»

La práctica que llevamos adelante, se modifica cuando el desocupado «culpabilizado» y solitario (que concurría solo y casi a escondidas a las consultas y a los posteriores talleres que implementábamos) comienza a agruparse a partir de las luchas después de Cutral Có y sobre todo posterior a los asesinatos de Teresa Rodríguez (1997), Aníbal Verón (2000) en Tartagal, las «puebladas» en General Mosconi, (2000 y luego 2001) cuando fueron asesinados Oscar Barrientos y Carlos Santillán.

Y a volver a nombrarse, cuando nacen los movimientos de desocupados, de «piqueteros» que les permite recuperar una identidad, la de «trabajadores desocupados» y con ella una posición, ya no de resignación , sino de lucha, de transformación.

Ante toda esta dura realidad, y de la historia de los acontecimientos por cambiar la misma surgen nuevos sujetos sociales que nos mencionan otras inscripciones en la construcción de subjetividad.

Como la lucha organizativa que surgida desde los barrios más carecientes, al calor del fuego se eleva y se extiende por todo el mapa, escribiendo con humo negro por todo el territorio de nuestro país las señales que hacen legible la injusticia social y que corporizan a quienes se pretendía invisibilizar. Pablo Bergel lo explica cuando señala que» El piquetero, .fuera del sistema productivo, en vez de huelga , interrumpe la circulación de mercancías,.en lugar de ocupar la fábrica, ocupa el espacio público, por fuera de las empresas y en lugar de verticalidad institucional, se organiza horizontal y autónomamente en los territorios» Y acá ,en este otro parto de la historia, el piquetero-trabajador desempleado- realiza la acción de trabajar para transformar la realidad, operación con la que también se va transformando subjetivamente

Comienza a partir de aquí una nueva relación que el Estado se plantea con los movimientos de trabajadores desocupados y habrá que seguir muy de cerca su evolución…

Pero dicho todo esto ¿ es posible un trabajo en salud comunitaria sobre este tema ?

No solamente lo considero como posible, sino que constituye un desafío necesario para la construcción de ámbitos de reflexión, que a su vez promuevan redes solidarias, participativas y creativas, generando la interpelación crítica de lo cotidiano y lo acontecido y como espacios de elaboración donde se posibilite la reconstrucción de nuevas identidades individuales y colectivas descentrando las posiciones de desecho

Por supuesto que no desconozco las dificultades que se enfrentan.

La implementación de políticas neoliberales ya tiene una larga historia de arrasar territorios y desbaratar horizontes, pero justamente porque hoy el discurso de la imposibilidad es tan aplastante es que hay que buscar los intersticios por donde transcurra la resistencia.

Y si entre muchos valores que ha aportado el campo de la lucha por los derechos humanos, hay uno que se destaca es ése de que «aún en los momentos más negros de la historia se puede resistir » a través de revisar lo hecho e inventar nuevas experiencias sociales, otras alternativas.

Y por ello esta práctica, como muchas otras que están llevando a cabo desde diversos movimientos que apuntan a reivindicaciones sociales, con chicos de la calle, con la lucha de las mujeres de los barrios, con el tema del gatillo fácil, con jubilados, con temas de seguridad comunitaria, etc nos interpelan continuamente con relación al sentido de nuestras prácticas y a su lugar social

¿Desde dónde ubicamos el ejercicio de nuestras prácticas y alrededor de qué ejes?

Este Programa como decía antes, forma parte de un esquema de Promoción y Prevención en Salud Comunitaria y cuando remarcamos la Promoción es porque ésta se relaciona plenamente con el campo de los determinantes en Salud, quiero decir lo que hace a las condiciones de vida y de trabajo, al ejercicio y desarrollo de las habilidades y hábitos de vida personales ,a los entornos físicos donde viven las personas, a todo aquello referido al material biológico ,cultural y social que dota a un ser humano de mejores posibilidades de vida plena. Es decir a promover situaciones, elementos, contextos, leyes y formas organizacionales que favorezcan la salud y por lo tanto está plenamente consustanciado con la cuestión de los derechos humanos.

Finalmente remarco que ante tanta fragmentación, tanto desmembramiento y exclusión los movimientos sociales, entre los que tienen un sitio especial, los de derechos humanos, ofrecen un marco: el de la complejidad, el de operar buscando los anudamientos de las diversidades que atraviesan, entrecruzan y traspasan los sectores que los componen y que ya no pueden ser contenidos en los límites de las cuestiones sectoriales.

Los movimientos sociales tienen una gran tarea en el horizonte que es la de articularse con otros actores sociales, con agrupamientos de trabajadores ,de desocupados, de estudiantes, con las universidades , con representaciones políticas y con todos aquellos sectores dispuestos a concebir nuevas formas solidarias que posibiliten otras luchas más inclusivas, más participativas y por supuesto más aceptadoras de las diferencias

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Carlos R. Núñez es psicólogo. Docente de la Facultad de Ciencia Política Cátedra Cultura y Subjetividad. Ex Integrante del área de Salud y Trabajo de la UNR. Coordinador Equipo Salud Comunitaria de ONG CEDIS en la CTA ROSARIO. Actual Director Biblioteca Popular Pocho Lepratti de Rosario (Argentina)