¿Por qué tantas corrientes de «izquierda» aceptan que los regímenes de Fidel Castro y Hugo Chávez suscriban acuerdos con transnacionales y, en cambio, exigen a Evo Morales que expulse a todas las petroleras que operan en Bolivia? ¿Por qué son tolerante con Lula da Silva, esencia del proletariado brasileño, cuando firma un estratégico acuerdo con […]
¿Por qué tantas corrientes de «izquierda» aceptan que los regímenes de Fidel Castro y Hugo Chávez suscriban acuerdos con transnacionales y, en cambio, exigen a Evo Morales que expulse a todas las petroleras que operan en Bolivia? ¿Por qué son tolerante con Lula da Silva, esencia del proletariado brasileño, cuando firma un estratégico acuerdo con Bush sobre agro combustibles, y, en cambio, critican el reformismo del líder boliviano? ¿Qué países o bloques regionales podrían respaldar el proceso de cambio que vive el país? ¿Habrá apoyo norteamericano, dentro de la globalización vigente? Zbigniew Brzezinsky, quizás el ideólogo más lúcido del imperialismo norteamericano, dice en su libro «El Dilema de EEUU» que su país acepta la globalización cuando le conviene. Añade que si una disposición internacional choca con la hegemonía de la Casa Blanca, no podrá cumplirse. En consecuencia, las ideas de justicia o equidad no entran en las relaciones con el país del norte.
La Unión Europea trata de aminorar la brecha que la separa de EEUU, por ello sus empresas, como Repsol, British, Shell o Total tratan de succionarnos hasta la última gota de nuestro ahorro interno. China y los países árabes están demasiado ocupados en sus propios problemas para desvelarse por un país tan pequeño como Bolivia. El caso Jindal, que explotará los yacimientos de hierro de El Mutún, es una positiva excepción, que no constituye una tendencia. En la región, Brasil no ha perdido su pantagruélica geofagia, la que se manifiesta con la imposición de políticas prepotentes, como la decisión inconsulta de instalar hidroeléctricas en ríos binacionales. La Argentina de Kirchner no ha podido potenciar ENARSA, su petrolera estatal, lo que la supedita a las compañías foráneas. Chile, Perú y Colombia, atados por ahora a Washington, no desean la profundización del proceso boliviano. El respaldo cubano o nicaragüense tiene más bien carácter testimonial antes que efectivo. Paraguay sufre la presencia de tropas norteamericanas. El proceso ecuatoriano se halla en fase de maduración y el respaldo venezolano es importante, pero insuficiente.
Frente a este panorama, ¿qué puede diferenciar de manera cualitativa a Evo Morales de los gobiernos neoliberales? A nuestro juicio, la transparencia, como sinónimo de honestidad, opuesta a la arbitrariedad en el manejo de asuntos públicos. Infelizmente, entre el régimen de Gonzalo Sánchez de Lozada (GSL) que dispuso la reserva de las políticas que liquidaron el patrimonio estatal y la actual conducta del oficialista Movimiento al Socialismo (MAS), no existe una clara diferencia. Las auditorias a los campos petroleros, ordenada por el Decreto de Nacionalización de los Hidrocarburos, se mantienen en secreto, pese a que sus resultados debieron servir de base para suscribir los contratos con las compañías, de los que emergieron anexos perjudiciales al país. No se ha publicado el contrato de venta de acciones de las dos refinerías de Petrobrás a YPFB. El país pagó por ellas 112 millones (MM) de dólares ¿Los pasivos de 288 MM también se cargaron a nuestras espaldas? ¿Quienes son los responsables de que Petrobrás se llevara el software de esas instalaciones, de manera que sólo entregó hierros viejos, de hace tres décadas? ¿Por qué YPFB no exporta de manera directa el petróleo reconstituido de las refinerías, en lugar de recurrir a la Glencore, compañía vinculada a estafadores como Mark Reach y Sánchez de Lozada? ¿A cuanto ascienden y con qué criterio se distribuyen los donativos venezolanos para alcaldías de Bolivia, en los que aparece el Primer Mandatario repartiendo recursos públicos que no ingresaron al Tesoro General de la Nación (TGN), como hacía el arbitrario régimen del general René Barrientos, en la década de los años sesenta?
Ningún proceso transformador como el actual puede consolidarse sin una revolución moral, sobre todo en momentos en que suicidas posturas indigenistas, por un lado, y separatistas, por otro, están socavando los frágiles cimientos del Estado nacional.