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Tras la huida de gobernador Sergio Acevedo

Fuentes: Rebelión

El pueblo de la Provincia sólo gobierna por medio de sus representantes y autoridades, en la forma establecida por esta Constitución, pero conserva los derechos de reunión pacífica y de petición individual o colectiva. Art. 7 de la Constitución de la provincia de Santa Cruz La renuncia del gobernador de la provincia de Santa Cruz, […]

El pueblo de la Provincia sólo gobierna por medio de sus representantes y autoridades, en la forma establecida por esta Constitución, pero conserva los derechos de reunión pacífica y de petición individual o colectiva.

Art. 7 de la Constitución de la provincia de Santa Cruz

La renuncia del gobernador de la provincia de Santa Cruz, Sergio Edgardo Acevedo, confirma que la democracia representativa en la República Argentina está herida de muerte.

Ese hecho inédito que no está motivado en ir a ocupar otro cargo o función, me obliga a preguntarme por ejemplo: ¿Qué importancia y significado adquiere la decisión popular cuando somos obligados a votar a nuestros representantes? ¿Qué intereses políticos, económicos y corruptivos están colocados por sobre un gobierno provincial constitucionalmente elegido? ¿Qué trampas puede hacer y colocar un gobierno nacional a las instituciones provinciales?

Más allá de las disidencias que uno pueda tener con el ex gobernador a partir de su pertenencia política y las formas de conducir los destinos de Santa Cruz, su inconcluso mandato había adquirido una nueva manera de gobernar el feudo que el presidente Néstor Carlos Kirchner construyó durante doce años de mandato gubernamental ininterrumpido merced a dos reformas constitucionales. Esos aires nuevos, en la ventosa provincia patagónica, nos permitían pensar -y porqué no soñar- que otra forma en el manejo de la cosa pública era posible por aquellos lares.

Las relaciones políticas entre el renunciante y/o renunciado gobernador Acevedo y el actual presidente Kirchner durante muchos años no fueron pocas, a saber: dos veces legislador provincial y presidente de la Cámara de Diputados provincial y por lo tanto vicegobernador de Kirchner, dos veces convencional constituyente provincial, dos veces diputado nacional y dos veces intendente del municipio de Pico Truncado, además de haber sido designado a cargo de la Secretaría de Inteligencia de Estado al inicio de la gestión kirchnerista hasta su postulación a gobernador de la austral provincia, y a la que accedió tras un rotundo e incuestionable triunfo electoral.

Con este manantial de relaciones políticas, institucionales y representativas -más allá de provenir de una agrupación interna del peronismo que conformó alianzas con el kirchnerismo desde el año 1991- nadie en su sano juicio y en su buen saber y entender puede sostener y suponer que Acevedo desconocía la forma autoritaria con que el «mandamás provincial» manejaba y maneja la política partidaria y las cuestiones atinentes a los poderes del Estado en aquella región de la Patagonia. Muchos ciudadanos, sin duda alguna, ya lo están comprobando a nivel nacional, aunque sea harina de otro costal, pero permite inferir con bastante acierto y aproximación -aún ser conocer sobre la realidad santacruceña- como se desenvuelven los temas políticos e institucionales en Santa Cruz.

Ahora bien, sucede que un cuadro político con probada experiencia ejecutiva y legislativa como Acevedo que siempre ha contado con el respeto político de propios y extraños, una cuestión no menor dentro de la miserable política argentina, debe retirarse y hacerse a un costado para dejar en su lugar a un personaje advenedizo en la política, incapaz, prepotente y sin experiencia ejecutiva, más allá del manejo compartido de los negocios inmobiliarios en Río Gallegos -incluidos los de la familia feudal- como es Carlos Alberto Sancho. Éste en su paso como concejal riogalleguense dio sobradas muestras de ineptitud, incapacidad legislativa y ser titular de un servilismo verticalista kirchnerista que permitieron un manejo comunal comprobadamente corrupto, y que como diputado provincial dio un vergonzoso ejemplo trabajo y de acción legislativa.

La salida de Acevedo, de cuyos supuestos motivos dan cuenta las versiones de fuentes opositoras y las anónimas del poder, tanto como las periodísticas, con seguramente un grado satisfactorio de aciertos y verdades, es la palmaria confirmación del hegemonismo que impone Kirchner y del modo perverso de actuar de cada uno de sus «vasallos» tanto dentro de la provincia como desde el gobierno nacional. Seguramente que determinadas acciones llevadas adelante con independencia política por parte de Acevedo producían en el temeroso e inseguro presidente Kirchner el fantasma de su posible mantenimiento en el poder ejecutivo provincial más allá del año 2007, ergo el proyecto de la feudalidad entraría en crisis y podría mutarse hacia rumbos no deseados y menos permitidos por el «señor».

Desde ahí pueden comprenderse muchas cuestiones que en los últimos tiempos han sucedido en Santa Cruz como han sido los excesos policiales, las digitadas y entregadas a medidas obras públicas en su territorio, la imposición de políticas sociales, el manejo, ocultación y repatriación de los fondos provinciales evadidos sospechosamente al exterior, las constantes presiones, las indiferencias y faltas de consideración a su investidura; y muchas otras acciones y cuestiones políticas verificadas en los últimos dos años y tres meses pasados desde que asumió la gobernación. Obviamente sin hacer referencia a las arbitrariedades perpetradas y llevadas a cabo desde el año 1991 por el «Amo del feudo».

Para quienes conocemos la realidad santacruceña ninguna de las mentiras, manifestaciones contrarias a lo que se cree, se piensa y se sabe, que se propagan y se manejan desde hace mucho tiempo puede sorprendernos, pero sí el hecho de haber llegado a un estado de situación tal que un gobernador deba renunciar por el acorralamiento presidencial y por el accionar de sus secuaces en ejercicio de cargos ejecutivos.

La vergüenza que han protagonizado los diputados provinciales del peronismo al considerar la renuncia de Acevedo y no haber exigido explicaciones sobre los motivos, que uno sabe muy bien que en absoluto han sido por «razones estrictamente personales», dan una cabal y perfecta muestra de la falta de respeto hacia la voluntad popular por parte de los «levantamanos» en esa muy bien definida «Cueva de las Manos» en la que han convertido a la legislatura provincial.

Tanto Acevedo al no informar a la ciudadanía los motivos verdaderos por los cuales huyó del cargo con el que fuera honrado por el pueblo, como de los legisladores que actuando como «siervos» se apresuraron a reemplazarlo sin ir hasta el fondo de la cuestión y que han permitido violentar una decisión soberana del pueblo, aunque las formalidades se hayan cumplido y respetado.

Aunque algunos piensen que con, y por, la huida del gobernador Acevedo se produce un triunfo del kirchnerismo más puro o de «paladar negro», ésta no debería ser la cuestión más importante a considerar aunque es significativamente importante y preocupante. El único perdedor es el pueblo santacruceño que a partir de estos momentos retomará, al extremo sin dudas, las prácticas del autoritarismo, la nefasta hegemonía, el impuesto silencio, el miedo de hablar, manifestarse y a disentir, junto con la falta de debate que ya se ha experimentado en un pasado no lejano y que se potenciará con la omnipresencia y omnipotencia que impone del presidente Kirchner.

El proyecto feudal santacruceño a partir de ahora tendrá un camino libre de obstáculos, a nadie «nunca más» se le ocurrirá hacer o pensar aquello que no agrade los oídos y bolsillos del poder kirchnerista. Porque las posibles, comprobables por cierto, consecuencias han quedado al desnudo de la forma más temeraria y repugnante.

El «ex intendente» Sergio Edgardo Acevedo tiene la obligación moral, cívica y política de informarle a la población sobre los motivos reales de su dimisión, de no hacerlo se convertirá en un funcional más del sistema de opresión y sumisión que necesariamente debe ser desterrado en las prácticas políticas y de la vida bajo el imperio de las constituciones y el estado de derecho, tanto en las provincias como en los municipios.

Si el «ex convencional» constituyente Sergio Edgardo Acevedo no dice la verdad, sus veintitrés años ininterrumpidos de actividad política en democracia lo colocarán junto a quienes se han subido a ella para la satisfacción de los deseos personales, esos que no hacen con sus actos más que minar y destruir el futuro de la vida democrática por y mediante la cual han ejercido altos cargos públicos electivos. Sin más a esa democracia, aunque solamente representativa, que pregonan defender y representar la estaría traicionando.

Una verdadera explicación de los motivos por parte del «ex legislador» Sergio Edgardo Acevedo lo exige el sano criterio cívico, porque el silencio y el no afrontar las consecuencias de decir la verdad no hacen más que posibilitar y facilitar los proyectos, que cómo el de Kirchner, desnaturalizan a la republicana, representativa y federal Nación misma.

El silencio del «ex gobernador» Sergio Edgardo Acevedo contribuirá a convertirnos en «presidiarios cívicos» en una Argentina que desde 1983 no puede sacarse de encima a todos estos repugnantes «pastores políticos», como repugnantes son sus prácticas políticas que han logrado un estado de apatía y desidia ciudadana tal que permitió que la representación sea decidida, mantenida, reelegida y terminada según proyectos personales de unos pocos.

A pesar de todo, y de todos, confío que el abogado Doctor Sergio Edgardo Acevedo, a quién reitero respeto más allá de mis diferencias ideológicas y políticas, más temprano que tarde haga ese aporte necesario e indispensable para la vida democrática en libertad y con justicia, porque de lo contrario no tendrá autoridad ética, moral ni profesional para impartir enseñanza en la instrucción cívica a nuestros jóvenes santacruceños en los colegios, y más aún después de haber perdido su autoridad política lograda justamente en uso de las prerrogativas que debería suponer el voto popular.