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Ultraderecha y dominio de clase

Fuentes: Huella del Sur

A menudo se hace referencia a la “crueldad” y la “insensibilidad” de la extrema derecha. No habría que abusar de esos términos, que parecen remitir a disposiciones mentales o rasgos de carácter. Es mejor arrimar elementos para un tratamiento más riguroso de las referencias de clase y de sus acciones políticas y culturales que permitan el encuadre político y cultural de la ultraderecha actual.

Sintetizamos en algunos puntos aportes para la caracterización de la extrema derecha y los gobiernos que conduce:

  • El auge de las extremas derechas, sean las del siglo pasado o las actuales responde a los intereses del gran capital. Esa es su razón de ser. En medio de una crisis persistente y del descontento popular frente a una sociedad cada vez más desigual e injusta, se abre paso una respuesta desde arriba que busca volcar la situación en su favor en una ofensiva de alcance estratégico.
  • Las propuestas hacen eje en la mercantilización de todas las relaciones sociales y en la supresión de políticas con objetivos de protección social. Acompaña a esa opción la perspectiva de desregulaciones y privatizaciones y de una reforma laboral regresiva. Manos libres para el capital es la consigna de la hora.
  • En el terreno político la condición de posibilidad del extremismo reaccionario es la aguda crisis de representación. Se desenvuelve frente al declive y fracaso de propuestas “nacional populares” “social liberales”, o del conservadorismo tradicional.
  • Ante la ausencia en muchos casos de alternativas por izquierda, se abre paso la defensa radical del capitalismo acompañada por una agenda conservadora que busca el disciplinamiento y el control.
  • Esa “agenda” apunta contra toda forma de expresión de disconformidad y cualquier modalidad de movilización popular autónoma. En parte entronca con objetivos económicos directos. Así la oposición a cualquier política ambiental que favorece al agronegocio, al extractivismo y a la especulación inmobiliaria. O la negación de los derechos ancestrales sobre la tierra, que va en el mismo sentido.
  • En otros casos se orienta al puro disciplinamiento; al retroceso en la emancipación femenina y los derechos de las mujeres, la anulación de la diversidad, la adhesión forzada a una moral pacata, la humillación de todas las minorías (con les migrantes y les indígenas sujetos a una saña especial).
  • La extrema derecha subsume ese programa reaccionario bajo un rótulo común, “batalla cultural”, con la que se proponen el aplastamiento definitivo de las corrientes de izquierda y de cualquier forma de reivindicación igualitaria y de ampliación de derechos. El individualismo rampante, desplegado desde lo laboral a lo afectivo vendría a “reemplazarlos”.

El itinerario de la reacción.

  • Hay sectores de las clases dominantes que comienzan a manifestar interés por propuestas políticas que supriman o atenúen al mínimo los componentes democráticos de los regímenes actuales. No afloran por ahora intentos de suprimir el sistema parlamentario y construir un orden de otro tipo, pero pueden aparecer en el mediano plazo.
  • Sí se presenta hoy la tendencia a ampliar las competencias del poder ejecutivo en un contexto de liderazgos fuertes y personalizados. La deliberación parlamentaria interesa menos que el poder unipersonal de decisión. En cuanto al componente represivo su incidencia aumenta, sin que llegue a tomar un rol central.
  • Aunque sea con mala predisposición conviven con el pluralismo político, social y cultural., Y mantienen la realización de elecciones competitivas y el funcionamiento parlamentario. Por eso se los suele encuadrar como “democracia no liberal” o “autocracia electoral”.
  • A diferencia de las extremas derechas del siglo XX, las actuales son defensoras del capitalismo a como dé lugar. El fascismo italiano y el nazismo portaban un discurso “antiburgués” y hasta coqueteaban con una variante propia del “socialismo”. Nada de esos ocurre hoy. Tampoco apuntan a construir un movimiento obrero “estatalizado”. Prefieren organizaciones de trabajadores muy debilitadas o que directamente no existan.
  • No tienen en el presente un enemigo socialista en condiciones de triunfar. No necesitan por lo tanto encarar la conversión de una parte de la izquierda y de las clases trabajadoras a su causa, sólo exacerbar su alineamiento con la “sociedad de mercado.”
  • Las extremas derechas del pasado encarnaban una política defensiva del gran capital, que experimentaba el cerco real o imaginario de la revolución social. El avance actual tiene carácter ofensivo. Se busca modificar las relaciones entre capital y trabajo y perfeccionar el rol estatal en defensa de los intereses patronales.
  • Colocan en el lugar de “enemigos del pueblo” a la dirigencia política tradicional y al Estado. Los daños que produce el poder económico quedan ocultos. Los empresarios son presentados de modo engañoso como benefactores de toda la sociedad que “producen riqueza” y “dan trabajo”.
  • En el Estado tienden a la supresión de todo lo que diverja en alguna medida con los propósitos de las grandes empresas. Al mismo tiempo que fortalecen los mecanismos represivos y también los propagandísticos.
  • No debe darse por descontado que la ultraderecha es un fenómeno pasajero. Hay indicios de que llegó para quedarse y dar la disputa durante un lapso extenso. Distorsiona todos los valores, hace gala de oposición a cualquier criterio de justicia social. Difunde falsedades y comete exabruptos todo el tiempo. Nada de eso impide que afiance su predominio y alcance el consenso de amplios sectores.

Preparación para la lucha.

  • Para enfrentar a las corrientes reaccionarias se necesita construir un oponente organizado y radical, que hoy no existe. Eso sin desmedro de que variadas resistencias buscan hoy contraponerse a la acción disgregadora y disciplinante de la ultraderecha. La resistencia no basta.
  • No hay más margen para los administradores de lo existente Se necesita demostrar que el enemigo principal no es la “casta política” sino los grandes capitalistas. Y que es el poder económico el que engendra “monstruos” mediante su sed insaciable de ganancias y acumulación de riquezas.
  • La respuesta integral debe buscarse en la acción colectiva, fraternal, autoorganizada, con vocación de unidad. Necesita basarse en la reflexión crítica sobre un mundo en acelerado cambio, que en muchos casos propende a la demolición de identidades y tradiciones.
  • Muchas certezas sostenidas en el siglo XX necesitan ser reexaminadas. Las categorías de entonces, incluida la de “fascismo” requieren de matices y actualizaciones.
  • La acción y el pensamiento “desde abajo” tomarán nueva fuerza en la apuesta hacia un orden orientado a la justicia, la igualdad y la libertad repuesta en su sentido emancipatorio, en contra del individualismo de mercado. Es hora de jugarse con todo a la ruptura definitiva del predominio del gran capital.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.