Perry Anderson en 1994 diagnosticaba que el neoliberalismo era una fuerza intelectual y política, que su energía, intransigencia teórica y su dinamismo estratégico aún no se había agotado, una afirmación pesimista, no obstante, advertía que el neoliberalismo no era invencible. Los acontecimientos en Latinoamérica y en Bolivia a partir del 2000 se han encargado de […]
Perry Anderson en 1994 diagnosticaba que el neoliberalismo era una fuerza intelectual y política, que su energía, intransigencia teórica y su dinamismo estratégico aún no se había agotado, una afirmación pesimista, no obstante, advertía que el neoliberalismo no era invencible. Los acontecimientos en Latinoamérica y en Bolivia a partir del 2000 se han encargado de darle razón en cuanto a sus advertencias y desmitificar el modelo neoliberal. Los intelectuales orgánicos de la burguesía apuntan a minimizar y desalentar los alcances de la insurrección popular, los caracteriza una falta de sensatez, ecuanimidad y realismo en la explicación de las verdaderas causas de la crisis social y económica que vive el país y que detona las explosiones de rebeldía del pueblo, el hilo conductos de sus opiniones es afirmar que ninguno de los problemas que vive Bolivia fueron fruto del modelo económico instaurado en 1985, al contrario, ese modelo había logrado importantes cosas respecto al pasado
Tal es la línea de razonamiento del profesor Laserna. La hipótesis «a mayor apertura y modernización, mayores son los ingresos y menor es la pobreza», que no hace sino repetir una vieja canción, las teorías sesenta y setentistas sustentadas por el funcionalismo y la teoría neoclásica del desarrollo y la modernización y, como quien quiere decir algo propio, agrega «la heterogeneidad no se circunscriben solamente a diferencias tecnológicas…..sino que implica también la existencia de distintas racionalidades y patrones culturales en el sentido más amplio del término», luego, que el obstáculo para que el modelo no funcione es la actitud del campesino «La mayor resistencia, social y económica y sólo muy recientemente política, proviene del comunitarismo, es decir, la economía natural» [i] , dejando aclarado en esta frase cuál el enemigo de la modernización. El comunitarismo, el campesino.
Pero el verso tampoco es nuevo. Existen varias versiones, en el ámbito internacional y local de este repentino culturalismo; una de las más conocidas en los círculos intelectuales nativos es la de H.C.F. Mansilla, cuyo tópico favorito es el de la «irracionalidad indígena», «que los obstáculos para el desarrollo del capital social, es el mundo tradicional y conservador, que sé caracteriza por plegarse a mitos sociales irracionales» [ii] . Al menos, Mansilla no se anda con vueltas para objetivas a su enemigo.
En la escena internacional, quién se ha hecho famoso por la cuestión culturalista es el profesor Samuel P. Hungtington, con su libro «el choque de las civilizaciones», donde a partir de un enfoque bastante particular, en el que enfatiza en las diferencias y divisiones de las «civilizaciones», sentó las bases de la demonización del islam, cuyos resultados actualmente ya conocemos. El objetivo actual del profesor Huntington, son los latinos en los Estados Unidos [iii] . Otra vez, la mirada dirigida solo a la diferencia y división de «culturas» le permite construir un enemigo interno, la comunidad latina.
Siendo el campesino o lo comunitario, el principal obstáculo para el progreso, para el logro de la modernidad anhelada, para nuestra identidad como nación y Estado, para construir un «mercado interno». Queda claro también, quién es el enemigo político.
Se ha instalado una sensación de crisis terminal -dice Laserna- y en algo coincidimos, en lo que no coincidimos para nada es en sus causas. Para él la causa y el problema radica en ese obstáculo estructural ahora peligroso -peligroso porque ahora su resistencia es política- que se llama comunitarismo. Para nosotros, el problema se llama modelo neoliberal.
En realidad son dos visiones contrapuestas del mundo, en el sentido gramsciano del término. La ideología es también un campo de batalla, no existe neutralidad axiológica en la ciencia social. Quien defiende el punto de vista de la objetividad lo cínico que hace es expresar un pensamiento aristocrático, como calificara Bourdieu a quienes señalan una diferencia tajante e insalvable entre el conocimiento científico y el conocimiento popular. De ahí que la apelación del profesor Laserna a que «los datos» «desafían a la ideología» le sirva para marcar la diferencia entre el «científico» y «los analistas y políticos, los dirigentes sindicales, activistas y amas de casa» [iv] , todos por igual. Solo el científico conoce la «verdad». A fuerza de subarayar el rol del científico social lo único que logra es llamar la atención sobre lo que no quiere develar, que detrás de los datos existen clases sociales enfrentadas.
Lo que esconde este alarde de cientificidad es una velada intención, la de dividir al pueblo entre excluidos e incluidos, entre pobres y explotados, entre campesinos y obreros, entre modernos y arcaicos. No habría que olvidar que esto, con otros métodos, en un pasado reciente lo intento el difunto general Barrientos.
Finalmente Laserna tiene razón cuando dice «seguir creyendo que algunas leyes y subvenciones, más un gobierno distinto, estaremos ya, en otro modelo». Ahora, por que no se lo dice al presidente Meza y a quienes le ayudan a gobernar.