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Un escenario de graves antagonismos

Fuentes: Rebelión

La tragedia del México actual trasciende a desproporciones nunca vistas en lo que va de su desarrollo capitalista, como se dice en estos casos, nunca antes las desigualdades y asimetrías se habían acentuado tanto y en tan significativas magnitudes. Los conflictos y antagonismos entretejen nuestra trama cotidiana, una extrema acumulación de riquezas frente al despojo […]

La tragedia del México actual trasciende a desproporciones nunca vistas en lo que va de su desarrollo capitalista, como se dice en estos casos, nunca antes las desigualdades y asimetrías se habían acentuado tanto y en tan significativas magnitudes.

Los conflictos y antagonismos entretejen nuestra trama cotidiana, una extrema acumulación de riquezas frente al despojo fratricida, la consumación del sistema depredador frente a la desintegración social, un saqueo contumaz de sus recursos frente a la penuria general de las condiciones de vida, un sentido de injusticia general frente al anhelo social de otras perspectivas emancipatorias. Larga es la trama de agravios sociales que se ciernen, como variada su consistencia, así como amplias las repercusiones en lo profundo de la sociedad mexicana.

Pero poco de esto se refleja bajo la comunicación pretenciosa de la política dominante y el estado actual de su proceso electoral, no obstante todo ello está ahí debajo del entarimado. Extenso es el recuento, desde el ángulo de la marcha del capitalismo y la consolidación del Estado de los monopolios y los poderosos en el manejo crítico de sus prerrequisitos de opresión-explotación como si nada pasara. Este devenir general nos condujo al trance de un neoliberalismo aplicado en condiciones de sometimiento al imperialismo con especial acento en el mandato de las posturas norteamericanas.

Del impulso progresivo del capitalismo al neoliberalismo en México se ha recorrido todas las etapas que indica el manual: a) desde las políticas de austeridad, b) pasando por las privatizaciones maniqueas, c) las políticas de ajustes al capital financiero internacional, d) la aceleración inmoral e inmoderada de la sobreacumulación de capitales, e) contrarreformas que desintegran al propio Estado mexicano al grado de apéndice de otros factores, f) un envilecimiento profundo de la vida social para robustecer llanamente el poder político-económico en sus nuevas condiciones, g) la vuelta de tuerca en la privatización de servicios y lo que resta del patrimonio nacional, h) el afianzamiento de las burocracias, grupos y linajes de poder que gobiernan al país por sobre todas las cosas, al servicio y en maridaje de las clases burguesas, i) fondos de legalidad a modo de cadenas con las cuales mantener toda la dependencia de la sociedad con respecto del poder, j) hasta el control irrestricto del país en lo político, lo económico, militar, policiaco y social por instrumentos, instancias y agentes imperiales a efecto del predominio de la codicia por sobre todas las relaciones humanas.

México se constituyó en una sociedad encerrada entre muros de violencia, explotación rapaz, transgresión masificada de derechos sociales, deshumanización y poder opresivo ilimitado. Sus procesos políticos y la propaganda del sistema invocan burbujas de amor que poco tienen que ver con la realidad lacerante que se desbocan por obscurecer. La política dominante pinta las cosas de tal suerte que resta seguir confiando en la corporatocracia, en la plutocracia, en sus operadores de oficio, con especial acento en las promesas de quienes nos oprimen. Un mundo de chocolate es lo que nos cuentan a diario, sin embargo, es pura administración del conflicto social desde arriba y para los de arriba.

Para esa visión, la moda es asumir conductas retrógradas, rechazar todo proceso de lucha, tergiversar la realidad haciendo cambalache con ensueños rosa, perfilar criterios burgueses, anular el juicio, imponer las reglas de la sicología del poder, establecer en los hechos el juego de cálculos políticos, afirmar los intereses creados y ya establecidos en las entrañas del régimen. Para finalmente asumir esa conducta alienada que consiste en la vulgarización del proceso mexicano y su impedimento a transitar nuevas condiciones de lucha social, clasista y popular. Asemejándolo según la visión tecnócrata burguesa, a una cuestión obsoleta sin sentido ni posibilidades dadas las circunstancias y los «deberes del país civilizado, de derecho, moderno y garante de la gran propiedad».

En fin, tales son los prodigios de la mentalidad dominante, su reducción y modificación de las expectativas sociales, de sus códigos de clase. Nos exigen moderación ante los poderosos, combaten al deseo colectivo de cambio social, se asumen en la posición de élites correctoras de los problemas, de censuradores de oficio, de su labor contra la formación de la conciencia fundamental del pueblo.

Por otro lado, no hace falta ser obradorista para percatarse de que se abren posibilidades de mejores condiciones de batalla, a pesar de que los sectores de derecha en Morena, las elites socialdemócratas o los grupos recientemente traspasados a este entorno no actúan con esta lógica y sí hacen todo lo que está a su alcance para que el rio no desborde, ni su estamento de clase política se vea alterado. Puesto que de acuerdo con las evidencias de su accionar, a buena parte le guía la intención de ascenso al poder político para seguir igual, ser base de maniobra de la gran burguesía contra las clases oprimidas y reciclar el modo de vida burgués en otras fundamentaciones de legitimidad.

Siendo esta situación un producto de la lucha de clases en sus condiciones, del hartazgo, la necesidad, sus procesos organizativos y el empuje social; su posible arribo al poder no cambia la naturaleza del Estado. Lo cierto es que de mantenerse en las premisas de su programa nacionalista, además de algunas consignas inclinadas a retomar las iniciativas de lucha popular, todo lo cual no queda exento de costuras, que no es de una sola pieza pues; sino conflictivo a lo interno y externo; no obstante plantea retos políticos insoslayables ante la situación, con diversos aspectos antineoliberales en el marco de un respaldo popular indiscutible. Definitivamente sí conduce a un potencial desequilibrio de las élites gobernantes, de sus mecanismos de control, de sus políticas fundamentales y de la problematización para mantener el orden riguroso con que hasta ahora hemos vivido.

Por supuesto, todo dependerá de la balanza de fuerzas, sus correlaciones, perspectivas y acciones sociales. Aun saliendo derrotada esta tendencia, las presiones de la lucha de clases se reúnen en torno a las reivindicaciones generales en medio de las dificultades ya sabidas de un régimen cada vez más ensimismado en su dominación. Particularmente aquí el problema del programa nacionalista no es tanto por su defensa de un nivel de reivindicaciones necesarias e ineludibles, como por las inconsistencias frente al sistema en su fase actual al no enfrentarlo rotundamente, y en procura de humanizarlo.

Lo que el contexto nos dice es que se abren fisuras, que el rompimiento hacia un poder popular es una perspectiva desde abajo, o no será, cuyo origen se sustenta en la presión y protagonismo popular. Este es el mayor temor de todas las elites gobernantes, de todos los colores, a lo que hay que aunar notas de resistencia de sectores democráticos y populares que se posicionan en torno al proceso inmediato, con el suficiente peso como para empujar posteriormente una lucha de mayor resistencia por cumplir algunas cuestiones de prioridad que llevarán a renovadas acciones y reclamos. Se requieren cambios más allá de la recomposición moral (por ejemplo, enfrentar la corrupción no basta con atacar a los corruptos, cuando esta es un sistema y un modo de construcción del poder político y económico firmemente asentado), es necesario trazar líneas de combate pormenorizadas contra todo el entramado capitalista.

Tampoco es necesario posicionarse en la ultraderecha para verle sus límites, su radio está bastante remarcado, al grado que patentiza una forma de extender las fisuras, de atizar la crisis social por soluciones democráticas y revolucionarias bajo otro escenario, hacia otro proceso de la lucha de clases más allá de las viejas resistencias defensivas.

Dadas las circunstancias de la más estricta necesidad, instintivamente el pueblo se propone actuar, asimilar y contrastar esta realidad de la lucha de clases y sus tensiones. Puesto que con ello entramos en condiciones de extensión para las añejas tareas de conciencia, de posicionamiento del criterio revolucionario, del sentido de las luchas y la fuerza que debe impregnarse a sus procesos desde abajo contra el capitalismo, ante las condiciones con que actualmente se cuenta.

Bajo esta gama de circunstancias históricas y coyunturales al frente, estamos llamados a perfilar el planteamiento y acervo de la teoría revolucionaria tan indispensable para nuestros días, con el bagaje e instrumental del sentido y esfuerzo popular de lucha para que en efecto se marche a situaciones en que el despliegue de las clases explotadas y oprimidas no quede atado de manos frente a los poderosos, que no se desvanezca en generalizaciones, ni se vea subordinado al llamado juego de cálculos de la política. Hay que luchar por un escenario y espacios de combate para empujar el cambio del régimen capitalista próximo a develarse en todas sus costuras y causales de las calamidades sociales, así como posicionarse en torno a la confirmación de que es posible romper el círculo vicioso de la política burguesa dominante en aras de que las y los desposeídos se constituyan en fuerza protagónica y revolucionaria en el proceso de su historia.

En un contexto en que el capitalismo, y en especial los imperialistas no nos permiten funcionar como nación soberana, popular y plenamente independiente; no cabe acalambrarse por empezar por lo básico en medio de un proceso «impuro», pero que traerá consigo perspectivas de lucha y cambio, se debe obrar según las posibilidades del momento sin cerrarse a las perspectivas, el tiempo trabajará para los pueblos en cualquier circunstancia que en adelante se presente.

Se trata de procesos indispensables en la concreción de la lucha, ante los cuales la burguesía seguirá en sus ataques, que las clases populares deberán enfrentar en la posición central de convertirlo en un nuevo punto de apoyo para las luchas venideras. Es bajo este contexto que las potencialidades democráticas y revolucionarias, el desarrollo de tareas claras, específicas, objetivas, veraces; resaltan para una dilatada labor independiente, mandatada y revolucionaria de nuestros pueblos, sus clases y sectores en calidad de sujetos de la historia, hacia el proceso democrático y un auténtico poder popular contra el sistema.

Así entonces, en esta vertiente de la lucha política más compleja, dinámica y conectada con sus conflictos, necesitamos la creación y sustentación en el terreno de mejores condiciones de acción colectiva polémica, concientizadora y emancipatoria.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.