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Un muerto que no para de nacer

Fuentes: Rebelión

La denuncia realizada por Natalio Alberto Nisman en 2015 y su posterior muerte, han dado a luz una pieza de ficción jurídica en varios actos que ha alcanzado ribetes tragicómicos y que ha parido un debate en el que la verdad y la lógica han sido desplazadas a un lejano segundo plano. El nombre del […]

La denuncia realizada por Natalio Alberto Nisman en 2015 y su posterior muerte, han dado a luz una pieza de ficción jurídica en varios actos que ha alcanzado ribetes tragicómicos y que ha parido un debate en el que la verdad y la lógica han sido desplazadas a un lejano segundo plano.
El nombre del fiscal, sus aventuras y sus desventuras, fueron ventilados casi siempre al ritmo de las brutales discusiones entre los republicanos yanquis y el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu de un lado y los demócratas y el bloque de países que propugnaban el acuerdo nuclear con Irán – el grupo cinco más uno – por el otro, pero la exhibición de su pasión y muerte sirvió también a las peleítas provincianas entre el bloque de la derecha liberal y el llamado populismo de estas tierras.
La obra de ficción jurídica empezó con la denuncia de un delito que – de haber existido – nunca fue consumado, con la posterior construcción de un homicidio que ni siquiera empezó a probarse y culmina ahora, con la resolución de la Cámara Federal que ya dice tener clarísimo cuál fue el móvil de este asesinato que todavía no sabemos si fue.
La lógica bien, gracias.

Primer acto: La denuncia de un delito imaginario

La denuncia de Nisman, presentada ante el Juez Federal Ariel Lijo y fechada el 13 de Julio de 2015 anuncia que se propone probar «la existencia de un plan delictivo destinado a dotar de impunidad a los imputados de nacionalidad iraní acusados» y explica que «esta confabulación ha sido orquestada y puesta en funcionamiento por altas autoridades del gobierno nacional argentino, con la colaboración de terceros, en lo que constituye un accionar criminal configurativo, a priori, de los delitos de encubrimiento».

El fiscal promete que en el largo texto -que ocupa un archivo pdf de 288 páginas (ver texto completo en https://www.pagina12.com.ar/fotos/20150121/notas/denuncia-nisman.pdf)- presentará «las pruebas que ilustran que el plan que aquí se denuncia incluyó negociaciones secretas y públicas con los iraníes, durante las cuales se acordó dar de baja las notificaciones rojas de Interpol» La verdad es, que de ninguno de los audios que acompañan la presentación surge que ese acuerdo estuviera incluido en la discusión del memorándum, pero más allá de eso, el hecho es que las alertas rojas jamás cayeron, o sea que hablamos de un delito que como mínimo, no llegó a ser consumado.
Sin embargo hay un elemento más que destruye la denuncia de Nisman. El mismo día de su muerte, los diarios publicaban que «el exsecretario general de Interpol, el norteamericano Ronald Noble desmintió al fiscal Nisman respecto a su denuncia contra la presidente Cristina de Kirchner, al canciller Héctor Timerman y demás acusados por supuesto encubrimiento en la causa AMIA.» Y acompañaban un textual: «lo que dice el fiscal Nisman es falso. Ningún integrante del gobierno argentino trató nunca de que bajáramos los alertas rojos contra los funcionarios iraníes» (http://www.ambito.com/775311-lo-que-dice-el-fiscal-nisman-es-falso).
Lo cierto es que la causa no tuvo resolución de Lijo que la mandó a sorteo y la tomó Rafecas que la rechazó explicando que «ha quedado claro, que ninguna de las dos hipótesis de delito sostenida por el Fiscal Pollicita en su requerimiento, se sostienen mínimamente, la primera («Comisión de la Verdad»), porque el presunto delito nunca se cometió; y la segunda (baja de las «notificaciones rojas»), porque la evidencia reunida, lejos de sostener mínimamente la versión fiscal, la desmiente de un modo rotundo y lapidario, llevando también a la misma conclusión de la inexistencia de un delito».
Más tarde las cosas cambiarían. El triunfo de Trump daba nuevos aires a los republicanos para una nueva ofensiva contra el pacto nuclear con Irán y el triunfo de Macri y su necesidad de culpar de todo a la «pesada herencia» -y para ello pintar al gobierno anterior como a una banda capaz de cualquier cosa- abrían las puertas a la imaginación: Bonadío diría sin que se le mueva un pelo que daba por probada la «existencia de una maniobra delictiva que tenía como finalidad normalizar las relaciones con la República Islámica de Irán, a costo de provocar la impunidad de los ciudadanos de nacionalidad iraní».

La verdad bien, gracias.

Segundo acto: Superasesinos onda Marvel

La noticia de la muerte de Nisman empezó a resonar en la noche del domingo 18 de enero de 2015. «Hallaron muerto al fiscal Alberto Nisman en su departamento de Puerto Madero» titulaba Clarín, confirmando el hecho en una nota fechada el 19, algo después de las tres de la mañana.
A partir de allí empezaron las informaciones y más que nada las especulaciones. La oposición al entonces oficialismo empezó a agitar el fantasma del magnicidio y el propio oficialismo abonó esa línea en una carta que publicara Cristina Fernández: «El suicidio (que estoy convencida) no fue suicidio», escribía la Presidenta.
La prueba decía otra cosa. En una nota del 21 de mayo de 2015, el diario La Nación informa que «la junta médica concluyó que no hay pruebas de un homicidio» y explica que 13 de los 15 peritos -diez especialistas del Cuerpo Médico Forense, que depende de la Corte; los dos de la Policía Federal, y el perito designado por la defensa de Diego Lagomarsino- se inclinaban por la hipótesis del suicidio. Los otros dos peritos respondían a la jueza Arroyo Salgado, que era la única por esos días que insistía en que había habido un asesinato.
Pero el año pasado las cosas también cambiaron en este aspecto, y a la medida de la necesidad de resucitar el tema, una Junta interdisciplinaria de Gendarmería Nacional concluyó «que la muerte violenta de Nisman se trató de un homicidio». Aunque no había sangre en el departamento, ni huellas, aunque la puerta del baño estuviera trabada con la cabeza del muerto y no había aparecido ningún testigo que hubiera visto a algún sospechoso, y aunque nunca fueron careados los nuevos peritos con los anteriores, la nueva pericia de ocasión vino bien para que durante meses se armaran títulos sobre el tema, desde que Clarín anticipara el resultado en Mayo, hasta que la pericia se presentara oficialmente en Setiembre.
Aquí -es cierto- la ficción jurídica es trascendida, audazmente superada. Hace falta pensar en supervillanos como los que inventa Marvel en sus cómics y en sus películas para que pudieran cometer el asesinato que imaginaron los peritos gendarmes. Claro que cuando vas al cine hay un acuerdo tácito de suspender la incredulidad para poder disfrutar del juego, del engaño, de la trampa consentida.
En la vida real, conviene ser más desconfiado.

Tercer acto: No se si lo mataron ni quien, pero lo mataron por eso

Por estos días el caso Nisman ha vuelto a las tapas de los diarios. La Cámara Federal, o sea los jueces Martín Irurzun y Leopoldo Bruglia, ya ni siquiera vacilan y afirman que «nos encontramos frente a una investigación en la que se ha logrado acreditar prima facie que Natalio Alberto Nisman fue asesinado» -recordemos que no hay ni un testigo, ni un sospechoso, apenas una construcción de ficción altamente improbable y endeble- pero da un paso más todavía y se anima a concluir por qué el fiscal habría sido asesinado: fue «directa consecuencia de la denuncia que formulara el 14 de enero de 2015», escriben.
No han de estar muy alejados de la realidad los que vinculan esta reaparición -ya casi en modo farsa- del tema Nisman, con el desprestigio que ha acarreado al gobierno de Macri la corrida bancaria y la consiguiente explosión de los precios. Sin embargo vale la pena no olvidar el rol de alcahuete de Trump y del gobierno de Netanyahu que juega el gobierno argentino en el conflicto de Medio Oriente, al punto que en estos días la prestigiosa selección argentina masculina de fútbol -que cuenta en sus filas con el mejor jugador del planeta- va a presentarse en Jerusalén para hacer de enterrador de lujo de los más de cien palestinos muertos durante los últimos dos meses por el ejército israelí.
Vale recordar que estos muertos, fueron asesinados después de la provocación de Donald Trump que trasladó su embajada, precisamente, a la disputada Jerusalén.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.