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Un paso adelante

Fuentes: Rebelión

El domingo próximo las PASO ofrecen la oportunidad única de comenzar el proceso de remoción de la plaga que viene destruyendo a la Argentina desde el 10 de diciembre del 2015. La catástrofe económica, social, institucional, política y cultural del macrismo debe ser frenada antes de que sea demasiado tarde y el retroceso integral y […]

El domingo próximo las PASO ofrecen la oportunidad única de comenzar el proceso de remoción de la plaga que viene destruyendo a la Argentina desde el 10 de diciembre del 2015.

La catástrofe económica, social, institucional, política y cultural del macrismo debe ser frenada antes de que sea demasiado tarde y el retroceso integral y la descomposición de la sociedad argentina cruce una fatídica línea de no retorno que condene a sucesivas generaciones a vivir en un país brutalmente injusto y, sobre todo, sin futuro. La camarilla gobernante ha puesto en marcha un plan cuyo éxito, para sus mentores y ejecutores, es indudable: con saña y metódicamente saquearon a la Argentina (pues eso fue lo que vinieron a hacer) y si para el país esto ha sido una catástrofe para ellos fue una bendición. Se enriquecieron como nunca y en tan poco tiempo, mientras hundían al resto en la pobreza, la exclusión social y la desesperanza. Las capas medias vieron derrumbar su nivel de vida y evaporarse sus aspiraciones de progreso a la vez que las clases y capas populares se sumergían en la miseria. Crece también el desamparo de las jóvenes generaciones y de los ciudadanos mayores, víctimas de un lento genocidio social: la privación de vacunas y alimentos para los niños y de remedios, atención médica y demás necesidades básicas para los adultos mayores es eso, un genocidio social cuidadosamente planificado. Una economía que no crece pero, en su lugar, lo hacen las fabulosas fortunas de los más ricos.

Las recientes estadísticas que muestran como se enriquecieron los jerarcas del régimen y sus compinches a la vez que ilustran como aumentaron la pobreza y cayeron los salarios reales y los haberes jubilatorios es una fotografía obscena y espeluznante que refleja de modo diáfano lo que es el capitalismo: una máquina de fabricar pobres e indigentes, de producir injusticia, de favorecer a los ricos y poderosos y oprimir a los demás apelando a la manipulación «massmediática» y, también, a la elocuencia disuasiva de las balas. Sólo se puede atemperar este verdadero holocausto social si hay un gobierno y un estado que fijen reglas que pongan fin a este latrocinio institucionalizado.

Claro que para que éste se termine hará falta ir mucho más allá y avanzar hacia un horizonte poscapitalista, como de a poco lo están haciendo algunos países nórdicos en donde la salud, los medicamentos, la educación y la seguridad social dejaron de ser mercancías que se venden a precio escandaloso para convertirse en derechos universales. O como lo hace, en nuestra región, la acosada Cuba que pese a sesenta años de hostigamiento sigue teniendo los mejores índices de salud pública de la región y de casi todo el mundo. Por lo tanto, que nadie hable aquí de «utopías» irrealizables. Si existen la fuerza y la voluntad políticas necesarias todo esto se puede lograr en un plazo históricamente breve. 

Por eso en este próximo domingo no debe haber confusión alguna: será decisivo propinar una derrota contundente al macrismo, y preparar de ese modo una victoria inapelable en la primera vuelta que tendrá lugar el 27 de octubre. Para ello habrá que concebir nuestro voto de este domingo como un instrumento de lucha; como la elemental honda de David que tumbó al arrogante e imponente Goliat. Si concentramos nuestro apoyo en la única fórmula real de recambio del macrismo, el Frente de Todos (porque ya es evidente que ninguna otra puede hacerlo) daríamos un enorme paso adelante. Y si en octubre llegáramos a triunfar deberíamos de inmediato potenciar la organización y concientización del campo popular para que el nuevo gobierno avance en la dirección correcta, tema cuyo abordaje dejo para otra ocasión. Si por el contrario la elección termina con un resultado incierto la maquinaria del imperio y sus secuaces locales harían muy difícil, por no decir imposible, prevalecer en el balotaje.

Por lo tanto la gran batalla se librará este domingo. Y esto exige dejar de lado todo particularismo, liberarnos de cualquier narcicismo partidista y de facción y postergar las discusiones de fondo para el momento en que nos libremos de la peste macrista. Como lo enseña la historia medieval, no se discute sobre posibles futuros cuando una pequeña aldea es atacada por la peste bubónica y sus habitantes son encerrados en sus propias casas. Esa es la situación de la Argentina hoy, valga la tétrica comparación. Acabemos con la peste y luego sentémonos a discutir a fondo y sin anestesia como reconstruir por vías no capitalistas, y en dirección a un horizonte no capitalista, a una Argentina desgarrada por el saqueo macrista. Y aquí nadie puede hacer la de Poncio Pilatos y lavarse las manos, o buscar amparo en la catarsis de la autoayuda política refugiándose en las presuntas certezas del dogma. Como lo recuerda Dante en La Divina Comedia, «el círculo más ardiente del infierno está reservado para quienes en tiempos de crisis moral optan por la neutralidad.» Nadie debería caer este domingo en esa malsana tentación. Aprendamos de lo que nos ocurrió en noviembre del 2015. 
 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.