Conocí a Enrique en 1996, año en que fue condenado. Por aquel entonces, los medios de comunicación Argentinos comenzaban a realizar el seguimiento televisivo de los juicios públicos. Allí estaba él, íntegro, fuerte, convencido. El injusto veredicto fue el esperado: prisión perpetua. De profesión revolucionario, Enrique fue uno de los principales dirigentes del Partido Revolucionario […]
Conocí a Enrique en 1996, año en que fue condenado. Por aquel entonces, los medios de comunicación Argentinos comenzaban a realizar el seguimiento televisivo de los juicios públicos. Allí estaba él, íntegro, fuerte, convencido. El injusto veredicto fue el esperado: prisión perpetua.
De profesión revolucionario, Enrique fue uno de los principales dirigentes del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y de su brazo armado, el Ejército revolucionario del Pueblo (ERP), durante los años setenta.
Milagrosamente, logró fugarse de la cárcel de máxima seguridad de Rawson, no corriendo la misma suerte los 16 compañeros que, una vez frustrado su intento, fueron fusilados en lo que se conoce como la masacre de Trelew.
Como buen visionario, y debiendo asumir la derrota del ERP durante la última dictadura, marchó, a finales de los setenta, hacia Nicaragua para unirse a las filas del frente sandinista de liberación nacional.
«Soldado que huye, sirve para otra batalla». Tras el triunfo de la revolución sandinista fundó el Departamento de Seguridad del Estado. Tiempo después, comandó la célula que, el 17 de septiembre de 1980, y aplicando la justicia del pueblo nicaragüense, dio muerte al ex dictador Anastasio Somoza,en Asunción (capital del Paraguay).
Su espíritu inquieto y el profundo amor que sentía por Argentina, provocaron su retorno en los primeros tiempos de la pseudo democracia Alfonsinista. El artista militante fundó el Movimiento Todos por la Patria (MTP). Previendo las intenciones de los carapintadas, el MTP intentó copar el Regimiento de La Tablada para acabar con los alzamientos militares e impedir el golpe de estado que Carlos Saúl Menem planeaba junto con el militar Mohamed Allí Seineldín. Previendo, Enrique siempre previendo.
En 1995, el guerrillero fue detenido en Mexico, y extraditado a la República Argentina. Condenado en 1996, continuó la lucha desde la cárcel. Fue durante este período que recibió mi carta. Allí le expresaba mi admiración, mi apoyo, mi rabia. Me invitó a conversar en la cárcel de Devoto (Buenos Aires), donde se encontraba, junto a otros compañeros, realizando una huelga de hambre de más de 100 días. Uno compañero del MTP me acompañó hasta su módulo. La visita fue corta pero sublime. Allí estaba él, íntegro, fuerte, convencido.
Me despedí con lágrimas en los ojos, sabiendo que sería la única vez que gozaría del privilegio de compartir un momento revolucionario, a saber: mi laico bautizo.
Enrique fue liberado en 2003, por un indulto presidencial durante el gobierno del entonces presidente Eduardo Duhalde. Ese mismo año, y lleno de energía, pudo publicar memorias de Enrique Gorriarán Merlo.
En 2006, Gorriarán creó una nueva agrupación política, el Partido para el Trabajo y el Desarrollo, contando con la adhesión de varios partidos de izquierda latinoamericanos, entre ellos, el Frente Amplio de Uruguay, y del actual presidente, el ex Tupamaro Mujica.
El 22 de septiembre del mismo año, al inicio de la primavera, previendo la mejor época del año, desapareció físicamente.
Revolucionario por naturaleza, inquieto y creativo. Pesimista de la razón y optimista de la voluntad, como tantos otros marxistas, trabajó en pro de una sociedad justa, guiado por su sentido común. Se fue como llegó, íntegro, fuerte, convencido.
Éste es mi pequeño homenaje.