El MAS quiere para Bolivia un régimen socialista sin garantías para la propiedad privada, interpreta la prensa conservadora, aunque el gobierno de Evo Morales está lejos de plantear aquello. La propuesta gubernamental es recomponer la República mal construida, recuperando la organización social comunitarista todavía viva en el país, en una Asamblea Constituyente originaria y no […]
El MAS quiere para Bolivia un régimen socialista sin garantías para la propiedad privada, interpreta la prensa conservadora, aunque el gobierno de Evo Morales está lejos de plantear aquello. La propuesta gubernamental es recomponer la República mal construida, recuperando la organización social comunitarista todavía viva en el país, en una Asamblea Constituyente originaria y no derivada como piden los sectores políticos de la derecha.
Desde que Morales asumió el mando, las corrientes políticas más conservadoras que fueron abrumadoramente derrotadas en las urnas y en las calles recurren a la tradicional campaña propagandística usada por la derecha durante la guerra fría. El «fantasma socialista», el «Castro-comunismo» y la «injerencia chavista» se han convertido en el eje del discurso reaccionario para sembrar el miedo y eventualmente cosechar el apoyo de reducidos sectores de la clase media. Pero, la administración masista, a pesar de sus simpatías con la Isla socialista y con el régimen venezolano, no ha propuesto otra cosa que construir un nacionalismo más auténtico, con inclusión indígena y en el marco del «capitalismo andino».
Para despejar dudas y contrarrestar los temores, el Presidente ha dicho este domingo en la instalación de la Asamblea Constituyente que su gobierno se propone «cambiar esa historia negra de la colonia y de la República», pero sin subordinar a nadie.
«La Asamblea Constituyente no es para subordinar a nadie (…) el movimiento campesino originario jamás ha sometido a nadie, pero ha sido sometido; jamás ha discriminado a nadie, pero ha sido discriminado (…) No se trata de revanchismo sino cambios concertados para descolonizar y desneoliberalizar Bolivia», afirmó el Primer Mandatario.
Por lo que han declarado Morales y su Vicepresidente Alvaro García, la derecha no tiene razones para preocuparse, a no ser por el deseo presidencial de que la magna asamblea que redactará una nueva Constitución esté por encima del resto de los poderes constituidos.
«No estoy de acuerdo que sea una Asamblea Constituyente derivada, esta Asamblea tiene que tener todos los poderes, por encima de Evo Morales, por encima del Congreso Nacional, por encima del Poder Judicial. No estamos hablando de una simple reforma constitucional, estamos hablando de refundar Bolivia», precisó Morales este domingo en Sucre.
García Linera es claro cuando explica su idea de cambio político en Bolivia. La «revolución pacífica» impulsada por los movimientos sociales lo único que busca es la participación de toda la sociedad en el ejercicio del poder político y en el usufructo de la riqueza natural. El Segundo Mandatario plantea la necesidad de eliminar la actual estructura económica y reconocer las formas de administración tradicionales asentadas en lo comunitario y asociativo.
Eso no significa hacer de Bolivia un país socialista ni mucho menos (por ejemplo instaurar la propiedad social de todos los medios de producción), sino contrarrestar el individualismo liberal occidental -que está conduciendo a un seguro desastre ambiental en todo el mundo- institucionalizando otra forma de convivencia social más humana y sobre todo ambientalmente sostenible.
El MAS respeta la propiedad privada (la pequeña y la gran propiedad, como demuestra Evo en su relación con Repsol y otras petroleras), pero insiste en que determinados recursos naturales como los hidrocarburos, el agua y la biodiversidad no pueden ser privatizados. Estos recursos, por ser estratégicos para el desarrollo de la economía, no tienen otro destino que convertirse en propiedad social, razona Morales.
Un atributo del nuevo régimen soñado por el MAS es la autonomía. El Vicepresidente sugiere avanzar en un régimen de amplia descentralización política, pero que no ponga en peligro la soberanía y la unidad del país. Se habla de autonomía, autodeterminación para departamentos, pueblos, provincias, comunidades, ayllus y tentas, pero todo en el marco «de una casa común que es Bolivia». «Que nadie ose descuartizar nuestra amada Patria porque ahí estaremos al frente de ellos para impedir que se la destruya», advierte García Linera en directa alusión a la oligarquía nacional liderada por el empresariado cruceño.
Asamblea concertadora
El gobierno considera que la Asamblea instalada este domingo es el escenario adecuado para edificar una nueva nación más genuina, dejando de copiar mal los modelos occidentales como ha ocurrido hasta la fecha.
Esta es la Asamblea más representativa de toda la historia de Bolivia porque «ya no son cuatro gatos, cuatro oligarcas, ni cuatro generales que se reúnen para decidir el destino de Bolivia. Hoy es Bolivia entera la que está aquí presente para asumir el reto de la construcción de nuestra nación (…) Vemos indígenas de tierras bajas, indígenas de tierras altas, profesionales, empresarios, estudiantes, jóvenes quechuas, aymaras, sirionós, guaraníes. Bolivia entera está representada en sus personas», según García Linera.
Fiel a su espíritu concertador, el Vicepresidente opina que la Asamblea Constituyente tendrá éxito sólo si se convierte en un escenario de «pactos y encuentros» con capacidad para construir consensos y alianzas en base a los argumentos y ya no más con chantaje o el maletín negro para comprar conciencias.
La derecha no tiene razones para preocuparse por la «aplanadora masista» en la Constituyente primero porque García Linera deja en claro que el gobierno no tiene en mente imponer sus criterios comunitaristas. «Los pueblos indígenas enseñaron cómo se construyen los diálogos, se cede algo para ganar otras cosas, se acepta el argumento del otro, pero también se le pide al otro que acepte el argumento propio, y se logra así una nueva síntesis que enriquece a todos». Por otro lado, el masismo es incapaz de imponer sus modelos porque carece de los dos tercios de votos necesarios para aprobar propuestas sin respaldo de la oposición.
Miedo a la fuerza indígena
Si bien no existen razones concretas para que se recurra una vez más a estratagemas propagandísticas destinadas a irradiar el miedo al cambio, la masiva presencia indígena en el equipo de asambleístas que redactará una nueva Carta Magna podría resultar intimidante para la derecha.
Los 137 asambleístas del MAS y los miles de marginados que esperan un cambio verdadero saben que la Constituyente no «fue gratis», sino el resultado de una lucha de movimientos sociales con derramamiento de sangre, muertos y heridos.
Este domingo, representantes de al menos 36 pueblos originarios ratificaron su identidad y repudiaron el olvido al que fueron sometidos. Desfilaron frente a la Casa de la Libertad miles de representantes de las culturas Weehayek, Yuqui, Sirionó, Mojeño, Ayoreo, Guaraní, Quechua, Aymara, afroboliviana y un conglomerado de representaciones de los pueblos originarios de Bolivia. «Basta al olvido», «Bolivia nueva, una sola bandera, una sola patria», «Unidad en la diversidad cultural», rezaban algunos carteles de estos representantes que por primera vez en la historia protagonizan el proceso político.