Al filo de su clausura, la Asamblea Constituyente, logró superar los peores vaticinios para, en los próximos cuatro meses, consolidar su trabajo. Los informes de sus veintiuna comisiones, ya concluidas las versiones de mayoría y minoría, deben entrar ahora a la etapa de aprobación en plenaria. Cuales sean los resultados de ese trabajo, deben entregarlos […]
Al filo de su clausura, la Asamblea Constituyente, logró superar los peores vaticinios para, en los próximos cuatro meses, consolidar su trabajo. Los informes de sus veintiuna comisiones, ya concluidas las versiones de mayoría y minoría, deben entrar ahora a la etapa de aprobación en plenaria. Cuales sean los resultados de ese trabajo, deben entregarlos a mediados de diciembre próximo para ser sometidos al veredicto del pueblo.
La apertura de este nuevo plazo, en el Congreso Nacional, por encima de las presiones ejercidas desde muchos frentes, fue posible gracias al apoyo de la mayoría nacional. Los condicionamientos fundamentalistas fueron desechados, para dar paso a un proceso de transformación que debe plasmarse en el texto de la nueva Constitución Política del Estado.
Tareas avanzadas
En el proceso de discusión interna, desde que se instaló la Asamblea Constituyente hace ya un año, se perdió la perspectiva en muchas oportunidades. Ocho meses de desinteligencias sobre las reglas de juego, para llegar a una conclusión que debió asumirse en las primeras semanas, distanció grandemente a la Asamblea de los objetivos que deben ser su preocupación esencial. Sólo cuatro meses se ocuparon en la redacción de los borradores de la nueva Constitución.
Una revisión de ese voluminoso material, visto en conjunto, puede aproximarnos a los resultados que se han alcanzado. Hay, por cierto, un avance importante en cuanto a la inclusión de los sectores marginados de la sociedad. No sólo se reivindican los derechos de los pueblos originarios, sino que se establecen mecanismos para implementarlos. La equidad de género estará presente en la nueva Constitución. Otras reivindicaciones serán incorporadas, a medida que se avance en la aprobación de su texto.
Pero, por supuesto, temas muy sensibles se hallan en discusión y todo indica que sólo podrán resolverse en consulta popular.
Tareas discutidas
Desde los primeros pasos, fue evidente que resultaría altamente difícil encontrar acuerdos, sobre todo cuando éstos deben alcanzarse por dos tercios de votos. Los temas son previsibles: autonomías, tierra y territorio, reelección presidencial pero, sobre todo, visión de país.
Esta, en realidad, es la primera dificultad. Por supuesto, la representación que sustentan los constituyentes de uno y otro bando, determina cuál es el tipo de país que debe diseñarse. Unos, la mayoría, busca el cambio; otros, hablan de cambio aunque en realidad quieren mantener la misma estructura adornada con declaraciones más o menos progresistas.
Y en esto entra el tema autonómico. Quienes hicieron flamear la bandera de la autonomía departamental, propusieron siempre un poder interno para manejar todos los beneficios y exigir, al gobierno central, el cumplimiento de las obligaciones de las que se desentienden. En el reverso, está una mayoritaria población que reclama niveles de autodeterminación que les permita participar de los beneficios que aquellos quieren manejar a su discreción. Es complejo encontrar acuerdos.
Tierra y territorio son, por supuesto, cuestiones concomitantes a las anteriores. Un país con 9 millones de habitantes, mal distribuidos en un millón de kilómetros cuadrados, vive la tragedia de miles de campesinos sin tierra. La concesión de tierras ganaderas a razón de 5 hectáreas por unidad de ganado vacuno, no condice con las parcelas, muchas veces de media hectárea, en que vive una familia campesina. No es que todas las tierras estén ocupadas; la mayor parte de las que podrían cultivarse están incomunicadas. Agricultores, ganaderos y madereros, sobre todo en las tierras bajas, se disputan las pocas zonas accesibles. Además, pese a la reforma agraria de hace medio siglo, la ocupación de la tierra depende del poder económico. En cuanto al territorio, entorno vital de los pueblos originarios, constantemente es invadido no sólo por empresarios agropecuarios y forestales, sino por empresas mineras y petroleras. Tarea titánica imponer racionalidad en tal esquema.
La reelección presidencial, que pareciera no tener relación con los temas descritos antes, se ha tornado en punto de alta controversia. La propuesta ha sido hecha por el MAS y busca, claramente, garantizar la evolución del proceso de cambio; si éste se interrumpiese en el corto plazo, correría el grave riesgo de un retroceso. Aquello que es norma en Europa y Estados Unidos, que se practica en varios países latinoamericanos, causa escozor en la minoría contraria al cambio.
Por si fuese poco se introdujo, en forma casi subrepticia, el tema de la capitalía o capitalidad. Brevemente: la demanda de Sucre, que se remonta a más de un siglo, por la sede de todos los poderes del Estado, está ahora en la mesa de discusión. Abiertamente, quienes reivindican las autonomías de beneficio interno, propusieron una toma y daca: nosotros apoyamos la demanda de ustedes, si ustedes apoyan nuestro modelo autonómico. Sucre ha hecho ondear banderas y La Paz también.
Es evidente que, el referéndum que debe definir estos temas, será complicado.
Tareas faltantes
La falencia más grande en nuestro país, es la estrategia; mejor dicho, las estrategias. Construir un nuevo país, como postulamos, requiere una estrategia: ¿cómo articulamos la propuesta de soberanía alimentaria, con la integración de nuestras regiones?, ¿de qué manera vinculamos el territorio nacional y, al mismo tiempo, que lo poblamos?
Debemos hablar también de estrategias para el desarrollo de nuestras culturas, para la explotación racional y sostenible de nuestros recursos, para el control y manejo adecuado del agua, para concretar la reivindicación marítima y, más aún, para ser factor de integración regional.
Probablemente no logremos especificar temas tan amplios en este momento, pero estamos obligados a sentar las bases para su desarrollo posterior.
La Asamblea Constituyente tiene una tarea más que importante. No la enterremos en menudencias.