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Una crítica al artículo de James Petras «Bolivia bajo Evo: Radicalismo en el exterior, ortodoxia en casa»

Fuentes: Rebelión

He leído el análisis que hace el sociólogo James Petras del gobierno actual y el proceso boliviano y me parece que adolece de cierta superficialidad y asevera cuestiones cuando menos rebatibles y poco rigurosas, las cuales quisiera apuntar: 1) Petras afirma lo siguiente: «El gobierno de Evo Morales ha promovido que los cuadros sindicales bajo […]

He leído el análisis que hace el sociólogo James Petras del gobierno actual y el proceso boliviano y me parece que adolece de cierta superficialidad y asevera cuestiones cuando menos rebatibles y poco rigurosas, las cuales quisiera apuntar:

1) Petras afirma lo siguiente: «El gobierno de Evo Morales ha promovido que los cuadros sindicales bajo su influencia usen la negociación para contener las demandas salariales y aceptar aumentos moderados, justo por encima de la tasa de inflación». Esto no es cierto, en Bolivia, el salario mínimo entre 2006 y 2012 casi triplica inflación acumulada en ese periodo. El último año el incremento en el salario mínimo fue del 20% y del 8% en el resto de la escala salarial, bastante por encima de la inflación y ni que decir de la etapa neoliberal anterior.

2) Petras dice: «el gobierno de Morales ha ejercido un férreo control sobre el gasto público, asegurando el superávit en los presupuestos nacionales y manteniendo el gasto y la inversión pública a niveles comparables a aquellos que aplicaron los regímenes neoliberales que le precedieron»; eso también es rotundamente falso. El año 2005 la inversión pública era de 600 millones de dólares, el año 2013 esta llegó a más de seis mil millones de dólares, esto significa que se multiplicó por 10. Lo contrario de lo que pedía el FMI, El BM y el BID.

3) Este incremento se debe al enorme crecimiento de los ingresos públicos provocado por las nacionalizaciones de empresas estratégicas, otra vez Petras afirma lo contrario. Además el superávit fiscal en Bolivia se debe al incremento de los ingresos públicos y no a las restricciones en el gasto (el camino opuesto al que ha elegido el Estado Español por ejemplo).

4) Otro punto en que Petras patina es el referido al trabajo infantil. Pasó todo lo contrario de lo apuntado por el sociólogo gringo, las organizaciones de niños y niñas trabajadores se manifestaron recientemente contra el gobierno porque entendían que el nuevo código niño, niña, adolescente que se discutía en la Asamblea Plurinacional le impedía trabajar y reivindicaban su derecho a hacerlo por ser indispensable para el sustento de sus familias. A esto el gobierno respondió que piensa acabar con el trabajo infantil progresivamente. Es difícil que un intelectual del primer mundo, con un nivel de vida acomodado que no tiene ni ha tenido jamás que preocuparse por su supervivencia, entienda lo que significa el hecho del trabajo infantil en un país donde miles de niños y adolescentes viven en la calle y dependen de su trabajo, en este sentido Petras peca de un buenismo pequeño burgués inaceptable.

5) Petras afirma que «Morales ha mantenido, por otra parte, firme frente a los retos que le han planteado los sindicatos del sector público, resistiendo a las presiones sindicales y huelgas de todo tipo»; en este sentido me extraña que un estudioso de su talla desconozca que en Bolivia existe una sola central sindical unitaria, la COB, que agrupa a todos y todas los trabajadores y trabajadoras del país, la misma que si bien ha tenido el valor y la coherencia de plantarle varias huelgas generales al gobierno, también entiende, a diferencia de Petras, la importancia de mantener y apoyar un proceso único en la historia de Bolivia y en el que los trabajadores y trabajadoras han conseguido más beneficios que en ningún otro, lo cual se ha reflejado en el apoyo dado al proceso de cambio en el último ampliado de la COB.

6). Por otra parte, tampoco es cierto que el conjunto de los movimientos sociales apoyen al gobierno de Evo, hay una clara vertiente crítica que cuestiona los ritmos y desviaciones del proceso, fundamentalmente un sector importante de indígenas de tierras bajas (Amazonía y Chaco) organizados en torno a la CIDOB y otro de tierras altas agrupados en un sector de la Conamaq, además intelectuales que han sido parte del proceso como Félix Patzi o Raúl Prada. En todo caso sus cuestionamientos son más profundos y meditados que los del señor Petras y apuntan a la falta de profundidad en la aplicación de la nueva constitución política y su contenido descolonizador y anticapitalista. El gobierno de Evo es claramente antineoliberal y el proceso que lidera significa una clara ruptura con la época anterior. No obstante, no es tan claro el horizonte anticapitalista y de construcción del llamado «socialismo comunitario». Porque, si bien se ha dado un paso importante en el control del Estado de los recursos estratégicos, no se puede decir lo mismo en el impulso que plantea la Constitución hacia el fortalecimiento de una economía comunitaria que modifique la estructura económica y social modificando la propiedad de los medios de producción.

En este sentido los diversos movimientos sociales afines o no al gobierno suelen tener bastante capacidad de crítica, no olvidemos que cuando el gobierno intentó imponer un alza en los precios de los combustibles fueron sus mismas bases, incluidos los cocaleros, las que obligaron a rectificar y recordar aquella máxima con la que Morales asumió la presidencia «mandar obedeciendo».

En síntesis, considero que la crítica de Petras presenta tristemente del típico sentido paternalista y colonizador que suelen exhibir los intelectuales del llamado «primer mundo» al calificar con ligereza los procesos sociales y políticos que construyen los pueblos cuando estos no se asemejan a lo que contienen sus libros de cabecera y su imaginación. Porque la realidad que construyen los pueblos contiene pasos adelante y atrás y un conjunto de contradicciones que suelen descolocar a quienes fundamentalmente se dedican a teorizar.

El proceso boliviano constituye una importante revolución política en la que las clases oprimidas han accedido como nunca a espacios importantes de poder político y en el que se libra una batalla compleja al interior del campo popular por profundizar dicho proceso hacia una verdadera revolución social. Constituye también un experimento de armonizar aunque, no falto de tensiones, las visiones del mundo indígena cercanas más a la autogestión y autogobierno como profundización de lo plurinacional y sectores provenientes de la izquierda más ortodoxa que dan primacía a la fortaleza del instrumento político de gobierno y al estado nacional.

Pero si algo tienen claro las organizaciones sociales, políticas y sindicales que apoyan y dan sustento al gobierno es que lo hacen desde la certeza de que solamente la unidad puede evitar el retorno de la oligarquía al poder. De igual manera los sectores críticos al gobierno desde los movimientos sociales, propugnan una profundización del proceso y no una vuelta atrás. En este sentido y eso es lo que más me jode del planteamiento de Petras, se puede y se debe criticar al gobierno del MAS, pero no desde el argumento falaz de ponerlo en el mismo espectro que los anteriores y menos aún creyendo que es tan fácil manipular a una clase trabajadora como la boliviana que ha sido capaz no solamente de derrotar a las dictaduras, sino también a las supuestas democracias oligárquicas neoliberales, todo ello con un importante costo en vidas humanas.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.