La presencia del presidente cubano Miguel Díaz-Canel en nuestro país, en el marco de la celebración del 211 aniversario del inicio de la lucha de Independencia mexicana, ha significado una gran jugada geopolítica regional del Gobierno federal, dejando a los sectores conservadores sin poder reaccionar como hubieran deseado, ya que apenas y alcanzaron a esbozar alguna de sus acostumbradas diatribas sin sentido.
Las palabras del presidente Andrés Manuel López Obrador al mencionar que “el gobierno que represento llama respetuosamente al gobierno de Estados Unidos a levantar el bloqueo contra Cuba, porque ningún Estado tiene derecho a someter a otro pueblo, a otro país”, representan no solo el deseo de millones de seres humanos que habitan la islas caribeña así como los rincones más profundos de nuestra América y el mundo (quienes desde las muy diversas formas han luchado por décadas por el fin del inhumano y genocida bloqueo que ha significado millones en pérdidas para la patria de José Martí), sino que también simbolizan un ¡hasta aquí!, en relación al sometimiento constante de los mandatarios mexicanos delante de los intereses imperialistas, el mensaje es claro y aunque no finalice con otras formas de dependencia, si reubica las piezas del ajedrez obligando al gobierno estadounidense a pensar mejor sus próximos movimientos en la zona.
La franca posición en política internacional de México en la región desde el inicio de la “Cuarta Transformación”, ha retomado los valores más representativos del respeto y defensa de la soberanía y autodeterminación de las naciones, posicionándose como un eje de suma importancia para la reconfiguración de las relaciones de poder entre países, sobre todo, ante la permanente injerencia del imperio estadounidense, y de esto los ejemplos sobran, como la digna actitud frente al golpe de Estado en Bolivia en 2019, al no reconocer al gobierno de facto y sí otorgar asilo a Evo Morales y demás funcionados derrocados, al igual que la denuncia de la injerencia imperialista sobre Venezuela y el papel de mediador siendo sede de los diálogos entre gobierno y oposición, respetando siempre la voluntad mayoritaria de los pueblos.
Los lazos históricos que unen a nuestras naciones vuelven a ponerse sobre la mesa y a propiciar el intercambio humanitario, en los meses más crudos de la pandemia de Covid-19, el gobierno socialista cubano envió médicos para colaborar en el combate del virus, de la misma forma en que el gobierno mexicano y miles de ciudadanos enviaron insumos médicos a la isla para contribuir a paliar los efectos de la situación, esto viene a fortalecer la solidaridad internacionalista entre los pueblos que siempre se ha mantenido incluso en los días más duros y oscuros de la agresión imperialista. Esta nueva etapa que comienza a perfilarse en la región puede desembocar en la consolidación de un organismo aglutinador de las voluntades progresistas, cimentando el camino de otro período de integración y unidad latinoamericana, más allá de las formas propias de la diplomacia, repercutiendo directamente en el fortalecimiento de los lazos que hermanan a los pueblos a través de las culturas, su diversidad, la conciencia de clase y el sentir latinoamericano.
México va recuperando su lugar de vanguardia en la política de América Latina, los deseos expresados por mandatarios y actores fundamentales por la desaparición de la Organización de los Estados Americanos (OEA), el fortalecimiento de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y la redirección de las relaciones con el imperialismo estadounidense, sirven de contexto ideal para las expresiones de hermandad y solidaridad entre cubanos y mexicanos, al igual que para repensar el sueño martiano de la independencia total de nuestra América.