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Una lectura zapatista

Fuentes: Rebelión

En los inicios del Festival, en un primer comunicado, el subcomandante Moisés da un mensaje en que enumera uno a uno a los pueblos originarios allí presentes. Los menciona de uno a uno desde el Yaqui hasta el Ikoot sin orden alfabético. Son treinta y cinco. Los mencionados sienten que los otros saben que están […]

En los inicios del Festival, en un primer comunicado, el subcomandante Moisés da un mensaje en que enumera uno a uno a los pueblos originarios allí presentes. Los menciona de uno a uno desde el Yaqui hasta el Ikoot sin orden alfabético. Son treinta y cinco. Los mencionados sienten que los otros saben que están allí.

Después, el subcomandante enumera a los de la Sexta Nacional e Internacional. Son veinte y seis empezando por México, y siguiendo en orden alfabético desde Alemania hasta Túnez. Allí están Canadá, Estado Español, Estados Unidos, Francia, País Vasco, Rusia… entre otros

La representación es indígena, es nacional e internacional. El conjunto muestra ser mucho de joven y nuevo y también una alegría colectiva que trae recuerdos. No sólo es indígena sino nacional y no sólo es nacional, sino internacional. No sólo guarda memoria y saber de pasadas luchas. También da muestras del conocer actual en que hay mucho de joven, aquí y en el mundo

En las siguientes palabras el subcomandante Moisés explora un nuevo estilo de expresión. También de comunicación. Los frecuentes puntos y aparte con que en el texto escrito sus pausas se registran tienen sabor de sentencias que se dicen para reflexionar y hacer. Se dicen con respeto y modestia. Y con firmeza.

Al empezar el subcomandante aclara que por su voz habla la voz del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. El mensaje va a lo inmediato. Informa que allí están, como invitados de honor que nos honran -dice- los familiares de quienes nos hacen falta en Ayotzinapa, en México y en el mundo.

En unas palabras junta a la comunidad, al país y al mundo. No aísla las luchas de los pueblos originarios de las luchas nacionales y mundiales.

Desde el principio lanza un postulado, que va a repetir una y otra vez, en que relaciona la organización con la toma de conciencia. Hace ver que sólo como pueblos organizados vamos a lograr la verdad. Y aclara lo que nos ocultamos y lo que nos ocultan: sólo haremos «realidad» organizando el conocimiento y también la acción.

Hay que fijarse: La verdad desaparecida estará ausente mientras no nos organicemos. Es más, sólo organizados con la verdad podremos construir la justicia. Así, desde la organización de la comunidad y del conjunto de comunidades organizadas -en su interior y entre ellas- podremos construir la verdad y la justicia, esas que añoramos y que sin organizarnos no lograremos por más que pensemos o que hablemos.

Ya no se refiere sólo a Ayotzinapa sino al mundo. Habla de la verdad que ha sido secuestrada, de la verdad que ha sido asesinada en los rincones todos del planeta Tierra.

En ese punto aparece un énfasis teórico y estratégico impresionante. La lectura zapatista ya no sólo se concentra en desconfiar de los malos gobiernos, tema que el zapatismo invocara una y otra vez en la lucha por la libertad. Lo sigue haciendo pero con más profundidad e insistencia.

En voz del subcomandante sostiene que esos malos gobiernos son empleados del capital; que sólo sirven a los grandes capitalistas, y que más bien recuerdan a los capataces, mayordomos y caporales de las grandes haciendas capitalistas.

El llamado a la memoria colectiva y a la experiencia histórica de padres y abuelos da mucho que pensar. Ayuda a salirse del mundo de las abstracciones. Junta el pensar y el actuar, el pasado y presente, el antes y ahora, el aquí mismo y el planeta Tierra. Todo por si algo se descuida, o no se considera, o no se sabe. Esa es la verdad que camina en la casa y en el mundo.

Y no importa lo que digan los malos gobiernos, porque en realidad no son gobiernos que piensen y actúen por su cuenta, sino que mandan obedeciendo al mero mandón que es el capitalismo neoliberal.

En su conclusión del pensar de veras para actuar, afirma que vivimos en un mundo en que todo lo que queramos construir de verdad lo tenemos que construir entre nosotros.

Y allí aparece el ejemplo de los familiares de los asesinados y desaparecidos de Ayotzinapa. Andan construyendo su búsqueda de la verdad y la justicia al construir su propia lucha. Por la construcción de la propia lucha se empieza.

Tras esa reflexión viene otra no menos importante contra el individualismo. Esa que se da también por los intereses personales o mafiosos, por las clientelas o las sectas y por las «tribus» políticas e incluso revolucionarias, que se destruyen en su interior mismo y que hacen estallar los proyectos emancipadores.

Hay que sostener con firmeza el pensar y actuar en solidaridad con nuestros hermanos vivos o muertos, con esa solidaridad insumisa en que nos ponen el ejemplo los familiares de los asesinados y desaparecidos en Ayotzinapa, los papás y las mamás que dejaron sus casas, sus familias y su trabajo para encontrarse con otras familias que tienen iguales dolores, rabias y ganas de resistencia.

Es decir no hay que dejarse dominar por los intereses individuales ni sólo por los familiares, ni quedarse nada más en la lucha del poblado, del barrio o de la aldea, sino compartir con las resistencias y luchas que otros dan en otras partes.

Lo primero es luchar contra el individualismo que tanto daño hace a los lazos familiares, a la fuerza de la comunidad o del movimiento de comunidades, y luchar contra la idea de que un hombre o una mujer por sí solo, como individuo admirable va a resolver nuestros problemas. No pensar nada más en los intereses individuales ni creer en el individuo que dice que nos va a salvar.

En este punto aparece la crisis de los partidos políticos en el mundo y el fin de las ideologías y de los programas anunciados en las campañas, que ni se respetan ni se cumplen. Esa crisis de las ideologías y de los partidos que tanto quiso y quiere la ultraderecha para imponer el reino de las corrupciones y represiones, pero que también es una realidad que muestra a los pueblos lo engañoso de la democracia en que los pueblos no mandan.

Nada de mediaciones de políticos y partidos que nomás dividen y se olvidan de todo y de todos. Nada de vanas esperanzas en que nos van a salvar, cuando lo único que les interesa es tener bases de apoyo para ganar puestos y concesiones en el interior de sus partidos o de sus gobiernos.

Y dice: convocamos a construir y a extender la organización en cada lugar donde vivimos y donde otros que sufren viven. Para eso es necesario imaginar cómo puede ser una nueva sociedad. Estudiar cómo estamos en esta sociedad en que vivimos.

En lo que se refiere a nosotras y nosotros los zapatistas es una sociedad donde somos explotados, reprimidos, despreciados (pongan atención) y despojados por siglos de patrones y hasta hoy, finales de 2014 y principios de 2015, así sigue la sociedad.

Desde entonces hasta ahora nos han querido engañar, diciéndonos que ellos, los de arriba, son los más chingones (se refiere al neodarwinismo) y que nosotros, nosotras, no servimos para nada (se refiere al neomaltusianismo).

Que somos tontos y tontas, así nos dicen.

Que ellos sí saben pensar, imaginar, crear, y que nosotros y nosotras somos los peones en lo que hacen. «¡Al carajo con eso! Afirma contundente y expresiva… Y vuelve a la organización, con reflexiones cada vez más profundas:

Los compañeros estudiantes desaparecidos nos están llamando a organizarnos para que no nos pase igual en este sistema en que estamos. Porque lo han explicado muy bien los familiares de Ayotzinapa. Como buenos maestros, los familiares han explicado que el responsable del crimen es el sistema capitalista por medio de sus capataces, de sus escuelas para capataces, mayordomos y caporales. Y esas escuelas donde aprenden son los partidos políticos de quienes sólo buscan cargos, puestos, puestecitos. Ahí es donde se preparan los serviles de los malos gobiernos. Ahí es donde aprenden a robar, a engañar, a imponer, a mandar. De ahí salen los que hacen las leyes, que son los legisladores. De allí salen los que obligan a cumplir esas leyes, con la violencia, que son los presidentes grandes, medianos y pequeños, con sus ejércitos y policías. De ahí salen los que juzgan y condenan a los que no obedecen esas leyes, que son los jueces… Su trabajo allá arriba es no dejarnos respirar a los que estamos abajo.

Otra aclaración. La lucha no es de razas, ni de lenguas ni de nacionalidades, ni de generaciones. Y esto es lo que nos enseñan los familiares y compañeros de Ayotzinapa, que es mejor que nos busquemos y nos encontremos quienes padecemos esta enfermedad que se llama capitalismo. Ayotzinapa no está en el estado mexicano de Guerrero sino que está en todo el mundo…

Con éstas y otras palabras que conmueven vale mucho la pena leer el discurso completo, ya sin las apostillas que le pusimos para hacer ver que la sabiduría humana se expresa por la boca de los zapatistas, y que los zapatistas dejan claro una y otra vez que cada quien deberá luchar según su propio pensamiento, según su lugar, según su historia, según su modo.

Con esa amplitud de ideas, de posiciones, de compromisos, tras la crisis de las ideologías los zapatistas se enrocan en la lucha por un mundo moral y por el redescubrimiento de la teoría crítica. En sus palabras, del «pensamiento crítico» como veremos.

La organización de la verdad y del deber con los de abajo y a la izquierda se convertirá en fuerza, junto con lo que se aprenda de la propia lucha y de otras luchas a cuyos integrantes se acompañe, y con los que se dialogue, de los que se aprenda. Luchar, dialogar y aprender son tan importantes como organizarse.

Casi al terminar sus palabras con un abrazo de cariño y admiración que los zapatistas les dan a los ausentes y presentes de Ayotzinapa, menciona uno a uno los nombres y apellidos de los cuarenta y seis muertos y desaparecidos… Sus nombres resuenan de manera impresionante… Son de los caídos por un mundo en que desaparezca la explotación, la represión y la discriminación, por un mundo sin capitalismo.

Y volviendo a esa lucha, tenemos que saber que nos van a querer comprar, nos van a querer dividir, nos van a meter todo el miedo o los miedos que puedan, y nos van a poner trampas para distraernos de nuestra verdadera lucha y para que abandonemos (aquí sale un concepto inesperado y presente) nuestro NO a las transnacionales, todo porque sólo queremos vivir en paz sin explotación del hombre por el hombre, con igualdad entre hombres y mujeres, con respeto a lo diferente, y a que decidamos juntos lo que queremos en el campo y en la ciudad.

Vuelve así la creciente idea de las comunidades y sistemas de comunidades que deciden, que tienen el poder organizado de decidir, y que nada tiene de anarquista como creen los marxistas metafísicos con entusiasmo o enojo, sino que corresponde a otro modo nuevo de expresión de una lucha con diferentes actores y su historia, en que cuenta la de los pueblos originarios y la de los compañeros de la Sexta nacional e internacional actuales y potenciales…

Pero nada de vanos alardeos. Sabemos que falta lo que falta. De por sí lo sabemos. Aunque el pensamiento crítico es necesario para la lucha. Teoría le dicen al pensamiento crítico. El pensamiento que pregunta, que cuestiona, que duda… Pensar y luchar, luchar y pensar. Ni en las condiciones más difíciles debemos abandonar el estudio y el análisis de la realidad. El estudio y el análisis son también armas para la lucha, para la organización.

Ni solita la práctica, ni solita la teoría. Y recordar: no hay un solo caminante. No hay un solo camino. Son muchos aunque el destino es el mismo: la libertad, la libertad, LA LIBERTAD.

Que muera la muerte que el capitalismo impone. Que viva la vida que la resistencia crea.

 

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Con esas palabras que el lector podrá encontrar en la dirección de «Enlace Zapatista» y en otros sitios, dejamos estas apostillas a un original que revela el papel fundamental y el pensamiento profundo, que teniendo un alcance universal, proviene de las minorías étnicas y de los pueblos originarios, pioneros en la construcción de otro mundo posible y necesario, en que la sociedad se organice, para que se haga lo que sus integrantes decidan, meta y medio liberador en que se da a la política un papel dialogal y pedagógico sin precedente en la historia de la educación y el diálogo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.