La herramienta está disponible en su web, junto a manuales para implantarla. En San Javier, 120 habitantes ya comparten su tiempo y organizaciones de atención a mayores o inmigrantes y asociaciones de amas de casa también la utilizan.
A Pedro le encantan los idiomas. Es profesor de lengua y literatura en un instituto y, por las tardes, asiste a una escuela para aprender árabe. Sin embargo, necesita resolver muchas dudas y practicar más el idioma.
En el banco del tiempo, ha encontrado en los anuncios de los usuarios a Said, un joven de Marruecos que lleva varios años viviendo en el municipio. Él se oferta para impartir clases de formación sobre su cultura y lengua, y también para traducir documentos. A cambio de clases de conversación, Pedro ayuda a Said a mejorar la expresión escrita en castellano.
Éste es uno de los ejemplos prácticos de los intercambios que se producen en cualquier banco del tiempo, que es un espacio donde no se guarda dinero ni sangre, sino horas.
Iniciativas de este tipo ya existen en Estados Unidos, Canadá, Venezuela, México, Perú, Holanda, Italia, Reino Unido y en pequeños proyectos de ciudades españolas como Barcelona o Pamplona.
Ahora, desde la Concejalía de Voluntariado de la localidad murciana de San Javier -de menos de 20.000 habitantes- se ha creado un programa informático que sirve para gestionar bancos del tiempo. Sus creadores quieren compartirlo con cualquier asociación, fundación u organismo público que quiera crear una comunidad.
Una experiencia que crece
Los interesados en obtenerlo pueden descargar el programa desde la página web del proyecto y también acceder a un manual de buenas prácticas de uso, al calendario de puesta en marcha o al manual del usuario o del administrador, entre otros.
En un año, según explica la coordinadora del proyecto Ana Molina, el sistema ya se ha instalado en el municipio y cuenta con 120 usuarios y contacto con varias ONG como la sede local de Cáritas, la Asociación de Mayores de San Javier, la Asociación de Amas de Casa El Mirador, San Javier, La Ribera y La Manga o la Asociación local de Apoyo al Pueblo Saharaui.
Los primeros intercambios son ya de lo más variado: atención a personas mayores, cuidado de niños, servicios de estética, sesiones de relajación, limpieza del hogar, formación en idiomas e informática o traducción de documentos para las personas inmigrantes.
El mismo Banco del Tiempo intercambia horas para crecer él mismo. Por ejemplo, la Asociación Cultural AIKE -dedicada a la creación audiovisual- ha elaborado un publirreportaje y un spot publicitario para promocionar el proyecto. A cambio, el grupo autor de la música de este anuncio ha conseguido un local para sus ensayos.
Voluntariado o intercambio
La iniciativa también incorpora la posibilidad de que empresas o instituciones donen productos o servicios que puedan servir para gratificar también a los usuarios de los bancos de tiempo.
Y es que, aunque se ofrezca la herramienta a las organizaciones sociales, ello no quiere decir que se promueva en exclusiva el voluntariado: «No nos definimos como una ONG -explica Ana Molina-, sino como un grupo de personas que quieren ayudar al municipio a crear redes y lazos. Así se benefician ambas partes: todo el mundo puede dar y todo el mundo puede recibir».
Y añade: «Aunque, si los usuarios quieren dar horas altruistamente, también lo pueden hacer».
El Banco del Tiempo no es más que la recuperación de una herramienta humana anterior a la monera: el trueque. La diferencia es que se incorporan las nuevas tecnologías para poner en contacto a las personas.
De esta manera, las personas que tienen menos recursos económicos, pueden obtener ayuda a cambio de aquello que sepan hacer.
Abierto a la innovación
La herramienta es aplicable a muchas realidades. La prueba es que ya se ha desarrollado un modelo especial llamado Banco Escolar para implantarlo en centros educativos.
La diferencia es que posee un mejor sistema para proteger a los menores participantes. Con esta iniciativa, los escolares «aprenden valores de solidaridad, se acercan a la igualdad y se integran en el centro», ya que promueve el contacto entre ellos para el apoyo escolar mutuo, compartir aficiones o fomentar la integración a partir de la práctica del idioma.
El proyecto ya se ha implantado para su uso interno en el colegio Joaquín Carrión de Murcia y en un instituto de Almansa.
Como vemos, los bancos de tiempo ofrecen una gran cantidad de oportunidades, sólo limitadas a la imaginación, para que cada cual pueda compartir sus capacidades con los demás.