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UNAM, y sin embargo se mueve…

Fuentes: Rebelión

Los tiempos en los que la facultad de Derecho era la cantera de los políticos mexicanos pasó hace mucho tiempo. Hace medio siglo, las diferencias se mostraban claras entre los ricos de la UNAM y los pobres del Instituto Politécnico Nacional. El movimiento del 68 fraternizó a los estudiantes, pero las diferencias sociales persistían.

Durante los regímenes del pasado quienes tenemos aprecio por la UNAM no le cuestionábamos nada por temor a que subieran cuotas, elevaran inscripciones, redujeran matrícula, limitaran planes de estudios, recortaran materias, la privatizaran o simplemente cerraran la Máxima Casa de Estudios que todavía no deja de ser una tentación para algunos.

La UNAM no era ni de izquierda ni de derecha sino la primera y única forma de respaldar la movilidad social. Era una caja de resonancia de la vida social y política del país. Legitimadora de la clase media. Pero los regímenes de derecha terminaron por vencer, ante la insistencia y las presiones por imponer a sus rectores, instrumentaron cambio de planes de estudio de manera sutil pero permanente.

La pluralidad de toda clase de estudios fue erradicada ante la desaparición de materias, el despido y maltrato de catedráticos, incluso se pensó en algún momento desaparecer carreras como la de Sociología. La resistencia del alumnado impidió esta embestida derechista, hasta donde pudo.

Luego de la rectoría de don Pablo González Casanova, la Junta de Gobierno de la UNAM consideró que debía colocar a alguien al frente de la UNAM que guardara equilibrios y sirviera de contrapeso a la vanguardia que había enarbolado González Casanova para dar lugar a la rectoría del Dr. Guillermo Soberón Acevedo, quien estuvo al frente de la UNAM 8 años. Después vino la administración más gris de la UNAM con Octavio Rivero Serrano al frente y luego el inestable Jorge Carpizo McGregor, luego el científico José Sarukhán, postgraduado en Londres, para dar lugar a lo peor de la Máxima Casa de Estudios con la rectoría de Francisco Barnés de Castro, quien intentó aumentar colegiaturas y precio de los exámenes, postura encaminada a la privatización.

La llegada de Juan Ramón de la Fuente, en 1999, rompió inercias pero no se despojó de los vicios que ya imperaban en la UNAM, donde penetraba como la humedad el neoliberalismo. Los políticos empezaban a abandonar la UNAM como semillero de funcionarios públicos para ir a las universidades privadas como el ITESM y el ITAM.

Posteriormente llega el priísta José Narro Robles, acérrimo crítico de la 4T, quien conformaría parte del gabinete de Enrique Peña Nieto, en el Sector Salud, y cómplice de transacciones con medicamentos vendidos al gobierno a sobreprecio.

Lograron los rectores de este siglo la erradicación de materias relacionadas con la escuela marxista en carreras como Economía, Sociología, Ciencia Política, etc., con el pretexto de que eran inoperantes. Es decir, no por antiguo lo censuran sino por no convenir a los intereses de los verdaderos personajes que ahora están atrás de la universidad.

El colmo de esta derechización es que un personaje de nefasto historial como Santiago Creel, cómplice de Calderón, es maestro de Derecho Constitucional; el biólogo Antonio Lazcano, que exige que el Presidente pague renta en Palacio Nacional, imparte clases también en la UNAM, como muestra de la irracionalidad intelectual y el fanatismo ideológico.

Después del 68 los movimientos universitarios tienen su origen por la posibilidad de aumentar cuotas, reducir matricula, privatizar áreas, etc. En 1986 surge el Consejo Estudiantil Universitario, y, en 1999, el Consejo General de Huelga, que detuvieron la derechización que ahora denuncia López Obrador y que es y seguirá siendo una tentación para una minoría selecta, que también está ubicada en su estructura educativa.

Esto no significa que se cierre la puerta a la pluralidad sino darle cabida a gente que vive en el pasado y no puede formar parte de la vanguardia que debe identificar a toda universidad pública o privada. La universidad autónoma no es para los conservadores ni como alumnos ni como maestros. No hay exclusión, pero no existe la empatía necesaria para llevar, con orgullo, los colores de la UNAM durante cinco años o más. No hay justificación, a menos que sea como oreja, espía, infiltrado o simplemente saboteador del conocimiento, que lo hubo y los hay.

La universidad es ciencia y no supuestos. No puede estar dentro de la estructura de una universidad personas que consideren que el aborto antes de las 12 semanas es un asesinato, traiciona la visión científica del nacimiento de los seres humanos.

Algunos conservadores imparten clases en la UNAM para contagiarse del prestigio que tiene la casa de estudios y que pudieron darle las universidades privadas de las que son egresados. Ahora están en la nómina universitaria quienes orquestaron campañas de desprestigio contra la UNAM, publicando en la sección de empleos de los avisos de ocasión mensajes como éste: “Imposible presentarse si es egresado de la UNAM”. Cuando el interesado acudía al domicilio señalado, la empresa no existía. Propaganda de desprestigio en favor de la educación privada. Dicho esquema se generó a través de El Universal, por años.

Hoy, la derecha no desperdicia trincheras ni repara en convertir cualquier espacio en campo de batalla. La guerra la han declarado ellos en cualquier lugar y el campus universitario es el mejor terreno para convocar adeptos. Los grupos de ultraderecha mexicanos como los Tecos, el MURO, el Yunque empezó como un juego de estudiantes y camina por el sendero de la segregación y el autoritarismo.

Ellos no pueden formar parte de una universidad porque ésta se basa en la ciencia y sus dogmas de fe se basan en subjetividades y pensamiento mágico. No se niega la pluralidad debe impedirse que haya catedráticos fanáticos, idólatras, cuyo pensamiento no esté apegado a la ciencia.

La UNAM debe recuperar el lugar que siempre ha tenido, recuperar la vanguardia del pensamiento y desarticular todo lo que no sea estrictamente profesional y de calidad en cuanto a catedráticos, materias y carreras. El conservadurismo lleva al pasado, al oscurantismo, sobre todo si vemos que en sus aulas imparten clases remedos de Torquemada. La UNAM sigue siendo la UNAM, pero con nostálgicos de la Inquisición, aún con la vaga idea, como Martin Horky, enemigo de Galileo, de que la Tierra no es redonda.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.