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Carta desde Córdoba a Silvio Rodriguez

Unas aclaraciones necesarias

Fuentes: Rebelión

Estimado compañero Silvio -permitiéndome elevarme a un rincón inmerecido, pero sincero con el sentir de los millones de latinoamericanos que crecimos con tus versos y melodías como lenguaje del mundo: Los impulsos que llevan a enviarte estos decires nacen en el delta de distintos tiempos: la interminable admiración desde el momento en la infancia en […]

Estimado compañero Silvio -permitiéndome elevarme a un rincón inmerecido, pero sincero con el sentir de los millones de latinoamericanos que crecimos con tus versos y melodías como lenguaje del mundo:

Los impulsos que llevan a enviarte estos decires nacen en el delta de distintos tiempos: la interminable admiración desde el momento en la infancia en que concilié el alma con el oído, los pasos adolescentes que acabaron en la comprensión de tu pueblo como arca de la historia, la Cuba de la esperanza de los que vivimos a las sombras, la Cuba del Che, que lo resume todo; el viaje a Cuba de mi camarada Pablo Perón, quién tuvo la entrañable dicha de conocerte en los estudios «Ojalá» en enero del año 2009, y robar tu dirección electrónica; y hoy, preciso motivo mediato,  tus saludos televisados a un mes de la muerte del ex presidente Néstor Kirchner. Lo que sigue entonces no posee pretensión de sugerencia, crítica, ni pedido alguno; sino tan solo una perspectiva de un militante del socialismo nuestroamericano, perspectiva de cuyos errores he de asumir todas las responsabilidades, pero que, en términos generales, discutimos y compartimos millares de argentinos.
 
Los frentes donde emplazar la trinchera de esta batalla de ideas, como la designó Fidel, son tan diversos y complejos como lo es la lucha misma. Comenzaré entonces por los términos universales: el socialismo y el capitalismo.

América Latina, como la región políticamente más progresista del mundo, presenta entre sus gobernantes tres bloques básicos: uno enteramente neoliberal, más allá de las credenciales del pasado que puedan mostrar algunos de ellos -como Alan García en el Perú- y que no merecen aquí mayor reflexión;  un segundo bloque que, en términos de academia callejera, suele denominarse «progresía», cuyo caso argentino ha de ser aquí objeto de análisis; y por último aquellos en los que, en lo simbólico-poético, y en las acciones realizadas y a realizar, se encuentra ya instalada la idea de un socialismo de nuevo tipo, del siglo XXI. Socialismo que, sentado en una profunda comprensión, aprehensión y acumulación de nuestras tradiciones emancipatorias precedentes, construya su propio camino, esencia fundante de una perspectiva socialista que encuentra en el ALBA las millones de espadas que han de concebirlo.

Mas no hay alba en mi país. El gobierno argentino tiene como proyecto y bandera, a contrapelo de toda evidencia histórica, el mítico desarrollismo. Como bien lo señaló Cristina Fernández de Kirchner en la Universidad de Columbia: «lo que hizo caer el muro de Berlín no fue el poderío de los Estados Unidos, sino que el capitalismo es una mejor idea que el comunismo, y si el capitalismo se distingue frente a otras doctrinas es por la idea de consumo».  El sueño del ingreso al primer mundo, al juego de los gobernantes en las ligas mayores. Ya lo dijo Rodolfo Walsh, quién bien supo servir a tu país, las lecciones se olvidan, la historia vuelve a comenzar. La Argentina kirchnerista apuesta al espacio político del G-20, grupo de países constituidos -según su propia declaración- para enfrentar la crisis global. No superar, sino salvar el modo de producción dominante. Grupo entonces opuesto, contrario, antitético a los ideales, políticas y gobiernos del ALBA.

Presentan -en la trinchera económica- como la vía segura de estabilidad y camino al desarrollo, las elevadas tasas de crecimiento general; mas nos muestra la historia que ningún país «en vías de desarrollo» o «condenado al éxito» logró jamás nunca traspasar aquella barrera, más pesada y escurridiza que la de la luz. Siquiera las más de tres décadas de crecimiento sostenido a altas tasas en México. Tres décadas. Pues, lo sabes, no se trata de una evolución «rostowniana» de grados hasta llegar al cielo -cual rayuela- sino de lisa y llana dominación. La base económica de esta apuesta política se encuentra en el mantenimiento de la sagrada División Internacional del Trabajo, con su currículum de cinco siglos de explotación. El modelo extractivo primario exportador. Mi país Silvio es hoy un gigantesco mar de soja que, con su oleaje arrasador, desbasta economías campesinas, desaloja y -apenas unas días atrás- asesina con los fusiles estatales a los dueños milenarios de la tierra (para luego preguntarnos en el censo nacional si tenemos ascendencia aborigen; así la «reparación histórica» del progresismo), nos quita el alimento de la boca, seca como el fuego nuestros suelos, profundiza la dependencia, y envenena poblaciones enteras con agroquímicos de probada eficacia contra plagas vegetales y humanas. Las millonarias ganancias generadas en la monoproducción no van a las arcas del Estado, aun en el intento de la presidenta de aumentar las retenciones a la exportación -intento que quien suscribe apoyó en las calles sin dudar. Tampoco claro al pueblo trabajador cuya participación porcentual en las ganancias se ha reducido -si, reducido- desde 2003 según diversos estudios que puedo facilitar, aumentando la brecha entre ricos y pobres (lo que no niega  -o no necesariamente- cierta mejora de ingresos, producto del crecimiento del PBI). Siquiera en su mayor parte van a parar a las abultadas carteras de los dueños de  grandes extensiones de tierra, la aristocracia tradicional pampeana. Estos alquilan sus hectáreas a los pooles de siembra, capitales foráneos, especulativos y efímeros que, junto a las transnacionales de agroquímicos y semillas, son los verdaderos ganadores de este sistema. Y es justamente allí donde apoya sus espaldas financieras el kirchnerismo. Son estos sus aliados más poderosos. Junto a la millonaria industria de la megaminería transnacionalizada, con leyes intactas y/o profundizadas del legado menemista que extranjerizaron la cordillera de los Andes, entregando los minerales con devolución impositiva, por declaración jurada y sin incluir a gran cantidad -tipos- de minerales extraídos, y desbastando a su paso las poblaciones y ambientes a cuya altura no llega el tsunami de la soja.

Estos son los omóplatos kirchneristas, con sus representantes en todos los niveles del gobierno nacional y popular, ya sean gobernadores mineros o concejales del campo de arriba, del transnacional. Tuvimos en Córdoba, provincia en la que resido y que, dicho sea de paso, espera con ansias irrefrenables tu regreso, al dueño de una gran aceitera como senador nacional por el kirchnerismo, buen ejemplo de este último caso que nos sirve de umbral a la siguiente trinchera: ¿Quiénes son los gobernantes kirchneristas?. Mira Silvio, a tan larga distancia hablar de nombres que poco han de decirte carece de sentido, puedo en cambio ampliar el espectro social de los arriba mencionados. A quienes defienden con la espada progresista los capitales extranjeros debemos sumar al mal principal para la organización de los trabajadores: la burocracia sindical. Partiendo de que la mayoría de las leyes laborales de flexibilización de los 90 siguen vigentes, basta comentarte la muerte de un militante de izquierda a manos de sindicalistas del sector ferroviario hace apenas un mes, o el trabajo -en mi caso- en la vilipendiada docencia, donde la ex secretaria general del sindicato, con evidente responsabilidad en el vaciamiento gremial y salarial, es hoy senadora nacional kirchnerista y el ministro de trabajo de la provincia es también ex representante del gremio, respondiendo a un gobernador de neto signo -presente, no pasado- menemista. Esto nos agrega otro sector de la composición gobernante: un reciclaje de políticos menemistas en todo el interior y alrededores de la capital. El mismo Néstor Kirchner tomó la decisión de retornar -y apoyarse- en el Partido Justicialista, enterrando en el subsuelo una oportunidad única de terminar con el sistema político tradicional bipartidista, rumbo ratificado luego por la presidenta con una reforma política que amplía los requisitos de los partidos pequeños para presentar candidatos. De este sector valga nuevamente como botón de prueba la provincia de Córdoba, donde uno de los defensores fundamentales del neoliberalismo, alguien que supo decir «las madres de plaza de mayo deberían haber controlado mejor a sus hijos en los 70» se presenta como el candidato más firme a la gobernación por el kirchnerismo. La lista del interior es tan inagotable como derechista. Y valga recordar que Néstor Kirchner fue gobernador en dos ocasiones de su provincia compartiendo cartel con el presidente Menem, siendo uno de los principales responsables de la entrega y privatización del petróleo nacional. Evidentemente la defensa de los recursos naturales, esencia de los movimientos sociales de Nuestra América presente, nunca fue ni es prioridad de este gobierno, más bien muy por el contrario.

Podemos seguir desplazando la trinchera hacia otras batallas. La deuda externa, fraudulenta en su recontratación dictatorial y genocida, crecida como el hambre con la estatización de la deuda privada durante los 90, elemento fundamental de la dependencia, que contaba con un fuerte rechazo social que el kirchnerismo supo reconstruir, con el antecedente del ejemplar rechazo de Rafael Correa y con investigaciones precisas realizadas por Alejandro Olmos que la desnudan en su totalidad; la deuda es pagada en tiempo y forma, si bien con una quita acordada con sus propios cobradores (caso muy distinto al de Ecuador que aquí buscan presentar como de menores consecuencias numéricas). Así, por ejemplo, la presidenta de la nación vetó la ley del 82% móvil para los jubilados aludiendo falta de fondos, más allá de la operación de opositores de derecha para llegar a ese veto, que hizo que sectores progresistas estuvieran sorprendentemente en contra de una bandera histórica del campo popular. Siquiera es necesaria la evidente relación entre pago al contado al FMI y falta de fondos para jubilados -sin mencionar las excepciones impositivas a empresas transnacionales-, basta con hacer una simple fórmula entre cantidad de jubilados, recaudación, y reservas para constatar que se trata de una elección de donde colocar los fondos -en el año electoral que se avecina- y no de su carencia, aun «honrando» la deuda.

Las trincheras son inabarcables Silvio: la Argentina es hoy uno de los países con el sistema impositivo más regresivo del mundo, recayendo la recaudación en la espalda de los más pobres a partir del mantenimiento del Impuesto al Valor Agregado a una altísima tasa, impuesto pagado por todos por igual y base de la recaudación nacional. Y siquiera te he nombrado la inflación que opera como un ajuste que los esporádicos aumentos salariales no llegan a aproximar, sumado a su ocultamiento por parte de los organismos estatales que deberían estudiarla y cuyo reconocimiento llevaría a un aumento en la deuda por el sistema de bonos. Qué esperar pues de un ministro de economía que fuera militante de la Unión del Centro Democrático, partido liberal de derecha que colaboró con la dictadura y con Carlos Menem.

Pero quisiera terminar con una referencia a la argumentación de la defensa del gobierno nacional por parte de sectores que considero genuinamente progresistas. ¿Este gobierno realizó medidas que favorecieron al pueblo? Claro que sí. Considero fundamentales la estatización del sistema jubilatorio, la asignación universal por hijo que esa estatización permitió, la política de derechos humanos respecto de la dictadura militar (no así en tanto derechos de una mínima dignidad de vida: salud, educación, vivienda, alimento, trabajo -diferencia esencial con el gobierno de Hugo Chávez- y tampoco con los casos policiales de persecución y gatillo fácil a los pobres) y la ley de servicios de comunicación audiovisual. Si bien la fuerza de estas y otras medidas provienen en muchos casos de un pueblo que nunca renunció a la calle y la lucha, y no «desde arriba» como muchos kirchneristas argumentan (basta mencionarte los organismos de Derechos Humanos o los 20 puntos por una radiodifusión democrática), son muestra suficiente de que este gobierno no es «la derecha» en el país, como lo califica la izquierda tradicional, la izquierda del antiguo régimen de la emancipación, haciéndole grueso favor al discurso dominante. Dado que el gobierno cuenta con un importante apoyo mediático (de ciertos medios), periodístico e intelectual-académico, no es necesario profundizar sobre otras bondades que seguramente queden aquí de lado. Mas bien me interesa, y es el sentido de todo lo escrito, dejar en claro que la idea de que este gobierno «es lo más a la izquierda que puede haber» carece de todo sustento, pues se basa en una serie de supuestos -por no decir muletillas reproducidas hasta el hartazgo- entera o parcialmente falsos: la derechización de la población argentina, el origen popular del kirchnerismo ligado al peronismo histórico, la percepción de que los enemigos del gobierno son los enemigos del pueblo, la idea de que la crítica le «hace el juego» a la derecha, y las bondades de la politización de la población generada desde el gobierno nacional.

No pretendo, dada la ya desmedida extensión de esta carta, y el desarrollo de la misma que sugiere mucho sobre la falsedad de las premisas, discurrir sobre cada una de ellas. Pero hablas, Silvio, de cómo Néstor devolvió al pueblo la dignidad y la esperanza. Lejos estuvo el kirchnerismo de nacer en una hora desesperanzada, lúgubre, de desmovilización, de entrega y retroceso, para poco a poco ir politizando a la población. Pudo, en todo caso, mediatizar la política, colocarla en boca de programas periodísticos e incluso de «chimentos» y así aparecer como progresista frente a declaraciones fútiles y fascistas de modelos, vedettes y periodistas de la tercera edad nostalgiosos de la dictadura y el champagne. Ese no es el pueblo Silvio, esa no es la Argentina. No podemos olvidar que entre los gobiernos de la Alianza y de Néstor Kirchner vivimos el período de mayor movilización y politización desde la corta primavera alfonsinista.  Un pueblo que, con todas sus contradicciones, logró ¡con 34 mártires! acabar con un gobierno antipopular (hecho inédito en la historia del siglo XX) recuperar centenares de empresas para los trabajadores, constituir asambleas en las barriadas de cada ciudad, practicando una democracia directa, situar a candidatos de izquierda con una altísima intensión de votos, doblegar la ofensiva mediática contra el movimiento piquetero, logrando su aceptación y alianza con distintos sectores en lucha,  rebasar a las direcciones partidarias o sindicales desde las bases… Lejos entonces.

Nuestro pueblo, ninguno de Nuestra América, tiene límites, y mucho menos unos tan pasmosamente bajos. No es esto «lo máximo que la sociedad puede tolerar». Basta mirar a nuestro lado: Bolivia, Ecuador, Venezuela, Cuba. Basta mirar hacia atrás: «hoy Perón sería Trotsky» se dice por aquí. La inclusión, vuelta hoy significante vacío, fue a mediados del siglo XX una realidad palpable en cada uno de los aspectos que aquí señalamos como carencia: trabajo, vivienda, distribución del ingreso, industrialización -nacional-, antiimperialismo…  Fue lo máximo que el capitalismo supo dar, y no va a volver, ni hay intenciones de que así sea. Seamos entonces eternos condenados al éxito,  o construyamos un nuevo socialismo.

Sin más pretensión de que estas letras lleguen al único puerto libre del mundo y puedas tomarlas, aun para hacerlas pedazo o ignorarlas cabalmente, te dejo el abrazo que jamás pensé poder dar, siquiera en la firma de un decir.

Hasta la victoria. 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.