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Unión ¿por qué Patria?

Fuentes: Rebelión

En pocos días se conocerán las fórmulas presidenciales que disputarán las PASO. La alianza que gravita en torno a Cristina Kirchner sólo revelará los nombres en el último minuto.

El Frente de Todos dejó de existir. Era previsible, se convirtió en sinónimo de fracaso. Un experimento urdido como “genialidad” táctica por Cristina Fernández de Kirchner que en el ejercicio del gobierno llegó a un nivel de inoperancia nada común en una gestión peronista. La lideresa quiere dar vuelta la página de la manera más rápida y completa que pueda. ¿Podrá?

Unión por la Patria es una denominación que sale a la búsqueda de una mística perdida. En lugar de la desleída apelación a un impreciso “todos”, ahora se invoca los sentimientos nacionales profundos, una unión casi sagrada en torno a la común pertenencia a una patria única.

El Frente ya hacía tiempo que desmentía su pretensión de totalidad por sus interminables desgajamientos internos. Y más importante, se convirtió en el lema de un presente intolerable y no asumido cuyo influjo sólo puede aventarse por la imaginaria conjugación de un pasado irrepetible y ya lejano y un futuro que sólo se dibuja con vaguedades genéricas: Alguna apelación más o menos desarrollista. Un llamado a una renegociación con el Fondo sobre nuevas bases que no se sabe cómo se definirían. Generalidades que no pueden confundirse con un programa alternativo.

Entre sus últimas manifestaciones, Cristina incluye un llamado a acuerdos a la oposición de derecha, una coincidencia “patriótica” en torno a algunas premisas mínimas, un “pacto democrático” de dudosos contornos. Esto sólo se tornaría verosímil, si la coalición rebautizada resolviera un alineamiento mucho más franco aún con el programa ajustador y de reestructuración regresiva tan caro a la derecha.

Nos referimos a que los dirigentes de Juntos por el Cambio, “duros” o “blandos”, “halcones” o “palomas” proclaman con toda la voz que el cumplimiento de la versión extrema de las demandas del gran empresariado y el sometimiento completo a los dictados imperiales del gobierno de EE.UU y el FMI es su programa inmodificable e irrenunciable. Pueden disentir sobre velocidades. Y acerca de la política de alianzas más conveniente para hacerlo factible.

El propósito de fondo es inmodificable: Ir a la carga contra el nivel de vida y los derechos de las clases populares. ¿Por qué entonces seguir llamándolos?

La orfandad de candidaturas

La conjunción entre Sergio Massa, los gobernadores y parte sustancial del kirchnerismo a favor de una candidatura única, fracasó en su objetivo principal. Salvo modificaciones de último momento habrá internas con al menos dos listas de postulantes. El poder residual de Alberto Fernández y la tozudez inalterable de Daniel Scioli fueron protagonistas a la hora de torcerle el brazo a quienes clamaban por un candidato sin oposición interna.

Resta por definir quién será el candidato de la entente hoy encabezada por Cristina y el actual ministro de Economía.

La vicepresidenta ha dejado pasar la oportunidad de animarse de nuevo a la confrontación que supo encarar durante sus períodos de gobiernos. Se aferró a una proscripción en grado de amenaza y no de realización para declinar sus aspiraciones a la presidencia. Ante el peligro de sufrir una vez más un fuerte hostigamiento político, mediático y judicial, optó por una retirada sin una perspectiva clara. No sólo para ella sino, quizás sobre todo, para el amplísimo conjunto de militantes y simpatizantes que aún se nuclean en torno suyo.

Las corrientes más a la izquierda del ex Frente de Todos parecen quedar atrapadas entre la dificultad de integrarse a una versión remozada del “partido del ajuste”, con Sergio Massa como candidato, y la carencia de postulantes propios con potencialidad, sino para ganar las elecciones, al menos para generar una puja más o menos pareja.

El resultado es que tanto “moderados” como “radicalizados” aparecen hoy como suspendidos en el aire, a la espera de la decisión final. La que, como de costumbre, no provendrá de ninguna instancia pública y colectiva, sino del inspirado “dedo” de la “Jefa”. La democracia interna, para nunca.

La militancia, también como es habitual, sólo ha sido convocada para aclamar a Cristina. Y manifestarle una vez más la gratitud por la “década de felicidad”. La misma que se convierte cada día más en un pretérito sin retorno. Sobre un futuro deseable, parece que cada vez hay menos para decir.

El hartazgo se extiende desde abajo. No hay porqué pensar que las bases de tradición peronista resultarán inmunes a ese cansancio desalentado que tiende a transmutarse en ira.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.