1. Los sindicatos, durante fines del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, fueron simples órganos de defensa de los trabajadores contra la explotación y los malos tratos, así como de lucha para la conquista de salarios y prestaciones; es decir, sólo podían luchar contra los vicios del capitalismo, buscaban hacerlo menos injusto; nunca se […]
1. Los sindicatos, durante fines del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, fueron simples órganos de defensa de los trabajadores contra la explotación y los malos tratos, así como de lucha para la conquista de salarios y prestaciones; es decir, sólo podían luchar contra los vicios del capitalismo, buscaban hacerlo menos injusto; nunca se propusieron enterrar la explotación capitalista para que los mismos trabajadores se encarguen de ser los propietarios colectivos de la empresa.
2. Por sólo dar luchas gremiales, es decir, encerrar nuestras demandas y peticiones en asuntos de nuestras empresas o fábricas, nunca vimos -nos bloquearon- la estrecha alianza que se registraba entre gobierno, empresarios, medios de información, iglesia y embajada yanqui para someter a los trabajadores. Vimos a los gobiernos y explotadores como personas, no como clase social burguesa sólo interesada por defender sus intereses contra descontentos trabajadores paristas, huelguistas, bloqueadores. Pero las experiencias nos enseñaron.
3. A partir de los años sesenta, con el crecimiento de la tecnología, la intensidad de la explotación, la aparición de lo que se llamó «la tercer ola», es decir, el sector servicios o los obreros de cuello blanco, así como el permanente aumento del desempleo, los sindicatos poco a poco fueron incorporados al servicio del gobierno, el Estado y el empresariado. Las centrales sindicales en México -controladas por Fidel Velázquez y su mafia- fueron obligadas a formar el llamado Congreso del Trabajo en 1966 y a comportarse con más sumisión a la empresa.
4. Las poquísimas organizaciones sindicales que se declararon independientes: SME electricistas, STEUNAM, STERM, algunos sindicatos privados (SPICER, Lido, Up Jhon, Tula) no solo sufrieron la represión de sus patrones sino también del gobierno y de los líderes espurios. Ya no podría ser el sindicato muy limitado que sólo luchaba por sus intereses de gremio y que no buscaba la solidaridad de otros sindicatos y de luchadores sociales. Como dicen hoy los zapatistas, se necesitada «otro sindicato», es decir, otra concepción sindical.
5. En Europa de los sesenta, sobre todo entre los analistas de Frankfurt, ya se hablaba del «aburguesamiento» de la clase obrera; no que materialmente tuviera enormes sueldos, sino que su pensamiento era más pacifista porque se había integrado al «establecimiento». En EEUU, México y otros países en proceso de desarrollo -sobre todo del primer mundo- los sindicatos dejaron de hablar de lucha de clases entre explotados y explotadores, de ser radicales, el clero aconsejó el amor entre patrones y trabajadores; las burguesías hablaron de la desaparición de la lucha de clases.
6. Fue necesario entonces un nuevo sindicalismo. El otro sindicalismo debe ser independiente de gobiernos, empresarios, partidos y líderes espurios; dejar de ser formal que busca el reconocimiento del gobierno y secretaría del Trabajo, para convertirse en rebelde; debe depender menos de las leyes del trabajo, de juntas de conciliación y de abogados, para basarse en las movilizaciones de todos los trabajadores y los luchadores solidarios. Más que buscar el reconocimiento de la burguesía se debe centrar el trabajo de propaganda, organización y agitación, entre los trabajadores.
7. Se puede seguir respetando los cargos burocráticos de secretario general, de conflictos y finanzas, pero quienes mandan en los sindicatos deberán ser las asambleas de masas que toman los acuerdo, conformados por dirigentes o direcciones horizontales, rotativas y revocables en cualquier momento. Este «otro sindicalismo» puede construirse entre todos trabajadores de la Educación, sin fronteras de las entidades, pero para ello debe antecederle un intenso trabajo de concientización, de educación política y sindical. Y el Congreso de la CNTE debe analizarlo y discutirlo.
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