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¡Uy!, ya twitteé de nuevo

Fuentes: Asia Times Online

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Con su muerte, el venerado ayatolá chií Mohamad Fadlallah afectó sin quererlo a algunas personas la semana pasada. Su sello distintivo de atracción de buena voluntad de gente situada al otro lado de la barrera política en el conflicto árabe-israelí metió en un lío a algunos simpatizantes conocedores de tecnología.

La primera víctima de su encanto póstumo más allá del espectro político fue una veterana editora de asuntos de Oriente Próximo en el canal estadounidense de televisión CNN. Octavia Nasr colgó un mensaje en Twitter el día de la muerte del clérigo en el que decía que se sintió «triste al saber de su fallecimiento» ya que era «uno de los gigantes de Hizbulá al que respeto mucho». Aunque Fadlallah sólo tenía una cierta asociación con la organización chií, la razón del clamor que causó fue que Nasr transmitió en público una posición políticamente incorrecta.

Tres días después de su twitt aparentemente blasfemo, la galardonada periodista fue despedida por CNN a pesar de su declaración «aclaradora» en el blog del principal portal noticioso diciendo que sólo sentía mucha estima por Fadlallah en su condición de mujer árabe que pocas veces escucha que se propugne el feminismo por parte de autoridades religiosas con barba. Pero el tiempo se acabó para Nasr cuando el lobby judío en EE.UU. y los medios israelíes se pusieron a trabajar a toda marcha para denunciarla como partidaria secreta de un movimiento militante calificado de grupo terrorista por EE.UU.

El despido de Nasr después de 20 años de servicio y galardonada en CNN es un testimonio de la limitada tolerancia de la policía moral en el laico EE.UU. hacia la expresión de opiniones consideradas contrarias a los intereses centrales de seguridad de Israel. También abre una ventana a la creciente transferencia hacia Internet de batallas por el control de la mente. Probablemente Nasr se podría haber librado si hubiera mantenido su buena opinión sobre Fadlallah pero sin su inclinación por el twitteo y la supuesta libertad de expresión desencadenada por la explosión de redes sociales basadas en la Red. En lugar de fortalecer universalmente las libertades individuales, las plataformas de Internet podrían estar ayudando al conformismo de grupo.

Para no ser menos, ante la agitación causada por la remoción de Nasr de CNN, un aleteo diplomático se desarrolló días después del fin de la existencia terrenal de Fadlallah. La embajadora británica en el Líbano, Frances Guy, comentó en su blog que la muerte del ayatolá era un acontecimiento triste y que había sido «un verdadero hombre de religión», «un hombre decente» de la índole que el mundo «más necesita».

El furor que siguió era previsible. El Ministerio de Exteriores de Israel arremetió contra Guy por su indiscreción y la exhortó a decidir «si promover el terror y darle justificación religiosa puede ser considerado un patrimonio apreciado». El desconcertante blog fue eliminado por el Foreign Office [Ministerio de Exteriores] británico poco después, y Guy se disculpó por «haber perturbado a la gente».

La toma de libertades para expresar su opinión sobre temas con contenido político en Internet, independientemente de la posición y de limitaciones institucionales, se ha hecho peligroso últimamente. Dos jóvenes diplomáticos estadounidenses, que apreciaban su condición de cíber-celebridades como «twitteadores» con cientos de miles de lectores en línea, recibieron recientemente una «llamada de atención» de sus jefes por artículos de connotación frívola hechos mientras estaban con una delegación técnica que acompañaron a Siria.

Según el New York Times, sus traviesas divagaciones -sobre que habían bebido el «mejor» Frappuccino (café helado, marca de la cadena Starbucks) en una universidad cerca de Damasco y de haber invitado al Ministro de Comunicaciones de Siria a una competencia de comida de pasteles- «embarazó al Departamento de Estado» e irritó a los halcones belicistas del congreso que aborrecen los encuentros con Siria.

El hecho de que Siria siga en la lista del gobierno de EE.UU. como patrocinador estatal de terrorismo aumentó el embarazo por las meteduras de pata de los jóvenes diplomáticos,

Jared Cohen y Alec Ross parecían transmitir afabilidad y desenvoltura en la interacción con un régimen obstinadamente anti-israelí que ha sido objeto de sanciones económicas de EE.UU.

Fuera de Oriente Próximo, los hábitos de twitteo han puesto en aprietos al extravagante pero ingenuo ex Ministro de Exteriores de India y miembro del Parlamento, Shashi Tharoor. Mientras ocupaba el puesto, Tharoor fue un prolífico twitteador que justificaba sus twitt como un medio para conectarse con sus votantes, electorado y el público en general sobre las relaciones internacionales de India. Desgraciadamente, su franqueza poco ortodoxa irritó a la clase política de miras estrechas de India, que no es exactamente santa, pero que se esfuerza por proteger una imagen hipócritamente prístina en el terreno público.

El twitt en tono burlón de Tharoor en septiembre de 2009 sobre su placentero viaje aéreo en «clase de ganado» (clase económica) recibió una crítica de su partido del Congreso como «inaceptable» y de mal gusto hacia las sensibilidades locales respecto a jerarquías sociales y animales sagrados en India.

Se piensa que otros artículos en línea sobre una cantidad de tópicos políticos como las reglas para visas de viaje de India y la política exterior del Primer Ministro del país han endurecido la desaprobación dentro del partido del Congreso e influido en los resultados contra «Twitteroor», lo que culminó en su renuncia al Gobierno central a principios de este año.

Contrariamente a la tan celebrada llegada de autoexpresión y exhibicionismo sin límites permitidos por la tecnología «web 2.0», ha habido un determinado rechazo por parte de los establishment políticos contra el debilitamiento impulsado por Internet de las bases de su poder. La censura manifiesta y el castigo del pensamiento disidente crecen a paso acelerado con los millones de nuevos usuarios de Facebook y Twitter que inundan el ciberespacio con su abrumador deseo de revelar sus pensamientos. La apertura y el crecimiento vertiginoso de las redes sociales basadas en Internet las han convertido en una arena poderosa para individuos que desean desahogarse o transformar sutilmente estructuras.

El primer ministro británico David Cameron, quien personifica la cautela política, ha justificado su decisión de no apresurarse a participar en la moda de Twitter diciendo: «demasiados twitt podrían convertirse en un twat [gilipollas, N. del T.]». Pero mantener la boca cerrada en la Red no es una garantía de que una personalidad pública pueda escapar al ojo implacable de un mundo saturado de medios.

Una denigración improvisada de una votante como «mujer intolerante» antes de las elecciones generales británicas por el Primer Ministro de entonces Gordon Brown fue registrada por el micrófono y aceleró su ocaso político. Las «conversaciones en el vestuario» del ex comandante militar de EE.UU. en Afganistán, general Stanley McChrystal y sus confidentes, en las que insultaron a máximos dirigentes civiles en el gobierno de Barack Obama fueron difundidas no en Twitter o Facebook sino en una revista impresa de tendencias izquierdistas en EE.UU., Rolling Stone.

Sin embargo, la aparición de las redes sociales ha multiplicado la amenaza de «ser puestos al descubierto» para personalidades políticas. La rapidez con la cual las meteduras de pata de Brown y McChrystal fueron transferidas de los medios tradicionales a Internet a través de millones de páginas y blogs, les dejó poco espacio para contener el daño.

El alarde de la secretaria de Estado de EE.UU., Hillary Clinton, durante su campaña para las primarias presidenciales en 2008, de haber vivido directamente las condiciones de la guerra en Bosnia durante los años noventa fue denunciado como mentira por oponentes políticos alertas que descubrieron las secuencias relevantes en vídeo y las colgaron en YouTube.

La estereotipada línea de defensa de «me citaron mal» ya no sirve cuando cada palabra de lo que dice o escribe un mandamás se reproduce instantáneamente en miles de foros en línea.

Los errores políticos crecerán exponencialmente en una era invasiva en la cual la privacidad se está desbaratando a una escala sin precedentes a través de redes de información interconectada. Internet encabeza la tendencia como una espada de doble filo, es decir como liberadora de la influencia oculta de gobiernos conservadores, periódicos y revistas tradicionales, y como un arma igualmente potente en manos de círculos dominantes resentidos que ahora tienen los twitt como pruebas concluyentes para castigar a cualquier rebelde.

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Sreeram Chaulia es profesor asociado de política mundial en la Universidad OP Jindal Global en Sonipat, India.

(Copyright 2010 Asia Times Online (Holdings) Ltd. All rights reserved.

Fuente: http://www.atimes.com/atimes/Middle_East/LG13Ak02.html

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