El escándalo estalló al mismo tiempo que centenares de miles de familiares de personas mayores de 80 años intentábamos infructuosamente entrar a la página del gobierno de la ciudad de Buenos Aires para conseguir uno de los escasos turnos para la vacuna contra el Covid.
Mientras tanto, la página www.amigosdelpoder.com funcionaba de forma eficiente y rápida y otorgó este bien tan deseado y necesitado por todo el pueblo a algunxs de los amigues del circulo privilegiado del poder.
Mucho se dijo y mucho más se especuló acerca de las motivaciones y operaciones tras el escándalo que terminó con la renuncia/despido del ministro de salud Ginés González García. Al respecto no propondré información de primera mano ni teoría que pueda dar cuenta, aún hipotéticamente, de qué fue lo que sucedió entre bambalinas. La presencia de un operador como Verbitsky en el escándalo alienta a imaginar jugadas. Pero me parece más necesario trazar algunas ideas sobre qué cosas develan de la sociedad en que vivimos, en la que hechos como estos se presentan como una constante de la realidad.
Lo acontecido con la “vacunación vip” puede brindarnos elementos para pensar lo que necesitamos transformar. Dependerá de los sectores populares evitar que la “vacunación vip” pueda ser utilizada por las derechas para llevar agua a su molino y sobre todo, que oficie de “tapabocas” que eviten denunciar los problemas de fondo que, sin embargo, este escándalo devela.
Lo esencial es invisible a los ojos… del poder
Políticos, periodistas, sindicalistas y empresarios pudieron vacunarse antes que lo que les hubiera correspondido. Tres mil vacunas habían sido apartadas para tal fin. En otros países, como el Perú, también dignatarios de la Iglesia avanzaron varios casilleros en sus turnos gracias a tener los dados cargados y quizás por ser los representantes en la tierra de un personaje poderoso.
¿Pero sólo quienes se mandan tales “avivadas” atentan contra la supuesta igualdad que debería regir en el acceso a la salud? El presidente actuó correctamente al pedir la renuncia del ministro de salud que las había transgredido. Sería deseable que tuviera la misma velocidad para expulsar a otros, merecedores tanto o más que Ginés de una pronta eyección. No podemos dejar de mencionar a los nefastos Nicolás Trotta o Sergio Berni como merecedores de un pronto despido, listado elaborado sin ánimo exhaustivo. Pero pareciera que lo único criticable en este sistema es la corrupción. La traición a la patria o a los intereses populares no sería merecedora de similar visibilidad ni escarnio.
Pero la avivada de la vacunación vip no sólo pone en evidencia la falta de moral de algunos personajes sino, sobre todo, la inmoralidad estructural de un poder que ya al clasificar la esencialidad y mérito para recibir la vacunación consagra la desigualdad reinante en la sociedad, previa a cualquier Ginés o Verbitsky.
Nos surgen varios interrogantes. ¿Quién es esencial para esta sociedad? ¿Lo es más un político o periodista que una mujer o une militante de un barrio que alimenta por día a decenas o cientos de niños en comedores levantados a pulmón? ¿Ramona, de la Villa 31, y tantas otras mujeres para quienes la vacuna ha llegado tarde, o tantas otras que se arriesgan cada día sin que nadie (del poder) sugiera que sean esenciales y les habilite vacunatorios, son menos esenciales que el personal de seguridad (¿seguridad para quién?), al que se prevé vacunar mucho antes? ¿Acaso esto no es un colarse en la fila, si de esencialidad se habla, aunque sea legal, sólo por sancionarse desde el poder?
La avivada de colarse en la fila, aunque repudiable, resulta un emergente de una sociedad desigual y antidemocrática en la que el pueblo es dejado fuera de toda decisión y excluido de todo debate.
Todos saben todo sobre todos y lo utilizan cuando lo necesitan
Más allá de la indignación, el affaire Ginés puede resultar hasta naif, contrastado con otros escándalos que periódicamente y constantemente saltan a las primeras planas. Haciendo memoria, recuerdo cuando durante el gobierno de Menem saltó a primeras planas el escándalo de Yabrán y el asesinato del fotógrafo José Luis Cabezas, “justo” cuando se disputaba el control del correo. O más tarde el dinero encontrado en el baño de la ministra Felisa Miceli. O los televisores del ministro Bergman, que ocuparon por unos días las primeras planas. O las revelaciones sobre los Panamá papers o sobre los cuadernos Gloria, enfatizados según quien se trate. O las denuncias a favor y en contra del fiscal y agente de los servicios Nisman. La lista de disputas es larga. Si queremos, podemos remontarnos hasta el asesinato de Mariano Moreno en su viaje a Europa, instigado por Saavedra, menos de un año después de la revolución de Mayo.
Los escándalos –reales o preparados, construidos o aprovechados- cruzan todos y cada uno de los sucesivos gobiernos. Siempre aparecen cuando algo se disputa, en un régimen político en el que a pesar de denominarse “democrático”, se pretende mantener al pueblo fuera de toda posibilidad de intervenir y pronunciarse. No queda entonces otra manera de resolver las disputas que las “operaciones” políticas, sacando de la manga denuncias que se conocen y/o preparan. Conocimientos sobre negociados, trastadas, irregularidades, que todos conocen sobre el resto, facilitados porque con los años, se fue constituyendo un gran “familia” de políticos-comunicadores-empresarios, de uno u otro lado de la “grieta”, con lazos sociales entre ellos y con fuertes conexiones con los servicios de inteligencia. Y como en toda familia, hay disputas y choques de intereses.
Hay quienes temen que el reciente escándalo incentive el sentimiento anti-político en la población. Es cierto que puede ser aprovechado por las derechas que hacen política alentando la anti-política. Pero también es cierto que será imposible cualquier transformación sin barrer con toda la casta político/sindical/empresarial/informativa que lucra más o menos legalmente con las necesidades populares. Esto solo será posible con el protagonismo del pueblo construyendo otra política. Mientras tanto, escándalos como el de las vacunas vip serán el pan nuestro de cada día.
Las responsabilidades en el acceso a la salud y a la vacuna
Desde el poder económico-político-mediático se construye una realidad en la que el árbol siempre tapa al bosque. Así actuaron, con bastante éxito, cuando se intentó endilgarle a los bolsos de López el hundimiento del país, mientras entregaban al FMI una cantidad de bolsos que podrían sumarse de a miles. O antes aún, cuando lo repudiable durante el gobierno menemista no fue por ejemplo que el Congreso sancionara la reforma laboral sino que se haya hecho mediante sobornos a diputados, o que privatizaciones hayan sido aprobadas mediante el recurso de un “diputrucho”. O cuando le achacan a los planes recibidos por los pobres la crisis económica, mientras los subsidios empresarios representan cinco veces más gasto del Estado. Ahora sería la vacunación vip la responsable de la tardanza en el acceso popular a la vacuna. Siempre, como el tero, pegan el grito en un lado, pero ponen los huevos en otro.
En este sentido, la falta de ética de Verbitsky y de González García es repudiable, pero no es la vacunación vip el motivo por el cual la mayor parte de la sociedad no ha logrado vacunarse y probablemente muchos nunca accederán a la misma.
La organización internacional OXFAM ha señalado que nueve de cada diez países pobres no tendrán acceso a la vacuna contra la Covid-19 el próximo año. La mayor parte de la vacunación se está concentrando en los países ricos, que ya han adquirido una cantidad de vacunas que duplica y en algunos casos triplica a su población. Al mismo tiempo, la disputa entre laboratorios por quienes se quedan con los mejores negocios redunda en tardanzas e imposibilidad de elaborar las cantidades necesarias. Sin embargo, mientras el affaire de las vacunas vip ocupa las primeras planas, no se protesta por esta asimetría entre los países imperialistas y los países dependientes, desigualdad legalizada y asumida como natural. Ni se cuestiona la propiedad de las patentes sobre las vacunas por parte de los mega-laboratorios.
Si el gobierno quisiera terminar con esta desigualdad en el acceso a la salud y recordara que alguna vez sostuvo que la salud era más importante que la economía, levantaría como lo hicieron en su momento en la Organización Mundial de Comercio (OMC) Sudáfrica y la India, la necesidad de descartar durante la pandemia el derecho de patente con el que los laboratorios farmacéuticos lucran e impiden el acceso universal a la salud. Es más, llevaría a la práctica esta “mera intensión” junto a los países latinoamericanos que lo quisieran, donde en muchos de ellos al igual que en el nuestro no faltan recursos científicos y tecnológicos para elaborar las vacunas necesarias para preservar la vida de los pueblos. Esta posibilidad la ha demostrado una pequeña isla como Cuba.
Claro, se puede alegar y es cierto, que el gobierno de Fernández no es revolucionario ni siquiera tibiamente anticapitalista. No le pido nada de eso, porque no creo que sea necesario ser un Che Guevara para tomar las medidas necesarias para preservar la salud popular. Alcanzaría quizás con seguir el consejo de una publicidad de gaseosas que recomendaba “cortá con tanta dulzura”. La grave situación de pandemia impulsa a adoptar medidas de fondo para proteger la salud y el bienestar popular que necesariamente deberán tocar ciertos intereses. De no ser así, no sólo la salud no estará garantizada sino, probablemente, sean las derechas las que aprovechen a llevar agua hacia su molino. Salvo que desde el pueblo sepamos construirnos un destino colectivo independiente de todos ellos.