La gran huelga de los trabajadores del Subte puso de relieve el poder de este sector de la clase obrera y está sirviendo de ejemplo para todo el movimiento obrero argentino. El mismo poderío lo mostraron los telefónicos con su gran huelga en diciembre del año pasado o los ferroviarios en diversas luchas. Los aeronáuticos […]
La gran huelga de los trabajadores del Subte puso de relieve el poder de este sector de la clase obrera y está sirviendo de ejemplo para todo el movimiento obrero argentino. El mismo poderío lo mostraron los telefónicos con su gran huelga en diciembre del año pasado o los ferroviarios en diversas luchas. Los aeronáuticos de LAFSA han vuelto a la lucha continuando la pelea que ellos mismos dieron contra el cierre de LAPA y DINAR y la grandiosa lucha de los trabajadores de Aerolíneas Argentinas del año 2001. Estos conflictos en servicios estratégicos de una gran ciudad como es la de Buenos Aires (considerando el Área Metropolitana que incluye la Ciudad de Buenos Aires y Gran Buenos Aires, conglomerado urbano que está entre los mayores del mundo), demuestran el rol de destacamento de vanguardia que están jugando los trabajadores de los transportes y las comunicaciones en la reconfiguración del movimiento obrero.
Una tendencia internacional
Este fenómeno nacional es refracción de un proceso que se está produciendo internacionalmente. Veamos algunos ejemplos de lo ocurrido en países imperialistas.
Francia: La huelga general de la función pública de diciembre de 1995, que duró casi un mes y que reunió manifestaciones de millones de personas en todo el país, mostró una irrupción particular de este sector, en especial los ferroviarios, que fueron la sección más combativa. Para no abundar con ejemplos, señalemos que en el 2004 destacamentos combativos de trabajadores de las compañías de gas y electricidad (GDF y EDF), a pesar de la política traidora de la burocracia, enfrentaron las políticas de privatización parcial tomando medidas tan radicales como la de cortar la luz en edificios públicos y barrios aristocráticos y reconectar el servicio eléctrico interrumpido por falta de pago en barrios pobres1. A principios del 2005, los trabajadores de Air France obligaron a la empresa a suspender la mitad de sus vuelos por una huelga contra el despido de un trabajador.
Gran Bretaña: el año pasado, los trabajadores postales lanzaron, contra la dirección de su sindicato, una huelga «salvaje» que llegó a afectar a 20.000 trabajadores. A fines del 2002, los trabajadores del Subterráneo de Londres hicieron huelgas que pusieron furiosas a las cámaras patronales.
Estados Unidos: Tomando la posta de la huelga francesa del ’95, en 1997 los 300.000 trabajadores de la empresa UPS (transporte de encomiendas, compras por correo a domicilio, correspondencia, cheques, etc., el 80% de todos los paquetes enviados por correo del país) lograron, luego de 15 días de durísima huelga, el pase a jornada completa de todos los trabajadores de tiempo parcial y aumento de salarios. A fines del 2002, los portuarios de la Costa Oeste estuvieron a punto de paralizar el multimillonario comercio marítimo a través del Pacífico. El año pasado, una huelga de almacenes de la Costa Oeste tuvo efectos de desabastecimiento, por el rol que tienen las grandes cadenas de venta como Wal Mart que concentran la distribución de mercancías en urbes enormes.
Italia: los trabajadores del transporte de Milán iniciaron, a fines del 2003, una serie de «huelgas salvajes», logrando aumento de salarios y formando una coordinadora de trabajadores del transporte que convocó a un paro nacional en enero del 2004. Luego siguieron huelgas en Alitalia y entre los precarios telefónicos de TIM, donde los dirigentes sindicales oficiales mantuvieron discursos «combativos» para evitar que se repita el panorama de los transportistas. A principios de este año, hubo huelgas de ferroviarios llamadas por sindicatos de base frente a un accidente por fallas de seguridad que obligó a las centrales sindicales a convocar una segunda huelga.
Si en algunos países de Europa varias de estas empresas son esencialmente estatales, de todas maneras sufrieron procesos de «reestructuración» que bajaron el número de sus efectivos pero de ninguna manera alteró su capacidad de poner en cuestionamiento el funcionamiento normal de la sociedad capitalista, cada vez más dependiente del transporte «a tiempo» de mercancías y personas, y de las telecomunicaciones. Los grandes medios de difusión atacan salvajemente estos conflictos argumentando que son «guerras de pobres contra pobres», que «perjudican a los que tienen que trabajar», etc., porque perciben claramente la enorme capacidad, que poseen estos trabajadores, de paralizar los países en medio de ciudades que se transforman en monstruosas megalópolis con decenas de millones de habitantes.
En estos 25 años de ofensiva «neoliberal», las derrotas sufridas por la clase obrera (despidos, flexibilización, tercerizaciones, etc.) han tenido efectos más duraderos en los trabajadores de la industria (sobre todo en los países centrales). Los trabajadores de la salud y la educación de diversos países han protagonizado incesantes procesos de lucha, pero su fuerza para atacar el poder burgués es menor que la de los sectores de servicios como el transporte o las comunicaciones, de los cuales hemos dado sólo algunos ejemplos. Por esto, es allí donde ha comenzado una recomposición, lenta pero persistente, del movimiento obrero internacional, iniciada en el ’95, no exenta de derrotas y con desigualdades, de acuerdo a la tradición de organización sindical y lucha de cada país y sector. Lo que está pasando hoy en Argentina, y que describiremos abajo, es parte de una tendencia internacional impulsada por la creación de urbes cada vez más extendidas y por la propia dinámica del capitalismo y su tendencia creciente al surgimiento de grandes empresas capitalistas (estatales o privadas) con millones de asalariados en los servicios estratégicos, de los cuales depende cada vez más el conjunto de la economía capitalista.
En países como Corea del Sur o China, cuya industria se ha desarrollado en las últimas décadas en forma geométrica, transformándose esa región en el «taller del mundo», la clase obrera industrial dirá su palabra contundente. Las «guerras obreras de Corea» del ’97, protagonizadas por batallones de miles de obreros; las duras huelgas de las enormes plantas como la Hyundai, con 40.000 obreros, en años siguientes; o la oleada de huelgas obreras que desde fines del año pasado recorre China, calificada por la prensa imperialista como «sin precedentes», son un anticipo de lo que vendrá.
En Argentina
Este proceso internacional se expresó aquí, en primer lugar en la preponderancia que adquirieron los sindicatos del transporte (en especial UTA y Camioneros) en el seno de la CGT. En sentido estricto, puede decirse que los grandes paros generales del 2000 contra De La Rúa fueron motorizados por estos gremios.
Lo raro del «caso argentino» es que las empresas de transportes y comunicaciones que eran estatales (teléfonos, ferrocarriles, subterráneos) fueron brutalmente privatizadas y reestructuradas echando a decenas de miles de trabajadores. Algo más de una década después, vemos que en los ferrocarriles TBA (ex Sarmiento y ex Mitre), hay fuertes cuerpos de delegados de base arrebatados a la burocracia sindical y que han parado ante cualquier provocación patronal, como el conflicto por el boletero despedido el año pasado.
Aún en Metropolitano (ex Roca) donde mantiene el control la burocracia, hemos visto surgir un activismo antiburocrático que organizó con los movimientos piqueteros los «bloqueos» a las boleterías de la Estación Constitución para lograr la reincorporación de trabajadores despedidos y el ingreso de desocupados a la empresa. Este activismo se agrupó en la Lista Bordó y tuvo que ser proscripto por Pedraza, con la ayuda del Ministerio de Trabajo, ante el temor de ser derrotado en las elecciones de seccional.
En el subterráneo de Buenos Aires, con las tres grandes huelgas en el curso de un año, se consiguieron las 6 horas por insalubridad, el aumento de salarios más importante que ha conseguido el movimiento obrero argentino después de la devaluación (cuestiones presentadas por el Cuerpo de Delegados como una meta para el conjunto del movimiento obrero y no en forma corporativa) y quizás lo más espectacular es la reciente incorporación de los trabajadores de limpieza de la tercerizada empresa TAYM, que la patronal los había asignado al Sindicato de Maestranza con un salario que era la mitad del de los trabajadores del Subte y jornada de 8 horas, que ahora han logrado la unificación del convenio, con el consecuente aumento salarial y la jornada de 6 horas.
En Telefónicos, la combativa huelga del año pasado, donde por más de una semana se tomaron los estratégicos pisos de los edificios de control de las comunicaciones nacionales, desató una enorme campaña de los medios de comunicación buscando poner a la población en contra, a pesar de lo cual se logró un importante triunfo parcial (aumento salarial del 20%).
En el transporte aéreo, primero la lucha de los trabajadores de Aerolíneas Argentinas se transformó en una «causa nacional» en el 2001. Pese al programa mezquino de las direcciones que nunca lucharon verdaderamente por la reestatización de la aerolínea «de bandera» bajo control o administración de los trabajadores, se lograron mantener más de 7000 puestos de trabajo directos, respetando los convenios de cada sector, revirtiendo la tendencia de los ’90 de que todas las privatizaciones, ventas, fusiones o negociados de los capitalistas se transformaban simultáneamente en pérdidas de puestos de trabajo y conquistas.
La larga lucha durante el 2003 de los trabajadores de las quebradas LAPA y DINAR permitió mantener los puestos y condiciones de trabajo a través de la creación de la estatal LAFSA, que ahora intentan privatizar, cuestión resistida por los trabajadores y delegados de base, funcionando en combativas asambleas, en contra de las burocracias sindicales de los gremios aeronáuticos. Ahora están desarrollando su plan de lucha por la creación de una aerolínea estatal bajo control de los trabajadores, planteando no solamente la defensa de sus puestos de trabajo y condiciones laborales sino el rol que jugaría una empresa de ese tipo en la integración de las zonas del país que no tienen transporte aéreo así como el abaratamiento del costo de los pasajes para que «no sólo puedan volar los ricos».
El poder de estos sectores es lo que explica, en el fondo, la ofensiva de Moyano y el Sindicato de Camioneros por afiliar a su gremio a sectores de distintas empresas, como los camioneros de las empresas petroleras en Neuquén o el sector «logística» de COTO, ofreciendo un convenio con mejoras cualititavamente superiores respecto a, por ejemplo, el de Empleados de Comercio. No se trata de volver a la vieja organización «por profesión» (oficio), cuestión que argumenta Susana Rueda en defensa del burócrata empresario «de rama» Cavalieri, sino de luchar por la unidad efectiva de todos los trabajadores, contra las divisiones que imponen las distintas alas de la burocracia sindical, con el mejor convenio posible, defendiendo el derecho de los trabajadores a afiliarse al sindicato que elijan.
Tendencias generales
Si estudiamos estos conflictos e incluso la vida cotidiana de estos sectores de la clase trabajadora, veremos las siguientes características.
a) La unidad en los momentos claves, cuando están sometidos a la presión del gobierno, las burocracias y los medios de comunicación, se consigue con un funcionamiento asambleario en cada uno de los lugares de trabajo, y su centralización en cuerpos de delegados (más o menos representativos) y en algunos casos asambleas generales del gremio.
b) Estas huelgas en general, y luego de las jornadas revolucionarias de diciembre del 2001 en particular, tienden a transformarse inmediatamente en huelgas políticas, ya que afectan a grandes sectores de la población y obligan a la actuación del gobierno y el conjunto del aparato estatal. Esto plantea a los trabajadores la necesidad de «hacer política» hacia los usuarios, dando respuestas no corporativas (como la cuestión del precio del boleto en el Subte o las tarifas telefónicas, o más aún la reestatización de las empresas privatizadas bajo control de los trabajadores y usuarios particulares) y buscando métodos que puedan combinar con la acción central mediante la huelga y los piquetes. Si no es así, la «opinión pública» hostil puede hacer peligrar los conflictos.
c) Otro aspecto de politización es que ponen en cuestión la propiedad, la función social y el rol del estado (que luego de venderlos a precio de remate, subsidia a los empresarios) en los servicios que hoy explotan las empresas privatizadas.
d) Si estos sectores se coordinaran, plantearían de por si una tendencia hacia la huelga general2.
e) Las burocracias centrales han perdido el control en varios lugares o se encuentran debilitadas en otros. Si los trabajadores de las grandes empresas de servicios superan los estrechos límites gremiales pueden ser un destacamento de avanzada del conjunto de la clase obrera, que ponga en cuestionamiento la brutal explotación y la entrega del país al imperialismo. Por esto, es un hecho significativo que existan sectores antiburocráticos en la dirección de los Cuerpos de Delegados del subte, dos líneas de ferrocarriles y sectores de otras, así como delegados antiburocráticos en telefónicos, aeronáuticos, etc., incluso con participación directa de la izquierda.
Crece la vanguardia del movimiento obrero
En la década de los ’90, los estatales provinciales encabezaron los sectores que resistieron luego de las derrotas de las privatizaciones menemistas. En los sindicatos de docentes y de los trabajadores de la salud, años de luchas y traiciones de la burocracia permitieron que maduraran delegados y activistas antiburocráticos que, en algunos casos, conquistaron seccionales como las seis seccionales opositoras de SUTEBA o AMSAFE Rosario y San Lorenzo. En la principal fábrica estatal del país, el Astillero Río Santiago con sus 2300 obreros, hemos visto el triunfo de la lista de Delegados por Sección3.
A su vez, desde mediados de los ’90 comenzaron los heroicos levantamientos de los desocupados. Traicionados por la burocracia sindical, y frente al plan masivo de asistencia social de Duhalde, surgieron los movimientos piqueteros, aunque hoy estén aislados y debilitados.
Zanon y Brukman fueron las fábricas más radicalizadas de un proceso de tomas de fábricas y puesta en producción, como respuesta (minoritaria) a la debacle capitalista del 2001. Estas fábricas tendieron a poner en cuestión la propiedad capitalista y el destino de marginalidad y miseria que tiene reservado a los trabajadores el sistema cuando no enfrentan los cierres y despidos. El estado abrió las puertas a las cooperativas para evitar que el proceso se radicalice.
Ahora han llegado poderosos nuevos destacamentos de avanzada de la clase obrera. En este sentido, es significativo la solidaridad en la acción que hemos visto, desde hace meses, entre el Cuerpo de Delegados del Subte, los ferroviarios de Haedo, delegados de LAFSA y el Sindicato Ceramista de Neuquén. Unidad en la acción que ahora tiene planteado dar un salto en su organización a partir del Encuentro Nacional del 2 de abril.
Si estos sectores quieren actuar como verdadera levadura de la lucha contra la patronal, el gobierno y la burocracia, deberán levantar una clara perspectiva para todo el movimiento obrero, con demandas como las señaladas en la convocatoria al Encuentro, y conseguir una coordinación no episódica sino orgánica y permanente.
Desde este reagrupamiento estará planteado apoyar los fenómenos significativos que comienzan lentamente a darse en las grandes industrias, como el que expresó la lista de oposición en la Alimentación. La clase obrera industrial de conjunto continúa siendo el sector más atrasado y fragmentado, frente a los ataques del capital. Pero la reactivación económica y la creación de nuevos puestos de trabajo (hoy llegan aproximadamente a 900.000 los trabajadores registrados en la industria, a los que hay que sumar los no registrados), los golpes en su conciencia que están dando los sectores avanzados del movimiento obrero, y su propia experiencia, harán madurar las condiciones para barrer a la burocracia y reconquistar sus organizaciones para enfrentar a la patronal y al estado. Nuestro partido viene haciendo un esfuerzo sistemático para insertarse e influenciar a este sector donde se encuentran los batallones más concentrados de la clase obrera.
Los desafíos actuales
Para avanzar en la fortaleza de los sectores que se ubican hoy como vanguardia de la clase, es necesario profundizar la organización democrática para fortalecer el «doble poder» de los trabajadores en el lugar de trabajo, para defender lo conquistado y proponerse nuevos objetivos.
En primer lugar, es necesario conquistar el funcionamiento regular y democrático de los cuerpos de delegados, con libertad de tendencias (en telefónicos, por ejemplo, sólo funciona cuando hay discusión salarial, y no como un organismo permanente de efectiva dirección del gremio).
En segundo lugar, allí donde hay divisiones por «gremio», como en ferroviarios o aeronáuticos, hay que conquistar la unidad a través de cuerpos de delegados comunes por lugar de trabajo lo que, en perspectiva, no sólo permite la unidad en la lucha sino derrotar a la burocracia sindical que medra con la división.
En tercer lugar, es necesario lograr la unidad con los trabajadores de las empresas tercerizadas, con el objetivo de lograr el pase a plantea permanente con igualdad de condiciones de trabajo y salario, y la unidad en la organización por lugar de trabajo, como lograron los compañeros de TAYM, incorporando sus representantes a los cuerpos de delegados. Esto no sólo sirve para los trabajadores tercerizados sino para los de la empresa principal, aumentando su poder. En el caso de las empresas de «call center» que reúnen a miles de jóvenes, donde FOETRA propone la incorporación al gremio (lo cual implica mejores condiciones de trabajo) es necesario promover ya que envíen delegados al cuerpo de delegados de los telefónicos, aunque sigan afiliados a otros gremios.
En cuarto lugar, la demanda de igual trabajo igual salario para hombres y mujeres es esencial.
Contradicciones del movimiento obrero
La tendencia internacional, lejos de lo que dicen los centroizquierdistas, es al incremento del trabajo asalariado, no sólo en términos absolutos sino también en proporción al conjunto de la población4. La principal contradicción es que la mayor socialización del trabajo se corresponde con una división y fragmentación entre trabajadores en blanco y bajo convenio (los únicos defendidos relativamente por los sindicatos burocráticos), una enorme masa precarizada (contratados, en negro, de pequeñas empresas tercerizadas, pasantes, aprendices, etc.) y los trabajadores desocupados que, en el mejor de los casos, se ven obligados a vivir de un subsidio gubernamental.
En nuestro país, las estadísticas del INDEC informan que se crearon 1.650.000 puestos de trabajo en dos años. Sin embargo, la mayoría son en negro, con salarios de hambre y sin derechos laborales. Mientras tanto, la burocracia y la UIA negocian nuevos acuerdos salariales buscando evitar que el ejemplo del subte se expanda. La tarea de los destacamentos de vanguardia es hacer una fuerte campaña por aumento de salarios, la reducción de la jornada laboral para incorporar a millones de subocupados y desocupados a la lucha, por un plan de obras públicas bajo control de los trabajadores, por el apoyo y la coordinación de las luchas. Hay que superar todo corporativismo, promoviendo la unidad de la clase trabajadora y la alianza en la lucha con los sectores oprimidos de las clases medias y el pueblo pobre.
Al mismo tiempo, ante la desembozada subordinación de los dirigentes de la CGT a las distintas alas del PJ, y los de la CTA a otras variantes patronales como el ARI, los «transversales» kirchneristas o al engendro de colaboración de clases que se llama por ahora «Encuentro de Rosario» (donde participa el PC y el PS, socios electorales del MST), hay que comenzar a discutir la construcción de una herramienta política propia de la clase obrera, un partido de trabajadores.
Conclusiones
Los intelectuales y periodistas que escriben en la prensa burguesa y pequeñoburguesa no tienen la menor idea de estas tendencias a la recomposición de la clase trabajadora. Son completamente ignorantes. Se tragaron las teorías ridículas del «fin del trabajo» bajo el capitalismo y otras baratijas ideológicas por el estilo. Ahora se limitan a señalar la vuelta «natural» (por la reactivación económica) de la lucha salarial.
Sin embargo, lo más negativo es que aún entre los que se definen de izquierda, toda reflexión sobre la clase trabajadora, sus tendencias y contradicciones, está totalmente ausente. Y este también es un fenómeno internacional. Por ejemplo, partidos como el PSOL5 de Brasil o la LCR6 en Francia promueven partidos «anticapitalistas» amplios sin ningún anclaje social ni político en la clase trabajadora (por lo tanto, pequeñoburgueses); o el SWP7 inglés impulsa coaliciones electorales como RESPECT con sectores burgueses de la comunidad musulmana en ese país.
En nuestro país, la izquierda, a pesar de haber adquirido (tomada de conjunto) un peso relativamente importante en los sectores más combativos del proletariado, no le ha dedicado, incluso con los cambios ocurridos en los últimos 3 años, casi ninguna reflexión teórica ni mayor actividad práctica a insertarse entre los trabajadores ocupados. La mayoría de ellos ha dedicado todos sus esfuerzos a organizar colaterales propias en el movimiento de desocupados a partir de la distribución de comida y planes sociales otorgados por el estado. Ahora, lamentablemente, están abocados de lleno a buscar alguna alianza sin contenido de clase para las próximas elecciones. Es hora de cambiar esta dinámica, y en la lucha por un partido de clase y por un programa revolucionario, transformarnos en un elemento decisivo en la recomposición de la clase trabajadora.
Notas
1 Ver «Lecciones del movimiento de los trabajadores de la energía» de Jean Baptiste Clech, Estrategia Internacional nº 21.
2 Estos aspectos combinados llevaron a Tony Negri a plantear la categoría de «huelga metropolitana» a partir de la experiencia de Francia del ’95 a la que hacemos referencia.
3 Reinstaurando el Cuerpo de Delegados que disolviera en los ’90 la burocracia de ATE (De Gennaro) y por lo cual luchó todos estos años nuestra corriente.
4 «Desafiando la miseria de lo posible», por Christian Castillo y Emilio Albamonte, Estrategia Internacional nº 21.
5 Partido Socialismo y Libertad.
6 Liga Comunista Revolucionaria.
7 Partido Socialista de los Trabajadores.
17/3/2005