No por anunciada fue menos emotiva. Entre los buenos recuerdos guardaré esa imagen de Evo el domingo 12 de octubre por la noche en el salón rojo del Palacio, abrazándose jubiloso con los dirigentes obreros, con sus ministros y varias legisladoras electas, poco antes de salir al balcón para dirigirse a la multitud […]
No por anunciada fue menos emotiva. Entre los buenos recuerdos guardaré esa imagen de Evo el domingo 12 de octubre por la noche en el salón rojo del Palacio, abrazándose jubiloso con los dirigentes obreros, con sus ministros y varias legisladoras electas, poco antes de salir al balcón para dirigirse a la multitud concentrada en la Plaza Murillo. Se sabía ya del triunfo a nivel nacional, del formidable respaldo alcanzado en Santa Cruz, del primer lugar en ocho departamentos, en fin, se sabía que esa victoria entraba en los anales de la historia.
Tres fueron los factores que llevaron a ese resultado: liderazgo político, bloque social revolucionario y programa. El liderazgo de Evo Morales terminó de consolidarse en todo el país y, por increíble que parezca, los que no se enteraron fueron los candidatos de la oposición, que nuevamente incurrieron en el error de subestimarlo. El bloque indígena-obrero-popular puede ahora seguir avanzando en la construcción hegemónica revolucionaria buscando su irradiación expansiva hacia crecientes sectores de la población -de todos aquellos que no explotan el trabajo ajeno- para movilizarlos en función de transformaciones en la estructura económica, no sólo en el régimen de propiedad sino fundamentalmente en las relaciones capitalistas de producción, por transformaciones sociales y políticas que profundicen la democracia incorporando las prácticas participativas y comunitarias, y por transformaciones culturales que superen las formas de pensar y hacer coloniales y patriarcales. El programa, entendido como una construcción dinámica desde la permanente relación con los movimientos sociales, debe estar guiado por los principios anticapitalistas a los que constantemente se alude en los discursos.
Derrotada, desmoralizada y sin un referente nacional, la derecha rápidamente intentará recomponerse partiendo de los bolsones de votación que logró en Beni, Santa Cruz y Tarija. Apuntalando variopintos liderazgos locales manejará el discurso de que «hay que equilibrar el poder de Evo», para así superar en las elecciones municipales y departamentales de marzo de 2015 su actual estado de postración; queda por ver si a los opositores les alcanzará el tiempo.
Es lógico que el gobierno ingrese a una etapa de ajuste interno, para lo que es útil saber que el próximo año tres temas se van a convertir en ejes de tensiones: el tema agrario, el tema minero y el pacto fiscal. Para los tres hay que tener preparadas las respuestas programáticas, con la certeza de que el contundente triunfo pone al gobierno en mejores condiciones para encararlos.
En la estructura de propiedad agraria están resurgiendo bajo nuevas condiciones los viejos problemas de acaparamiento de tierras. Esto ya fue denunciado hace cuatro meses, en el «Congreso de Tierra y Territorio» que se realizó en la ciudad de Santa Cruz, convocado por las Confederaciones de campesinos, mujeres campesinas, pueblos indígenas y de comunidades interculturales. Allí se habló de las nuevas formas de latifundio y de la denominada «extranjerización» de la tierra, referida a que adinerados extranjeros asociados con nacionales están comprando cada vez más tierras, con lo que se está dando una reconcentración por la vía del mercado. La propuesta de las organizaciones fue impulsar una nueva Revolución Agraria que corrija esas distorsiones y que fortalezca las formas productivas campesinas y comunitarias para el logro de la soberanía alimentaria. Fácilmente se puede ver que esta orientación programática no es compatible con las demandas al gobierno que está presentando la burguesía cruceña a través de la Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO).
En cuanto a la minería, el descenso en las cotizaciones internacionales está impactando tanto al sector estatal como cooperativo, con lo que arreciarán las demandas sociales y de financiamiento de ambos sectores. Incrementar la capacidad nacional de fundición y refinación es una respuesta inmediata pero insuficiente. Los proyectos estatales de industrialización minera actualmente en curso requieren años de maduración. Contando con el respaldo del proletariado minero, será ineludible dilucidar el control del excedente generado por las transnacionales que operan en el país acumulando enormes ganancias con nuestros recursos naturales no renovables, dejando la menor parte en las arcas del Estado. Tengamos presente que en este proceso electoral, como bien dijo el compañero Evo, ganaron en las urnas las tendencias nacionalizadoras sobre las tendencias privatizadoras.
Respecto al tema fiscal, la Ley Marco de Autonomías y Descentralización incluye disposiciones transitorias según las cuales el diálogo sobre el Pacto Fiscal se sujeta a la presentación de los resultados del último Censo Nacional de Población y Vivienda. Como en su momento con la reivindicación autonomista, la derecha intentó el 2013 convertir este tema en un factor de desgaste del gobierno y es previsible que vuelva a intentarlo en el período previo a las elecciones municipales y departamentales. Por ello es tan importante que el proyecto político del MAS haya triunfado en todos los departamentos menos uno, convirtiéndose así en un factor de unidad del país, lo que permitirá encarar el diálogo en función a objetivos nacionales y no a presiones regionalistas.
Como se puede ver los desafíos son grandes y ello requiere el fortalecimiento de la instancia de dirección política del proceso que es la Coordinadora Nacional por el Cambio (CONALCAM) que incluye al propio gobierno, a la COB y al MAS. Será también necesaria la unidad de todas las corrientes de pensamiento socialista comunitario que confluimos al interior del proceso de cambio, militando por su defensa y que vemos la victoria de octubre como un paso imprescindible hacia su profundización.
Mencionemos al finalizar que el nuevo período de gobierno en Bolivia se desplegará en un fluctuante contexto sudamericano, donde las fuerzas políticas neoliberales acechan a los gobiernos de Dilma Roussef en Brasil y Cristina Fernández en Argentina, que tienen un papel decisivo para la estabilidad y la integración regionales. Pero de esto hablaremos en otra ocasión.
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