El lanzamiento oficial de la fórmula Cristina Kirchner-Julio Cobos en el Luna Park tuvo lugar en una atmósfera política enrarecida por varios frentes problemáticos: los casos de corrupción, la inflación que se va haciendo galopante, los peligros en ciernes por la crisis de los mercados internacionales… Sin embargo, hubo otro dato que no debe pasar […]
El lanzamiento oficial de la fórmula Cristina Kirchner-Julio Cobos en el Luna Park tuvo lugar en una atmósfera política enrarecida por varios frentes problemáticos: los casos de corrupción, la inflación que se va haciendo galopante, los peligros en ciernes por la crisis de los mercados internacionales…
Sin embargo, hubo otro dato que no debe pasar inadvertido. Los grandes grupos económicos, nacionales y extranjeros, ya asumieron que Cristina K será la próxima presidenta del país, a la vez que la candidata se esfuerza por presentar su próxima gestión como «garante» de sus intereses y de un curso sostenido de «normalización» del país.
La oposición patronal no termina de hacer pie
En los últimos días, lo más estridente en los medios (pero no necesariamente lo más importante) son los casos de corrupción que afectan a diversos niveles del gobierno. El último de ellos, el episodio de la valija, corona una sucesión de escandaletes de diversa entidad: empezando por el caso Skanska (cayó el titular del Enargas), siguiendo por el bolso de plata en un baño del Ministerio de Economía (cayó Felisa Miceli), continuando por embates mediáticos contra la secretaria de Medio Ambiente, Romina Picolotti (es cantado que saldrá volando ni bien asuma Cristina), luego con el negocio de subfacturación por la venta de repuestos de armas (la ministra de Defensa Garré zafó porque primero cayó el juez que la investigaba) y ahora el caso de las valijas y billetes voladores (renuncia de la mano derecha del ministro De Vido, que difícilmente siga en su cartera después de diciembre).
Lo anterior se suma al interminable sainete del INDEC, que emite cifras a cuál más risible en medio de justas denuncias de los propios empleados. Sin duda, las actuales cabezas de la «intervención» y de quien la ejecutó, el secretario de Comercio Guillermo Moreno, son firmes candidatas también a rodar más pronto que tarde.
Buena parte de las clases altas y medias que detestan a Kirchner y su gobierno se regodean con este espectáculo, así como los medios que se suman al «tire y pegue» contra los evidentes flancos «desprolijos» de la administración K. Unos y otros claman por una oposición de derecha sólida y coherente -esto es, que pueda hacerle fuerza a los Kirchner-, pero que no se ve por ningún lado.
Esto es así, ante la falta de consistencia de un Lavagna, el desprestigio de los «peronisaurios» (Menem, Duhalde, Rodríguez Saá o Puerta, con socios tan «atractivos» como el asesino Sobisch), el mesianismo estéril de Carrió o la insignificancia política de López Murphy, para no hablar de la inexistencia de la UCR. A lo que se suma el hecho de que Macri ya ha decidido dedicarse a la Capital.
Sólo así -o recurriendo a la teoría de las encuestas manipuladas- puede explicarse que Cristina K (que resulta demasiado «fría» hasta para sectores que veían bien al gobierno) encabece la intención de voto con ventaja apabullante sobre la oposición. Eso le da margen a la candidata para una campaña corrida al «centro», e incluso para instalarse como «garante» ante los empresarios, como veremos.
¿Se acabó la «primavera» en la economía?
El segundo frente de problemas es la inestabilidad de los mercados financieros internacionales, algo que empieza a tener su repercusión local. Cabe señalar algunos elementos que venimos anticipando desde hace un tiempo y cuyos efectos pueden potenciarse peligrosamente en la nueva coyuntura económica.
Por empezar, la abundancia de liquidez -esto es, capitalistas ávidos de invertir en lugares como Argentina, que ofrecían ganancia financiera jugosa y fácil- está en retroceso en el mercado internacional. Eso significa el regreso a un lenguaje que nos era muy familiar durante la crisis de 2001-2002: «suba del riesgo país», «dificultades para conseguir crédito», «vencimientos pesados de la deuda», «caída de los bonos argentinos», inversiones que se «cancelan»…
Sin duda, las circunstancias son distintas; no se trata de esperar una reedición del default. Pero es un hecho que las condiciones favorables y extraordinarias con que contó el gobierno K durante casi toda su gestión están cambiando, y para mal. Es cierto que los precios de los bienes que exporta el país siguen altos; pero otros indicadores internos y externos están dejando de ser favorables.
El que todos perciben es la inflación, cuyo valor real para los primeros siete meses debe rondar el 10-12% por lo menos. La «magia» estadística del INDEK, que nadie cree en el país ni en el exterior, tiene patas cortas, y uno de los problemas del ministro Peirano es cómo y cuándo llegar a un «sinceramiento» del índice inflacionario (que igual se hará después de octubre, como todo).
Pero hay otras patas chuecas, como el famoso superávit fiscal, que se mantiene pero cada vez más «flaco», debido a la sangría del gasto público. El grueso de ese gasto, por otra parte, no es directamente «social» -aunque por supuesto que se anunciarán los típicos aumentos de jubilaciones preelectorales- sino que se relaciona con la política de subsidios a los empresarios del transporte y el costo de la crisis energética.
Que la política de subsidios tiene un sesgo cada vez más electoral lo demuestra el hecho que del total de subsidios para sostener el sistema energético pagados en lo que va de 2007 -3.575 millones de pesos, que ya superaron lo presupuestado para todo el año-, el 84% (3.016 millones) fue para Capital y GBA. Lo mismo ocurre con los subsidios al transporte: se llevan gastados 1.766 millones -excediendo un presupuesto anual de 1.578 millones-, de los cuales el 99% fue destinado a Capital y GBA (datos completos en interesante nota de Alcadio Oña, Clarín, 11-8-07). Son los distritos clave en la elección presidencial. El primero, por su tono opositor tras el triunfo de Macri. Y, el segundo, porque su volumen de votos puede darle a la candidata oficialista una ventaja decisiva.
El dilema es que si se quiere asegurar la salud del superávit fiscal, este nivel de dispendio no puede continuar. También aquí habrá un «sinceramiento» después de octubre.
Wall Street y el Departamento de Estado: voto kantado
Entre valija va y denuncia viene, pasó casi inadvertido un hecho de primera importancia para entrever el rumbo de una futura presidencia de Cristina K: su discurso ante el Consejo de las Américas (y, no menos importante, la encendida defensa de Cristina que hizo la titular del Consejo en reunión privada con lo más granado de los representantes del imperialismo yanqui en el país).
La cita fue el 7 de agosto en el Alvear Palace Hotel -símbolo del menemismo y los 90 si los hay-, frente a los principales empresarios nacionales y extranjeros con intereses en la Argentina. Allí, Cristina y medio gabinete dieron todas las garantías que se les pidieron, y algunas más.
La definición central de la candidata fue tajante: «Señores, la Argentina es una muy buena oportunidad de negocios». Y lo dice en serio: ya en México, ante el presidente Calderón y algunos de los más importantes capitalistas mexicanos -incluido el hombre más rico del mundo, el magnate de medios Carlos Slim-, Cristina había prometido que «si llego a la Presidencia no regirá la ley de doble indemnización». El sentido de ambas declaraciones es inequívoco: beneficios para los empresarios a expensas de los trabajadores.
Y Alberto Fernández, jefe de gabinete, aclaró en la reunión del Consejo que «hasta ahora hemos gobernado en la emergencia, pero ahora vamos a gobernar con las reglas de la normalidad». Entiéndase: basta de contemplaciones con los que protesten contra el normal desarrollo de las «oportunidades de negocios».
Es justamente en el contexto de estas definiciones como debe leerse la señal clara que dio el gobierno al mandar la Gendarmería al Hospital Francés. ¡Ésas serán las «reglas de la normalidad» del gobierno de Cristina!
En la reunión del Alvear también estuvieron Peirano, que prometió «previsibilidad financiera» y con la cotización del dólar, y Julio De Vido, que anunció el fin de los cortes de energía… por ahora. El evento fue todo un ejemplo de cómo el personal político de la clase capitalista rinde examen frente a la representación de esa clase y del imperialismo. Susan Segal, titular del Consejo, quedó encantada: «Nunca esperé discursos tan positivos», confesó.
Y la propia Segal, en reunión reservada en las oficinas de Microsoft ante los ejecutivos de las multinacionales yanquis, puso en su lugar las quejas habituales contra el «estilo K» con una defensa categórica de la candidata oficialista: «Ustedes deben saber que el actual escenario político no ofrece expectativas adicionales a las de Cristina (…) la gobernabilidad en la Argentina por ahora se garantiza sólo con un triunfo de Cristina». Según M. Bonelli, que relata el encuentro, «Segal manifestó la opinión que existe entre los miembros del poder financiero y económico de Manhattan» (Clarín, 10-8-07).
Hay que echar a la Gendarmería del Francés
Con Cristina postulándose como garante de la buena marcha de los negocios capitalistas y el ambiente económico deteriorándose, no es difícil prever el rol «disciplinador» que tendrá el tan anunciado «pacto social». Una prueba de ello lo pueden tener los docentes de las seccionales opositoras del SUTEBA. Han debido enfrentar el jueves 16 el operativo conjunto del gobierno K, la dirección del gremio e, incluso, sectores de «izquierda» como la lista Azul y Blanca (CCC), que, al desautorizar estas medidas de fuerza independiente y quitarles «legalidad» votando en contra de su cumplimiento (en la reunión de secretarios generales del gremio), han dado lugar al gobernador Solá para amenazar con descuentos de los sueldos de los que cumplan el paro.
Pero hay otra muestra más grave aún: se trata de la Gendarmería, instalada desde hace días en el interior del Hospital Francés, con el objetivo de intimidar a este sector de vanguardia de los trabajadores del país que viene de imponer la estatización del Hospital. El gobierno hace esta «muestra de autoridad» como para intentar dejar en claro que el Hospital (que ha sobrevivido gracias a la abnegada lucha de sus enfermeras, médicos y personal) es de ellos y «no de los trabajadores»…
Es decir, lo que se preanuncia para después de las elecciones es un escenario con tendencias contrapuestas, entre el giro hacia la «normalización» y el pacto social que intentará imponer desde arriba Cristina K (con la CGT y la CTA de perros guardianes o falderos), y la eventualidad de la salida a la lucha de sectores de trabajadores, en condiciones de un deterioro de la economía.
En estas circunstancias, y en lo inmediato, las tareas centrales pasan por el compromiso de poner, desde la izquierda y los sectores clasistas, todo lo que haya que poner por echar a la Gendarmería YA del Francés y apoyar la lucha de sectores de trabajadores como las opositoras de Provincia de Buenos Aires, al tiempo que se coloca más en alto que nunca la bandera por un Movimiento Político de los Trabajadores y se redobla la apuesta por concretar un Frente Socialista y de los Trabajadores para las elecciones de octubre próximo.