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Wikileaks, el ordenador de Raúl Reyes global

Fuentes: Rebelión

Observando los titulares internacionales del periódico en español elegido por wikileaks para difundir los famosos documentos diplomáticos sentí una sensación familiar, una especie de déjà vu geopolítico. La edición de El País del 7 de diciembre fue clarificadora: los papeles de wikileaks, eran como la resurrección del ordenador de Raúl Reyes, pero a lo grande, […]

Observando los titulares internacionales del periódico en español elegido por wikileaks para difundir los famosos documentos diplomáticos sentí una sensación familiar, una especie de déjà vu geopolítico. La edición de El País del 7 de diciembre fue clarificadora: los papeles de wikileaks, eran como la resurrección del ordenador de Raúl Reyes, pero a lo grande, a lo global. Como se recordará, tras bombardear en 2008 un campamento de la guerrilla colombiana de las FARC en territorio ecuatoriano, el gobierno de Álvaro Uribe comenzó a airear en sus medios de comunicación amigos todas las informaciones que confirmaban sus teorías, interpretaciones y acusaciones. La fuente incuestionable era, según afirmaban, los archivos informáticos encontrados en un ordenador que milagrosamente no sufrió daños en el bombardeo y que, al parecer, era propiedad del comandante de la guerrilla Raúl Reyes. Fue todo un culebrón periodístico; durante meses y meses, cuando alguien molestaba o no le gustaba al gobierno colombiano -una ONG, un mediador suizo, un periodista, un gobernante latinoamericano o una organización de derechos humanos- milagrosamente aparecía en un documento del ordenador como socio o financiador de la guerrilla. Inmediatamente, todo un coro de medios de comunicación afines reproducían sin cuestionar los supuestos contenidos informáticos, a los que sólo el gobierno colombiano, su ejército o su fiscal parece que tuvieron acceso.

Este sistema parece que ahora se está aplicando a lo grande con wikileaks. Sólo en la edición del 7 de diciembre encontramos que «Corea del Norte vende misiles a Irán y Siria», «Teherán y Damasco siguen abasteciendo a Hamás y Hezbolá», «Chávez y el narcotráfico financian la Nicaragua de Ortega», «jueces sandinistas están al servicio de bandas criminales», «Daniel Ortega se ha vuelto loco y es una amenaza para el país», «el ex ministro de Interior sandinista descargaba los aviones de droga de Pablo Escobar». Ya los días anteriores leímos que los servicios de inteligencia cubanos controlaban Venezuela, Bolivia negociaba venta de uranio a Irán, Chávez compra lealtades en el seno del ejército de Bolivia, Morales padecía un tumor grave en la nariz, «presencia de técnicos iraníes en la minería venezolana», «promesas de cooperación nuclear entre Teherán y Bolivia», «la presidenta argentina remitía casi todos los asuntos oficiales a su marido», «Pakistán da apoyo encubierto a grupos terroristas»… Frente a este panorama inquietante, corrupto y desestabilizador, los países occidentales salen muy bien parados en los titulares de El País sobre los papeles de wikileaks: España está preocupada por la aparición de un Estados sin control en el Magreb, EEUU vigila a la rama magrebí de al-Qaida, la OTAN aprobó un plan para defender a los países bálticos, Polonia quiere que EEUU la proteja de Rusia,

Es el paraíso informativo del Departamento de Estado estadounidense. Todo de lo que siempre quiso convencernos y nunca le hubiéramos creído, ahora aparece milagrosamente en unos papeles que no tenemos opción de cuestionar porque sólo los muchachos del diario El País tienen en su formato original (todo lo que circula por Internet es en bruto, en inglés y ya censurado por el cártel de los cinco medios elegidos por wikileaks).

En un mundo donde toda la información publicada y difundida tiene detrás a una fuente o un grupo de poder interesado, los documentos de wikileaks, como el ordenador de Raúl Reyes, cumplen las condiciones perfectas para convencernos. Al proceder de una fuente original son excepcionalmente valiosos desde el punto de vista informativo. Al estar redactados para su utilización privada son totalmente sinceros. Y el haber sido logrados de una forma poco ortodoxa, arrebatados a sus dueños, los convierten en indiscutiblemente veraces.

Sólo hay un asunto que resulta sospechoso, muy sospechoso: los papeles reveladores siempre dicen lo que el poder quiso que nosotros pensáramos.

Pascual Serrano es periodista. Acaba de publicar el libro «Traficantes de información. La historia oculta de los grupos de comunicación españoles». Foca. Noviembre 2010

Www.pascualserrano.net

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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